jueves, 9 de abril de 2015

A 45 años de la disolución de los Beatles

La vuelta al día en que Paul McCartney ¿dijo? adiós.




«P: ¿Tu separación de los Beatles es temporal o permanente? ¿Se debe a diferencias personales o musicales?
R: A diferencias personales, de negocios, musicales, pero, sobre todo, a que la paso mejor con mi familia. ¿Si es temporal o permanente? Realmente, no lo sé».

Paul nunca dijo lo que dijo. O no lo hizo porque, todavía, había muchas cosas en juego. Así que no fue él, ni la muerte de Brian Epstein, ni la llegada de Allen Klein, ni Yoko, ni las drogas, ni el hastío en el estudio, ni las rojas finanzas de Apple, porque, en realidad, nada ni nadie separó a los Beatles. Más bien, todo hizo que se desintegraran.

Hacia 1969, los fab four estaban virtualmente separados. Hacía tiempo que entre ellos primaban el recelo y el descontento. Ya el «álbum blanco» era «canciones individuales, sin ninguna música Beatle en él: es John y la banda, Paul y la banda, y así», como el mismo Lennon lo describió tiempo después. John se despidió en septiembre de aquel año y, mucho antes, había iniciado la Plastic Ono Band. Ringo Starr y George Harrison se habían ido y vuelto varias veces. Pero el grupo seguía junto en los papeles para no arruinar ni los negocios ni la pendiente salida del álbum (y documental) Let It Be, conocido en ese momento bajo el título provisorio de Get Back.

Para entonces, Apple Corps, el multimedio fundado en 1968 por los cuatro músicos, estaba al borde de la quiebra por su pésima administración y las absurdas aventuras comerciales, como la Apple Boutique (que perdió 200.000 libras en sus seis meses de vida) o una división de electrónica a cargo de Alexis Mardas, un «inventor» charlatán conocido como «Magic Alex» que engatusó a la banda en 300.000 billetes con ideas desquiciadas como un «sol artificial» o un «papel tapiz parlante».

La elección del polémico Allen Klein como nuevo manager también había marcado una grieta en el grupo. McCartney quería que John y Lee Eastman, hermano y padre de su mujer Linda, tomaran el lugar que dejó Epstein. Pero el resto se decidió por Klein, tipo de prácticas controvertidas y actitud mafiosa que, años antes, había manejado la carrera de los Rolling Stones. «Fue la primera vez en la historia de los Beatles que surgía una diferencia posiblemente irreconciliable», según una cita del bajista en el libro You Never Give Me Your Money, de Peter Doggett.

Las relaciones se resintieron aún más luego de que Lennon descubriera que McCartney había comprado por su cuenta acciones de Northern Songs, la editora de las canciones del grupo, violando el acuerdo verbal de poseer ambos el mismo share. En marzo de 1969, Dick James, principal accionista de la compañía, vendió su parte a Associated Television (ATV) sin consulta ni aviso a la banda, lo que desató una pequeña guerra por conservar el control de los derechos de los temas.

Fue en este contexto en el que un Paul harto y deprimido, con problemas de alcoholismo, comenzó a pensar en una vida post Beatle. En absoluta soledad, grabó las canciones que integrarían su primer trabajo. Pero, alertados de que este disco podía entorpecer la repercusión de Let It Be, John y George le encomendaron a Ringo llevarle al bajista un mensaje: retrasar el lanzamiento de ese debut «por el bien de la banda». McCartney echó al baterista de su casa, entre gritos y amenazas, y no cambió su decisión.

El 9 de abril de 1970 llegaron a la prensa copias de adelanto de su disco, simplemente titulado McCartney, junto a una hoy célebre «autoentrevista», en la que respondía (telegráficamente, de forma elíptica, pero con la verdad colándose entre las palabras) preguntas sobre su nuevo trabajo y el futuro del grupo. Sería, quizás, el F.A.Q. más famoso de la historia del rock.

«P: ¿Estás planeando un nuevo álbum o single con los Beatles?
R: No».

«P: ¿Este disco es un descanso de los Beatles o el inicio de una carrera solista?
R: El tiempo lo dirá. Un disco solista significa que es el comienzo de una carrera por mi cuenta, y no hacerlo con los Beatles significa que es un descanso. Entonces, es ambas cosas».

«P: ¿Ves un momento en el que Lennon-McCartney vuelva a ser un dupla compositora?
R: No».

En ninguna de las 37 respuestas que contenía aquel cuestionario McCartney afirmó abandonar la banda. No hizo falta. A la mañana siguiente, la prensa lo dijo por él. «Paul deja The Beatles», tituló el Daily Mirror, en tipografía catástrofe mayúscula. La portada fue lápida de toda una generación.

Fans desconsoladas, público y periodistas de diversas partes del mundo se congregaron frente a las
oficinas de Apple, en Saville Road, para corroborar la noticia. Un reportero de CBS llegó a decir a cámara: “El hecho es tan relevante que los historiadores pueden llegar a considerarlo como un hito en el declive del Imperio Británico”.

Todo el asunto enfureció a Lennon. «Saqué cuatro discos en el último año y no dije una puta palabra sobre renunciar — le dijo a Jann Wenner en el número 58 de Rolling Stone — . Cuando leímos toda esta mierda en el diario, con Yoko nos reímos, porque el chiste es este: primera imagen, cuatro tipos sobre el escenario iluminados. Segunda, tres tipos saliendo del escenario despreocupadamente. Tercera, un solo tipo parado ahí, gritando: “me voy”. Ya estábamos todos afuera».

El mismo 10 de abril, desde Apple se emitió un comunicado para tratar de apaciguar el estallido mediático: «La primavera está aquí, mañana el Leeds juega contra el Chelsea y Ringo, John, George y Paul están vivos y llenos de esperanza. El mundo sigue girando, al igual que nosotros y vos. Cuando pare de girar, ese será el momento de preocuparse, no antes. Hasta entonces, los Beatles están sanos y el ritmo seguirá y seguirá». Fue el último press release de la banda como tal.

«La reacción a las palabras de Paul fue mundial. Saqué un comunicado de esos que en realidad no dicen nada — recordó Derek Taylor, responsable de prensa de Apple por entonces, años más tarde en Anthology — . Realmente creía, como millones de personas, que la amistad que los Beatles tenían entre sí era un salvavidas para todos nosotros. Creía que, si esta gente era feliz y podía llevarse bien, no importaba qué sucediese, la vida valía la pena ser vivida. Pero creo que esperamos demasiado de ellos».

Días más tarde, un McCartney herido y preocupado por cómo los medios y el público estaban poniéndolo como el culpable de la ruptura, se reunió con Ray Connolly, periodista del Evening Standard, para una entrevista en la que reveló las tensiones internas de la banda, su malestar con Phil Spector por la mezcla de sus canciones en Let It Be, y los efectos de su anuncio. «Fue todo un malentendido. Cuando vi los titulares, pensé: “Dios, ¿qué hice?” y se me dio vuelta el estómago. Nunca pretendí hacer un comunicado que dijera “Paul McCartney deja los Beatles” — le contó durante su almuerzo en un restaurante del Soho londinense, acompañado por Linda — . Yo no abandoné The Beatles. Los Beatles dejaron a The Beatles, pero nadie quería ser el que dijera que la fiesta había terminado».

Tal como fue anunciado, McCartney salió a la venta el 17 de abril, compuesto por 13 temas, varios de ellos instrumentales, de arreglos sencillos y con la tónica de grabaciones caseras e improvisadas. Recibió críticas pobres, pero llegó al número uno en los Estados Unidos y al puesto dos en el Reino Unido. Y de ninguna manera opacó el éxito de Let It Be, editado apenas tres semanas más tarde. Después, llegarían las peleas con sus excompañeros, las demandas, los dardos envenenados en las canciones.

«P: ¿Cuáles son tus planes ahora? ¿Vacaciones? ¿Un musical? ¿Una película? ¿Retirarte?
R: Mi único plan es crecer».

Paul lanzó otros 34 discos. Ringo ya va por el 19. George tuvo una docena y John llegó a 11. Jamás volvieron a estar juntos. Hubo amagues, alguno tocó como invitado en el álbum de otro, pero nada más. La casualidad los reunió otro 17 de abril, pero de 1971, cuando cada uno tuvo un single en el ranking británico: «Another Day», de McCartney; «Power to the People», de Lennon; «It Don’t Come Easy», de Starr y «My Sweet Lord», de Harrison. Hicieron más de 70 álbumes por su cuenta, ninguno tan brillante ni trascendente como los que crearon en conjunto.

¿Cómo sería si nunca se hubiesen separado, si Paul no decía lo que no dijo, si triunfaba la literalidad y, efectivamente, el «ritmo seguía y seguía»? En 2009, un tal James Richards dijo haber visitado un mundo paralelo donde los Beatles seguían juntos y se trajo un cassette (todavía no habían inventado el CD en este bizarro world) de ellos para comprobarlo. Lo cierto es que este supuesto álbum de los fab four alternativos, titulado Everyday Chemistry, no es más que un mash-up de diversas canciones de nuestros ex Beatles.

Es que ni aun los más locos pueden escapar a esta realidad; la de un mundo que, desde hace 45 años, dejó de girar.

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