Comentamos los estrenos destacados del 31 de marzo: una ópera prima del horror y dos biopics. En "Con todo el país", por Nacional AM 870.
jueves, 31 de marzo de 2016
lunes, 28 de marzo de 2016
Presentación del primer álbum de Marcelo Moura, "Disculpen la demoura"
En "Con todo el país", picamos el debut en solitario del vocalista de Virus, Marcelo Moura. Por Nacional AM 870.
Adelanto exclusivo: Pappo y León Gieco vuelven en vinilo
Cuatro de sus discos
inconseguibles se sumarán pronto a las reediciones en ese formato de clásicos
de Serú Girán, Vox Dei y Miguel Mateos.
Tres clásicos de Norberto
“Pappo” Napolitano y un compilado de León
Gieco volverán a las bateas en vinilo, sumándose a la gran ola de
relanzamientos en este formato de discos del rock nacional.
Gabriel Giqueaux,
dueño del sello Pro.Com, adelantó en
exclusiva a Generación B que editarán
Refrito, El auto rojo y Pappo y Amigos.
El primero, lanzando en 1981, recopila 13 canciones de los primeros cuatro
trabajos de Pappo’s Blues y se ha
convertido en una pieza de colección que llega a cotizar por encima de los
3.000 pesos en disquerías o sitios como Mercado
Libre. El auto rojo, de 1999, fue
el último álbum del guitarrista con aquella banda. Un año después, se reunió
con más de 20 artistas (entre ellos Moris,
Juanse, La Renga, Vicentico, Almafuerte y Andrés Calamaro) para grabar Pappo
y Amigos. Estas dos últimas obras nunca fueron editadas en vinilo.
Se sumará, también, el compilado 7 años, de León Gieco,
originalmente lanzado en 1980 y en el que puede encontrarse clásicos de su
repertorio como “Solo le pido a Dios”, “La colina de la vida” (ambas en vivo) y
“En el país de la libertad”, junto a inéditos como “La Navidad de Luis” y la
versión en estudio de “Canción de amor para Francisca” (tema que fue censurado
de su álbum El fantasma de Canterville,
pero incluido luego en IV en una
versión en vivo en el Luna Park).
Además, en el sello evalúan la fabricación en vinilo de los
dos primeros álbumes de Miguel Mateos,
Zas (1981) y Huevos (1982). “En la medida que se pueda, vamos a seguir editando,
porque cuesta mucho la importación del producto —explica Giqueaux—. Estamos
viendo qué pasa con el
anuncio de Láser Disc de la fabricación local de vinilos, porque eso me
facilitaría todo. Con la importación, la entrega es a seis u ocho semanas, más
el viaje en barco y todo los trámites, se va a seis meses. Además,
financieramente hay que pagar todo por anticipado y, así, el negocio se hace
mucho más lento”.
Esta sería la segunda tanda de lanzamientos en vinilo de
Pro.Com, que recientemente
puso a la venta en ese formato Serú
Girán y La grasa de las capitales,
los dos primeros álbumes de la banda encabezada por Charly García y David Lebón,
además de Rockas Vivas, el exitoso
disco vivo de 1985 de Miguel Mateos, y La
Biblia, ícono de Vox Dei de 1971. Se manufacturaron en Canadá mil ejemplares de cada
título, y solo hay 500 copias en la Argentina, ya que el resto se exportó a
Chile. “Los que más se vendieron en ambos países son los de Serú Girán, que los voy a agotar en
cualquier momento” —afirmó el directivo, quien reveló que la iniciativa demandó
una inversión de 60.000 dólares—. Si sale lo de Láser Disc, ahí la cosa cambia,
porque vamos a poder hacer más títulos en menor volumen y sin todo el lío ni
los costos de importación”.
jueves, 24 de marzo de 2016
Crítica de "Batman vs. Superman: El origen de la justicia"
En "Con todo el país", comentamos uno de los estrenos más esperados del año. Por Nacional AM 870.
martes, 22 de marzo de 2016
Música: Presentación del nuevo disco de Iván Noble, "Perdido por perdido"
En "Con todo el país", por Nacional AM 870, picamos lo último del ex Caballeros de la Quema.
lunes, 21 de marzo de 2016
Entrevista a Steven Wilson: “Está muy arraigado que ya no tenés que pagar por la música”
Antes de su show en Buenos Aires, el último genio
del prog promueve el audio en alta
calidad para combatir la piratería y critica la alienación de las redes
sociales: “Todos están muy absortos en su propia vida”.
Desde hace casi 30 años, Steven Wilson viene desdibujando
las fronteras entre art rock, psicodelia,
electrónica, krautrock, folk, jazz fusión, ambient y, claro, el más clásico
rock “progresivo”. Pero, más bien, él es un artista progresivo del rock:
esos pocos tipos que siguen entendiendo la música como una forma evolutiva sin restringirse
necesariamente a una categoría afín a virtuosismos y extravagancias de 22
minutos con dragones o distopías futuristas.
Su nombre emerge detrás de bandas como No-Man, IEM,
Bass Communion, Storm Corrosion, Continuum,
Blackfield y, fundamentalmente, Porcupine Tree, el celebrado cuarteto que
supo reunir lo mejor de Pink Floyd, Rush y King Crimson.
Polifacético y prolífico
como pocos (lleva editados, entre todos sus proyectos, unos 40 discos de
estudio), desde hace unos años está concentrado en su carrera solista. Apenas
entre 2013 y 2015, pasó de un sobrecogedor trabajo basado en relatos de
fantasmas (The Raven That
Refused to Sing) a un álbum conceptual inspirado en la historia real de una joven británica cuya muerte
fue ignorada durante más de dos años, hasta que hallaron su cuerpo en la
habitación que alquilaba en pleno Londres (el brillante Hand. Cannot. Erase). Un relato que le sirvió para volver a poner su mirada crítica sobre la
alienación del social media y la
supuesta vida interconectada que llevamos, temática recurrente en su
discografía.
Ahora retornará a
Buenos Aires, este martes 22 en Groove,
para presentar 4 ½ , su cuarto trabajo y medio en la forma de un EP
de “canciones huérfanas” que son una excelente excusa para reencontrarse con
este verdadero bocho contemporáneo.
¿Por qué la historia de Joyce Vincent te impactó tanto
como para inspirar todo Hand.Cannot.Erase?
Hay algo en esa historia que tiene que ver con vivir en el
siglo xxi, con cuán aislado se
puede estar aun viviendo rodeado de seres humanos. Y creo que es algo que está
en crecimiento. Hay muchas historias, tanto de hombres como de mujeres, que
esencialmente se están volviendo completamente alienados, separados de otras
personas. Me parece algo bastante sintomático del mundo digital, de las redes
sociales, de la tecnología y del hecho de que todos están muy absortos con su
propia vida. Son personas que esencialmente están desapareciendo a pesar de
vivir entre nosotros. Creo que es una historia moderna, de lo que significa
estar vivo en esta época.
¿Cómo fue tener que
escribir desde una perspectiva femenina?
Fue un desafío. No sé cuán bien me salió [risas]. Este es el
álbum más popular que escribí, y las mujeres son la mitad de la población. Así
que estuvo bastante bien. Pero creo que lo que pasa es que, al fin y al cabo,
hay mucho de esa historia que no es específico de las mujeres. El aislamiento
es algo universal.
¿En qué maneras 4 ½ conecta tu trabajo anterior con el
próximo?
Creo que tiene que ver más con cómo se vincula con el último
y no con el disco que vendrá. En realidad, está formado con lo que yo llamo mis
“canciones huérfanas”, que son las que no encajaban en ninguno de los otros
proyectos. Unas las escribí originalmente para Hand. Cannot. Erase.; otras, para The Raven That Refused to Sing. Y no se usaron, pero eso no quiere
decir que no estuviera orgulloso de ellas, sino que simplemente no encajaban
conceptual o temáticamente en esos discos. Pero sí creía que eran sólidas y
quería darles la oportunidad para que brillaran. Así que, para mí, es más bien
un lanzamiento que acompaña a Hand.
Cannot. Erase. y significa dar vuelta la página y pasar a una nueva
dirección para el próximo álbum. Todavía no sé cómo va a ser: será una sorpresa
para mí también.
¿Ya estás componiendo?
Recién acabo de empezar. Tengo unas ideas básicas. Escribí
unas seis o siete canciones, pero solo dos me gustan [risas]. Pero eso es
normal en mí: siempre escribo mucho más de lo que necesito, especialmente en
los inicios de un proyecto. Y así, experimentando se puede decir, encuentro la
dirección correcta. Todavía es demasiado pronto para decir algo, salvo que va a
ser muy diferente. No me gusta repetirme. Y quiero sacarlo para noviembre del
año que viene —faltan todavía casi dos años— porque voy a cumplir 50. Y es un
gran hito en mi vida cumplir medio siglo en este planeta. Por eso, quiero
lanzarlo en celebración de mis 50 años. En esa etapa, como que tenés que
reconocerte a vos mismo que, probablemente, ya pasaste más de la mitad de tu
vida, estás más cerca de la muerte que del nacimiento. Bueno, ya lo estoy ahora…
tengo 48 años [risas]. Pero cumplir 50 es muy significativo.
Te suelen mencionar
como un símbolo del rock “progresivo”, pero a vos no te gusta esa categoría…
No es que no me guste esa etiqueta en particular. No me
gusta ninguna etiqueta. No tengo un problema especial con usar ese nombre para
denotar un tipo de música. Pero no me gusta la idea de que la música que hago
es en algún modo genérica, de que encajo en una casilla. Mi música tiene
elementos de la electrónica, del ambient, de la música de cantautor y también del
progresivo de los años 70. Pero creo que es mucho más que eso. Hay un
componente que tiene que ver con contar historias, que la gente asocia con el
denominado rock progresivo, la idea del álbum conceptual. Y, por supuesto, eso
tiene una fuerte presencia es mi música. Pero, en definitiva, me resisto a todo
tipo de categorización porque no me gusta la idea de estar haciendo una clase
de música específica.
Sos promotor de la
grabación en alta fidelidad y de las mezclas surround, pero la mayoría de los artistas hoy graba en estándares
inferiores porque el público suele escuchar en MP3 mientras viaja en subte o en
el auto. ¿La manera en que disfrutamos la música condicionó y limitó la forma
de grabarla y, en consecuencia, su calidad?
Ciertamente, no debería pasar eso. Me parece que uno siempre
aspira a la mejor calidad, y tenés que pensar siempre en los fans que quieren
escuchar tu música en una buena resolución. No se esperaría que un cineasta
dejase de filmar en 35 mm o alta definición solo porque la mayoría de la gente
termina viendo las películas en una laptop.
De igual manera, no esperarías que un pintor dejara de usar lienzos
porque, total, la gente va a ver las
obras en la computadora. Creo que, como artista, en última instancia, siempre
estás tratando de complacerte a vos mismo. Yo creo en el audio de alta fidelidad.
Y creo que es un público pequeño, pero que está creciendo, porque hay gente
como yo que anima a las personas a escuchar y experimentar la música en la
mayor calidad posible. Y si hacemos eso, entonces, más gente la va a descubrir
y disfrutar. En ellos pienso cuando hago mis discos.
¿Qué opinas de
servicios de streaming como Spotify, en
particular en términos de lo que se le paga a los artistas?
Creo que es feo. Ni siquiera me preocupa lo de la plata,
sino la calidad de la experiencia. Y volvemos a tu pregunta anterior. La gente
está escuchando música en una muy baja calidad. El aspecto monetario, por
supuesto, es absurdo. Creo que el tema es más amplio y va más allá del streaming: está muy profundamente
arraigado en la psiquis de los seres humanos que ya no tenés que pagar por la
música, que es algo gratis. Eso es un problema y no sé cómo se puede revertir,
porque en los últimos diez años es algo que se afirmó en la nueva generación. Y
esta es otra razón por la cual creo en promover la alta resolución: porque la
gente que aún cree en el audio de alta calidad es también la que aún cree que
hay que pagar por la música, ya sea en vinilo, en Blu-ray, en CD, en una
edición especial… Me parece que esa actitud en el público es algo que tenemos que
cultivar. Y la mejor manera de hacerlo es ofrecerles formatos de audio con una
calidad hermosa. Ese sería el antídoto a la filosofía de baja resolución del streaming.
Se sabe que una de
tus cuentas pendientes es hacer música para películas. ¿Cómo es que todavía no
se te dio?
Quizás sea mi ambición incumplida número uno. Hace rato que
tengo ganas. Toda mi vida me dijeron que mi música es muy cinematográfica, que
iría muy bien para una película. Yo también lo creo. Pero, hasta ahora, no
recibí ninguna invitación. Es una lástima, porque me encantaría.
Giorgio Moroder hizo la
música para Metrópolis, los Pet Shop
Boys para El acorazado Potemkin. ¿Qué
clásico elegirías para hacerle un soundtrack?
Un perro andaluz, de
Luis Buñuel y Salvador Dalí, es una de mis películas favoritas. Y si la mirás, te
das cuenta de que el soundrack
original como que queda mal con las imágenes. Al menos, yo siempre sentí eso. Y
me encantaría hacerle una nueva música.
Esta va a ser tu
cuarta visita a Buenos Aires…
Sí, y siempre quedo gratamente sorprendido por la pasión y
el entusiasmo que los fans argentinos
sienten por mi música. La primera vez que fui a la Argentina ya llevaba veinte
años de carrera, no me habían invitado antes. Y no tenía ni idea de que hubiera
tanta gente apasionada por lo que hago. Así que fue un shock, una sensación maravillosa. Siempre espero con ansias poder
volver a Buenos Aires, es uno de los destinos más esperados en cualquier gira.
Entrevista a Bad Religion: “Donald Trump es un bufón”
Hablamos con los
íconos del punk después de su show en
el Lollapalooza, y estuvieron tan filosos y divertidos como en el escenario.
Quizás por haber sido una fecha con tantos bellos jóvenes
atractivos y propuestas “millennial” fue que Bad Religion quedó relegado de la atención de los medios como el nonno en un cumple de quince. “OK, abuelo:
usted siéntese acá, coma y recuerde aquellos años antisistema tranquilo
mientras nosotros bailamos hasta que se acabe el mundo”, parecen decirle.
Nadie le dio pelota a la banda más experimentada de la
grilla del Lollapalooza 2016, con 36 años de pergaminos punk, que ayer pateó
ojetes y sopapeó la memoria “fuck all” de pequeños y grandes que se arrimaron a
poguear en el escenario Alternative. Pero, a segundos de cerrar su ametrallado
set, Generación B habló con su
histórico líder y figura, el vocalista Greg Graffin, y con una de las caras
nuevas, Mike Dimkich, el guitarrista que reemplazó a Greg Hetson (y que algunos
dicen que es el doble de Stuka. Nosotros, que estuvimos cerquita, lo aseveramos).
¿Cómo sintieron el
show?
Graffin: Fue un
gran momento.
Dimkich: Estuvo
buenísimo. Argentina tiene un público grandioso. Es muy gracioso, porque en
“Fuck Armagedon”, la gente coreaba el riff
de guitarra tan alto que no nos escuchábamos y no podíamos seguir.
Eso es una marca
registrada del público argentino...
Dimkich:
Totalmente. ¡Y lo hacen tan fuerte que no podés tocar! Es bárbaro.
¿Se preparan de
alguna manera en especial para tocar en un festival como este?
Graffin: Meditamos
bastante [risas].
Dimkich: Naah… Hacía
frío. Así que si dicen que estuve tocando mal, es porque tenía los dedos
helados. [risas]
Del line up, Bad Religion es la banda más
antigua…
Dimkich: Antigua en
términos de años de carrera, ¡porque acá no hay gente vieja [risas]! Mirá: Todo
se resume en lo groso de ver pibes de 17 con la remera de Bad Religion que se saben
tanto los primeros como los últimos temas. Eso es lo que permite que sigamos
viniendo acá aún con más de tres décadas de trabajo detrás.
¿Ya conocieron a los
muchachos de Ghost? Nos imaginábamos un backstage
con misa anticlerical oficiada por las dos bandas...
Graffin: Ja, ja,
ja... Sí, ¡deberíamos salir de gira juntos!
Bad Religion siempre
fue una banda políticamente comprometida, se lo vio a Brian Baker recién
apoyando al precandidato demócrata Bernie Sanders. ¿Ustedes cómo ven la
posibilidad de que Donald Trump sea presidente de los Estados Unidos?
Graffin: ¿Cómo se
dice “travesti” en español?
Travesti…
Graffin: Bueno,
es un travesti. [risas]
Dimkich: Está
claro que no votaría por él, pero debo reconocer que me asusta menos que Ted
Cruz, que es un loco de derecha que realmente cree en todo lo que dice. Trump
es un oportunista y, si llega a ser electo (cosa que no creo que pase, porque
Hillary Clinton lo va a destruir, pero supongamos), pronto se va a dar cuenta
que necesitará comportarse como un ser humano normal. Y no creo que esté tan comprometido
como sí lo está Cruz con toda esa mierda de la ultraderecha cristiana, conservadora
y en contra de los derechos de las mujeres y los gays. Sí: Trump es un bufón y el resto del mundo puede tener miedo,
pero estará más al centro que Cruz, que mete un miedo del carajo.
Lo bueno es que va a ser una elección superinteresante. Ni
bien vuelva a casa cuando termine el tour,
voy a abrir una cerveza y a poner CNN, porque es entretenimiento: es como ver
esos talk show de la tarde, donde
todos se gritan y enloquecen [risas].
¿Cuáles son los próximos
planes de la banda?
Dimkich: Vamos a
tocar a Europa y, luego, haremos algunos recitales en los Estados Unidos. Y
hacia final de año nos metemos a grabar el nuevo disco.
Y, por supuesto, van a volver a la Argentina a
presentarlo: ¿Es una promesa?
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jueves, 17 de marzo de 2016
Cine: críticas de "Kung Fu Panda 3" y "Me casé con un boludo"
En "Con todo el país", hablamos de una nueva aventura del oso panda maestro en artes marciales y el flamante film protagonizado por Adrián Suar y Valeria Bertuccelli. Por Nacional AM 870
domingo, 13 de marzo de 2016
Simply Red en la Argentina: alta fidelidad
La banda de Mick
Hucknall repasó 30 años de hits en un
concierto bellissimo.
Cualquier malpensado podría sospechar que fuimos vilmente
engañados. Que el colorado, ya de vuelta de todo, puso un CD con sus greatest hits y nos timó con el lip-sync de su vida. Y es que cuesta
creer que, con 55 años encima, Mick Hucknall tenga la voz intacta, impoluta
tras tres décadas de escenarios, alcohol, drogas, sexo e hipotiroidismo, y reproduzca
cada nota de los 18 de hits que repasó anoche con la fidelidad del compact
disc. Pero sí: lo que se escuchó hace horas en el Luna Park fue real, vivo,
caliente, rojo pasión y fiel a un sonido que, aún hoy, nadie se anima (o
quiere) replicar.
Este regreso de Simply Red, cinco años después de la
“separación”, encuentra al vocalista asentado como hombre de familia y en paz
con su legado. “He dejado de preocuparme por la crítica; ya no me molesta más y
me siento más cómodo con lo que hago de lo que me he sentido siempre”, dijo. Y
el último disco, Big Love, es apenas
una excusa para darle título a una gira de retorno cargada de clásicos que se
hacen aún más grandes ante la destacada ausencia de nuevos exponentes del blue-eyed soul en la música británica.
Así, éxitos propios (“Holding Back the Years”, “The Right
Thing” y “Something Got Me Started”), como apropiados (“It’s Only Love”, “Money's
Too Tight (to Mention)” y “Ain't That a Lot of Love”, exclusivo del setlist local) se hacen muy presentes,
más que pasados de nostalgia, sin necesidad de arreglos modernos: todos apegados
a su historia, con una banda justísima y un Hucknall dicharachero, empecinado
en hablar con el público en italiano (que domina gracias a sus viñedos en
Sicilia), que metió cada sonido en su lugar.
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viernes, 11 de marzo de 2016
Jorge Boimvaser: “Decir que el Indio no quiere a su gente es una pelotudez”
Antes de una nueva “misa”
de Solari, el escritor ricotero defiende al cantante, habla de su pasión por la
banda y de la nueva reedición de “A brillar mi amor”, libro de culto para la
feligresía redonda.
Jorge Boimvaser es un reconocido periodista que, cuando no
está investigando escándalos políticos o destapando operetas de los servicios
de inteligencia, se lo puede encontrar en los recitales del Indio Solari y de
Skay. Y, mucho antes, en los conciertos de Los Redonditos de Ricota. “No me
imagino ningún escenario mío al margen de un escenario de los Redondos;
obviamente, con ellos arriba y yo abajo. Lugar donde tocaban, yo iba, al punto
que tengo encima más de 150 misas”, dice, orgulloso, con una voz añeja que bien
podría ser la del “Héroe del whisky”.
Como uno de los primeros seguidores de Patricio Rey y sus
Redonditos de Ricota, Boimvaser conoció desde el campo cómo se desarrolló el
fenómeno social y cultural que rodeó a la banda, en su momento, y continúa extendiéndose
hoy alrededor de sus exintegrantes. Desde ese lugar, escribió en 2000 A brillar mi amor, un libro construido a
partir de relatos y testimonios del público ricotero que, más que una biografía,
se ha convertido en una “mitología no autorizada” fundamental para entender la
pasión popular por el legendario grupo.
“A mí no me interesaba saber qué hacía el Indio cuando era
chico o a qué jugaba Semilla Bucciarelli en el colegio. Lo que yo tenía era una
biografía desde el mismo público: historias que jamás me hubiera imaginado que
pudieran pasar, casi sobrenaturales, que no tienen una explicación lógica”, revela
el autor. En el libro (que acaba de reeditarse, una vez más, en una versión actualizada
y ampliada) pueden encontrarse diversos relatos con un enfoque “metafísico,
esotérico, místico e, incluso, paranormal”: desde un niño que conoce los temas
de la banda porque los aprendió en el vientre materno, a una ciega que comienza
a ver cuando su novio la suelta en el “pogo más grande mundo”. Lisiados que, de
golpe, se levantan de su silla de ruedas para cantar, o tiernas historias de
“desangelados” que encuentran el cariño, la compañía o la comprensión negadas
en el seno de la feligresía ricotera.
¿Cuándo y cómo entrás
en contacto con la música de los Redondos y comenzás tu vínculo con la banda?
En 1984, vuelvo a la realidad de la Argentina sin la
bestialidad genocida de los militares y había estado muy alejado del rock. Estuve
en la clandestinidad y, en esa época, había dos lugares muy peligrosos para ir:
los recitales y los hoteles alojamiento. Con lo cual, pasé del 76 al 82 sin
coger ni escuchar rock. Todos se ríen, pero fue una desgracia.
Era un momento en que había muy pocas radios que difundían
rock, y uno no tenía mucho acceso a esa música: había que ir a lugares para
escucharla. Yo no encontraba nada que me moviese el amperímetro, nada que me
conmocionara con en los años 70, con el nacimiento de Manal, Almendra, Miguel
Abuelo y toda esa movida muy linda y mística. Hasta que un día fui a Cemento a
ver de qué se trataban unos “Redonditos de Ricota”, y vi el circo que armaban:
uno se ponía en bolas, había striptease,
estaban los monólogos de Enrique Syms… Y escuché dos o tres temas que me dijeron
que a esta banda la tenía que seguir. El Indio tenía la costumbre de subirse al
escenario y decir “ayúdenme a cantar porque tengo la garganta cascarita”. Y yo pensaba,
“la puta madre, me levanto a las seis de la mañana, son las doce de la noche,
vengo a escuchar una banda para sacarme toda la resaca del laburo y ¿este tipo
me pide que lo ayude a cantar?”. Creo que muchos lo queríamos matar. Pero eran
como esa mina que sabés que te va a joder, y vos volvés igual. Eso me pasó con
los Redondos. Y ahí comenzó todo.
¿Cómo fue cambiando
el público de los Redondos? En el libro decís
que se fueron los intelectuales y llegaron los fieritas…
Eso fue en los 80. En esa época, lo que hoy se dicen
“progres” antes se llamaban “psicobolches” que, si querés que te los defina,
eran la izquierda en falsa escuadra. Como Carta Abierta, el último engendro de
progres que hubo en la Argentina, con todos estos supuestos bochos
kirchneristas que se juntaban para decir pelotudeces y justificar lo
injusticable. Bueno, ese tipo de público, muy parecido, fue el que estaba
alrededor de los Redondos. Hasta que, de pronto, en un fenómeno muy difícil de
analizar, empezaron a llegar chicos, los que el Indio llama “los desangelados”;
un poco las víctimas de dos procesos muy jodidos: primero, la Dictadura, que
dejó muchos más huérfanos de lo que se cree. Y, después, del menemismo, que
trajo su secuela de indigencia. Todo ese público comenzó a sentirse bien en el
ámbito de las reuniones ricoteras. Hoy día, el único ámbito de pertenencia que
tienen cientos de miles de chicos es alrededor de los Redondos: desde bandas
tributo hasta las grandes presentaciones del Indio, pasando por las redes
sociales.
Cualquier persona hoy enciende una computadora a la mañana
en su casa y no tiene a alguien que le dé bola o que lo salude. Y vos siempre
te vas a encontrás que en las redes hay una cantidad enorme, más que nada de
mujeres (porque las ricoteras tienen un alma maternal única), que les dicen
“Redondo: que tengas un buen día”. Yo no sé en cuantas actividades de la
Argentina se produce un fenómeno así.
También subrayás esa
dialéctica religiosa que gira alrededor de los Redondos y, ahora, del Indio. Y
eso de hablar de “religión ricotera”, de “misas paganas” con “feligreses” suele
ser muy criticado no solo por parte del público y la prensa, sino también por
un sector del rock...
Uno de los primeros que empleó esa dialéctica referida a los
Redondos y la espiritualidad fui yo. Uso “feligresía” porque no me gusta la
palabra “fan”: el fanatismo para mí es irracional y todos los ricoteros sabemos
por qué estamos alrededor de este fenómeno.
La palabra “misa” viene de una historia que me concierne
directamente. Allá por el ochenta y pico, había empezado a salir con una chica
que solía quedarse a dormir en mi casa. Un día le dejé la llave, comida en la
heladera y le dije: “Acá tenés todo, me voy a ver a los Redondos”. Ella me
decía que no fuera, que no la dejara. Y terminé contestándole: “Hoy hay misa, y
a misa no se falta”. Me respondió que estaba loco, la puse en un taxi y se fue.
Después, conté esto en una mesa de borrachines y un periodista (que, si no me
falla la memoria, es Daniel Ares) me dijo: “¿Así que vos dejaste a una mina por
una misa, y la misa era un concierto de rock? Eso yo lo escribo”. Y, a partir de
ahí, se comenzó a instalar la palabra.
Mirá: la prensa puede decir lo que quiera. Después han
aparecido algunos otros tipejos, tipitos, que cuando andan faltos de prensa,
porque nadie les da bola, salen a atacar al Indio a ver si tienen repercusión.
Por ejemplo, Alfredo Casero, que sale con eso de que el Indio vive en Nueva
York. ¿Y a mí qué carajo me importa dónde vive el Indio? ¿Qué carajo me importa
lo que hace el Indio con su plata, si no trabajó para ningún gobierno? A mí me
sacó la guita por la entrada y por lo que yo le compro.
En su momento, Eduardo de la Puente dijo: “El Indio no
quiere a su gente”. Eso es una pelotudez. Yo a un artista le pido que me
conmueva, no que me quiera. Cuando voy al cine a ver una de Ricardo Darín, no
le pido al boletero un certificado de cariño de Darín para Jorge Boimvaser. ¡Es
una pelotudez total!
¿Sabés qué? Hay mucho resabio de la vieja cultura rica que
supone que la historia debe ser como ellos la ven o la sienten. Muchas
veces escuché a supuestos intelectuales despreciar todo lo que es la pasión por
el fútbol. A gente como [Jorge] Lanata y [Juan José] Sebrelli le gustaba decir
que el fútbol es, supuestamente, para idiotas, porque los de la tribuna estamos
en una zona de pobres, mientras los que están en la cancha son multimillonarios.
Estos tipos no fueron contagiados por la magia de la gente que tiene pasión por
el fútbol. Entonces, tienen envidia por no tener pasión por nada. Muchos de los
que han criticado, dentro y fuera del ambiente musical, a los Redondos lo hacen
porque no han podido sentir esa magia. No han podido meterse en la piel de la
gente que está palpitando, por ejemplo, lo que va a ser la nueva misa del Indio
este 12 de marzo.
Pero también se atacan
las contradicciones del Indio. Se lo tilda de demagogo, de hipócrita. Están instaladas
estas cuestiones de que “se hace millonario arrastrando a los pibes pobres”, de
que “se la gasta en Estados Unidos”, de que “dice que está cerca de la gente,
pero vive encerrado, en un caserón”…
Todas esas son cuestiones secundarias hasta el momento en
que uno escucha al Indio. Las canciones de Solari tienen algunas partículas
mágicas, al punto que muchas de sus frases quedaron insertas en el inconsciente
colectivo, como “vivir solo cuesta vida”, “lo mejor de nuestra piel es que no
nos deja huir” o “violencia es mentir”. Son frases que se han instalado y se
suelen usar en infinidad de actividades que no tienen nada que ver con la
música.
Entonces, todo esto de si el Indio llega a los chicos
marginales, o lo que sea, para mí es secundario. Yo le sigo pidiendo a un
artista que me conmueva, y en eso el Indio jamás ha fallado. Si sentís el
fervor en el alma que le ha producido a mucha gente la música de los Redondos,
te olvidás de esas cosas.
¿Qué te parece la
simpatía del Indio hacia el kirchnerismo?
Sobre eso no comparto absolutamente nada. Él puede hacer lo
que quiera, yo no soy kirchnerista. Como me dedico al periodismo de
investigación, conozco los trapos sucios y las inmundicias de los doce años de
kirchnerismo que tuvimos. Eso, a lo mejor, el Indio no lo conoce. Como cuando
le mandó una carta a Cristina, por intermedio de Aníbal Fernández, y la felicitó
por haber luchado contra las corporaciones. Las peores corporaciones se
instalaron en Argentina
gracias a Cristina. Barrick Gold, que arrasa, ensucia y contamina
el terreno; Chevron en materia petrolera, echada hasta de Ecuador por
contaminación; y Monsanto, que nos envenena con sus agroquímicos y su
porquería. Esas tres entraron al país de la mano de los Kirchner. Pero eso no
me tiene que separar. No es que, a partir de ahora, “Juguete perdido” deja de
gustarme porque el Indio es kirchnerista.
¿Lo conociste al
Indio, lo pudiste entrevistar?
No. Nunca se dio la ocasión. Somos como dos náufragos que se
saludan de barco a barco cuando se cruzan en el océano, y después cada uno
sigue por su lado. El libro original quería terminarlo con una charla con él; me
mandó un mensaje en su momento, de encontrarnos, pero fue como que iba a estar
en la Antártida y yo en la
Quiaca. En algún momento nos cruzaremos, espero que con un
vino de por medio.
¿Hay algo que te
morís por preguntarle?
Nunca
lo creí, por eso nunca se lo preguntaría, eso de que “Tarea fina” estaba
dedicada a Karina Rabolini. Hay una leyenda al respecto. Pero no le preguntaría
eso, me parece una boludez. Pienso más en un encuentro informal, sin libreto. Es
como si te fueras a encontrar con la mujer de tu vida, cosa que nunca va a
pasar, porque siempre te cruzás con la equivocada.Leer en GeneraciónB.com >>
jueves, 10 de marzo de 2016
Cine: Críticas de "Leal", "La jugada maestra" y "A War: la otra guerra"
En "Con todo el país", recorrimos algunos de los estrenos destacados de esta semana. El film de la saga Divergente, la película sobre el ajedrecista Bobby Fischer protagonizada por Tobey Maguire y la obra danesa candidata a mejor film extranjero en los Oscar 2016.
martes, 8 de marzo de 2016
Fat White Family: conocé a la banda más asquerosa del rock
Hablamos con Nathan
Saoudi, miembro de una familia inglesa muy normal.
«Lo único que sé de tu país es no apostar por Argentina en el
Mundial y que comen más carne que nosotros», dispara Nathan Saoudi, así: directo, desfachatado y con un humor que raspa.
Tal como esa banda de reventados de la que es tecladista, Fat White Family, acaso el grupo inglés más desagradable del
momento.
Si se hace un rápido recorrido por lo que se ha escrito sobre
ellos, se encuentran calificativos como «sucios», «grotescos», «enfermos», «vulgares»,
«indignantes» y «guarros». «Depende de Alá hacer esa valoración. Esos adjetivos pueden ser
apropiados a veces, pero también tenemos una parte tierna que, si la acariciás,
y la acariciás bien, produce la mejor imagen de la represión sexual», responde
el músico, y agrega el «depravados» a la lista. ¿Es para tanto?
A ver, repasemos. La
prensa británica coincide en que ofrecen uno los espectáculos más shockeantes y
escandalosos de la actualidad. El cantante y hermano de Nathan, Lias, se ha
puesto en pelotas en el escenario, se masturbó y se cagó (literalmente) en vivo,
embadurnó de harina al público y hasta llegó a patearles una cabeza de chancho
(que, dicen, golpeó de casualidad a un vegano en la audiencia. Qué puntería). Hacen
videos que te desafían a no vomitar (“Cream
of the Young”) o en los que (también literalmente) te muestran el ojete (“Touch the Leather”). Tienen un disco revelación
titulado Champagne Holocaust (con un
cerdo comunista muy bien dotado en la portada) y canciones que llevan títulos
como «Bomb Disneyland» y «Who Shot Lee Oswald?».
Y, además, son una familia sin pelos en la lengua: Celebraron
la muerte de Margaret Thatcher
con un banner que rezaba «The Bitch Is
Dead», dijeron que Alex Turner, de Arctic Monkeys, «es claramente un
tarado» y amenazaron con unirse a ISIS «a no ser que Mac DeMarco se retire inmediatamente de la música y la vista del
público». Ah, y no
bajarían canciones de Thom Yorke «ni que nos paguen por hacerlo».
Se podría pensar que son una
manga de bocones y provocadores, pero ellos apuntan a sacudir una escena que
tildan de comercial. «Es inquietante la constante cantidad de porquería que logra
estar en la radio o en festivales. El 99% del tiempo son puras pavadas. Siempre habrá grandes bandas, pero, como
vivimos en un vacío espiritual, no se las considera “comercializables”», opina,
y reparte también pata los artistas históricos, como los Rolling Stones, que continúan ocupando los escenarios. «Los
felicito por arreglárselas para seguir caminando y respirando. Más
allá de eso, ir a uno de sus recitales es solo un viaje lamentable de
nostalgia. ¿A cuánto están las entradas?», remata.
Encima, como si llamaran a los
problemas aún cuando no los buscan, fueron incrédulos protagonistas del fatal 13
de noviembre pasado en París, cuando tuvieron que interrumpir su show en La Cigale por los ataques
terroristas (ver el minuto 45 del siguiente video). «Recuerdo que me dijeron que
parase de tocar en medio de una canción y que, luego, me puse a tomar hasta
caer en un abismo rezando por la bomba. Todavía sigo rezando».
La NME dicen que suenan «tan
oscuros, pervertidos y desagradables como los años 70». No está nada mal: este
sexteto es una orgía lisérgica de carne psicodélica y sudor punk, y ofrece
momentos en los que uno bien puede
imaginar a Frank Zappa, Sparks, The Fall y The Birthday Party
como miembros de la Familia Manson. Es más: el guitarrista, Saul Adamczewski, tiene el proyecto
paralelo Fat
White Manson Family, donde toca covers
del famoso criminal. Todo cierra.
«Si el sonido de la banda fuera una voz, sería esa
voz que te recuerda “¿por qué?”, “¿para qué seguir?”, “¿por qué, hermano, por
qué?” —intenta ¿explicar? Saoudi—. Y el estilo de esa voz, bueno… yo me imagino
que sería como Sam Neil susurrándome».
Estos dementes acaban de
editar su segundo álbum, Songs For
Our Mothers, donde perfeccionan su fórmula retorcida y tóxica y se
obsesionan con el fascismo (vean el video del single «Whitest Boy On The Beach» más abajo) en canciones como «Duce», «Lebensraum» y «Goodbye Goebbels». «Nos interesa la historia, esa historia que dio forma y destrozó el mundo
tal como lo conocemos. No creo que sea sabio considerar los extremismos de la
condición humana como algo que se haya ido para nunca más volver —aclara el tecladista—.
El pasado tiene que ser revisitado, estudiado y usado. Los nazis lo llevaron al
límite de lo absurdo. Todos sabemos lo que hicieron. Pero, vamos, ¡Hitler
debería haber leído La guerra y la paz
antes de intentar invadir Rusia! Qué tonto. Este nivel de absurdo debería ser
ridículo. “Lebensraum” es sobre la ola de gentrificación, que está haciendo que
gente como nosotros no puedan solventar un lugar donde vivir. ¡No es una oda a
la política nazi!».
El
disco también cuenta con la colaboración de un hijo ilustre, Sean Lennon. «Vino a nuestro primer
concierto en los Estados Unidos, en Texas, y nos ofreció generosamente algo de
comida mexicana, que no pudimos rechazar. Luego, cuando fuimos a Nueva York, no
teníamos dónde quedarnos y nos dio lugar a todos. Es un señor y, también, un
gran músico. Puede tocar cualquier cosa. No puedo decir nada malo de él,
probablemente hasta le entregaría a mi mujer», confiesa Saoudi. Y viniendo de
estos degenerados, seguro que es para tomarlo literalmente.
Leer en GeneraciónB.com >>
viernes, 4 de marzo de 2016
Series: comentario del regreso de House of Cards
En "Con todo el país", por Nacional AM870, hablamos del retorno de Frank Underwood a las pantallas con House of Cards. Un adelanto de lo que veremos esta cuarta temporada.
jueves, 3 de marzo de 2016
Presentación de "Romaphonic Sessions", lo nuevo de Andrés Calamaro
En "Con todo el país", por Nacional AM 870, pinchamos lo nuevo del Salmón, que viene a ser el volumen 3 de sus célebres Grabaciones Encontradas.
Cine: críticas de "100 años de perdón" y "Horas contadas"
En "Con todo el país", por Nacional AM 870, comentamos los estrenos de 100 años de perdón, protagonizada por Rodrigo de la Serna, y Horas contadas, estelarizada por Chris Pine y Casey Affleck.
martes, 1 de marzo de 2016
Entrevista a Wild Nothing: Fuerza natural
Jack Tatum habla
sobre su nuevo y “orgánico” disco y la dualidad de ser solista en el estudio,
pero banda sobre el escenario.
Jack
Tatum atendió el teléfono dos días d.B. (después de Bowie). Y, claro, era imposible no empezar hablando del acontecimiento
que ya definió una nueva era. “Su muerte tuvo un impacto enorme en mí. No puedo
pensar en otro artista que haya dejado el mismo legado cultural y musical —dice
a Generación B, todavía golpeado por
la noticia—. Fue tan influyente para tantas personas diferentes. Las cosas que
amo de él no son necesariamente las que otros considerarían. En cierta manera,
creo que proyectamos lo que queremos ver en nuestros ídolos. Tengo un gran
respeto por las distintas fases de su carrera, aunque su teatralidad no fue lo
que me atrajo. Elijo pensar sobre la persona real detrás del personaje”.
Tatum, la persona real detrás del nombre Wild
Nothing, es de esos artistas que, muy probablemente, no existirían en un mundo sin David Bowie. Un músico que, salvando
todas las distancias y comparaciones, fue definido por personalidades como la
del ex Duque Blanco: inquietas, con formación intelectual, con avidez por la
experimentación y, sobre todo, con una aversión innata por las etiquetas. “Me
aterra la idea de ser solo una cosa o
ser de un solo género. Y sin importar si lo consigo o no, sé que mi única
esperanza de lograrlo es reinventarme constantemente —dijo a la prensa—. Esa
reinvención no tiene que ser drástica, pero cada disco nuevo tiene que tener su
identidad y un grupo de metas diferente de los anteriores”.
Hasta
ahora, sus trabajos vienen cumpliendo ese objetivo. Gemini (2010), el debut que grabó mientras aún estudiaba en la Virginia
Tech University, sorprendió a público y crítica con su sofisticado indie-pop soñador.
El cerebral y más electrónico Nocturne
(2012) fue un salto hacia el profesionalismo (“quería que fuese lo más resoluto
y prolijo posible. Es el resultado de mi esfuerzo para que todo quedase
armadito y con un lindo moño”, revela). Y ahora, llega el ¿natural? Life of Pause, su disco más orgánico
hasta el momento. “Sí; esa idea fue la que condujo todo el proceso de este
disco. Quería que existiera una relación real y tangible entre los instrumentos
que consideramos vivos y la menor presencia humana de sintetizadores —explica—. Todos estos instrumentos aparecen
en el álbum: marimba, saxo, piano, pero nos esforzamos para que hubiera algo
extraño en ellos. Trabajamos un montón de sonidos por capas, melodías que
podían repetirse en saxo y teclados para que pudieran convertirse en algo
nuevo. Cosas por el estilo”.
Se
suele decir que el tercer álbum es el más difícil. ¿Cómo fue la experiencia con
Life of Pause?
Creo
que hay algo sobre el tercer disco que se siente como un paso muy importante
para un artista. En cierta manera, la gente trata el segundo álbum como una
especie de test para ver si el primero
fue una casualidad. Y está la sensación de que tenés que probarte a vos mismo con
el tercero. Quería que Life of Pause
hablara desde el lugar en el que estoy ahora en mi vida, personal y
creativamente. Pero también deseaba que fuera una declaración de mis
intenciones. Quiero seguir haciendo música y deseo que cada disco se sienta
como un empuje hacia nuevos territorios.
¿Cómo vivís esta
dualidad de ser un artista solista en el estudio, pero una banda en vivo?
Puede
ser un poco confuso. Creo que, a veces, la gente no sabe qué hacer porque, en esencia,
estas canciones soy yo. En ese sentido, Wild Nothing es un proyecto solista,
pero también es muy dependiente del contexto. He tenido la suerte de tocar con
gente que realmente apoya lo que hago y respeta la situación. Es por eso que
pienso Wild Nothing como una banda en nuestros shows. Pero la verdad es que, cuando se trata de grabar, tiendo a
tener una visión muy singular que hace difícil invitar a otros.
¿Pensaste en
trabajar como una banda también en el estudio, componer un álbum en forma más
colaborativa?
Por
supuesto que lo que considerado, pero por la forma en la que trabajo eso no ha
pasado.
Grabaste con Jorge Elbrecht (Violens) y Jacob
Portrait (Unknown Mortal Orchestra), pero esos temas no terminaron en el álbum. ¿Por qué?
Son
cosas que pasan. Hay algunas canciones que
encuentran una manera de despegar y convertirse en algo claro, mientras
que otras se estacan. Siempre tengo que considerar cómo los temas funcionan
juntos y, al final del día, lo que termina en el disco es lo que se siente más
acertado.
Estuviste en
Argentina en noviembre pasado, hace muy poco...
¡Sí, estuvo increíble! Nuestro show en Buenos Aires
junto a DIIV fue uno de los más divertidos que pueda recordar, en serio.
Experimentamos una calidez muy real en Argentina, una comida maravillosa y
gente muy genuina. No
sé cuándo ni dónde, pero espero que podamos regresar lo antes posible.
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