viernes, 27 de mayo de 2016

Tidal está disponible en la Argentina

El servicio de streaming, competencia de Spotify y Google Music, comenzó a funcionar en el país. Tarifas y funciones.



A poco más de un año de su rutilante lanzamiento, apoyado por un dream team de artistas, la plataforma de streaming Tidal llegó a la Argentina y otros países de América Latina.
A diferencia de servicios similares en la región, como Spotify o Guvera, no cuenta con un abono gratuito soportado por publicidad y ofrece dos planes pagos. El primero, Tidal Premium, cuesta $ 36 por mes (lo mismo que Spotify y Google Music en nuestro país) y brinda acceso a un catálogo de 40 millones de canciones en formato MP3 de 320 Kbits, además de 130.000 videos en HD. Por otra parte, la opción Tidal HiFi tiene un valor de $ 72 mensuales, pero ofrece reproducción en tiempo real en formato FLAC, es decir, sin pérdida de calidad por compresión.

En general, Tidal cuenta con funcionalidades muy similares a las de sus competidores y, también, sus tarifas en nuestro país son inferiores a las de los Estados Unidos (de 9,99 a 19,99 dólares), y hasta difieren de lo que se paga en otros lugares de Sudamérica. Por ejemplo, la cuota Premium, que aquí se abona el equivalente a 2,40 dólares, cuesta en Chile aproximadamente unos 4,60 de esa moneda.
La compañía surgió en marzo en 2015 como una nueva alternativa en el negocio de la música online, luego de que el empresario rapero Jay-Z comprara por 56 millones de dólares su casa madre, la sueca Aspiro, y sumara como socios a personalidades de la talla de Alicia Keys, Beyoncé, Calvin Harris, Coldplay, Madonna, Kanye West y Usher, entre muchos otros. La propuesta es un servicio donde los artistas obtienen un mayor porcentaje de ingresos y el público puede acceder a música en mejor calidad y contenidos exclusivos.

En ese sentido, Tidal está marcando una diferencia. Ofrece transmisiones en vivo de recitales y eventos, y hasta realiza series y producciones originales (algo que Spotify anunció que también hará pronto). Y ya son varios los artistas que eligieron esta plataforma para ofrecer sus nuevos álbumes antes que en otros servicios, como lo hicieron Rihanna con ANTI, Beyoncé con Lemonade y Kanye West con The Life of Pablo, lanzamiento que (se rumorea) hizo que Tidal lograse duplicar su base de suscriptores.

Hoy, el servicio cuenta con más de tres millones de usuarios en el mundo, muy lejos de los 100 millones que reúne Spotify, de los cuales el 30 por ciento son pagos. Pero ambos contendientes, al igual que todos los jugadores del musicbiz online, pugnan por el mismo objetivo: intentar aumentar su clientela y lograr la escala necesaria para dejar atrás los números en rojo.
Sí, el streaming es hoy el principal motor de la música digital en el mundo, cuyos ingresos por primera vez en la historia superaron a los correspondientes por ventas en formato físico. Un fenómeno que también se replicó en el mercado argentino, tal como adelantó Generación B. Es más: en el último año, los servicios online aumentaron sus ingresos en más de un 45 por ciento y fueron los que empujaron un 3,2 por ciento las ventas de música globales, según el más reciente informe de IFPI.

Aun así, las ganancias siguen sin aparecer. Hace unos días trascendió que Spotify consiguió el récord de 2.180 millones de dólares en ingresos en 2015, pero las pérdidas alcanzaron el pico de 194 millones. Es verdad que también se puede ver el vaso medio lleno: los ingresos treparon un 80 por ciento, mientras el rojo apenas un 7.

Es por esto que las compañías de streaming se expanden hacia nuevos mercados y apuestan a la generación de contenidos que puedan capturar nuevos usuarios para lograr la masa crítica necesaria que nivele las cuentas. Después de todo, triunfar en la música siempre se trató de una cuestión de volumen.

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martes, 24 de mayo de 2016

50 años de rock nacional: habla la nueva guardia (parte II)

Indios, Utopians, Foxley, Rayos Láser y Los Reyes del Falsete cuentan qué piensan sobre el presente y el futuro de nuestra música.


A lo largo de 2016, en el que el rock nacional cumple sus 50 años de historia, Generación B reunirá a los más destacados artistas emergentes para conocer, de primera voz, qué sienten, qué opinan y cómo se ven a sí mismos y a sus pares quienes, potencialmente, son el futuro inmediato del rock argentino.

El mes pasado, hablamos con Marilina Bertoldi, Sergio Munich (Roma), Federico Schujman (Sambara), Tom Quintans (Bestia Bebé) y Ramiro Vázquez (Surfistas del Sistema).
En esta segunda entrega, convocamos a Joaquín Vitola (Indios), César Seppey (Rayos Láser), Piru Sáez (Foxley), Nicolás Corley (Reyes del Falsete) y Barbi (Utopians).

Transcurridos 50 años de rock nacional, ¿qué opinión tienen sobre el estado actual de la escena local?

Vitola: La veo muy rica de música, de todos los estilos. Muchas bandas nuevas, a lo largo y ancho del país, buscando buenos sonidos y canciones. Siempre te sorprende en algún bar o disco algún grupo, ya sean en arreglos, estética o temas.

Sáez: Creo que está muy bien la escena. Hay muchas bandas y están laburando muy profesionalmente, como trabajar con secuencias y grabarse. Lo malo es que hay muchos grupos que tocan para “pegarla” y se olvidan de lo lindo que es disfrutar de los ensayos, grabaciones, shows... También es feo contra todo lo que tiene que luchar el músico por amar lo que hace. Siempre decimos que vale más la fe que un kilo de oro, y muchos se aprovechan de eso. Lo lindo y lo único que queda son las historias, es toda esa gente que vas conociendo y que ama lo que hace desde el rol que sea: músico, periodista, iluminador, sonidista o asistente, porque todos somos parte de esta nueva generación de rock nacional. 

Seppey: Nos encontramos haciendo esta entrevista gracias a que, hace 50 años, un grupo de personas tuvieron la iniciativa de cantar música en su idioma y de hacer lo que amaban, fusionando las músicas “de moda”, lo que venía de afuera, con las más “tradicionales”, creando un estilo propio y generando una revolución cultural. En la actualidad, los géneros musicales y estilos estéticos son tantos que no tiene sentido buscarles etiquetas para clasificarlos, pero el rock siempre es inclusivo: se refiere a lo que es auténtico y busca romper moldes para expresarse y renovarse constantemente. El gran caudal de información al que estamos expuestos en la actualidad, junto con la posibilidad de acercarse y abordar con facilidad prácticamente cualquier estilo, hace que se dificulte encontrar una forma propia de expresarse. El desafío, en este momento histórico, es crear algo que sea sincero y auténtico, y poder desarrollarlo.

Corley: La verdad es que, como todo, hay muchísima música dando vueltas, tanto horrible como hermosa. La mayoría de las bandas más populares de la Argentina de hoy no me gustan para nada. Pero hay muchas otras, quizás un poco menos convocantes, que hacen cosas increíbles, como Perdedores Pop, Placer, Sus Hijas, 107 Faunos, Atrás hay truenos, Hojas Secas y muchísimas otras. Solamente hay que saber dónde buscar. Fue así en el comienzo y sigue siendo igual.

Barbi: A mí la escena de acá me gusta mucho, sobre todo ahora. Hace diez años, tal vez estaba un poco más áspera, y ahora siento que está en un lugar que va a dejar huellas grandes a los próximos que vengan. El rock argentino arrancó con mucha clase, desde muy arriba. Las bandas que empezaron todo esto dejaron un legado medio insuperable: eran todos músicos prácticamente genios. Yo no sé si va a volver a haber una banda donde haya un Charly, un Lebón, un Aznar, o todas las que tuvo Spinetta. Pero hoy, un montón de años después, veo 1.500 personas en el show de una banda como Sig Ragga, y eso me parece que solo pasa en Argentina. Son grupos a los que un tipo de la industria no le pone una ficha antes de saber que lleva toda a esa masa, y la gente los elige, porque en Argentina hay público que escucha buena música, sin importar si la canción dura tres minutos o si suena en la radio.

Si me preguntás qué cambiaría, sería exactamente eso de la industria. Las discográficas hoy no entienden absolutamente nada, siguen buscando algo chicloso y pegadizo que suene en la radio y no se dan cuenta de que el público argentino está y siempre estuvo preparado para mucho más y que siempre eligió mucho más. A veces, grupos que suenan increíble tienen que estar diez o veinte años tocando para cien personas para dejar una marca y perdurar. Y para poder hacer eso a veces necesitan el apoyo de una discográfica que no está dispuesta, porque quiere hacer plata rápido. Eso puede llegar a lastimar mucho a la industria en la Argentina. Porque ya no es como antes, que la industria era un kiosco gigante. Hoy es muy pobre en este país y a los músicos les cuesta mucho salir para adelante. A menos que haya filántropos o personas dispuestas a apoyar, muchos buenos artistas se van a desintegrar por tener que darles de comer a sus hijos y no poder continuar durante diez, veinte años, perdiendo plata todos los fines de semana, o grabando discos imposibles de pagar.

¿Se sienten parte de una generación de artistas, de un conjunto de músicos representativo de un momento del país?

Seppey: Totalmente; de hecho, gran parte del camino logrado se debe a que, desde el primer disco de Rayos Láser, formamos parte de una alianza cordobesa que denominamos Discos del Bosque. Allí unimos fuerzas un conjunto de bandas con las que fuimos aprendiendo muchísimo en el camino. En este momento, forman parte de esa familia De la Rivera, Hipnótica, Juan Ingaramo, Candelaria Zamar, La Isla Común. Luego, cuando empezamos a viajar más a Buenos Aires, conocimos muchos músicos con los que nos sentimos pares. Artistas que, como nosotros, están en el comienzo de su carrera. Tenemos la suerte de conocer a personas que ya tienen un gran camino recorrido, como Tweety González o Leo García, cuya generosidad hace que te sientas como un igual. Ahí radica también la grandeza de un músico y una persona que reconoce a su par en cualquiera que esté de alguna manera en la misma búsqueda, y lo inspira y ayuda a seguir su camino con más fuerza.

Sáez: Por los tiempos en que se gestó y por el paso a paso del grupo, lógicamente nos sentimos contemporáneos y parte de esta “nueva generación”. Titulamos así nuestro disco por una serie de factores, no solo musicales, que abarcan el momento en que nacen bandas como la nuestra. Se ve y se respira una nueva movida, aunque también cuesta muchísimo ganarse el lugar, ya que nada ni nadie te asegura nada y hay una onda de "¿y estos qué se hacen?", que, por suerte, al contrario de aplacarnos, nos potencia y nos da más fuerza. Nosotros creemos en el poder de la canción, en la energía de un momento que podemos dar, ya sea en un show o un minuto de música haciendo un acústico en una radio, por ejemplo. Hoy hay exceso de información y creemos en que todo parte de sentir lo que hacés y de pasarlo lo mejor posible. Ahora, si te dan bola o no, ya es otra cosa y es impredecible lo que puede pasar.

Corley: Nosotros siempre nos sentimos un poco al margen de cualquier movida en el sentido “artístico”. Claramente, sí somos parte de pandillas de amigos, de músicos con los que compartimos gustos y formas de hacer las cosas. Pero no sé si parte de una “escena” o de un grupo de músicos que van para el mismo lado. La gracia del arte también está en expresar esa porción absolutamente única y privada de cada uno. Admiramos y respetamos a muchísimos músicos, y lo sentimos recíproco, pero no porque hagamos algo parecido, sino porque vemos en ellos una búsqueda igual de íntegra, profunda y desprejuiciada.

Barbi: Yo me siento par con una generación, no con un estilo. Musicalmente, creo que somos un bicho raro, una banda que tiene un estilo de un rock muy clásico y, a la vez, no sé si hay muchas de acá que tengan que ver con nosotros. Sí las hubo y las hay, pero son grupos más legendarios. Sí vemos artistas como Massacre, Los Peligrosos Gorriones o Sumo, en los 80, que nos encantan y nos gustaría aspirar musicalmente a ser como ellos.

Lo que está pasando ahora es que hay muchos estilos sucediendo y está bueno; son muy pocas las bandas que se parecen entre sí. Y me siento afín a las personas que vienen conmigo tocando en los mismos escenarios y remándola el mismo tiempo que yo. Me siento afín con los Eruca Sativa, con Banda de Turistas, con grupos que, por ahí, no tienen que ver musicalmente con nosotros, pero que los veo hace diez años, nos cruzamos en los camarines, en todos lados, y sabés que son tu generación; que dentro de veinte años, si es recordada, ellos formaron parte de toda una década de estar tocando en todos lados.

¿Qué artistas creen que pueden tener un lugar destacado en la escena nacional en los próximos años y por qué?

Seppey:   Lo conseguirán aquellos que encuentren su sonido y sean auténticos, que puedan reinventarse a través de los años y tener continuidad. Es muy importante trabajar con gente con la que uno se sienta bien e identificado, mantener unido al grupo humano y saber desarrollarse artísticamente y en los aspectos que no están directamente ligados a la música. Es lo que hace que una banda pueda insertarse en una escena.

Vitola: El otro día vimos en el ciclo Ciudad Capital, en La Viola Bar, dos bandas en vivo que nos impactaron mucho y que entre sí no tenían mucho que ver. Una es MilRayos, del lado del pop, y República del Paraguay, bastante más rockera. Aunque es imposible hacer futurología cierta, nos gustaron mucho en música y actitud.

Corley: Él Mato a un Policía Motorizado ya está teniendo ese lugar destacado y muy merecidamente. Hay bandas como La Otra Cara de la Nada, que son unos pibes de menos de 20 años, que tienen una potencia demoledora: les veo muchísimo futuro. Algunos de los grupos que hoy son “el under” se convirtieron en el mainstream del futuro... Ya veremos qué pasa y si ellos cambian el mainstream o si este los cambia a ellos.

Sáez: Si bien una gran mayoría sigue bancando al rock barrial, también se nota que la mano viene de una canción. Quizás las bandas que más títulos sumen al inconsciente colectivo a lo largo de los años sea la que prevalezca. Para que eso pase, los productores deberían apostar y arriesgarse más por lo nuevo, y no ir a lo seguro. Habría que revisar el pasado, cuando se quería renovar la cultura todo el tiempo. Porque, al fin y al cabo de eso se trata: de la cultura de nuestro país.

Barbi: Me parece que es imposible pensar en qué grupo va a crecer más o va a ser recordado por la gente. Sí puedo ver con claridad que Eruca Sativa y Él Mato a un Policía Motorizado, que son dos bandas que no tienen nada que ver entre sí, y que los públicos tal vez no se vieron jamás en la vida, están haciendo un camino que, de repente, cada vez tiene el techo más lejos, y eso te da intriga: ver hasta dónde llegan. A mí me pasa con Eruca acá en Argentina. Fui al Luna Park el año pasado y, realmente, fue emotivo, porque creo que uno de sus primeros shows en Buenos Aires fue con nosotros. Es ver cómo un grupo puede crecer tanto, solo tocando y ensayando mucho, y sin tener un tema rotando todo el tiempo en la radio. Le da una esperanza a toda una escena musical.

Él Mato… es otro ejemplo claro, pero un poco a la inversa: a ellos les va muy bien acá, pero es impresionante lo que están haciendo en el exterior, en España y el resto de Latinoamérica. Se desconoce un montón lo lejos que están llegando afuera. Y son bandas que, te repito, una discográfica les hubiese cerrado la puerta en la cara. Ninguno hubiese creído en ellos. Y ahí tenés. La gente elige y me parece que está cada vez más alejada de lo que la radio o la discográfica cree que la gente quiere escuchar.

Te puedo nombrar decenas de grupos que tienen un tema rotando constantemente en la radio, en el supermercado, en la televisión, y que no venden 200 tickets. Y te puedo nombrar otra decena que no tienen ni un tema en la radio y te meten 1.500 personas por show, o mucho más. Eso creo que es algo muy del rock argentino, que, en algún momento, la industria tiene que aprender a escuchar.

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viernes, 20 de mayo de 2016

Cine: Críticas de "X-Men Apocalipsis" y "El hilo rojo"

En "Con todo el país", por Nacional AM 870, comentamos la nueva aventura de los mutantes y el estreno del film protagonizado por Benjamín Vicuña y Eugenia "La china" Suárez.





viernes, 13 de mayo de 2016

Cine: Críticas de "Angry Birds" y "45 años"

En "Con todo el país", por Nacional AM 870, recomendamos la adaptación al cine del famoso videojuego y del nuevo film protagonizado por Charlotte Rampling.






Por primera vez, en la Argentina la venta de música digital superó a la física

El segmento digital tuvo el 33,5% de las ventas en nuestro país. El vinilo ya representa el 10% de los ingresos físicos locales.


El mercado de la música en la Argentina siguió durante 2015 la tendencia que se viene registrando en otros países: caída en la venta de CD con una fuerte suba del formato digital. A tal punto que, por primera vez, las ventas digitales sobrepasaron a las físicas.

Según el último informe publicado por CAPIF, la comercialización de música en soportes físicos en nuestro país bajó 2,5% con respecto a 2014. El disco compacto sigue significando la mayor parte del negocio, aunque su porción cayó del 88 al 81 por ciento. Le sigue el DVD, que pasó del 11,84% al 7,9%. Sin embargo, el vinilo quebró los guarismos y el año pasado se quedó con el 10% de las ventas físicas (contra apenas 0,1% de 2014). Un verdadero fenómeno.


Por otra parte, las ventas digitales se dispararon un 138% con respecto al año anterior y, por primera vez, superaron a las físicas. La participación de mercado del segmento virtual es hoy del 33,5%. Creció 14,2 puntos con respecto al período anterior y superó la porción de ingresos físicos, que totalizó 33,28%. La otra gran parte de los ingresos vienen por los derechos de comunicación al público, que llegó al 32,05% (casi un 1% por debajo de 2014).
Además, en 2015 se destacó el crecimiento de los servicios de streaming en el sector móvil: crecieron más de 2.178%.



Sabor local
El repertorio argentino aumentó su participación de mercado en un 5% con respecto a 2014, llegando al 48,5%, mientras que se redujo levemente el integrado por producciones en inglés y otros idiomas, que alcanzaron el 38,3% (0,5% menos que en 2014).

El álbum más vendido de 2015 fue Único, de Abel Pintos; seguido por A quien quiera escuchar, de Ricky Martin; la banda de sonido de la novela de TV Esperanza Mía (protagonizada por Lali Espósito); la recopilación de éxitos de Gustavo Cerati Infinito; y Made in the A.M., de One Direction.

Por el mundo
Con matices, en términos generales el negocio musical en nuestro país replicó el camino mundial donde, también por primera vez, los ingresos globales de música digital (45%) superaron a los de la música física (39%).

Según el “Informe de la música 2016” de IFPI, el mercado global de la música creció un 3,2% gracias al incremento del streaming. Los ingresos derivados de estas plataformas online aumentaron en 2015 hasta un 45,2% y reportaron 2.900 millones de dólares. Este segmento, integrado por empresas como Spotify, representa el 43% del total de ventas de música digital y se encuentra a solo dos puntos de superar a las descargas como el principal proveedor de beneficios del sector.

Mundialmente, los ingresos de música digital crecieron un 10,2%, mientras que las ventas en formato físico cayeron el 4,5%. Si se analizan los números por mercados, se encuentra que Latinoamérica fue la región donde más aumentaron los ingresos por quinto período consecutivo, con un repunte del 11,8%. En Europa, subieron un 2,3 %, en Asia un 5,7 % y en América del Norte un 1,4%.





martes, 10 de mayo de 2016

Los años más ardientes del rock nacional desde adentro

Se reeditó el célebre libro Corazones en llamas: historias del rock argentino en los 80, y hablamos con su coautora, Cynthia Lejbowicz.



Como periodista del Suplemento Sí! de Clarín durante los años 80, Cynthia Lejbowicz fue testigo de la explosión del rock nacional. Junto a su compañera en el diario Laura Ramos, estaban inmersas en el ambiente, cubrían la escena y estuvieron presentes (o recibieron de primera mano) en muchos de los acontecimientos que, más tarde, serían parte de la memoria grande de la música local.

En 1991, ambas escribieron Corazones en llamas, que, con la precisión de la crónica periodística y una calidez de confidencias entre copas, revela la década más ardiente del rock nacional. Entre anécdotas imposibles, recuerdos y episodios cómicos y trágicos, las autoras recorren los que ya son mitos —como los comienzos de Virus, Soda Stereo y Sumo, las noches de Einstein, Cemento, Nave Jungla y el Parakultural, el enamoramiento de Fito Páez y Fabiana Cantilo, los escándalos de Charly García (en su etapa más demoledora de hoteles) y los primeros (y violentos) festivales locales— en la forma de historias mínimas de aquella gran generación.

El libro fue un best seller que llegó a vender más de 50.000 ejemplares y tuvo varias reimpresiones que, sistemáticamente, se agotaban. Hoy, 25 años después, llegó a las librerías una nueva edición corregida y actualizada (con un dossier de fotos íntimas, extraídas de los archivos personales de varios artistas), una excusa ideal para hablar con Lejbowicz y recordar esos tiempos candentes.

Corazones… se puede leer cómo una crónica de aquellos días, pero también tiene un espíritu de charla de madrugada en la que se cuentan anécdotas…

Sí, tal cual. Incluso por la manera en la que fuimos juntándonos con los protagonistas. Era otra época, en la que levantabas el teléfono y hablabas directamente con el músico, o él te llamaba para pedirte que escucharas el disco que estaba haciendo. Fueron todas reuniones informales muy hermosas: desde cocinar en casa para Gustavo Cerati, y quedarnos hasta el amanecer conversando y tomando unos vinos blancos; hasta ir con los Virus a comer a un restaurante enfrente del Parque Chacabuco, cuyo dueño era superfan de la banda, y después irnos a la casa de Laura, donde Marcelo [Moura] recordaba mientras su hermano Julio tocaba el piano.

¿Cómo fue reencontrarte 25 años después con estas historias? Hay muchos que, lamentablemente, ya no están y otros que están en un lugar muy diferente en su vida…

Fue supermovilizador, especialmente por los que hoy no están. En mi dedicatoria pongo a Luis, el Negro y Gustavo en mi corazón, que son tres muertes muy significativas desde que salió el libro. En realidad, hay muchos más. En un momento, pensamos en hacer algún tipo de aclaración, y estuvo bien Laura en decirme: “Cynthia, la gente se muere y se va a seguir muriendo, y el libro es así”. Tratamos de ser muy fieles al espíritu de la época cuando lo escribimos.

Hablar de esa era es recordar inevitablemente a Luca, Federico Moura y Cerati. ¿Cómo eran?

A Luca lo fui a ver un par de veces como espectadora y lo conocí en los episodios que contamos del festival de La Falda. Cuando se armó ese desastre, y muchos corrían por la calle porque se habían robado amplificadores, micrófonos y era todo una desbandada, pasamos por delante de una discoteca y estaba Luca charlando con un grupo de pibes. Nos quedamos hablando con él de lo que había pasado. Me parece que las situaciones caóticas, el bardo, lo divertían, así que estaba bastante entretenido.

A Federico lo vi en un par de conciertos, le di un beso en camarines, pero no lo traté porque no le hice una nota ni llegué a tener más vínculo. Con Gustavo sí tuve mucha relación, porque fui a muchos de sus conciertos y fui pareja varios años de Daniel Kon, que fue representante de los Soda. Además, cuando se enfermó el papá de Gustavo, Juan José, yo tenía contactos con la gente que estaba relacionada en aquel entonces a la crotoxina, ¿te acordás? A mi viejo le había dado un buen resultado, sobre todo en lo anímico. Y Gustavo la quería para su papá.

Estuve mucho tiempo sin ver a Gustavo hasta que un día, antes de viajar a Nueva York para acompañar a Teresa Parodi, me lo encontré con Ezeiza. Estuvimos un rato lindo charlando, poniéndonos al día, y después cada uno se fue a su vuelo. Él empezaba esa gira de la que nunca volvió. Recuerdo que lo vi con carita de agotado, con una belleza cansada.

En estos 25 años cambiaron muchas cosas en el rock en términos de lugares, de ideales, de comportamientos. Hoy, el rockero reventado que tira televisores desde la ventana del hotel es una figura ridiculizada. Lugares como Halley, Cemento o Nave Jungla estarían cerrados. ¿Te preguntaste, en la reescritura, por esos inconcebibles?

Sí. Recuerdo haber ido a Halley a ver a los Redondos con los hijos de unos amigos, chiquitos, y me fui, salí al exterior, porque sentí que los estaba poniendo en riesgo. En Obras con los Redondos me pasó lo mismo, pero no por algo particular con ellos; no. Pero seamos realistas: lo de Cromañón podría haber ocurrido miles de veces antes.

Al principio, me parece que tenía que ver con algo de inconsciencia, hasta con cierto grado de esa omnipotencia joven de que la vida es eterna. Pero hoy tiene que ver más con empresarios inescrupulosos, hijos de mil putas, dispuestos a cualquier cosa para enriquecerse. Basta pensar en lo que pasó recientemente en la fiesta electrónica. Eso es, directamente, armar una tumba.

Cambiaron mucho las cosas porque, en aquella época, esto no era un gran negocio. En el dossier fotográfico del libro hay una foto de un disco de Soda Stereo que Gustavo le regaló a Richard Coleman autografiado que dice: “Nunca vamos a cobrar regalías, pero ¿a quién le importa?”. Hoy, por suerte, es fácil que un chico arme una banda y grabe, es accesible llegar a una guitarra. Ningún padre te mira como si estuvieras loco si querés ser músico. En aquel momento, todavía significaba romper un montón de esquemas hacerlo. Y no había comenzado el gran negocio. No se pensaba desde la idea de “vamos a hacer nuestro primer millón”. Eso hace una diferencia enorme de los tiempos. Después, se convirtió en un supernegocio donde entraron todo tipo de personas, para las cuales era lo mismo ser gerente de marketing de una embotelladora de Coca-Cola que de una discográfica. De hecho, así ocurrió.

¿Sería posible escribir un libro así sobre la escena de los 90 o de los últimos años del rock nacional?

Nos lo propusieron y, en lo personal, dije que no por sentirme alejada etariamente. Desde mi punto de vista, y puede sonar a comentario de señora mayor, no hubo música como la de los 80. Creo que pasó mucho en los últimos años esta cosa de querer triunfar. El querer tener éxito se anteponía, y eso podrá ser válido para los Gran Hermano y esos realities.

Está instalada la idea de que, en las últimas dos décadas, no aparecieron figuras de la misma talla de las que surgieron en los 80, que no hubo un recambio y hasta esa sensación de que no surgió la misma “magia”…

Sí, completamente de acuerdo. Y hago esfuerzos a diario, porque es algo que me surge seguido en conversaciones. Se fueron Luis, Gustavo, Federico... Charly por suerte está, y creo que nos va a enterrar a todos [risas]. Pero es un hombre grande y ha machacado su cuerpo lo suficiente como para dar muestra de que es frágil, humano. Incluso Fito ya no es el de antes: el que a mí me gustaba era otro.

En los 80, había toda una escena muy fuerte, no solo de músicos, sino de lugares, actores… Creo que es una más de las paradojas del ser humano. Los tiempos duros, complicados, como fueron los de la Dictadura, generan espacios más subterráneos, de gente que estaba en ebullición haciendo cosas. El ansia de libertad suele ser una tierra fértil para las cosas creativas. No estoy argumentando que esto sea la razón: solo miro que estamos en tiempos bravos otra vez y no sé cómo van a responder las sociedades. Pero, claramente, aquello tuvo algo que ver con un salir al mundo.

De todas formas, siento que soy grande y que hay cosas que no alcanzo a comprender. A mí la música electrónica nunca me gustó. Mi sobrina de 20 me hace escuchar cosas que me agradan, pero no me llegan. Entonces no sé si es mi distancia o es que no está habiendo cosas. No lo sé…

El libro comienza con la frase de Marco Polo: “Y solo conté la mitad de lo que vi”. ¿Qué hay en la otra mitad?

Afuera quedaron miles de cosas. Siempre me quedé pensando por qué hay tan poco Spinetta en el libro, o cosas que compartí con Los Fabulosos Cadillacs (aunque ya se acercaban más a los noventa). Fue aleatorio y caprichoso en la elección de los personajes y en las conversaciones, que fueron salpicadas y fueron tomando su propio curso. Y también porque es una manera de sugerir que siempre hay más.

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jueves, 5 de mayo de 2016