miércoles, 30 de noviembre de 2016

New Order en Buenos Aires: Música incompleta

Con muy poco, la banda inglesa hizo su mejor presentación en el país.



Los últimos antecedentes no habían dejado la vara muy alta. Más allá de esa histórica primera visita de noviembre de 2006, que resultó ser el último concierto con Peter Hook y la antesala de un patético divorcio cuyo conventillo aún perdura, las presentaciones de New Order en Buenos Aires no fueron muy felices. Vino un ensordecedor show en un estadio Obras hecho un microondas en 2011, que tuvo como cuota sentimental el regreso de la tecladista Gillian Gilbert al grupo, y luego una deslucida performance en el Lollapalooza de 2014, en el que parecieron, más que nunca, un “acto de nostalgia”.

Lo de anoche en el Luna Park tuvo otro semblante. Los de Manchester llegaron ahora con un nuevo (y muy buen) disco bajo el brazo, Music Complete, el primero sin “Hooky” y con un sonido que los reencuentra con su lado más pistero. Y en un estadio cerrado, con una puesta en escena cuidada en luces y pantallas, terminaron por marcar la diferencia: actuales y arregladitos, esta fue la mejor imagen del quinteto en el país, lo cual no significa que haya sido un gran espectáculo.

Es que New Order en vivo no es una banda divertida y, por momentos, se hace muy difícil de escuchar. Suenan saturados, desprolijos, mal ecualizados, estridentes, y no es culpa de esa particular “caja de resonancia” que es el ex “Palacio de los deportes”. No: ya son así en directo, y es algo que, lejos de mostrar su herencia post-punk potente y sanguínea entre tantas máquinas y secuencias, termina barriendo con todos los arreglos y matices que tienen sus canciones. El piano de “Crystal” desapareció, el coro de ranas de “The Perfect Kiss” murió ahogado y momentos que podrían (más bien deberían) ser delicados y épicos, como la maravillosa “Your Silent Face”, se convirtieron en una bola de sonido.

La falta de gracia y carisma en escena no contribuyen: es una banda que no contagia. Pero claro: se impone la contundencia de clásicos como “Bizarre Love Triangle”, “True Faith” y “Blue Monday” y, de pronto, tus pies importan mucho más que cualquier cosa que estés pensando o viendo. Y si el cierre es un certero ataque al corazón con “Transmission” y “Love Will Tear Us Apart” como  homenaje a Joy Division, ya está: es suficiente para sentirse pleno, por más incompleto que todo esto haya sido.

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Foto: Gallo Bluguermann

jueves, 24 de noviembre de 2016

Kraftwerk en Buenos Aires: la obra en movimiento

Los pioneros de la electrónica se presentaron en el Luna Park y exhibieron un concierto como pieza de arte.


Una parte de lo que puso en duda la realización del concierto de Kraftwerk en Buenos Aires, más allá de las mentes obtusas de algunos funcionarios, era saber qué es un show de Kraftwerk. ¿Es una “fiesta electrónica”, como aducía quien estableció, en su momento, la suspensión del recital? Bueno, no lo es en los términos en los que la absurda prohibición imperante lo considera. Pero, a la vez, sí: lo de Kraftwerk anoche fue una fiesta. Su música es una celebración de los logros del siglo xx. Estos pioneros de la electrónica les cantan a las autopistas, la radioactividad, los teléfonos, los medicamentos, los robots y las computadoras personales. Lo suyo es el folclore de la era atómica.

Ah, entonces es un concierto de música. Sí, claro, pero también es mucho más que eso. ¿Qué otra banda ha tocado todo su catálogo en vivo en museos, tal como los alemanes lo hicieron como “residentes” en el MoMA de Nueva York o en el Tate Modern de Londres, como si se tratase de una exposición retrospectiva multimedia?

Bien, entonces es una pieza de arte. Y sí: Kraftwerk es una obra en movimiento, retropropulsada por su futurismo añejo, en constante interpretación, reinterpretación, perfeccionamiento y actualización de su clásico imaginario visual y sonoro. Es así que “Radioactivity” pasó de oda nuclear a himno ecologista, ahora con la adición de Fukushima al listado de desastres de Chernobyl, Harrisbug, Sellafield e Hiroshima. Los placares de sintetizadores de antaño fueron reemplazados por pequeños controladores. Las formas humanas de Ralf Hütter (único sobreviviente del cuarteto original) y compañía dieron paso a las siluetas digitales. Y las tradicionales proyecciones que acompañan las ejecuciones de “Computer World”, “The Man-Machine”, “Neon Lights”, “The Robots” o “Electric Café” (acaso, la “sorpresa” de la noche) ahora son en 3D.

Los germanos no ofrecieron un espectáculo muy diferente al de las pasadas tres presentaciones que dieron en nuestro país (1998, 2004 y 2009), ni a las que vienen realizando por todo el mundo en los últimos diez años. Las versiones de los temas tienen mínimos cambios y la iconografía que anima cada canción en las pantallas se mantiene casi inalterable. Y está bien que así sea: ¿Quién entra a un museo y le cambia los colores a un Mondrian o la tipografía a un Ródchenko?


La repetición, lo esperable, es parte esencial de Kraftwerk, es su “estilo”. Uno se sube a la “Autobahn”, aborda el “Trans-Europe Express” o se deja llevar hasta el infinito por “Musique Non Stop” y sabe que está en dinámico viaje, ahora anteojitos mediante, hacia otra dimensión (conocida, única) del arte. 

Foto: Juan Borges


martes, 22 de noviembre de 2016

Conocé a León Benavente

El “supergrupo” español se presentará hoy en Buenos Aires, pero antes habló con nosotros.



Punto de encuentro entre el nombre de dos ciudades españolas, León Benavente es, también, la confluencia entre reconocidos y veteranos músicos de la madre patria. El vocalista Abraham Boba, quien tiene una amplia carrera solita, y el guitarrista Luis Rodríguez integran la banda de Nacho Vegas, mientras que el bajista Eduardo Baos y el baterista César Verdú provienen de dos bandas destacadas del indie ibérico de principios de este siglo: Tachenko y Schwarz.

La banda sorprendió en 2013 con un álbum debut homónimo que parecía avalar la etiqueta de “supergrupo” que le puso gran parte de la prensa de su país, y ahora expanden sus horizontes musicales con “2”, su segundo trabajo, que los trae a Buenos Aires para tocar hoy en Niceto Club.
“Es nuestra tercera visita al país para nosotros, pero la primera que tocamos aquí como grupo —explica Boba—. Vinimos hace unos años con Nacho al festival Ciudad Emergente y estuvimos muy poco tiempo. Recuerdo que tocamos al mediodía, y volvimos el verano pasado, también con él, donde nos presentamos en  Niceto”.

¿Es un bajón tocar de día? El rock es nocturno…

Rodríguez: Sí, nosotros somos más de la oscuridad y el humo…

Boba: Totalmente. Y Estábamos tan destemplados que calentábamos las manos con el secador del baño del camerino. Sin embargo, para ensayar y eso, las mañanas nos van de puta madre. Soy más de trabajar por las mañanas, cuando el cerebro está un poco menos…

Menos...

Boba: Dañado, ja, ja, ja.

Este segundo álbum es mucho más variado en estilos, con más sintetizadores…

Verdú: No queríamos repetir el sonido del disco anterior. La suerte que tuvimos es que con el primer álbum nos fue muy bien, y ahora las expectativas, para bien o para mal, estaban muy altas...

¿Les puso presión eso?

Verdú: Sí. Uno podría acomodarse y hacer un disco parecido al anterior; ser conservador o arriesgarse y divertirnos. El segundo trabajo, ya de por sí,  tiene una presión, porque te posiciona y le da la personalidad al grupo, y con este dejamos muchas puertas abiertas para que, en el futuro, podamos ir variando y no quedarnos encerrados en un estilo o fórmula. Suena como que hay más teclados, pero en realidad es como están procesados los sonidos. Da la sensación de que es más electrónico pero, en realidad, todo está tocando: para nosotros, es más eléctrico que electrónico.


También hay letras más irónicas y mordaces. No sé que han estado leyendo o tomando últimamente…

Boba: Ja, ja, ja. Puede ser, pero creo que están más depuradas. No se trata de que León Benavente tenga una temática y hable solo de eso. Hay temas muy variados, pero al igual que se ha ido definiendo el estilo a medida que tocamos, creo que con la letras pasó lo mismo. Y es la música la que te lleva a escribir de una forma o de otra. Este disco es mucho más osado, tanto en formato de las canciones como en la lírica. Pero no he tomando nada que no tomaba antes, je, je.

En “Aún no ha salido el sol”, en un momento te preguntás si las bandas siguen provocando lo mismo que lograban The Smiths o The Velvet Undergound. ¿Es una crítica a los nuevos artistas, a una falta de relevancia de la música actual? ¿O está más vinculado a esa idea de que “todo tiempo pasado fue mejor”?

Boba: Aunque suene un poco fea esa frase, tiene que ver lo segundo. No está relacionado con lo que se hace hoy en día, sino que, cuando pasa el tiempo, te vas dando cuenta de que vas perdiendo algo por el camino que es irrecuperable. Más allá criticar a los grupos de hoy o de que haya revival de cosas, tiene que ver con despertar, con volver a sentir la música tal como la sentías cuando empezaste a escucharla.

¿Cómo está el rock español hoy? ¿Floreciente, deprimido? Aquí, por ejemplo, tenemos una escena independiente muy amplia, en crecimiento, pero atomizada y con dificultades para llegar a los grandes medios y dar el salto a la popularidad.                

Verdú: Eso pasaba en España hace unos años. El tema de la crisis tuvo bastante protagonismo, porque nos visitaban muchas bandas extranjeras y, con la crisis y el aumento de los impuestos, eso se fue cortando. Y sucedió que los medios y los festivales empezaron a focalizar su atención en los artistas nacionales. Se empezó a hablar cada vez más del underground, a tal punto que, ahora mismo, una de las bandas que más gente mete es Vetusta Morla, que es un grupo independiente que hace todo por su cuenta.

Boba: Pero también hay un interés del público que antes no estaba tan presente. Ahora están cogiendo a grupos como Love of Lesbian, o Vetusta, que no son artistas que veas a cada hora en los telediarios, en los medios masivos a la hora de comer o en las cadenas de radio fórmula. Es más: es un interés que no sabemos muy bien de dónde viene, ni qué es lo que hace que haya tantas ganas de ver conciertos de estos grupos. Por otro lado, nunca hubo tanta y tan variada buena música como la que se está haciendo ahora en España. Hay muchos proyectos, todo se ha ido profesionalizando cada vez más; la gente toca mejor, se lo toma mucho más en serio.

Verdú: Si ves los festivales en España, el 90 por ciento de las grillas están integradas por bandas nacionales.  Y eso invita a la gente a tener esperanza de poder tocar y que haya muchos viviendo de eso.

Boba: Nosotros nos estamos dando cuenta de que llenamos un hueco que nadie estaba ocupando, tanto por la propuesta musical como por los shows en directo. Había un vacío de grupos de ese tipo que nosotros, de alguna manera, hemos tomado.

¿Está llegando algo de música argentina allá? Más allá de Andrés Calamaro y esos nombres que ya están asentados…

Boba: De lo que sería un equivalente a León Benavente, no conocemos ninguno.

Baos: Yo recuerdo cuando llegó Attaque 77 o, en su momento, La Bersuit. Coincidimos en algunos shows con El Mató a un Policía Motorizado. Pero hace muchos años que no nos vienen noticias de grupos argentinos.

Es curioso eso teniendo tantos vínculos entre el rock argentino y el español. Así todo, es muy difícil que una banda de aquí trascienda allá, y viceversa…

Boba: Nos pasa con toda América Latina, y es raro porque compartimos idioma. Nosotros, siendo un país “Europeo” (o más bien del “sur de Europa”, ja, ja) no podemos ir hacia otro lado del continente: Tenés que venir aquí y sería lógico que la cosa sea a la inversa por una cuestión idiomática.

¿Y por qué pasa eso?

Boba: Yo prefiero pensar que es algo que está empezando a cambiar. Así como está cambiando el negocio musical, y así como muchas bandas españolas están viniendo aquí, va a pasar a la inversa. Quizás haya que esperar unos años, pero ese flujo va a volver. Creo que nosotros estamos empezando algo, supongo.

Están de gira ahora, vienen de Chile, luego vuelven a España. ¿Son de escribir en estos momentos?

Baos: Solo nuestros epitafios, ja, ja.

Verdú: Tenemos mucho trabajo en la gira, pero estamos preparando un EP para que salga en febrero próximo. Siempre estamos haciendo cosillas durante el tour y nos involucramos con algo: una colaboración, o un compilado.

Boba: Pero si te refieres a meternos en la habitación del hotel a sacar canciones, o si yo me pongo a escribir letras en una servilleta, eso no sucede. No soy como Nick Cave, que escribe en las bolsas para vomitar que te dan en el avión…

Rodríguez: O como el tío este, Stephen Merritt, de los Magnetic Fields, que se va a bares gay, todo oscuro con la música fuerte, a escribir.

Bueno, habría que probar…

Rodríguez: “Hay que probar de todo”, ja, ja.

¿Expectativas para el concierto de hoy?

Rodríguez: La idea del show sería hacer un poco de ruido y que ocurra lo que nos pasó en España. Que se dé el boca en boca, ganarnos a la gente desde abajo, y con actitud, que es lo nuestro. 

Boba: Es la primera vez que venimos y somos conscientes de que el grupo no es muy conocido. Nosotros disfrutamos de todos los shows que hacemos de la misma manera, nos metemos en una especie de viaje extraño sobre el escenario, por más cansados que podamos estemos o por poca gente que haya…

Baos: Hablando de eso bueno, y en cuando a sitios extraños, estuvimos tocando hace unos días en la casa del embajador en Chile...

¿Comieron bien?

Baos: No.


jueves, 3 de noviembre de 2016

Travis: “Somos una banda al servicio público”

Antes de su nueva visita a Buenos Aires, el bajista Dougie Payne habla de la nobleza de dedicarse a escribir buenas canciones para la gente.



Tras más de 20 años de historia, y luego de pavimentar con sus tiernos éxitos el camino para bandas como Coldplay, Keane y Snow Patrol, Travis tiene la energía suficiente para editar uno de sus materiales más variados y luminosos.

«Probablemente, “Everything At Once” es el disco más sólido que hayamos hecho. Cada canción se destaca —cuenta el bajista Dougie Payne a Generación B—. Hay un montón de buenas letras y melodías; los temas brillan. Y para un grupo de nuestra edad, es increíble tener un álbum tan alegre. Suena como un renacimiento, supongo. Nuestro trabajo anterior, “Where You Stand”, nos puso nuevamente de pie después de una pausa de cinco años; fue como un “regreso”. Y este es como un paso hacia la luz».  

Será el disco que los traiga nuevamente a nuestro país, luego de tres años de ausencia, cuando los escoceses se presenten el próximo 7 de noviembre en el Teatro Gran Rex y Payne pueda volver a saborear en Buenos Aires “la mejor carne y el mejor Malbec que probé en mi vida” .

Dijeron que las canciones de este álbum son cortas porque no querían tener que editar versiones para la radio. ¿Todavía el airplay es algo tan importante como para determinar el proceso creativo de un disco?

Eso es absolutamente verdad. En nuestro trabajo anterior, tuvimos un par de singles que estaban por encima de los cuatro minutos y las radios nos decían: «OK, los pasamos, pero si les sacan un minuto y medio». Y eran mis canciones, con lo que tuve que sentarme a trabajar, editarlas, hacer ida y vuelta con el productor, el ingeniero… Pasás tanto tiempo escribiendo, grabando, produciendo y haciendo un tema exactamente cómo creés que tiene que ser para que, después, te digan “cortalo”. ¡Es muy difícil! Editar luego de que terminaste es una pesadilla. Así que decidimos no repetir eso, porque es mucho más fácil que la edición sea parte del proceso de composición. Y creo que salió muy bien: las canciones se terminaron beneficiando por ser cortas.

¿Si la radio es importante hoy? En lo personal, creo que sí. Aún en esta era de Spotify, Apple Music y el streaming, la radio es el medio rey y sigue siendo el principal método para acceder a la música, la mejor manera de conocer algo que nunca escuchaste. Por la sencilla razón de que es humana, está “curada” por una persona, y no por un algoritmo. Los algoritmos reducen tu universo, achican las cosas y te dan más de lo que ya te gusta. A la radio no le importa lo que te gusta: está seleccionada como una expresión y, por eso, creo que todavía vale.

¿Cómo surgió la colaboración con Tim Rice-Oxley, de Keane, en el tema Magnificent Time?

Fran [Healy] recibió un pequeño MP3 de Tim que decía: «Escribí una canción con la que me di cuenta que soy yo tratando de ser Travis». Así que dijimos: «OK, vamos a darle una lección», ja, ja. El tema tenía un puente muy bueno y Fran tenía otro bello verso y coros. Así que los juntaron, fueron al estudio y yo me dije: «Fahh, es una de las cosas más ridículamente pop que escuché», ja, ja. Pero, ¿por qué no darle una chance, más en un disco tan alegre y cortito como este? Y así salió este tema, que es casi como nuestro Shiny Happy People.


¿Recordás qué hiciste con las primeras libras que ganaste siendo músico?

¡Uy, Dios! ¿Qué hice? Mmmhh… Recuerdo que, allá por 1996, firmamos con Andy MacDonald, que todavía no había creado su sello (Independiente Records) y nos dio un cheque personal por 100.000 libras, de su propio bolsillo. Nos dijo: “OK, yo voy a fundar un sello, Ustedes vayan y hagan un disco”. Con ese dinero, fuimos a Nueva York a grabar nuestro primer álbum con el productor Steve Lillywhite. ¡Y me acuerdo que lo primero que hice cuando llegué allá fue comprarme un bajo! Fui a varias casas de música y conseguí un Höfner de 1964, ¡como el de Paul McCartney! ¡Gracias, loco, por hacerme acordar de esto: no puedo creer que me lo haya olvidado!

¿Qué fue lo peor que te pasó arriba de un escenario?

Mmmhhh… Bueno, me caí unas cuantas veces, lo cual fue bastante vergonzoso. ¡Me estás haciendo acordar de cada cosa! Hace unos diez años, tocamos en Glasgow después de mucho tiempo de no estar allá. Estábamos muy entusiasmados, nuestras familias estaban presentes y era algo importante para nosotros. Mas o menos, a cuatro canciones del final del show, veo volar algo que me pegó justo en el pecho: ¡era una pinta de cerveza, que me explotó encima! ¡Quedé cegado y bañado en birra delante de mi familia! ¡Fue un bochorno!

Están a poco de cumplir 20 años de carrera discográfica. ¿Qué cosas te sorprendieron a lo largo de este camino y qué otras aún te falta conseguir?

Todo me sorprende; en especial el hecho de que hayamos durado tanto. Haber conocido a Paul McCartney, a David Bowie, sacar ocho discos, encabezar Glastonbury, haber recorrido el mundo, estado en Argentina: ¡Todo ha sido increíble! Y lo mejor es que, después de todo este tiempo, lo continuamos amando: seguimos intentando ser un mejor grupo  y eso te hace sentir como nuevo. Estamos para esto: para escribir mejores canciones. Somos una banda al servicio público. Hacemos canciones para que la gente encuentre cosas buenas en los malos momentos que pueda atravesar, y queremos continuar con esto, porque creo es algo muy noble de hacer con tu vida.



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50 años de rock nacional: habla la nueva guardia (parte VII)

Este mes, Octafonic, Cosmo, Pato Lange y Ron Damon cuentan qué piensan sobre el presente y el futuro de nuestra música.



Seguimos entrevistando a los más destacados artistas emergentes del rock nacional en el año en que celebra sus cinco décadas, en un especial mensual que ya tiene siete ediciones y por el que pasaron más de 30 artistas, como Marilina Bertoldi, Roma, Sambara, Bestia Bebé, Surfistas del Sistema, Indios, Rayos Láser, Científicos del Palo, Barco y Támesis, entre otros.

¿La consigna? Conocer qué opinan, qué sienten y qué ideas tienen de sí mismos y de la escena actual aquellos que componen el futuro inmediato de nuestra música. En esta oportunidad, la palabra la tienen Pablo De Caro (Cosmo), Pato Lange, Nicolás Sorín (Octafonic) y Domingo Tambourindeguy (Ron Damon).

Transcurridos 50 años de rock nacional, ¿qué opinión tienen sobre el estado actual de la escena local?

De Caro: El mundo está cambiando, el mercado de la cultura también y nuestro país, a mi modo de ver, anda como bola sin manija corriendo detrás de los intereses que dicta el mercado internacional, en su mayoría yankee. Dicho esto, pienso que el rol que estamos teniendo ciertos actores de la cultura que no vivimos de hacer cultura es, netamente, de resistencia. Lógicamente, no es un lugar feliz, pero por lo menos uno siente que le aporta al mundo lo que pueda darle de belleza para poder seguir embelesándonos en noches y tardes en donde suceden espacios por fuera de la agenda que puedan marcar los grandes medios de comunicación, asociados a sistemas económicos de lo más intrincados, como para enfrentarlos a cualquier simple mortal como nosotros. Yo soy un apasionado y disfruto de lo que sucede en nuestros espacios, por lo menos en la escena que suelo visitar. Veo momentos geniales, me río, me emociono, me suceden cosas y eso es porque hay energía renovadora. Salieron discos geniales este año y saldrán mejores, superocurrentes, diciendo cosas nunca antes dichas. No sé si se sigue llamando rock lo que estamos haciendo ni me importa. Estamos bien, tenemos hermosas personas haciendo cultura, pero estamos atravesados por una crisis cultural.


Lange: La principal virtud es que Argentina es un país que tiene medio siglo de cultura rock con identidad propia, lo cual conforma un caso único en el mundo hispanoparlante. Y ese patrimonio cultural no deja de florecer y transformarse, aún con sus distintos picos de intensidad y aún sin tener un correlato directo en los medios masivos locales o regionales. Con respecto a los problemas, creo que uno de ellos es el que mainstream (esto incluye a algunas discográficas y medios) muchas veces elige desarrollar y difundir una música de distracción masiva y poco riesgo artístico. No hace falta más que prender las radios más importantes y oír la mayoría de lo que allí suena. Por otro lado, el porcentaje del catálogo nacional que desarrollan es bajo. En la Argentina ya casi ninguna disquera grande tiene un A&R. La figura del cazatalentos prácticamente no existe y eso provoca una desconexión entre lo que ocurre realmente en la escena y lo que piensan que sucede algunos directivos de discográficas o medios, empleados de la industria que generalmente deambulan poco por los pasillos donde bulle lo emergente.

También existe un problema que afecta a la sustentabilidad de los proyectos artísticos y, por ende, a su crecimiento que tiene que ver con el corte de tickets y la paga de cachets. Creo que debemos hacer una toma de conciencia como público y cambiar una actitud bastante habitual por la cual, normalmente, no queremos pagar el precio de una entrada para ver una banda nueva o chica pero sí estamos dispuestos a pagar el mismo valor por una cerveza dentro del local. Esa actitud genera una transferencia de dinero desde el público a una empresa de bebidas y no al artista. Y en esa secuencia perdemos de vista que, pagando un ticket, un porcentaje de ese dinero (en el mejor de los casos un borderó, el 70 por ciento) va al artista y el 30 por ciento restante al local, que también lo necesita para seguir existiendo como espacio. Es clave que el público entienda que su actitud de consumo puede ayudar al financiamiento de los proyectos artísticos. Del lado del productor, los cachet deberían ser, en la medida de lo posible, un poco más equilibrados. Normalmente, en los espacios reducidos y el underground, que son el semillero de grandes artistas, gana más el programador de una fecha que el músico que va a tocar. Y eso se replica también a escalas más grandes.

Veo, además, una cierta sobrevaloración, por parte de productores y público, de las bandas extranjeras. Aquí llegan artistas foráneos que en sus países de origen tocan para veinte personas y se les financian giras como si fueran la gran novedad del rock mundial, mientras que una banda cordobesa normalmente tiene que poner dinero de su bolsillo para financiar una gira a Buenos Aires. ¿Por qué aquí a ese grupo que en Estados Unidos toca en un pub se le paga un cachet que pocas bandas locales pueden conseguir? ¿O por qué estamos dispuestos a pagar la entrada a un artista internacional y nos cuesta hacerlo con uno nacional? ¿Son mejores aquellos, tienen más talento, son más grosos? ¿O simplemente tenemos la cultura un poco comprada?

Creo que, finalmente, no hay que perder de vista que el rock argentino nació como contracultura, en un contexto de dictadura y de una sociedad que miraba a pioneros como Nebbia, Moris, Tanguito, Javier Martínez y Miguel Abuelo como a bichos raros; tipos que fueron criticados tanto desde la derecha como de la izquierda; perseguidos por la policía y el gobierno de facto por su forma de vestir, su pelo largo y sus letras, ninguneados casi siempre por las grandes disqueras tradicionales; pero que, con su ímpetu renovador, crearon un género con identidad propia que tuvo impacto en todo el continente y que fue el puntapié de lo que es hoy el rock latinoamericano. Desde su interior, creo que el rock argentino no debe perder de vista estos orígenes transformadores y, entonces, los músicos deberíamos preguntarnos si estamos intentando cambiar algo haciendo rock (legislación, regulaciones, tipos de espacios culturales, vías de subsidios, métodos de producción, soportes, vehículos de consumo, grabación y creación, modas, etc.) o sólo estamos haciendo una música de entretenimiento cuya dinámica de creación y producción transforma poco a su paso.

Tambourindeguy: Creo que la escena, por un lado, está en un gran momento teniendo en cuenta la variedad de bandas en cuanto a estilos. Hay música para todos los gustos y grandes referentes en cada género. Por otro lado, se hace difícil descubrir bandas nuevas, tal vez sea por tanta información que da internet,  o tal vez porque en gran parte de los medios  destacan siempre a los mismos grupos, entonces el nexo con la gente se hace difícil. Pero de lo que estoy seguro es que hay mucha calidad musical en todo el país, grandes artistas. El tema es que cuesta descubrirlos. Una de las cosas que destaco como positivo es el apoyo que hay entre los artistas,  de diferentes palos. Sabemos que estamos todos en la misma, tratando de crecer, de poder tocar; veo que hay solidaridad y respeto y eso creo que es lo que hace fuerte al movimiento en general.


Sorín: He descubierto en estos últimos tiempos infinidad de bandas argentinas con propuestas tremendas. Me parece que, a veces, son difíciles de encontrar, pero por suerte existen. Me gustaría ver a estos artistas subsistir, ya que tienen mucho que aportar y, a veces, las condiciones para que esto suceda no están dadas en la Argentina. Con respecto al público, creo que paulatinamente se están rompiendo  esas barreras estilísticas y la gente tiene una cabeza muy amplia a la hora de escuchar música. 

¿Se sienten parte de una generación de artistas, de un conjunto de músicos representativo de un momento del país?

De Caro: No sabría decir a ciencia cierta. Sé que estamos en la misma que muchos músicos, que tenemos intereses, preocupaciones y pasiones parecidas. Los Cosmo, específicamente, crecimos entre amigos y, desde ahí, nos podemos hermanar con Pablo Malaurie, Valle de Muñecas y El Hipnotizador Romántico. También con Fede Lamas y Nicolás Gullota que, aunque no se dedican a hacer música, son nuestros amigos.

Lange: Creo en la cultura como un engranaje multidisciplinario donde cada eslabón (artistas, productores, periodistas, medios, público y demás) tienen la posibilidad de interactuar en pos de algo más grande y trascendental que tiene que ver con la transformación concreta de una sociedad a través de su producción cultural. Esta interacción es resultado de una época y, en una misma época, conviven personajes de distintas generaciones. Por eso, nunca pienso en términos generacionales. Un artista joven de 20 años puede no aportar nada a la escena mientras uno de 70 puede estar dándole todo, y viceversa. Por ello, me siento parte de mi época en su conjunto y compañero de todos los que están trabajando en la cultura sin diferenciar a qué generación pertenecen.

Tambourindeguy: Cada momento musical de un país  es difícil sacarlo del contexto político o social que esté viviendo. Calculo que, por eso, es que va cambiando. Por momentos, parece ser que se hace más blando y, por momentos, con más contenido en cuanto a mensaje y demás. Nosotros, en ese aspecto, somos una banda que le cantamos a muchas cosas. Nos gusta en nuestras letras tener momentos para reflexionar,  mostrar nuestro punto de vista de ciertas cosas, momentos más combativos  y otros solo para bailar.
Compartimos ideales con muchas bandas. La que te puedo nombrar como ejemplo es Nonpalidece, con la que también tenemos una relación más allá de lo musical: los conocemos y sabemos que lo que ellos dicen en sus canciones es lo que realmente  son como personas, son auténticos, y eso es clave.

Sorín: Siento que pasa algo muy interesante con respecto a los pares y colegas. Muchas veces nos cruzamos, nos juntamos y pasamos buenos momentos de charla. No obstante, cada uno tiene una personalidad e individualidad que lo hace diferente al resto.  A veces, no es la similitud musical la cual nos acerca, sino justamente las diferencias y lo que uno aprende del otro. 


¿Qué bandas nacionales creen que pueden tener un lugar destacado en la escena en los próximos años y por qué?

De Caro: Te tiro tres: Pablo Malaurie, porque es simplemente genial. Mi Amigo Invencible, porque solo hace falta ponerlos delante de un gran público para que explote todo. Y Guazuncho, porque maneja la sensibilidad del folclore y la lleva desde el río a orillas de cualquier mar.
Sorín: Creo que Eruca Sativa, por su constante trabajo y evolución. Marilina Bertoldi, por la frescura que trae a la escena. Bandas como Huevo, Parte Planeta, Sig Ragga y Experimento Negro, entre otras, tienen propuestas sumamente atractivas. 

Tambourindeguy: Por suerte, veo muchas bandas crecer y por, nombrarte una, siento que 

Científicos del Palo va a ser una que va a pisar muy fuerte. De hecho, ya lo están haciendo. Lo festejo, porque los conozco desde sus comienzos y son una banda que labura mucho, le dan mucha bola a los discos, suenan muy bien en vivo, son grandes músicos y grandes personas.

Lange: Creo que los artistas nacionales que en los próximos años tendrán lo que, a mí criterio, es un rol destacado en la escena serán aquellos que estén convencidos de que el arte y su dinámica productiva puede realmente transformar la estructura toda de un barrio, una provincia, un país, una sociedad y una época.