Con muy poco, la
banda inglesa hizo su mejor presentación en el país.
Los últimos antecedentes no habían dejado la vara muy alta. Más
allá de esa histórica primera visita de noviembre de 2006, que resultó ser el último
concierto con Peter Hook y la antesala
de un patético divorcio cuyo conventillo aún perdura, las presentaciones de New Order en Buenos Aires no fueron muy
felices. Vino un ensordecedor show en un estadio Obras hecho un microondas en 2011,
que tuvo como cuota sentimental el regreso de la tecladista Gillian Gilbert al grupo, y luego una
deslucida performance en el Lollapalooza de 2014, en el que parecieron, más que
nunca, un “acto de nostalgia”.
Lo de anoche en el Luna Park tuvo otro semblante. Los de
Manchester llegaron ahora con un nuevo (y muy buen) disco bajo el brazo, Music Complete, el primero sin “Hooky” y
con un sonido que los reencuentra con su lado más pistero. Y en un estadio
cerrado, con una puesta en escena cuidada en luces y pantallas, terminaron por
marcar la diferencia: actuales y arregladitos, esta fue la mejor imagen del
quinteto en el país, lo cual no significa que haya sido un gran espectáculo.
Es que New Order en vivo no es una banda divertida y, por
momentos, se hace muy difícil de escuchar. Suenan saturados, desprolijos, mal
ecualizados, estridentes, y no es culpa de esa particular “caja de resonancia”
que es el ex “Palacio de los deportes”. No: ya son así en directo, y es algo
que, lejos de mostrar su herencia post-punk
potente y sanguínea entre tantas máquinas y secuencias, termina barriendo con
todos los arreglos y matices que tienen sus canciones. El piano de “Crystal”
desapareció, el coro de ranas de “The Perfect Kiss” murió ahogado y momentos
que podrían (más bien deberían) ser delicados y épicos, como la maravillosa
“Your Silent Face”, se convirtieron en una bola de sonido.
La
falta de gracia y carisma en escena no contribuyen: es una banda que no
contagia. Pero claro: se impone la contundencia de clásicos como “Bizarre Love
Triangle”, “True Faith” y “Blue Monday” y, de pronto, tus pies importan mucho
más que cualquier cosa que estés pensando o viendo. Y si el cierre es un
certero ataque al corazón con “Transmission” y “Love Will Tear Us Apart” como homenaje a Joy Division, ya está: es
suficiente para sentirse pleno, por más incompleto que todo esto haya sido.
Los pioneros de la
electrónica se presentaron en el Luna Park y exhibieron un concierto como pieza
de arte.
Una parte de lo que puso en duda la realización del
concierto de Kraftwerk en Buenos
Aires, más allá de las mentes obtusas de algunos funcionarios, era saber qué es
un show de Kraftwerk. ¿Es una “fiesta
electrónica”, como aducía quien estableció, en su momento, la suspensión del recital?
Bueno, no lo es en los términos en los que la absurda prohibición imperante lo
considera. Pero, a la vez, sí: lo de Kraftwerk anoche fue una fiesta. Su música
es una celebración de los logros del siglo xx.
Estos pioneros de la electrónica les cantan a las autopistas, la
radioactividad, los teléfonos, los medicamentos, los robots y las computadoras
personales. Lo suyo es el folclore de la era atómica.
Ah, entonces es un concierto de música. Sí, claro, pero
también es mucho más que eso. ¿Qué otra banda ha tocado todo su catálogo en
vivo en museos, tal como los alemanes lo hicieron como “residentes” en el MoMA
de Nueva York o en el Tate Modern de Londres, como si se tratase de una exposición
retrospectiva multimedia?
Bien, entonces es una pieza de arte. Y sí: Kraftwerk es una
obra en movimiento, retropropulsada por su futurismo añejo, en constante interpretación,
reinterpretación, perfeccionamiento y actualización de su clásico imaginario
visual y sonoro. Es así que “Radioactivity” pasó de oda nuclear a himno
ecologista, ahora con la adición de Fukushima al listado de desastres de
Chernobyl, Harrisbug, Sellafield e Hiroshima. Los placares de sintetizadores de
antaño fueron reemplazados por pequeños controladores. Las formas humanas de
Ralf Hütter (único sobreviviente del cuarteto original) y compañía dieron paso
a las siluetas digitales. Y las tradicionales proyecciones que acompañan las
ejecuciones de “Computer World”, “The Man-Machine”, “Neon Lights”, “The Robots”
o “Electric Café” (acaso, la “sorpresa” de la noche) ahora son en 3D.
Los germanos no ofrecieron un espectáculo muy diferente al
de las pasadas tres presentaciones que dieron en nuestro país (1998, 2004 y
2009), ni a las que vienen realizando por todo el mundo en los últimos diez
años. Las versiones de los temas tienen mínimos cambios y la iconografía que
anima cada canción en las pantallas se mantiene casi inalterable. Y está bien
que así sea: ¿Quién entra a un museo y le cambia los colores a un Mondrian o la
tipografía a un Ródchenko?
La repetición, lo esperable, es parte esencial de Kraftwerk,
es su “estilo”. Uno se sube a la “Autobahn”, aborda el “Trans-Europe Express” o
se deja llevar hasta el infinito por “Musique Non Stop” y sabe que está en dinámico
viaje, ahora anteojitos mediante, hacia otra dimensión (conocida, única) del
arte.
El “supergrupo”
español se presentará hoy en Buenos Aires, pero antes habló con nosotros.
Punto de encuentro entre el nombre de dos ciudades
españolas, León Benavente es, también, la confluencia entre reconocidos y veteranos
músicos de la madre patria. El vocalista Abraham Boba,
quien tiene una amplia carrera solita, y el guitarrista Luis Rodríguez integran la banda de Nacho Vegas, mientras que el bajista Eduardo Baosy el baterista César Verdú provienen de dos bandas destacadas del indie ibérico de
principios de este siglo: Tachenko y
Schwarz.
La banda sorprendió en 2013 con un álbum debut homónimo que
parecía avalar la etiqueta de “supergrupo” que le puso gran parte de la prensa
de su país, y ahora expanden sus horizontes musicales con “2”, su segundo trabajo, que los trae a Buenos Aires para tocar hoy
en Niceto Club.
“Es nuestra tercera visita al país para nosotros, pero la
primera que tocamos aquí como grupo —explica Boba—.
Vinimos hace unos años con Nacho al festival Ciudad Emergente y estuvimos muy poco tiempo. Recuerdo que tocamos al
mediodía, y volvimos el verano pasado, también con él, donde nos presentamos en
Niceto”.
¿Es un bajón tocar de
día? El rock es nocturno…
Rodríguez: Sí,
nosotros somos más de la oscuridad y el humo…
Boba: Totalmente.
Y Estábamos tan destemplados que calentábamos las manos con el secador del baño
del camerino. Sin embargo, para ensayar y eso, las mañanas nos van de puta
madre. Soy más de trabajar por las mañanas, cuando el cerebro está un poco
menos…
Menos...
Boba: Dañado, ja,
ja, ja.
Este segundo álbum es
mucho más variado en estilos, con más sintetizadores…
Verdú: No
queríamos repetir el sonido del disco anterior. La suerte que tuvimos es que
con el primer álbum nos fue muy bien, y ahora las expectativas, para bien o
para mal, estaban muy altas...
¿Les puso presión
eso?
Verdú: Sí. Uno podría
acomodarse y hacer un disco parecido al anterior; ser conservador o arriesgarse
y divertirnos. El segundo trabajo, ya de por sí, tiene una presión, porque te posiciona y le
da la personalidad al grupo, y con este dejamos muchas puertas abiertas para
que, en el futuro, podamos ir variando y no quedarnos encerrados en un estilo o
fórmula. Suena como que hay más teclados, pero en realidad es como están
procesados los sonidos. Da la sensación de que es más electrónico pero, en
realidad, todo está tocando: para nosotros, es más eléctrico que electrónico.
También hay letras
más irónicas y mordaces. No sé que han estado leyendo o tomando últimamente…
Boba: Ja, ja, ja.
Puede ser, pero creo que están más depuradas. No se trata de que León Benavente
tenga una temática y hable solo de eso. Hay temas muy variados, pero al igual
que se ha ido definiendo el estilo a medida que tocamos, creo que con la letras
pasó lo mismo. Y es la música la que te lleva a escribir de una forma o de
otra. Este disco es mucho más osado, tanto en formato de las canciones como en la
lírica. Pero no he tomando nada que no tomaba antes, je, je.
En “Aún no ha salido
el sol”, en un momento te preguntás si las bandas siguen provocando lo mismo que
lograban The Smiths o The Velvet Undergound. ¿Es una crítica a los nuevos artistas,
a una falta de relevancia de la música actual? ¿O está más vinculado a esa idea
de que “todo tiempo pasado fue mejor”?
Boba: Aunque
suene un poco fea esa frase, tiene que ver lo segundo. No está relacionado con
lo que se hace hoy en día, sino que, cuando pasa el tiempo, te vas dando cuenta
de que vas perdiendo algo por el camino que es irrecuperable. Más allá criticar
a los grupos de hoy o de que haya revival de cosas, tiene que ver con
despertar, con volver a sentir la música tal como la sentías cuando empezaste a
escucharla.
¿Cómo está el rock
español hoy? ¿Floreciente, deprimido? Aquí, por ejemplo, tenemos una escena
independiente muy amplia, en crecimiento, pero atomizada y con dificultades
para llegar a los grandes medios y dar el salto a la popularidad.
Verdú: Eso pasaba
en España hace unos años. El tema de la crisis tuvo bastante protagonismo,
porque nos visitaban muchas bandas extranjeras y, con la crisis y el aumento de
los impuestos, eso se fue cortando. Y sucedió que los medios y los festivales
empezaron a focalizar su atención en los artistas nacionales. Se empezó a
hablar cada vez más del underground, a tal punto que, ahora mismo, una de las bandas
que más gente mete es Vetusta Morla,
que es un grupo independiente que hace todo por su cuenta.
Boba: Pero
también hay un interés del público que antes no estaba tan presente. Ahora
están cogiendo a grupos como Love of
Lesbian, o Vetusta, que no son artistas que veas a cada hora en los
telediarios, en los medios masivos a la hora de comer o en las cadenas de radio
fórmula. Es más: es un interés que no sabemos muy bien de dónde viene, ni qué
es lo que hace que haya tantas ganas de ver conciertos de estos grupos. Por
otro lado, nunca hubo tanta y tan variada buena música como la que se está haciendo
ahora en España. Hay muchos proyectos, todo se ha ido profesionalizando cada
vez más; la gente toca mejor, se lo toma mucho más en serio.
Verdú: Si ves los
festivales en España, el 90 por ciento de las grillas están integradas por
bandas nacionales. Y eso invita a la
gente a tener esperanza de poder tocar y que haya muchos viviendo de eso.
Boba: Nosotros
nos estamos dando cuenta de que llenamos un hueco que nadie estaba ocupando,
tanto por la propuesta musical como por los shows en directo. Había un vacío de
grupos de ese tipo que nosotros, de alguna manera, hemos tomado.
¿Está llegando algo
de música argentina allá? Más allá de Andrés Calamaro y esos nombres que ya
están asentados…
Boba: De lo que
sería un equivalente a León Benavente, no conocemos ninguno.
Baos: Yo recuerdo
cuando llegó Attaque 77 o, en su
momento, La Bersuit. Coincidimos en
algunos shows con El Mató a un Policía
Motorizado. Pero hace muchos años que no nos vienen noticias de grupos
argentinos.
Es curioso eso
teniendo tantos vínculos entre el rock argentino y el español. Así todo, es muy
difícil que una banda de aquí trascienda allá, y viceversa…
Boba: Nos pasa
con toda América Latina, y es raro porque compartimos idioma. Nosotros, siendo
un país “Europeo” (o más bien del “sur de Europa”, ja, ja) no podemos ir hacia otro
lado del continente: Tenés que venir aquí y sería lógico que la cosa sea a la
inversa por una cuestión idiomática.
¿Y por qué pasa eso?
Boba: Yo prefiero
pensar que es algo que está empezando a cambiar. Así como está cambiando el
negocio musical, y así como muchas bandas españolas están viniendo aquí, va a pasar
a la inversa. Quizás haya que esperar unos años, pero ese flujo va a volver.
Creo que nosotros estamos empezando algo, supongo.
Están de gira ahora,
vienen de Chile, luego vuelven a España. ¿Son de escribir en estos momentos?
Baos: Solo
nuestros epitafios, ja, ja.
Verdú: Tenemos
mucho trabajo en la gira, pero estamos preparando un EP para que salga en
febrero próximo. Siempre estamos haciendo cosillas durante el tour y nos
involucramos con algo: una colaboración, o un compilado.
Boba: Pero si te
refieres a meternos en la habitación del hotel a sacar canciones, o si yo me
pongo a escribir letras en una servilleta, eso no sucede. No soy como Nick Cave, que escribe en las bolsas
para vomitar que te dan en el avión…
Rodríguez: O como
el tío este, Stephen Merritt, de los
Magnetic Fields, que se va a bares
gay, todo oscuro con la música fuerte, a escribir.
Bueno, habría que
probar…
Rodríguez: “Hay
que probar de todo”, ja, ja.
¿Expectativas para el
concierto de hoy?
Rodríguez: La
idea del show sería hacer un poco de ruido y que ocurra lo que nos pasó en
España. Que se dé el boca en boca, ganarnos a la gente desde abajo, y con
actitud, que es lo nuestro.
Boba: Es la primera
vez que venimos y somos conscientes de que el grupo no es muy conocido.
Nosotros disfrutamos de todos los shows que hacemos de la misma manera, nos
metemos en una especie de viaje extraño sobre el escenario, por más cansados
que podamos estemos o por poca gente que haya…
Baos: Hablando de
eso bueno, y en cuando a sitios extraños, estuvimos tocando hace unos días en
la casa del embajador en Chile...
Antes de su nueva visita a Buenos
Aires, el bajista Dougie Payne habla de la nobleza de dedicarse a escribir
buenas canciones para la gente.
Tras más de
20 años de historia, y luego de pavimentar con sus tiernos éxitos el camino
para bandas como Coldplay, Keane y Snow Patrol, Travis tiene
la energía suficiente para editar uno de sus materiales más variados y
luminosos.
«Probablemente,
“Everything At Once” es el disco más
sólido que hayamos hecho. Cada canción se destaca —cuenta el bajista Dougie Payne a Generación B—. Hay un montón de buenas letras y melodías; los temas
brillan. Y para un grupo de nuestra edad, es increíble tener un álbum tan
alegre. Suena como un renacimiento, supongo. Nuestro trabajo anterior, “Where You Stand”, nos puso nuevamente
de pie después de una pausa de cinco años; fue como un “regreso”. Y este es
como un paso hacia la luz».
Será el disco
que los traiga nuevamente a nuestro país, luego de tres años de ausencia,
cuando los escoceses se presenten el próximo 7 de noviembre en el Teatro Gran
Rex y Payne pueda volver a saborear en Buenos Aires “la mejor carne y el mejor
Malbec que probé en mi vida” .
Dijeron que las
canciones de este álbum son cortas porque no querían tener que editar versiones
para la radio. ¿Todavía el airplay es algo tan importante como para determinar
el proceso creativo de un disco?
Eso es
absolutamente verdad. En nuestro trabajo anterior, tuvimos un par de singles
que estaban por encima de los cuatro minutos y las radios nos decían: «OK, los
pasamos, pero si les sacan un minuto y medio». Y eran mis canciones, con lo que
tuve que sentarme a trabajar, editarlas, hacer ida y vuelta con el productor,
el ingeniero… Pasás tanto tiempo escribiendo, grabando, produciendo y haciendo
un tema exactamente cómo creés que tiene que ser para que, después, te digan “cortalo”.
¡Es muy difícil! Editar luego de que terminaste es una pesadilla. Así que decidimos
no repetir eso, porque es mucho más fácil que la edición sea parte del proceso
de composición. Y creo que salió muy bien: las canciones se terminaron
beneficiando por ser cortas.
¿Si la radio
es importante hoy? En lo personal, creo que sí. Aún en esta era de Spotify,
Apple Music y el streaming, la radio es el medio rey y sigue siendo el
principal método para acceder a la música, la mejor manera de conocer algo que
nunca escuchaste. Por la sencilla razón de que es humana, está “curada” por una
persona, y no por un algoritmo. Los algoritmos reducen tu universo, achican las
cosas y te dan más de lo que ya te gusta. A la radio no le importa lo que te
gusta: está seleccionada como una expresión y, por eso, creo que todavía vale.
¿Cómo surgió la
colaboración con Tim Rice-Oxley, de Keane,
en el tema Magnificent Time?
Fran [Healy] recibió
un pequeño MP3 de Tim que decía: «Escribí una canción con la que me di cuenta
que soy yo tratando de ser Travis». Así que dijimos: «OK, vamos a darle una
lección», ja, ja. El tema tenía un puente muy bueno y Fran tenía otro bello
verso y coros. Así que los juntaron, fueron al estudio y yo me dije: «Fahh, es
una de las cosas más ridículamente pop que escuché», ja, ja. Pero, ¿por qué no
darle una chance, más en un disco tan alegre y cortito como este? Y así salió
este tema, que es casi como nuestro Shiny
Happy People.
¿Recordás
qué hiciste con las primeras libras que ganaste siendo músico?
¡Uy, Dios! ¿Qué hice? Mmmhh… Recuerdo que, allá por 1996, firmamos con
Andy MacDonald, que todavía no había
creado su sello (Independiente Records) y nos dio un cheque personal por
100.000 libras, de su propio bolsillo. Nos dijo: “OK, yo voy a fundar un sello,
Ustedes vayan y hagan un disco”. Con ese dinero, fuimos a Nueva York a grabar
nuestro primer álbum con el productor Steve
Lillywhite. ¡Y me acuerdo que lo primero que hice cuando llegué allá fue
comprarme un bajo! Fui a varias casas de música y conseguí un Höfner de 1964,
¡como el de Paul McCartney!
¡Gracias, loco, por hacerme acordar de esto: no puedo creer que me lo haya
olvidado!
¿Qué
fue lo peor que te pasó arriba de un escenario?
Mmmhhh… Bueno, me caí unas cuantas veces, lo cual fue bastante
vergonzoso. ¡Me estás haciendo acordar de cada cosa! Hace unos diez años,
tocamos en Glasgow después de mucho tiempo de no estar allá. Estábamos muy
entusiasmados, nuestras familias estaban presentes y era algo importante para
nosotros. Mas o menos, a cuatro canciones del final del show, veo volar algo que
me pegó justo en el pecho: ¡era una pinta de cerveza, que me explotó encima!
¡Quedé cegado y bañado en birra delante de mi familia! ¡Fue un bochorno!
Están a poco de cumplir
20 años de carrera discográfica. ¿Qué cosas te sorprendieron a lo largo de este
camino y qué otras aún te falta conseguir?
Todo me
sorprende; en especial el hecho de que hayamos durado tanto. Haber conocido a
Paul McCartney, a David Bowie, sacar
ocho discos, encabezar Glastonbury, haber recorrido el mundo, estado en
Argentina: ¡Todo ha sido increíble! Y lo mejor es que, después de todo este
tiempo, lo continuamos amando: seguimos intentando ser un mejor grupo y eso te hace sentir como nuevo. Estamos para
esto: para escribir mejores canciones. Somos una banda al servicio público.
Hacemos canciones para que la gente encuentre cosas buenas en los malos
momentos que pueda atravesar, y queremos continuar con esto, porque creo es
algo muy noble de hacer con tu vida.
Este mes, Octafonic, Cosmo,
Pato Lange y Ron Damon cuentan qué piensan sobre el presente y el futuro de
nuestra música.
Seguimos entrevistando a los más destacados artistas emergentes
del rock nacional en el año en que celebra sus cinco décadas, en un especial
mensual que ya tiene siete ediciones y por el que pasaron más de 30 artistas, como Marilina Bertoldi, Roma, Sambara,
Bestia Bebé,
Surfistas del Sistema,
Indios, Rayos Láser, Científicos del Palo, Barco y Támesis, entre
otros.
¿La consigna? Conocer qué opinan, qué sienten y qué ideas
tienen de sí mismos y de la escena actual aquellos que componen el futuro
inmediato de nuestra música. En esta oportunidad, la palabra la tienen Pablo De
Caro (Cosmo), Pato Lange, Nicolás Sorín
(Octafonic) y Domingo
Tambourindeguy (Ron Damon).
Transcurridos 50 años
de rock nacional, ¿qué opinión tienen sobre el estado actual de la escena
local?
De Caro: El mundo
está cambiando, el mercado de la cultura también y nuestro país, a mi modo de
ver, anda como bola sin manija corriendo detrás de los intereses que dicta el
mercado internacional, en su mayoría yankee. Dicho esto, pienso que el rol que
estamos teniendo ciertos actores de la cultura que no vivimos de hacer cultura
es, netamente, de resistencia. Lógicamente, no es un lugar feliz, pero por lo
menos uno siente que le aporta al mundo lo que pueda darle de belleza para
poder seguir embelesándonos en noches y tardes en donde suceden espacios por fuera
de la agenda que puedan marcar los grandes medios de comunicación, asociados a
sistemas económicos de lo más intrincados, como para enfrentarlos a cualquier
simple mortal como nosotros. Yo soy un apasionado y disfruto de lo que sucede
en nuestros espacios, por lo menos en la escena que suelo visitar. Veo momentos
geniales, me río, me emociono, me suceden cosas y eso es porque hay energía
renovadora. Salieron discos geniales este año y saldrán mejores, superocurrentes,
diciendo cosas nunca antes dichas. No sé si se sigue llamando rock lo que
estamos haciendo ni me importa. Estamos bien, tenemos hermosas personas
haciendo cultura, pero estamos atravesados por una crisis cultural.
Lange: La
principal virtud es que Argentina es un país que tiene medio siglo de cultura
rock con identidad propia, lo cual conforma un caso único en el mundo
hispanoparlante. Y ese patrimonio cultural no deja de florecer y transformarse,
aún con sus distintos picos de intensidad y aún sin tener un correlato directo
en los medios masivos locales o regionales. Con respecto a los problemas, creo
que uno de ellos es el que mainstream
(esto incluye a algunas discográficas y medios) muchas veces elige desarrollar
y difundir una música de distracción masiva y poco riesgo artístico. No hace
falta más que prender las radios más importantes y oír la mayoría de lo que
allí suena. Por otro lado, el porcentaje del catálogo nacional que desarrollan
es bajo. En la Argentina ya casi ninguna disquera grande tiene un A&R.
La figura del cazatalentos prácticamente no existe y eso provoca una
desconexión entre lo que ocurre realmente en la escena y lo que piensan que sucede
algunos directivos de discográficas o medios, empleados de la industria que
generalmente deambulan poco por los pasillos donde bulle lo emergente.
También
existe un problema que afecta a la sustentabilidad de los proyectos artísticos
y, por ende, a su crecimiento que tiene que ver con el corte de tickets y la
paga de cachets. Creo que debemos hacer una toma de conciencia como público y
cambiar una actitud bastante habitual por la cual, normalmente, no queremos
pagar el precio de una entrada para ver una banda nueva o chica pero sí estamos
dispuestos a pagar el mismo valor por una cerveza dentro del local. Esa actitud
genera una transferencia de dinero desde el público a una empresa de bebidas y
no al artista. Y en esa secuencia perdemos de vista que, pagando un ticket, un
porcentaje de ese dinero (en el mejor de los casos un borderó, el 70 por ciento)
va al artista y el 30 por ciento restante al local, que también lo necesita
para seguir existiendo como espacio. Es clave que el público entienda que su
actitud de consumo puede ayudar al financiamiento de los proyectos artísticos.
Del lado del productor, los cachet deberían ser, en la medida de lo posible, un
poco más equilibrados. Normalmente, en los espacios reducidos y el underground,
que son el semillero de grandes artistas, gana más el programador de una fecha
que el músico que va a tocar. Y eso se replica también a escalas más grandes.
Veo, además, una cierta sobrevaloración, por parte de
productores y público, de las bandas extranjeras. Aquí llegan artistas foráneos
que en sus países de origen tocan para veinte personas y se les financian giras
como si fueran la gran novedad del rock mundial, mientras que una banda
cordobesa normalmente tiene que poner dinero de su bolsillo para financiar una
gira a Buenos Aires. ¿Por qué aquí a ese grupo que en Estados Unidos toca en un
pub se le paga un cachet que pocas bandas locales pueden conseguir? ¿O por qué
estamos dispuestos a pagar la entrada a un artista internacional y nos cuesta
hacerlo con uno nacional? ¿Son mejores aquellos, tienen más talento, son más
grosos? ¿O simplemente tenemos la cultura un poco comprada?
Creo que, finalmente, no hay que perder de vista que el rock
argentino nació como contracultura, en un contexto de dictadura y de una
sociedad que miraba a pioneros como Nebbia,
Moris, Tanguito, Javier Martínez
y Miguel Abuelo como a bichos raros;
tipos que fueron criticados tanto desde la derecha como de la izquierda;
perseguidos por la policía y el gobierno de facto por su forma de vestir, su
pelo largo y sus letras, ninguneados casi siempre por las grandes disqueras
tradicionales; pero que, con su ímpetu renovador, crearon un género con
identidad propia que tuvo impacto en todo el continente y que fue el puntapié
de lo que es hoy el rock latinoamericano. Desde su interior, creo que el rock
argentino no debe perder de vista estos orígenes transformadores y, entonces,
los músicos deberíamos preguntarnos si estamos intentando cambiar algo haciendo
rock (legislación, regulaciones, tipos de espacios culturales, vías de
subsidios, métodos de producción, soportes, vehículos de consumo, grabación y
creación, modas, etc.) o sólo estamos haciendo una música de entretenimiento
cuya dinámica de creación y producción transforma poco a su paso.
Tambourindeguy: Creo
que la escena, por un lado, está en un gran momento teniendo en cuenta la
variedad de bandas en cuanto a estilos. Hay música para todos los gustos y
grandes referentes en cada género. Por otro lado, se hace difícil descubrir
bandas nuevas, tal vez sea por tanta información que da internet, o tal vez porque en gran parte de los
medios destacan siempre a los mismos
grupos, entonces el nexo con la gente se hace difícil. Pero de lo que estoy seguro
es que hay mucha calidad musical en todo el país, grandes artistas. El tema es
que cuesta descubrirlos. Una de las cosas que destaco como positivo es el apoyo
que hay entre los artistas, de
diferentes palos. Sabemos que estamos todos en la misma, tratando de crecer, de
poder tocar; veo que hay solidaridad y respeto y eso creo que es lo que hace
fuerte al movimiento en general.
Sorín: He descubierto en estos
últimos tiempos infinidad de bandas argentinas con propuestas tremendas. Me
parece que, a veces, son difíciles de encontrar, pero por suerte existen. Me
gustaría ver a estos artistas subsistir, ya que tienen mucho que aportar y, a
veces, las condiciones para que esto suceda no están dadas en la Argentina. Con
respecto al público, creo que paulatinamente se están rompiendo esas
barreras estilísticas y la gente tiene una cabeza muy amplia a la hora de
escuchar música.
¿Se sienten parte de una generación de
artistas, de un conjunto de músicos representativo de un momento del país?
De Caro: No sabría
decir a ciencia cierta. Sé que estamos en la misma que muchos músicos, que
tenemos intereses, preocupaciones y pasiones parecidas. Los Cosmo,
específicamente, crecimos entre amigos y, desde ahí, nos podemos hermanar con Pablo Malaurie, Valle de Muñecas y El
Hipnotizador Romántico. También con Fede Lamas y Nicolás Gullota que,
aunque no se dedican a hacer música, son nuestros amigos.
Lange: Creo en la
cultura como un engranaje multidisciplinario donde cada eslabón (artistas,
productores, periodistas, medios, público y demás) tienen la posibilidad de
interactuar en pos de algo más grande y trascendental que tiene que ver con la
transformación concreta de una sociedad a través de su producción cultural.
Esta interacción es resultado de una época y, en una misma época, conviven
personajes de distintas generaciones. Por eso, nunca pienso en términos
generacionales. Un artista joven de 20 años puede no aportar nada a la escena
mientras uno de 70 puede estar dándole todo, y viceversa. Por ello, me siento
parte de mi época en su conjunto y compañero de todos los que están trabajando
en la cultura sin diferenciar a qué generación pertenecen.
Tambourindeguy: Cada
momento musical de un país es difícil
sacarlo del contexto político o social que esté viviendo. Calculo que, por eso,
es que va cambiando. Por momentos, parece ser que se hace más blando y, por
momentos, con más contenido en cuanto a mensaje y demás. Nosotros, en ese
aspecto, somos una banda que le cantamos a muchas cosas. Nos gusta en nuestras
letras tener momentos para reflexionar,
mostrar nuestro punto de vista de ciertas cosas, momentos más
combativos y otros solo para bailar.
Compartimos ideales con muchas bandas. La que te puedo
nombrar como ejemplo es Nonpalidece,
con la que también tenemos una relación más allá de lo musical: los conocemos y
sabemos que lo que ellos dicen en sus canciones es lo que realmente son como personas, son auténticos, y eso es
clave.
Sorín: Siento que pasa algo muy
interesante con respecto a los pares y colegas. Muchas veces nos cruzamos, nos
juntamos y pasamos buenos momentos de charla. No obstante, cada uno tiene una
personalidad e individualidad que lo hace diferente al resto. A veces, no
es la similitud musical la cual nos acerca, sino justamente las diferencias y
lo que uno aprende del otro.
¿Qué bandas nacionales creen que pueden tener un lugar
destacado en la escena en los próximos años y por qué?
De Caro: Te tiro
tres: Pablo Malaurie, porque es
simplemente genial. Mi Amigo Invencible,
porque solo hace falta ponerlos delante de un gran público para que explote
todo. Y Guazuncho, porque maneja la
sensibilidad del folclore y la lleva desde el río a orillas de cualquier mar.
Sorín: Creo que Eruca Sativa, por su constante trabajo
y evolución. Marilina Bertoldi,
por la frescura que trae a la escena. Bandas como Huevo, Parte Planeta, Sig Ragga y Experimento Negro, entre otras, tienen
propuestas sumamente atractivas.
Tambourindeguy: Por
suerte, veo muchas bandas crecer y por, nombrarte una, siento que
Científicos del Palo va a ser una que
va a pisar muy fuerte. De hecho, ya lo están haciendo. Lo festejo, porque los
conozco desde sus comienzos y son una banda que labura mucho, le dan mucha bola
a los discos, suenan muy bien en vivo, son grandes músicos y grandes personas.
Lange: Creo que
los artistas nacionales que en los próximos años tendrán lo que, a mí criterio,
es un rol destacado en la escena serán aquellos que estén convencidos de que el
arte y su dinámica productiva puede realmente transformar la estructura toda de
un barrio, una provincia, un país, una sociedad y una época.
Periodista, conductor y productor, especializado en espectáculos y cultura digital (música, cine, TV, tecnología, libros y tendencias).
Trabajé para más de 25 medios de Argentina y Latinoamérica, entre ellos TN.com.ar, FM 100, Rolling Stone, FM Rock & Pop, La Nación, Quiero Música TV, Radio Con Vos 89.9, Página/12, FM ESPN, Radio Nacional, El Cronista, PC Magazine, Brando, Apertura, 10Musica.com, Nacional Rock 93.7, IT NOW (Centroamérica), La Segunda (Chile), El Tiempo (Colombia), Open (México), Nación (Costa Rica) y más. Escribí el libro "LOSERS - Historias de famosos perdedores del rock", lanzado por Ediciones B (Penguin Random House - 2018).
Contacto: mpoter@gmail.com