martes, 28 de mayo de 2013

Crítica de "Didn't It Rain", de Hugh Laurie - FM ESPN





El CoolRock de FM ESPN 107.9 de hoy se pone blusero, porque se lo dedicamos al nuevo disco de Hugh Laurie, segunda incursión del ex actor de Dr. House en la música.

jueves, 23 de mayo de 2013

Cine: Las franquicias más largas de Hollywood - FM ESPN




Se estrenó el sexto film de Rápidos y Furiosos y esto nos llevó a preguntarnos: ¿cuáles son las películas con mayor número de entregas? En Negro Positivo, por FM ESPN, armamos un top 5 con las franquicias más extensas de Hollywood.

martes, 21 de mayo de 2013

viernes, 17 de mayo de 2013

Pet Shop Boys en el Luna Park: Disco Inferno

El dúo británico integró audiencia, baile y multimedia en una fiesta fundamental.


“No sé si fue el paraíso o el infierno, pero fue maravilloso”, dijo alguna vez Lillian, la madre del presidente estadounidense Jimmy Carter, tras visitar Studio 54. La frase, hoy célebre, no solo definió el exceso, la extravagancia y diversión del histórico boliche, sino toda una época. Aunque bien podría describir lo entregado ayer por Pet Shop Boys: una desprejuiciada fiesta de rayos láser, bolas de espejos, bailarines con calaveras y cuernos, papel picado, proyecciones y cientos de cuerpos sudorosos en trance por los encantos de dos cincuentones con conos en la cabeza y trajes platinados.

Ya lo había advertido hace siglos San Francisco de Sales: “El baile es la procesión del diablo y aquel que entra en un baile, entra en su posesión”. ¿Pero quién va a andar escuchando a los santos cuando se está cantando “It’s a Sin?”. Ya cuando Neil Tennant y Chris Lowe aparecieron enmascarados de Belcebú electrónicos en “I Wouldn’t Normally Do This Kind of Thing”, quedamos endemoniados por estos íconos del tecno-pop y sus canciones que quiebran posturas, abren los poros y llegan al corazón.

En ese sentido, la cita sobre Studio 54 es, más que una anécdota pícara de doña Carter, un testimonio de lo que la cultura disco (y ese lugar como escenario clave) representó: la reunión y amalgama de razas, sexos y clases en la pista de baile. No importaba si eras Bianca Jagger, Andy Warhol o un John Doe más de la noche; ricos y pobres, elegidos y plebeyos, todos eran parte de una misma comunidad. Y anoche en el Luna Park, más allá de toda la parafernalia multimedia, lo que se vio fue a los últimos representantes de aquel ideal integracionista de la música disco. Los dueños de un pluralismo artístico que logra congregar al gerente de Mercedes Benz con el mecánico de Warnes, a la loca de Amerika con el rugbier de San Isidro, y que todos juntos coreen el “Together!” de “Go West” para celebrar el triunfo del puto comunismo.

En el diccionario Tennant - Lowe, no existe apartheid temporal, musical o estético. Hasta borraron fronteras cuando el vocalista saludó a “Santiago” y, de inmediato, enumeró “Buenos Aires, Sudamérica” en la apertura del show, en lo que no se sabe si fue un pifie elegantemente disimulado o un verdadero mensaje por la integración regional.

Lo cierto es que el pasado disco (“One More Chance” y “I Get Excited”, primeros trabajos con el productor Bobby Orlando, padre del Hi-NRG) se mezcló con el futuro dance (los estrenos de “Axis” y “Vocal”, que abrieron y cerraron el concierto). Clásicos como “Opportunities”, “Suburbia” o “Rent” se fundieron con los modernos “Face Like That” e “Invisible” (del reciente Elysium) bajo la gira presentación de un álbum aún inédito (Electric, que saldrá en julio). Hasta pegaron el flamante cover de “The Last to Die” con “Somewhere” y juntaron, de una, a Bruce Springsteen con Broadway. Y la puesta en escena fue un motherboard gigante que conectó un juego de disfraces, luces, danza y actuación en vestuario y cotillón naranja Very flúo. Ni siquiera hay una sola definición para este espectáculo: Pet Shop Boys es, al mismo tiempo, Performance, “Discoteca” y Pandemonium.

Hacia el final, cuando ya se notaba sed de hits en el público, “Domino Dancing” se apoderó de los pies y “Always on my Mind” de la cabeza. En “West End Girls” cada uno estaba metido en un baile en el que entramos todos: altos y petisos; gordos y flacos; kirchneristas y macristas; gays and straights; marginales y celebrities. Por casi dos horas, todos fuimos circuitos integrados por la electricidad que produce esta banda pecaminosa, celestial, maravillosa.

Por Maximiliano Poter

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jueves, 16 de mayo de 2013

Cine: crítica de "El gran Gatsby" - FM ESPN




En "Negro Positivo", por FM ESPN 107.9, elogiamos y recomendamos la adaptación a la pantalla de Baz Luhrmann de la famosa novela de F. Scott Fitzgerald.


miércoles, 15 de mayo de 2013

Entrevista a Steven Wilson: “No existe música completamente moderna”

El líder de Porcupine Tree regresa por segunda vez a Buenos Aires para presentar su nuevo álbum solista. Pasiones, fantasmas y accidentes del último genio progresivo.



Empecemos por metal, psicodelia, art rock, electrónica, krautrock, jazz fusion, post-punk y ambient. Luego, pasemos por una variedad de instrumentos que van del piano y la guitarra, al arpa, el sampler y el banjo. Ahora, terminemos con bandas como Porcupine Tree, No-Man, Storm Corrosion, IEM, Bass Communion, Continuum y Blackfield. Lo que aparece, como esos dibujos que se arman siguiendo puntitos numerados con el lápiz, es una silueta finita, con anteojitos y pelo largo, casi una versión oscura del famoso doodle de John Lennon. Es otro inglés: se llama Steven Wilson, tiene 45 años y es el último genio progresivo del rock (y no del rock progresivo, etiqueta que él desconoce).
Inquieto, prolífico y polifacético, ha incursionado, mezclado y borrado los límites de todos esos géneros desde todos esos proyectos musicales, tanto arriba del escenario como en su rol de productor e ingeniero para otros artistas (ah, también hace eso). Pero, posiblemente, sea más conocido como líder de Porcupine Tree, el celebrado cuarteto capaz de reunir lo narcótico de Pink Floyd, la riqueza de King Crimson y la potencia del Rush más perverso con temáticas “conceptuales” críticas de los medios masivos y el consumismo.
Desde hace tres años, las colaboraciones están en espera y Wilson está enfocado en su carrera solista, que ya lleva tres discos. El primero fue el experimental Insurgentes, de 2008, al que le siguió Grace for Drowning en 2011, un profundo viaje musical que lo trajo por primera vez a nuestro país el año pasado con un show que mezcló virtuosismo y una puesta en escena cinematográfica.
Ahora regresa a Buenos Aires, el próximo sábado 18 en el Teatro Vorterix, para presentar The Raven That Refused to Sing (And Other Stories), un trabajo más “de banda”, con un sonido setentoso, complejo, directo (aporte de Alan Parsons, ingeniero de sonido del álbum) y letras inspiradas en relatos clásicos de fantasmas. De todo eso y mucho más, habló con nosotros desde Chicago, horas antes de un concierto.

¿Qué significa hacer rock progresivo en 2013? Suele ser un género que muchos aún asocian con los 70 o simplemente con cualquier canción que dure 18 minutos y suene compleja…
En primer lugar, no sé realmente qué significa “rock progresivo” porque no es un término que utilice para mí mismo. Para mí, es un rock más ambicioso, tiene que ver con ir más allá de los límites, con una especie de viaje musical a través de un disco de 45 minutos o un concierto de dos horas. Pero no veo la necesidad de categorizarlo.
Por otra parte, ¿qué forma de música hoy no refiere al pasado? Si reflexionamos en las más recientes evoluciones en la música, probablemente pienses en la electrónica o el hip hop ¡y eso fue hace ya veinte años! No existe música completamente contemporánea y moderna. Toda la música, por definición, es nostálgica y tiene cierto enfoque retrospectivo.

Tu nuevo álbum suena setentoso…
En términos de producción, de sonoridad, creo que los setentas fue la edad de oro de las grabaciones en estudio. Me encanta el sonido de la música de esa época. No me gustan las técnicas modernas de producción, prefiero lo orgánico, cómo suenan las guitarras acústicas, las voces, los teclados. Las cosas de ese período tienen ese sonido sin tiempo.

Son varios los músicos que están volviendo a las viejas técnicas de grabación, a un sonido en vivo, analógico. Incluso los lanzamientos en vinilo están en auge. ¿Es nostalgia, es moda o es realmente una garantía de tener una mejor calidad? 
Es un poco de todo. El vinilo es un gran medio para experimentar la música. Para mí, la buena música es arte, entonces tenés que presentarla como tal y el vinilo es una manera hermosa de hacerlo, con el trabajo de portadas, los sobres, inserts y todo lo que le podés poner.
Por otra parte, con un vinilo hay una relación más profunda, una suerte de ritual: sacás el disco, lo mirás, te lo ponés a escuchar, leés las letras, apreciás la tapa. Y esa es una experiencia que te perdés con el download y hasta con el CD. Además, al no tener las altas frecuencias del compacto, los vinilos suenan más cálidos, ricos.  Me gusta eso, soy un gran fanático de ese sonido.

¿Cómo surgió la idea de hacer canciones inspiradas en cuentos de fantasmas?
Mientras componía el álbum estaba leyendo muchas historias de espíritus y cuentos sobrenaturales de autores británicos como M. R. James, Algernon Blackwood y toda la escuela de principios del siglo XX. Me gustaron y me encontré escribiendo algunas cosas que, incluso instrumentalmente, parecían que estaban tratando de contar algo, como que tenían una especie de narración. Y las dos ideas se juntaron: usar esa música y tomar los cuentos de fantasmas como inspiración para escribir las letras.

¿Toda idea que se te ocurre termina siendo una canción o elegís y descartás mucho de lo que haces?
Como cualquier otro músico, el ochenta o noventa por ciento de lo que se me ocurre no es bueno y lo tiro. Trabajo mucho, aprecio muchas clases de música y también me gusta colaborar con otros músicos. En parte, la razón por la que soy tan prolífico es porque trabajo con bandas, proyectos y artistas de distintos países, con diferentes backgrounds y direcciones musicales, y de ahí sale algo único. Aunque, en los últimos años, se me hizo necesario parar con algunos proyectos y trabajar con un grupo de músicos con los que quería colaborar.

Dijiste que, por el momento, no tenés planes de retomar Porcupine Tree. ¿Sentiste que este proyecto estaba tomando demasiada dimensión en tu vida y en tu faceta artística?
Mmm… No sé. Creo que la situación tuvo más que ver con que yo no tenía nada más para decir con esa banda en particular.  Porcupine Tree surgió como un proyecto en solitario a principios de los 90 que se convirtió en una banda muy exitosa, con diez discos en más de 15 años. Y fue muy divertido. Si sintiera que aún puedo seguir evolucionando como músico y ser creativo con esa banda, entonces, todavía seguiría con ella. Pero, sinceramente, no lo sentí así y, para poder crecer, tuve que ponerla en espera y lanzar mi proyecto solista.

¿Qué hay de tu trabajo remezclando la discografía de King Crimson y otras bandas legendarias?
Estoy haciendo la mezcla surround de varios catálogos. Es muy educativo, porque aprendo muchísimo, pero al mismo tiempo espero estar dándole algo a cambio a esa música, acercándola a una nueva generación, por así decirlo.
Mi formación está relacionada con la manera en que se hacían los discos en los años ochenta y noventa, y realmente no me gusta mucho ese sonido. Entonces, para mí es muy interesante entender cómo los hacían en los sesenta y setentas, comprender las técnicas y aplicarlas a mi propia música.

Se te asocia al sonido de bandas clásicas, pero ¿tenés algún placer culposo, un artista que te de vergüencita escuchar?
No tengo nada de eso y nunca entendí ese esnobismo musical. Por muchos años, Abba fue una de mis bandas favoritas y cuando lo decía mucha gente pensaba que estaba jodiendo o siendo irónico. Para nada. Los tiempos cambiaron y ahora ese grupo está siendo aceptado por muchos rockeros. Me gusta el pop, la electrónica, lo experimental, el country y no hay nada que pueda avergonzarme. Todo lo contrario: si me gusta algo, lo digo con orgullo.

Solías escribir reseñas de discos para algunas revistas, entre ellas Rolling Stone México. ¿Cómo fue esa experiencia con la crítica?
Lo hice durante un tiempo, ya no, y me divertí. Me parecía interesante escribir sobre música desde la perspectiva de otro músico. Soy muy pasional cuando se habla de música, así que, en cierto modo, me pareció lógico empezar a escribir sobre ella. Pero, al final, decidí que era mejor dejarlo de lado, porque escribir bien sobre música lleva mucho tiempo, es muy demandante y difícil.

El año pasado tocaste por primera vez en Argentina. ¿Qué ideas tenías sobre el país y qué impresión te llevaste?
La pasábamos de maravilla. Algunos amigos me dijeron que podíamos esperar una recepción fantástica, que los fans eran estupendos, que había mucha pasión. Y fue exactamente eso lo que encontramos. Está buenísimo estar de vuelta y disfrutar de un público tan ardiente. Estoy seguro de que esto ya lo escucharon muchísimas veces, pero es verdad.  

Hablando de shows: solés tocar en patas. ¿Qué fue lo peor que te pasó por tener esta costumbre?
Uh, esa es fácil y no me la olvido más. Una vez salí y pisé una jeringa. La aguja se clavó y me causó una infección por la que tuvieron que internarme en un hospital. Fue horrible. Eso pasó hace muchos años, ahora mi equipo limpia bien el escenario. Pero, en los viejos tiempos, cuando tocaba en tugurios chiquitos y sucios, no te imaginás las cosas que pisé: vidrios, clavos, escupitajos… ¡de todo!

Por Maximiliano Poter

Steven Wilson – “The Raven That Refused To Sing”




viernes, 10 de mayo de 2013

Entrevista - OMD: "Nos rehusamos a ser un acto de nostalgia"

Los pioneros del synthpop retornan con un disco crítico del presente. El vocalista Andy McCluskey habla del futuro perdido de los 80, la separación, las decepciones de la industria y la retromanía actual.


A finales de los setenta, Orchestral Manoeuvres in the Dark (OMD) era el futuro: parte de la primera generación de artistas criados por Kraftwerk que asaltaron la escena musical a pura electrónica. Junto a Gary Numan y The Human League, el cuartero (en los papeles) encabezado por el dúo (de facto) Andy McCluskey - Paul Humphreys dio forma al synthpop: aquel género que daría fin a la “decadente” era del rock con frialdad tecnológica y dulces melodías para ir silbando sobre la Autobahn de un mundo feliz.
Tuvieron su década de hits (“Enola Gay”, “Souvenir”), experimentación (Dazzle Ships, de 1983) y cursis éxitos radio friendly (“Locomotion”, “Secret”) hasta que, en 1989, se separaron. McCluskey continuó con el nombre OMD y (vaya paradoja) sacó en 1991 uno de los discos más vendidos: Sugar Tax, gracias al suceso de “Pandora`s Box”. Pero los cambios en la escena musical, con el britpop de un lado del atlántico y el grunge del otro, terminaron enterrando el resto de los álbumes, primero, luego el nombre y, por último, todo el pop electrónico.
Llegó el siglo XXI y, con él, la restauración. OMD comenzó a ser considerado “pionero” e “influencia” por las nuevas viejas bandas del viejo nuevo milenio. El cuartero original se reunió, lanzaron gira y disco (History of Modern, de 2010) y el mundo volvió a escucharlos cuando la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos de Londres 2012 hizo sonar “Enola Gay” como símbolo de una época y les dio la antorcha de la reivindicación.
Ahora acaban de lanzar English Electric (recién editado en Argentina): un trabajo con un concepto crítico del presente en retrospectiva hacia aquella tecnoutopía de la que fueron parte, y con un reclamo que suena a lamento desde sus letras: “el futuro no debía ser así”.
Horas antes de dar un concierto en Birmingham, Andy McCluskey habla del sueño perdido de los 80, la separación, las decepciones de la industria musical y este regreso retropropulsado.

El nuevo álbum hace una lectura crítica del presente desde cierta nostalgia por un futuro que nunca ocurrió…
Hay algo de eso en el álbum. Cuando hacés un disco tras 35 años en una banda que iniciaste como una visión del futuro, es entendible que te preguntes cómo resultó ser ese futuro. No es totalmente negativa esa mirada. Pero Paul y yo somos parte de una generación que creció con esa esperanza utópica de posguerra de que el mundo sería un lugar maravilloso y de que la ciencia, la medicina y la tecnología iban a resolver todos nuestros problemas. Eso no pasó. Pero el punto es que, en realidad, no estamos decepcionados con la tecnología, sino con la manera en que mucha gente la usa…

¿En qué sentido?
Quizás lo que mejor lo define es el tema “Our System”, porque no es crítico de la tecnología en sí misma. Lo que hace es contrastar esa tecnología perfecta que inventamos, que enviamos más allá de nuestro sistema solar, con nuestro sistema social en el planeta, que parece tener tantos problemas y deficiencias.

También criticás la actualidad de la escena y del negocio musical...
Pienso de la misma manera que siempre. Hay muy buena música, cosas pop geniales y el resto es esa gente de los realities, programas de popstar y boy bands que quieren vender discos a chicas enceguecidas por la imagen de un grupo. Algunas cosas no han cambiado. Ahora no se hace mucho dinero, solo muy pocos logran vivir de esto. Las discográficas son muy cautelosas con respecto a en qué gastan, así que no hay posibilidades de que la gente asuma riesgos. Y lo que tenemos es música muy conservadora. OMD nunca podría firmar con una gran compañía si ahora nos percibieran como nos veían en aquel entonces. Nadie se arriesgaría.

Es interesante lo que decís teniendo en cuenta que, post-OMD, fuiste el creador de dos girl bands. Atomic Kitten fue una sensación y con Genie Queen te fue mal…
Con Atomic Kitten, no tenía idea de lo que estaba haciendo, pero hicimos muy buena música pop. Desafortunadamente, después del primer disco, el manager de la disquera rompió mi contrato y se deshizo de mí, así que no tuve control de ese triste pastiche de sí mismas en el que se convirtieron después. El sello las transformó en otro grupo pop manufacturado y repitieron una fórmula hasta que la gente se cansó y, con tres discos, su carrera terminó. No tuve control sobre eso.
El problema con Genie Queen fue que cambió el ambiente; los sellos grandes no querían hacer más música pop de chicas y deseaban el control de la banda. Estábamos tratando de darles un grupo armado y eso no encajaba con los egos de los tipos que ponían la plata. Pero bueno, todo fue una lección interesante.

En su momento, OMD era parte de la vanguardia, "lo que venía". ¿Qué es la vanguardia en la música hoy?
Esa es la pregunta del millón. Tengo casi 54, así que quizás estás hablando con la persona equivocada. Paul y yo fuimos parte de una revolución cultural hace tres décadas, así que ahora deberías preguntarle a alguien de 17, je, je.
Creo que la música popular ya agotó la tecnología, no hay nada nuevo, técnicamente, que la vaya a cambiar en lo inmediato. Decime vos: ¿El futuro es Mumford & Sons? ¿Adele? ¿El rock indie? A la mayoría de la gente ya no le importa avanzar, ni la idea de que hay una línea de progresión temporal. Visten la ropa de cualquier era, escuchan cualquier música. Vivimos en esta especie de sociedad posmoderna en la que todo es autorreferencial.

¿Ese espíritu retro que caracteriza a esta última década contribuyó a la reformación de OMD?
Bueno, la cuestión se resume a si somos retro o no. Me parece que lo más importante es que bandas jóvenes nos consideran una influencia. La verdad es que, si tenés un catálogo de canciones de calidad, dentro de un estilo particular, que podés tocar y todavía suena fresco, con energía, entonces tenés credibilidad y podés seguir adelante. Esa es la situación de OMD ahora.

¿Qué los separó en su momento y qué los volvió a unir?
Estábamos cansados, no teníamos tiempo para escribir y nos convertimos en una de esas bandas que nunca deseamos ser. Hacíamos canciones porque teníamos que sacar discos, porque era nuestro trabajo y no porque fuera nuestro arte. Y sucumbimos a la presión, porque firmamos un contrato tan malo que no teníamos dinero. Vendimos millones de discos y no veíamos un mango. No es que lo gastamos en aviones y yates: lo que entraba se iba en grabar, hacer giras y filmar videos carísimos para tratar de entrar al mercado norteamericano. Parece increíble, pero en diez años nuestra plata se fue en eso. No fue que nos dejamos de llevar bien: simplemente, estábamos exhaustos. Entonces, paramos. Las cosas cambiaron, la escena musical cambió, la gente empezó a hablar de nuevo de nosotros, pero positivamente, de la calidad de nuestra música. En 2007, tanteamos el terreno con una serie de conciertos y fueron tan bien recibidos que comenzamos a pensar en ser OMD otra vez. Es una respuesta larga, lo sé. Pero es complicado de explicar, ja, ja.

Hay dos bandas que aparecen seguido en tus entrevistas: Kraftwerk y Oasis. ¿Por qué valorás tanto la primera y despreciás tanto a la segunda?
Kraftwerk cambió nuestra vida. Nos inspiraron a cuestionar, a tratar de evitar lo que considerábamos clichés del rock and roll. Entonces, en los 90, cuando la música basada en guitarras se puso de moda de nuevo, era entendible nuestra decepción al ver a los clichés de vuelta en los charts. No digo que Noel Gallagher no escriba buenas canciones: es un buen compositor, hace melodías, frases pegadizas. Pero desearía que hubiera elegido una forma más interesante, con una paleta de sonidos más variada que la misma guitarra, bajo y batería todo el tiempo. Por eso nosotros usamos sintetizadores, computadoras, “música concreta”, porque Kraftwerk abrió una puerta a eso. Y pensamos que es mucho más interesante que andar las repitiendo fórmulas de otros.

¿Cómo te sienta ser un artista electro-pop a los 53? Pregunto porque la longevidad parece llevarse mejor con el rock que con el pop. La mayoría ve a los Stones o Aerosmith y dice “¡Oh, qué vitales!”...
Soy 16 años más joven que Jagger, tengo no sé cuántos menos que Steven Tyler y hago más sobre el escenario que ellos dos juntos (y eso que estoy por cumplir 54 el mes próximo). Je, je. No sé: me parece que hay mucha vitalidad en el pop. Es una lástima que nunca hayamos tocado en la Argentina, porque en vivo vas a ver un montón de energía.

¿Hay chances de que vengan pronto?
Lo estamos conversando con nuestro management, porque hicimos un par de conciertos hace poco en México y no teníamos idea de que éramos conocidos en Latinoamérica. Nunca nadie nos pidió que fuéramos para allá. Así que decidimos ir por nuestra cuenta y averiguarlo. En algún momento, hacia fin de este año o principios del próximo, esperamos poder pasar por Argentina, Brasil, Chile y Perú. Sabemos que hay mucha gente que nos quiere ver y solo necesitamos alguien que nos llame y garantice los conciertos. Nos encantaría. Tenemos dos buenos nuevos discos para mostrar y nos rehusamos a ser solo un acto de nostalgia. Pero, bueno, ¡también vamos a tocar los viejos hits!

Por Maximiliano Poter

OMD – “Sister Marie Says”

jueves, 9 de mayo de 2013

martes, 7 de mayo de 2013

Crítica de "English Electric", de OMD - FM ESPN 107.9



El CoolRock de esta semana se lo dedicamos al nuevo trabajo de los pioneros del synth-pop Orchestral Manoeuvres in the Dark, recién editado en nuestro país.

jueves, 2 de mayo de 2013

Cine: críticas de "La Huésped" y "En Trance", en FM ESPN

 

En Regenerativo, por FM ESPN 107.9, no tomamos el trabajo de no recomendar la nuevas películas de Andrew Niccol (Gattaca) y Danny Boyle (Trainspotting). FE DE ERRATAS: se menciona a James McAvoy y Rosario Dawson como actores ingleses, cuando nacieron en Escocia y Estados Unidos, respectivamente.