Antes de su show en Buenos Aires, Steve Rothery
habla sobre pasado, presente y futuro de la banda más incomprendida del rock.

Si hay una banda que arrastra pesos de más es Marillion. Mencionarlos (en especial dentro
del siempre taaan desprejuiciado circuito del periodismo de rock) equivale a un
girar de ojitos hacia arriba y escuchar «Kayleigh» en un resoplido cargado de sorna que invoca no solo a un «one hit
wonder» de los años 80 (para peor, ¡década sacrílega!), sino a un grupo tildado
de ser un Genesis de segunda.
Es cierto que algunas extravagancias e infortunios de Fish y compañía alimentaron pésimas comparaciones y no ayudaron a
borrar esa imagen; pero, vamos: vaya reputación que cambiar.
Y así quedaron cementados en la memoria, tanto que incluso
amantes del llamado «rock progresivo» tardamos en descubrir la voz de Steve Hogarth, capaz de quebrarse en el
momento justo para partirte el corazón; en escuchar discos como Anoraknophobia, Marbles
o el bellísimo Sounds That Can't Be Made (que cualquier fan de Muse, Talk Talk y Pink Floyd deberían tener) y en (re)conocer
a una banda que innovó siempre, al punto que practicaba el online crowdfunding mucho antes de que Radiohead aprendiera el significado de esa palabra.
«Creo que, por el éxito de “Kayleigh”, hubo
durante un tiempo un preconcepto sobre lo que el grupo representaba. Tuvimos
situaciones bizarras con gente que hasta pensaba que éramos ¡una banda de metal
escocesa! También pasa porque intentamos explorar nuevas influencias y
direcciones en cada álbum, lo cual hace difícil categorizarnos», explica el
histórico guitarrista Steve Rothery
a Generación B.
Hoy, el grupo parece lejos de
preocuparse por estas cuestiones. Una fuerte y leal base de seguidores acompañan
y sustentan la rica producción de Marillion,
que en septiembre lanzará su nuevo y décimo octavo trabajo, F.E.A.R. (por F*** Everyone And Run). «Es un disco líricamente bastante
sombrío y algunos temas tratan sobre la codicia y la hipocresía que hay en el
mundo. Musicalmente, es más diverso, con tres canciones muy largas y dos
cortitas», adelanta Rothery. Pero antes los británicos pasarán una vez más por
Buenos Aires, donde se presentarán el próximo 3 de mayo en el Teatro Gran Rex.
Unos 15 años atrás, Hogarth dijo que
haber conservado el nombre Marillion cuando él se unió fue un error. ¿Lo ves
así?
Yo nunca
pensé eso. Había estado en la banda más que ningún otro integrante y era el
principal compositor en su momento, por lo que no vi razón para cambiar el
nombre. De todas formas, fue una apuesta, pero creo que tomamos la decisión
correcta.
¿Qué significa hacer «rock progresivo»
hoy?
Puede
representar diferentes cosas para distintas personas. Creo que significa tener
la libertad creativa de explorar ideas que no caben en el formato de canción
convencional. Por ejemplo, nuestro nuevo disco es muy cinematográfico en
algunas partes.
En el teaser sobre el nuevo álbum que filmaron al estilo de vieja película de Frankenstein se menciona
«la esencia de Marillion». ¿Cuál es esa esencia?
Hay algo
mágico que pasa cuando los cinco creamos juntos. Las ideas vienen de pequeños
comienzos y, con el tiempo, se convierten en esa clase de música que nos
define. En lo personal, pienso que componer es lo más cercano a la magia que
hay en este mundo.
Son referentes en autogestión,
distribución vía internet y crowdfunding.
¿Qué beneficios y qué problemas les ha traído trabajar así en comparación con
tener un contrato convencional con un gran sello discográfico?
No hay un
lado negativo si tenés una base sólida de fans y una trayectoria probada.
Estamos en
la mejor situación financiera de nuestra historia, incluso que cuando teníamos
discos de oro y platino. La industria musical tradicional se está muriendo y
solo caben tres sellos grandes que, incluso, están peleando por encontrar una
manera de ser rentables. No hay mejor momento para que un artista tome este
camino. Y las redes sociales son clave para promocionar tu música.
Siendo un grupo tan dedicado a cuidar
la calidad del sonido y sus producciones, ¿cómo graban pensado que sus
canciones van a ser escuchadas tanto por alguien arriba de un subte en un Mp3,
como por fanáticos obsesivos del audio en vinilo? ¿Se toman en cuenta esas
cuestiones al momento de trabajar en el estudio?
Uno crea música
para hacerla en la mejor calidad posible. En definitiva, todo se trata de la
fortaleza de las ideas: la gente siempre va a preferir escuchar algo grandioso
mal grabado que una mala idea en alta fidelidad, je.
Tenés una amplia relación con la
Argentina…
Amo Buenos
Aires. Tengo muchos amigos allá, incluida la gente con la que inicié mi sello, Ravenscar
Music, Mariano Miguens y Gabe
Treiyer.
Lanzamos mi disco solista, The Ghosts of
Pripyat, y se están por editar Anoraknophobia
y Marbles, de Marillion, a lo
largo de Sudamérica. Además, toco ocasionalmente con Bad Dreams [grupo argentino tributo a Genesis].
¿Cómo será el show? ¿Van a estrenar alguna de las nuevas canciones?
Decidimos no tocar nada del próximo material hasta
entrado este año, y elegimos un set
que mezcla temas clásicos. Va a ser muy especial. El público en Buenos Aires es
fantástico y estoy seguro de que va a ser uno de los puntos altos de nuestra
gira.