Björk - Vulnicura
A base de cuerdas y beats,
la islandesa teje una obra que sirve de hiperlink
a los mejores momentos de su discografía: la ternura boreal de Vespertine, el volcán vocal de Medúlla, el art-pop abstracto de Homogenic
y el sentimiento posthumano de Biophilia.
Todas las Björk sonando al unísono.
Muse – Drones
“¿Sos un dron humano? ¡Sí, señor!.. Tu culo ahora me
pertenece”, grita Matthew Bellamy en “Psycho”, título más que descriptivo del ánimo
psicopatoide de este Muse más pesado y perverso, obsesionado con la deshumanización,
las guerras vía joystick, el control
y la manipulación de masas. Como diría Philip K. Dick, “es extraño cómo la paranoia
y la realidad pueden coincidir de vez en cuando”, en este caso, en un disco
fenomenal.
Blur – The Magic Whip
Pasaron 16 años
desde que Damon Albarn, Graham Coxon, Alex James y Dave Rowntree hicieron
música juntos, y su octavo álbum, lejos de un tentador “regreso a las fuentes”,
es el sonido de cuatro tipos confortablemente confundidos en la tarea de
redescubrirse. Unas fechas canceladas en Japón y Oriente los llevaron a Hong
Kong para unas primeras sesiones, y la extrañeza de neón de la ciudad parece
haberle otorgado la atmósfera ideal al disco: íntimo, melancólico sin nostalgia
y exploratorio hacia el futuro. Como si fuera necesario irse muy lejos para
encontrarse, The Magic Whip
parece (salvando las distancias geográficas) la versión Perdidos en Tokio de Blur.
Bob Dylan - Shadows In The Night
La leyenda del folk desnuda de arreglos diez clásicos románticos
de los
años 40 y 50 popularizados por Frank Sinatra, como “I'm a Fool to Want
You” y “The
Night We Called It a Day”, y los adapta a un formato de banda mínima y
sin intención de tributos.
“No me veo
haciendo covers de estas canciones.
Lo que mi banda y yo estamos haciendo es descubriéndolas, sacándolas de la
tumba y llevándolas a la luz del día”, dijo el Sr. Zimmerman, y suena a
la pura verdad.
Faith No More - Sol Invictus
La voz de Mike Patton luce elástica como siempre, el groove y el músculo de Bill Gould y Mike
Bordin no perdieron tonicidad, y los muchachos de San Francisco derrochan vitalidad
con weird-metal de épica progresiva y guitarras tarantinescas. 18 años después
de Album of the Year, ¡’tas igual, Faith!
Jim
O'Rourke - Simple Songs
Este ex-Sonic
Youth, productor héroe del indie
(Stereolab, Wilco, Beth Orton, Joanna Newsom y más), compositor para películas
y abanderado del sonido “artesanal” antidigital tiene varios trabajos solistas,
pero este es su primer disco de “simples canciones”: un viaje a algún pub
imaginario de los 70 donde bien podrían juntarse David Bowie, Randy Newman y
Cat Stevens a hacer chamber-pop y jazzy-rock.
Leftfield - Alternative Light Source
A dos décadas de haber creado uno de los álbumes
fundamentales de la electrónica (Leftism)
y tras 16 años de silencio, Neil Barnes and Paul Daley volvieron para recuperar lo que es
suyo: un house oscuro y seductor, con la gravedad del dub y festividad narcótica
del dance. Tras el decepcionante retorno de Giorgio Moroder, el dúo de Londres
primerea en el género como el regreso del año.
Tobias
Jesso Jr. - Goon
Una de las
revelaciones del semestre la dieron las baladas a piano y alma desnuda de este
tímido canadiense con el sentido melódico del primer Paul McCartney y la hipersensibilidad
de Harry Nilsson. Certero ataque al corazón.
Kendrick
Lamar - To
Pimp a Butterfly
El “nuevo rey de
la costa Oeste”, como alguna vez su padrino Dr. Dre lo coronó, se consolida
como uno de los artistas más sólidos y originales de la música negra
contemporánea, en un álbum brillante y provocador de historias confesionales,
autoconscientes, cargadas de críticas sociales y políticas sobre un fluir
ecléctico e indescifrable de neo-soul y deep-jazz.
The Sonics – This is The Sonics
Si la reunión de
las riot grrrls Sleater-Kinney tras
12 años y su excelente No Cities to Love
paró las crestas, la reaparición luego de casi ¡cinco décadas! de estas glorias
detuvo los latidos. The Sonics fueron
los antepasados de Mudhoney, The Cramps, Nirvana, Eagles of Death Metal, The
White Stripes y gran parte de todas las bandas punk, garage y grunge antes de
que esos géneros existieran. Como todos los animales prehistóricos, eran
toscos, crudos, feroces y, 50 años más tarde, no han evolucionado. Un álbum
para escuchar cuando los dinosaurios dominaban la Tierra.
High on Fire
- Luminiferous
Hace 15 años que la banda de Oakland liderada por Matt Pike
(exviolero de los fundamentales Sleep) viene puliendo su sonido sludge-stoner
con un desquiciado imaginario de misticismo fumón (escuchen De Vermis Mysteriis, un álbum conceptual
sobre un Jesús viajero del tiempo). Pero su séptimo trabajo es una obra maestra
cargada de esoterismo y conspiraciones alienígenas que flotan en un averno de riffs espesos y crepitantes como la
lava. Si solo tenés presupuesto para un disco de metal en estos meses, esta es
tu elección.
Natalia Lafourcade - Hasta la raíz
¿Quieren aumentar las ventas de música? Creen una batea de
“Álbumes postrupturas” y vean cuánto dura la larga y hermosa discografía que
nos han dado los corazones rotos. Ahí, primerito entre las novedades, hay que
poner las agridulces canciones de esta mexicana que combina como ninguna el
indie pop universal con la tradición latinoamericana, donde un blues urbano se
puede cruzar con el huapango y la chacarera para dejar en claro que no hay musa
más generosa que el dolor.
Sufjan
Stevens - Carrie &
Lowell
Otro ejemplo de una crisis personal sublimada en fino arte.
En 2012, el músico de Detroit perdió a su madre (con trastorno bipolar y
esquizofrenia) y eso lo llevó a un viaje interior para repasar su infancia y
sus sentimientos. De ahí, surgieron angustiosos y frágiles temas acústicos,
lejos de los arreglos sinfónicos del celebradísimo Illinois (2010) y la electrónica de The Age of Adz (2010), que podrían revivir a Nick Drake. Ubíquese
en la batea “Música para la resiliencia”.
Noel Gallagher's High
Flying Birds - Chasing Yesterday
Un álbum para responderse cada vez que surja la pregunta por
la vuelta de Oasis: “¿Para qué?”.
Steven
Wilson - Hand. Cannot. Erase.
El último genio
del prog ya había mostrado su recurrente obsesión por la alienación y su mirada
crítica hacia los nuevos medios sociales en Fear
of a Blank Planet, al frente de Porcupine Tree. Pero, en su cuarto trabajo
solista, lleva sus temores más allá con un álbum conceptual inspirado en la
historia de Joyce
Vincent, una joven que fue
alejándose de todos sus vínculos y falleció en completa soledad en pleno
Londres, donde su cuerpo fue descubierto recién dos años más tarde. Wilson escribe
desde una perspectiva femenina sobre la vida “interconectada” de hoy, conjuga
el poder de King Crimson y Rush con el trip-hop y el Manic Street Preachers más
popero, suma a la ecuación a una ex-Pop
Idol (Ninet Tayeb) y pone a una mezzo
soprano como Katherine Jenkins a, sencillamente, hablar. Los que se quedan
aislados son los que dicen que el rock “progresivo” está muerto.
Leer en Rolling Stone >>
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