sábado, 29 de enero de 2011

Cine: estrenos destacados de la semana

Amor de madres
Rodrigo García es mucho más que el hijo del gran Gabriel García Márquez. Es un especialista en retratar la psiquis humana, en especial la femenina. Esto lo pudimos comprobar en sus obras anteriores como Con sólo mirarte (1999), Nueve vidas (2005) y la excelente serie In Treatment (En terapia), en la que fue productor y director de decenas de capítulos, y que justamente se desarrollaba en un consultorio psicológico.

Fiel al estilo de su filmografía, Amor de madres es un relato coral concentrado en tres mujeres que sirven para retratar diversos estadios y expresiones de la maternidad: Naomi Watts, como una joven ejecutiva de un estudio de abogados, liberal e independiente, que termina embarazada de forma inesperada tras un affaire con su muy mayor jefe; Kerry Washington, en el papel de una chica incapaz de tener hijos y ansiosa por obtener un bebé en adopción; y la cada vez más brillante Annette Benning, quien luego de su excelente interpretación en Mi familia, vuelve a descollar aquí en el rol de una médica en sus cincuenta años, solterona, que decide buscar a la hija que abandonó en su adolescencia.

Estos tres caminos se terminarán vinculando (como es de esperar) y nos ofrecerán un viaje por distintas problemáticas y subtramas: los conflictos de la adopción, los miedos de la maternidad primeriza, los desafíos de un embarazo no deseado, la angustia, la culpa y la ausencia. La cinta destila, por momentos, cierta moralina aleccionadora y peca, para mi gusto, de un final muy hollywoodense (¿acaso responsabilidad del productor del film, el siempre polite Alejandro González Iñárritu?). Pero eso no quita que Amor de madres sea una muy buena película, intensa, que ofrece algunas lecturas notables, actuaciones ejemplares y varias escenas emocionalmente demandantes (no solo para las mujeres).


El Oso Yogi, la película
Primero fueron Los Picapiedras, luego Scooby-Doo y ahora le toca el turno de sumarse a la pantalla grande a, quizás, el plantígrado más famoso del mundo, ideado por esa factoría de personajes animados que supo ser el estudio Hanna-Barbera, allá por la década del 50.

La adaptación al cine del Oso Yogi guarda mucha relación estética con la que se hizo de Scooby-Doo en 2002, donde personajes reales interactuaban con una versión digitalizada y algo caricaturizada de la criatura. Pero también lo hace en la tónica del film, que conserva el mismo estilo de humor infantil y los gags “chaplinescos” del dibujo animado. En esta ocasión, vamos a ver de vuelta a Yogi (con la voz de Dan Aykroyd) y a su fiel compañero Boo Boo (a cargo de Justin Timberlake) en sus clásicas andanzas de robar cestas de picnic a los visitantes del parque Jellystone. La dosis de actualidad corre por el toque ecologista del guión: el bosque está en peligro de desaparecer porque un malvado alcalde quiere recortar gastos públicos, por lo que Yogi, junto al guardaparques Smith y una joven documentalista, se lanza a la aventura de salvar su hábitat.

Uno podría pedir una adaptación más “jugada” y no tan insulsa, pero hay que recordar que tanto este dibujo, como todos los productos de Hanna-Barbera en general, eran livianos, familiares y políticamente correctos (quizás con alguna excepción por el lado de Don Gato y su pandilla). Así, El Oso Yogi, la película no tiene otra pretensión más que ser un producto digno y a la altura de un clásico: entretenimiento conservador (en todos los sentidos).


De amor y otras adicciones
Siempre se dice que el que mucho abarca poco aprieta, incluso en el cine. Pero este nuevo film de Edward Zwick (Leyendas de pasión, El último samurai, Diamante de sangre) cumple en su tarea de comprender una gran diversidad de temas sin soltarnos de la butaca.

La historia se centra en Jamie (Jake Gyllenhaal), empleado seductor y casanova de una casa de electrodomésticos que, tras ser despedido, consigue empleo como visitador médico del poderoso laboratorio Pfizer, y utilizará sus dotes de pillo y Don Juan para que los galenos comiencen a recetar un nuevo antidepresivo de la empresa. En esta tarea, conocerá a una paciente llamada Maggie (Anne Hathaway), chica artista, bohemia e independiente que sufre de Parkinson en su fase inicial.

El director se las ingenia muy bien para evitar caer en el melodrama y transformar un relato candidato al bodrio lacrimógeno en una película muy disfrutable, que reúne distintos tonos y temas, desde el drama de una enfermedad terminal hasta una cínica mirada sobre el modus operandi de la industria farmacéutica. Hay chistes buenos, chistes muy malos, sexo, Viagra, sorpresas, ternura, lugares comunes, escenas olvidables, ironía y sí: alguna que otra lágrima, pero todo en dosis controladas, terapéuticas. Lo necesario para salir del cine contento, estable y sin efectos secundarios.

miércoles, 26 de enero de 2011

Las mejores 25 canciones sobre el dinero

Me divertí mucho recordando y seleccionando las mejores 25 canciones sobre el dinero para la revista Apertura, y este es el resultado. ¿Cuál te parece que falta?









miércoles, 12 de enero de 2011

Cine: estrenos destacados de la semana

Imparable

La filmografía de Tony Scott es una vía rápida y explosiva. Top Gun (1986), Días de trueno (1990), Enemigo público (1998), Hombre en llamas (2004) y Déjà Vu (2006) son algunas de sus muchas estaciones que permiten comprobarlo.

En su último film, el director lleva a la superficie el vértigo ferroviario de Rescate en el metro 123, y ahora hay que detener un tren fuera de control cargado de sustancias tóxicas que va camino a provocar un desastre sin proporciones en una poblada ciudad de Estados Unidos.

Al rescate se suben Denzel Washington, héroe de acción fetiche de Scott, y Chris Pine (el nuevo capitán Kirk en Viaje a las estrellas, de J. J. Abrams), como dupla de maquinistas que desafiarán las reglas y la muerte para detener al peligroso convoy.

Scott entrega otra de sus películas marca registrada, donde ritmo, peligro y acción aceleran en cada escena, y nunca descarrila en su misión de brindar un efectivo entretenimiento.

Somewhere, en un rincón del corazón

Soledad y alienación son temas frecuentes en las obras de Sofia Coppola: desde su ópera prima Las vírgenes suicidas (1999) hasta este último trabajo, que recuerda mucho a su película más celebrada, Perdidos en Tokio (2003).

En esta oportunidad, la hija de Francis Ford posa su melancólica, puntillosa y cínica mirada sobre la intimidad de una estrella de cine llamada Johnny Marco, un bad boy de Hollywood encarnado por Stephen Dorff (Blade, Enemigos públicos), amante de los excesos y las mujeres fáciles, cuya vida sin rumbo se ve replanteada al tener que cuidar de su hija de 11 años (Elle Fanning, hermanita de la célebre Dakota).

Con un registro apesadumbrado, tenso, cargado de abundantes tiempos muertos, la directora nos ofrece espiar a una estrella en su cotidianidad cargada de vacíos: mujeres en lugar de amor; strip-teases en vez de sensualidad; popularidad sin compañía; u hoteles en reemplazo de un hogar. Y, en el medio de todo esto, una niña que viene a oficiar de norte, señal, razón y contenido en su vida.

Desde lo privado, Coppola construye un retrato de la vacuidad existencial hollywoodense, sin dejar de señalar la enajenación y el patetismo del mundo del espectáculo (basta ver la escena donde el protagonista viaja a Italia a recibir un premio y se ve inmerso en el bizarro show-bizz de la TV de Berlusconi, en un momento demasiado parecido al de Bill Murray haciendo la publicidad de whisky en Japón de Perdidos en Tokio).

El film no llega al punto de denunciar “la tristeza del niño rico”, pero ofrece un mensaje crítico muy impostado. Que una directora criada en la meca de la industria del entretenimiento mundial me recuerde que tiene más valor compartir un helado con mi hija que tener un Ferrari puede resultar tan superado como pedante. Demasiado indie-cool, inclusive para Sofía Coppola.

El retrato de Dorian Gray

Una nueva adaptación del clásico relato de Oscar Wilde, sobre este hedonista personaje que posee un retrato capaz de envejecer por él, pero con la maldición de no solo reflejar su natural paso del tiempo, sino también toda la perversión y los pecados de su vida.

Con una medida interpretación de Ben Barnes (Las crónicas de Narnia), Oliver Parker (Otelo) crea una película correcta, disfrutable, que destila esa sensualidad y terror gótico de la novela, pero que, a diferencia de esta, resulta demasiado conservadora, algo moralista y, por ende, poco memorable.

Volver al futuro

La nota de color cinematográfica de este verano es la reposición en las pantallas de este clásico protagonizado por Michael J. Fox, en conmemoración de los 25 años de su estreno.

La idea surgió por una acción personal de Sir Chandler, pseudónimo tras el que se esconde el creador del sitio CinesArgentinos.com.ar que, tras el éxito que tuvo el reestreno en Estados Unidos y México, decidió replicar la idea en nuestro país.

Aportando plata de su bolsillo, consiguió que la película de Robert Zemeckis se pueda volver a disfrutar en 28 salas nacionales solo por esta semana. “Si junto 5.000 espectadores no tengo que vender el auto”, dijo el autor de esta movida a los medios, así que ya saben: románticos y amantes del cine ochentoso, vayan a revivir una de las más simpáticas comedias sci-fi de la historia que, de paso, no dejan a nadie a pata.