martes, 4 de diciembre de 2012

Entrevista con Lisa Gerrard, de Dead Can Dance: "El amor al trabajo nos volvió a unir"

El legendario dúo llega a Buenos Aires con un nuevo disco y gira que los reúnen tras 16 años. Antes, la vocalista habla de la vida, Dios, la muerte y la resurrección.

El mundo no es suficiente para Dead Can Dance. La etiqueta "world music", entre las muchas que suele recibir su arte, no los comprende. Porque el dúo podrá tener su patria en Australia y su música recorrerá geografías, pero carece de fronteras y, sobre todo, de tiempo. Sus discos pueden resultar viajes chamánicos a Oriente Medio, donde en pleno desierto un mantra celestial nos invita a entrar a una catedral gótica para encontrarnos a un dios griego capaz de recitarnos un poema de Baudelaire. Y todo bajo la guía de una oscura festividad en danza.
Con una etnia sonora que atraviesa la atmósfera post-punk, los ritmos mediterráneos, turcos y africanos, la precisión marcial, el celta, el preciosismo clásico, la glosolalia, los mitos helénicos y la melancolía renacentista y medieval, Lisa Gerrard y Brendan Perry crearon su propio subgénero en el seno de un sello que supo ser un género en sí mismo durante los 80 y parte de los 90: el mítico 4AD, cuna de Cocteau Twins, This Mortal Coil, el primer Clan Of Xymox, Pixies y The Breeders, entre otras bandas "de culto".
Parieron siete álbumes en 17 años de trabajo, con varios de convivencia romántica en el medio, hasta que se separaron en 1998 tras la gira de Spiritchaser (1996), que los trajo a Buenos Aires para dar un concierto en el recordado Prix D'Ami.
Desde entonces, Perry alternó obras solistas muy personales, que combinaban folk, rock y ambient, con intereses como la astronomía, la arquería y el estudio de la percusión afrocubana. Mientras, Gerrard desarrolló una amplia carrera que brilló, en especial, con la composición de soundtracks, poniendo su inconfundible canto a filmes como El informante, Muhammad Ali y Gladiador (que le valió un premio Globo de Oro y una nominación al Oscar).
Pero el círculo de la vida, al que tantas veces se refirieron como banda, se volvió a cerrar y los reunió. Primero en 2005, para una gira que parecía de "despedida", y otra vez este año, pero ya con un nuevo disco. Anastasis ("resurrección", en griego) es su primera obra en más de una década y media y una de las más sólidas de su trayectoria. Y podremos escucharla en vivo en nuestro país, cuando se presenten este jueves 6 en el Teatro Vorterix. "Creo que el tiempo cura todo -revela Gerrard- Extrañábamos lo que habíamos escrito y el concepto de averiguar qué más podíamos crear juntos. Hay algo único en lo que hacemos y supongo que es el amor al trabajo lo que nos volvió a unir".
¿Es complejo colaborar con alguien tras 16 años? A veces, con la edad, se adoptan manías, costumbres y vicios que son difíciles de abandonar o negociar... 
Es la inexperiencia la que genera ese comportamiento. En realidad, pasa lo contrario. Porque, a medida que trabajás y crecés, aprendés a ser más humilde. Con el tiempo, ese tipo de cosas se vuelven mínimas, especialmente si tenés hijos, porque eso te exige ejercer un gran autocontrol. Hay un elemento de obediencia en juego. Cuando hacés cine, por ejemplo, tenés que ser tranquilo y obediente, saber escuchar con tus oídos y con tu alma lo que el director está buscando.
Parece natural ubicar o trasladar tu música a películas pero ¿trabajar para filmes fue tan fácil como parece? 
Es muy diferente a hacer canciones y álbumes, porque tratás de revelar una historia y de crear una atmósfera y un estado de ánimo que se ajuste a lo que el director quiere. Estás creando es un ambiente, por así decirlo, ya sea de drama, de acción o de entusiasmo.
¿Qué cosas te sorprendieron de la industria cinematográfica? 
El respeto que hay por los otros y por su trabajo. Cuando trabajé con Michael Mann [director de El informante, Muhammad Ali], me sorprendió lo mucho que todos querían ayudar, estaban del mismo lado y había buena voluntad. En la escena musical de Londres en la que crecí había mucha competencia, celos y mala disposición. No había un foco de energía real alrededor de la música: era muy oscuro. Conozco muchos artistas fantásticos que no siguieron adelante, que abandonaron por eso. Los Angeles es un lugar bárbaro para trabajar porque la gente realmente hizo un sacrificio para estar ahí. Esa es la clase de energía que ayuda al arte: el verte motivado por otros. Y tenés que hacer ciertos sacrificios para estar más conectado con lo que querés ser como artista.
Pese a ser una banda que recibió etiquetas como "world music" o "ambient", Dead Can Dance goza de respeto, influencia y seguidores entre la comunidad rock. ¿Por qué crees que pasa eso? 
Creo que tiene que ver con que Brendan y yo escribimos música desde los 17. Fueron muchos años de diversidad, exploración y, a veces, lo que creamos influyó a otra gente. Pero nosotros estamos, a la vez, influenciados no tanto por la corriente musical contemporánea, sino más por las geografías, en el sentido de que deseamos experimentar con ritmos, escalas y una sensibilidad que no es parte de la cultura única. Brendan hace algo de rock cuando no trabaja conmigo. Pero no es algo que yo disfrute, me aburro muy rápido. Yo quiero que la música me entusiasme y siento que tiene que tener algo de melismático e hipnótico, en lugar de estar siempre en un 4/4, que se torna mediocre y aburrido.
¿A qué refiere la "resurrección" del título Anastasis? 
Es la resurrección del espíritu humano. Nosotros tenemos una línea de inspiración: traer a la vida cosas que están durmiendo o que están muertas. Hay ciclos en la vida, hay resurrección; la gente que siente que está muerta en vida puede volver a vivir. Todo depende de sus ropajes, su ocupación, sus intereses. Todos tienen la capacidad para cambiar.
Es una metáfora de la condición humana y de cómo podemos aprender de las experiencias. La música despierta una sensibilidad en la gente que la inspira a escuchar, a mirar, a darse cuenta de que la vida es más que trabajar y hacer dinero. Que hay otras cosas, momentos que valen la pena celebrar o pasar en silencio, como lo hacía la gente antes. En España, hasta hace poco, un sábado a la noche veías gente que bailaba en la plaza hasta las dos de la mañana, y eso ya no existe. Es muy triste. Una de las cosas que estamos intentando hacer con esta gira es que la gente vuelva a la música, porque el componente orgánico, lo que une a las personas en una comunidad, está desapareciendo.
Al escucharte parecería lógico pensar que sos una persona religiosa... 
No soy religiosa, pero amo a Dios. Estoy llena del Espíritu Santo. Soy carismática; rezo en lengua. Amo a Jesucristo, pero la religión me da mucho miedo. Me aterra porque está basada en un sistema de creencias institucionalizado que no anima a la gente a tener una relación independiente con la creación y con el Creador, sino que la sujeta a reglas y más reglas. Para mí, eso no es espiritualidad. La espiritualidad es ejercer bondad, humildad. cosas que no se dan en lo más mínimo dentro de la religión, sino todo lo contrario: ira, agresión, juzgamientos... Así que me mantengo completamente lejos de la religión, pero amo a Dios y rezo todos los días.
¿Recordás algo de aquella visita a Buenos Aires en 1998? 
¡Sí, claro! Me acuerdo de que habíamos estado en otras ciudades de Sudamérica, como San Pablo y Río. Pero cuando llegamos a Buenos Aires fue como si hubiéramos retrocedido en el tiempo, en el sentido de que todo era tan elegante y lindo. Tenía algo diferente a otros lugares, como el encanto de la vieja Europa. Y la gente me pareció muy interesante, dulce y muy chic.
Las influencias y sonidos de Sudamérica no están muy presentes en música del grupo. ¿Están aprovechando esta gira para conocer más de nuestra cultura y, quizás, volcarla en algún próximo trabajo? 
Hay algo realmente asombroso cuando estás efectivamente en un lugar. Cuando Brendan y yo vivíamos en Londres, tendíamos puentes hacia diferentes áreas a través de lo abstracto, pero estar físicamente en un lugar y crear algo allí es algo que tendríamos que hacer. Y si fuéramos a hacer algo vinculado con Sudamérica, sería interesante estar presentes en la región.
¿Eso quiere decir que habrá más música de Dead Can Dance pronto o tendremos que esperar otros 16 años? 
Definitivamente, el próximo disco va a ser dentro de 17 años, ¡ja, ja! ¡No tengo ni idea! Veamos qué pasa. En realidad, depende de la naturaleza; no es algo que puedas planear. No lo hicimos antes y cuando pasó, pasó y fue un éxito.

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