Por el estreno de su
nuevo film, Puente de espías, nos
metimos en el problema de elegir únicamente diez títulos del gran cuentista de
Hollywood.
Tiburón (1975)
La caza del gran (¡GIGANTE!) tiburón blanco fue un infierno
en el agua para Spielberg. Más de un directivo de Universal pidió su cabeza
cuando el presupuesto se duplicó producto de innumerables retrasos en la
filmación, problemas de locación, un guión que se escribió sobre la marcha y diversas
ironías técnicas (como que uno de los tres tiburones de utilería terminará hundido).
Encima, los protagonistas Robert Shaw y Richard Dreyfuss se odiaban, y hasta
algunas escenas se crearon inspiradas en la mala relación que tenían tras las
cámaras. Pero no hay mal que por bien no venga: Jaws se convirtió, hasta la llegada de Star Wars poco después, en el film más taquillero de la historia
(cuarenta años después, lleva recaudados más de 470 millones de dólares) y fue la
película que definió el concepto moderno de blockbuster.
Encuentros cercanos del tercer tipo (1977)
Su primer encuentro con la ciencia ficción fue, también, el
regreso a un primer amor, ya que el film guarda muchos paralelismos con Firelight, una cinta que hizo cuando
apenas tenía 17 años. Originalmente, iba a tratar sobre una conspiración
ovni gubernamental, pero luego viró a la
historia de un hombre obsesionado con visitas espaciales (y, bueno, también con
el puré de papas).
Los cazadores del arca perdida (1981)
Casi se llamó Indiana Smith e iba a estar interpretado por
Tom Selleck. Pero, por esas cosas del destino (y del estudio CBS, que no quería
perder a la estrella de su serie Magnum
P.I.), Harrison Ford se calzó el sombrero y se convirtió en el arqueólogo
más aventurero del mundo. Debe ser, también, uno de los filmes con más escenas
históricas por minuto. ¿Se acuerdan del reemplazo del golden idol por un saco de arena? ¿Del escape de la piedra gigante
rodante? ¿Del “pozo de las almas” con centenares de serpientes? ¿Esa del avión
en el desierto? ¿O la lluvia de tarántulas? ¿Y la fantasmagórica apertura del
arca y esas caras derretidas? ¿Y cómo olvidarse del mono nazi? Toda tu infancia
está acá.
E.T., el extraterrestre (1982)
Iba a ser una película de terror sobre una familia de granjeros
acechados por un temible alien (incluso
el famoso dedo luminoso estaba pensado como un arma). Pero el director,
abrumado por los nazis y las explosiones de Los
cazadores…, sintió que debía regresar a la tranquilidad y espiritualidad
cósmica de Encuentros cercanos… Y así
transformó esa historia en una gran fábula sci-fi
para toda la familia. Una vez más, tuvo razón.
El color púrpura (1985)
Fue su primer drama histórico y un gran riesgo artístico, ya
que confió el protagonismo en dos desconocidas (Whoopi Goldberg y Oprah Winfrey,
todavía una conductora de TV en Chicago) para retratar los abusos, la pobreza y
el racismo que enfrentaban las mujeres negras en los Estados Unidos a comienzos
del siglo xx. Las dos entregaron actuaciones
que valieron nominaciones al Oscar, el film fue un suceso y Spielberg, sin dejar
la aventura y fantasía, abrió su paleta hacia otro cine.
Jurassic Park (1993)
Hace poco más de 20 años, nadie sabía lo que era un
velociraptor y el último T-Rex vivo era Barney, hasta que vino Spielberg e hizo
que los dinosaurios volvieran a dominar el mundo.
La lista de Schindler (1993)
Apenas seis meses después de reventar las boleterías con pochoclos
prehistóricos, hizo su “salto de madurez” hacia temas crudos y comprometidos
con su demoledora mirada sobre el holocausto. Oscar, consagración para los
cultores del “cine serio” y un film no apto para ir a apretar (pregúntenle a
Seinfeld, si no).
Minority Report: Sentencia previa (2002)
Spielberg tomó el cuento original de Philip K. Dick y creó un thriller policial à la Blade Runner con
fascinantes componentes estéticos de anticipación, muchos de los cuales hoy son
casi realidad (como publicidades personalizadas o computadoras que se operan mediante
gestos). Pero debajo de tanto gadget,
no pierde el hilo del dilema favorito del autor: la existencia del libre
albedrío en una realidad que parece predeterminada. Este año, se convirtió en
una serie de FOX.
Caballo de guerra (2011)
Así como lo hizo en Rescatando
al soldado Ryan, Spielberg cuenta la épica de un soldado. Solo que ese
soldado es un caballo y sirve para exponer todas las virtudes y miserias del
ser humano: desde la crueldad y la avaricia hasta la compasión, la nobleza y la
valentía. El director apela a los clásicos recursos de la época de oro de Hollywood: diálogos
grandilocuentes, batallas dramáticas, coros de violines, besos apasionados y
siluetas recortadas en atardeceres de furioso naranja. Todo lo que hoy podría
considerarse como una estética antigua, trillada y hasta grasa, Spielberg lo reivindica
en una obra conmovedora.
Lincoln (2012)
Lejos de una biopic
tradicional, el director retrata al célebre presidente de los Estados Unidos en
los últimos meses de su vida mostrando las pujas, los acuerdos y las traiciones
detrás de la aprobación de la enmienda constitucional que abolía la esclavitud.
Quizás sea su film más teatral y, más allá de su visión pedagógica y patriarcal
de la política norteamericana, es un pedazo ineludible de su historia.
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