viernes, 2 de octubre de 2015

Vuelve Psi, en la cabeza de la metrópolis

La serie brasilera de HBO regresa con una segunda temporada más fuerte: violencia de género, sadomasoquismo, acoso infantil y exorcismo en la gran urbe de San Pablo.



Con In Treatment, Lie to Me, Criminal Minds y hasta Hannibal, los retorcidos vericuetos de la mente han copado la televisión. Pero pocas series han abordado las problemáticas psicológicas de la vida urbana moderna como Psi, la producción original de HBO Latin America que este domingo a las 22 estrenará su segunda temporada.

Situada en San Pablo, Brasil, Psi presenta la historia de Carlo Antonini, médico psiquiatra, doctor en psicología clínica y psicólogo que se involucra de forma muy personal en complejos casos de transexualidad, pedofilia, autismo, maltrato infantil, eutanasia y hasta vampirismo. Sin tapujos ni golpes bajos, la serie evita caer en prejuicios y solemnidades, cuenta con una notable factura técnica y dramática y hasta sabe encontrar el humor porque, como a sus guionistas les gusta repetir, «lo normal no es ser normal».

En su segundo año, el ciclo promete profundizar la propuesta con diez episodios en los que se abordará cuestiones como la prostitución entre adolescentes, el sadomasoquismo y hasta el exorcismo. «Creo que va a ser más oscura que la anterior, porque ese es el objetivo de la serie: traer temas fuertes a la discusión. Hay muchas personas que no tienen idea de que estas cosas pasan y otros saben que ocurren, pero pocos hablan de eso», dice Alex Gabassi, uno de sus directores.
En esta temporada, Carlo se reencontrará con su entusiasmo por la profesión y el deseo de ser terapeuta y, luego de vivir un año en Italia, regresa a Brasil para ser el coordinador de una ONG orientada al cuidado de víctimas de violencia doméstica, el tema que trata el crudo capítulo que abre el ciclo 2015.

Muchas de las historias de Psi están inspiradas en las vivencias de Contardo Calligaris, creador y director general de la serie,  quien es un versado psicoanalista de origen italiano que desarrolló su carrera en las grandes ciudades de Europa y Estados Unidos hasta que se radicó en Brasil. Esa experiencia internacional y multilingüe le ha permitido imprimirle a la ficción una mirada universal de los problemas, lejos de la localía paulista. «La serie se sitúa en San Pablo, pero podría ser en el DF de México o cualquier otra megalópolis. Para mí, lo importante es que la escena terapéutica se dé en la gran ciudad, en algo que es más grande que uno», explica.

Sobre los traumas de la vida moderna y cómo los plantea su serie, Calligaris dice que «lo más preciado para un terapeuta es mantener la capacidad de asombrarse con lo más común y, a la vez, encontrar que lo más extraordinario es absolutamente banal. Por ejemplo, me acuerdo de un paciente coprófago, que vagó de psicólogo en psicólogo durante un buen tiempo porque escandalizaba a todo el mundo. Cuando vino a verme en París y me contó que comía sus propios excrementos, yo le dije: “Bueno, ¿y qué más?”. Eso hizo que pudiera abrirse, hablar y quedarse conmigo».

Carlo, el protagonista, es en cierta forma su alter ego, aunque él prefiera tomar cierta distancia del estilo del personaje: curioso, hipercrítico y muy intervencionista en la realidad de sus pacientes y de su círculo social. «No tengo claro si uno debe meterse en la vida de los pacientes de la misma manera. Pero es algo que aprendí muy temprano. Cuando era un joven psicoanalista en Francia, estaba muy angustiado porque una paciente amenazaba con realizar un suicidio colectivo. Fui a hablar con mi supervisor, y él me dijo: “Si está preocupado, vaya a verla”. Y fui, en el momento previsto en que ella iba a matarse junto a su familia. Ese es un tipo de intervención que Carlo haría».
«Es una característica del personaje, pero también una cualidad dramática, que funciona muy bien en la serie —acota Tata Amaral, una de sus directoras—. No espera que las situaciones vengan hasta él, sino que es un tipo que se mezcla con la vida, que busca las aventuras».
  
Emílio de Mello, quien compone a Carlo en pantalla, reconoce que la base de la preparación del personaje es el contacto directo con Calligaris. «Contardo nos da toda la referencia clínica; su conocimiento es fundamental. Mi relación con él es tan intensa que me he sorprendido a mí mismo, en mesas con amigos, viendo y pensando como psicoanalista», afirma.

El actor confesó que varias historias de la serie lo emocionaron. «El capítulo sobre una nena abusada por sus padres me tocó profundamente. Y el del exorcismo también, por su abordaje poco convencional». ¿Cómo hace para desligarse de los temas tan conflictivos de su personaje al final de la grabación? «De la misma manera que un periodista —retruca—. ¿Cómo hacen ustedes para hablar o escribir sobre el niño sirio encontrado muerto en la playa y, después, ir para sus casas y seguir la vida? ¿Cómo lo digieren?».

La respuesta, quizás, esté en hacer terapia. «Contardo siempre nos dice que los problemas no se curan. La psiquiatría sirve para ayudar a vivir con tus propios demonios», aporta el director Rodrigo Meirelles. Y Calligaris completa: «Cesare Pavese, un escritor italiano que detestaba a Freud, decía que el psicoanálisis era una disculpa para los asesinos. Decir que, como me pasó tal cosa en la infancia, entonces puedo matar. Pero en su diario, Trabajar cansa, él admitía: El psicoanálisis enriquece la vida».




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