Jonathan Donahue, vocalista de la banda, habla del
nuevo álbum y de cómo franquear la oscuridad guiado por la amistad.
Pocas bandas han atravesado una
metamorfosis tan pronunciada como la de Mercury
Rev. De la neopsicodelia noise de sus orígenes a la fantasía ornamentada de
sus obras recientes, pasando por la salida de su cantante original, Dave Baker, y una decena de cambios en
la formación. Pero algo se ha mantenido inalterable a lo largo de esos 25 años
de carrera: la amistad entre Jonathan
Donahue y Sean “Grasshoper”
Mackowiak, el núcleo creativo del grupo surgido en Nueva York. “Es
una gema preciosa, una relación a largo plazo, y todos nos esforzamos mucho
para mantenerla —dice Donahue, muy animado al teléfono con Generación B—. Todo el mundo sabe que estar en esto y mantener un
afecto durante tres décadas es muy difícil”.
En los últimos años, la dupla
pasó por situaciones amargas y dulces (Grasshoper, por ejemplo, fue papá). “Es
como si fuéramos planetas extraños que completan una órbita cada siete años, y
estas canciones son parte de la música que hicimos durante ese período —cuenta el
vocalista—. Estuvimos increíblemente ocupados y atravesamos momentos muy extraños
en lo personal. Y todo eso se canalizó en el nuevo disco”.
En The Light in You, su octavo álbum que acaba de editarse, se alejan
de la impronta electrónica de Snowflake
Midnight (2008) y retornan al pop orquestal de sus trabajos más celebrados,
como Deserter's Songs (1998) y
All is Dream (2001), con melodías cenicientas
de amor y resiliencia. “Creo que el disco en general, en especial líricamente,
tiene que ver con encontrar el camino para salir adelante mediante esa pequeña
luz que se enciende dentro de nosotros en las situaciones difíciles”, explica.
Dijiste que pasaron
por “esas etapas de la vida en las que todo lo que creías que era sólido se
derrite”. ¿A qué te referías?
Todos atravesamos alguna vez por estos períodos raros,
especialmente al crecer, cuando tenemos dudas, no hay nadie alrededor y enfrentamos
muchos cambios en las relaciones. Todos pasamos por momentos locos y
oscuros. Fue uno de esos períodos, tanto
para mí como para Grasshopper,
simultáneamente. Así que hubo momentos en los que vivimos cosas increíblemente
buenas los dos y otros que fueron muy negros, melancólicos y tristes. Y la
música es lo que realmente nos sacó de eso y nos ayudó a aferrarnos a algo que
es tan importante para nosotros y tan vital para nuestra amistad.
The Light in You suena más optimista y esperanzador que trabajos
anteriores. ¿Te estás vinculando con el lado más positivo de tus experiencias a
la hora de inspirarte y componer?
Sí, creo que estamos conectados con lo que sucede dentro de
todos nosotros. Y cuando las cosas se ponen duras, no sabés hacia dónde ir:
todo a tu alrededor es tan incierto y todo lo que pensabas que era sólido y
fuerte se disuelve en algo casi invisible. Pero un faro se enciende en mi
interior —y quizás también dentro de Grasshopper— y empieza a mostrarme el camino
para salir de esta oscuridad. Y lo loco es que esa luz no podés prenderla vos:
se enciende sola. No podés identificar dónde está ni cuándo va a aparecer.
Simplemente, aparece por su propia naturaleza en el momento en que más la
necesitás. Es un fenómeno hermosísimo, pero también es escalofriante cuando te encontrás
solo sin ningún punto de referencia, profundamente sumido en la incertidumbre.
Grasshoper dijo que revisitar
los temas de Deserter’s Songs los ayudó a ver dónde habían estado y hacía dónde estaban
yendo. ¿Ven una relación entre el nuevo álbum con aquel?
Sí, lo siento más cercano a Deserter's Songs que a Snowflake Midnight. Hay más
trabajo orquestal en el disco nuevo, y nos encanta ese costado de Mercury Rev:
su lado más Disney y romántico. Es algo que aceptamos, que no podríamos dejar
de hacer aunque lo intentáramos: lo tenemos muy incorporado. Hay un hilo
conductor que atraviesa toda nuestra carrera, pero especialmente en Deserter's
Songs , All Is Dream y The Light in You, que tienen ese lado
fantasioso que tanto nos gusta.
Este es el primer disco
sin la producción de Dave Fridman. ¿Por qué?
No hubo ninguna razón más que problemas de agenda. Fue muy
extraño trabajar sin él, porque estuvo con nosotros desde el principio, casi 30
años.
Es el tiempo que
llevamos esperándolos en Argentina…
¡Sí, ja, ja! Esta vez estamos tratando muy en serio de ir
para Sudamérica, y todo lo que vos y tus lectores puedan hacer para correr la
voz de que realmente queremos ir estaría genial. Sería maravilloso finalmente
poder tocar allá.
Deberías hablar con
tu amigo Wayne Coyne (The Flaming Lips), que anduvo por Buenos Aires hace
cuatro años y la pasó genial…
¡Sí! A todos los que conocemos que estuvieron por allá les
encantó. Y también hay algunos artistas sudamericanos y argentinos, como Juana
Molina, que están rompiendo los límites en forma increíble.
¿Qué relación tenés
con Wayne en la actualidad?
Muy buena. Nos vemos cada vez que podemos.
La banda está
cumpliendo 25 años de trayectoria. Cuando repasás todo el viaje del grupo,
todos los cambios, ¿qué ves?
Veo una gran amistad que atravesó períodos intensos. Lleva
trabajo hacer que siga siendo vital, que crezca, que haya entusiasmo. Sé que
para muchos esto es una banda, pero para mí es una amistad.
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