Hablamos con el inclasificable
cantante antes de su primera visita a nuestro país. Estilos, política y su amor
por Billie Holiday.
Hay estudiosos del jazz, embajadores del hip hop, cultores
del blues, defensores del old time
rock and roll, investigadores de la electrónica y amantes del soul. Hay
artistas inquietos que lo prueban todo, con mejores o peores resultados, sin
perder una nota de personalidad. Y está José
James, que es todo eso junto. Un tipo que se podría ubicar, con toda
justicia y naturalidad, en cualquiera de las bateas de una disquería porque
esas, para él, son solo categorías de un negocio.
«Yo no pienso en los géneros; escucho la música —se explica,
mientras hace todo lo posible para que su hija de dos años no interrumpa su
charla con Generación B—. El público
sabe que me gustan distintos tipos de música, le encanta mi voz y no piensa que
canto cierto estilo. Creo que es la industria, y no los músicos, la que piensa
en términos de géneros».
James nació en Minneapolis hace 37 años, pero su nombre
lleva sangre latina («Mi papá es de Panamá, pero nunca lo conocí. No sé nada
sobre él», revela). De adolescente escuchaba Nirvana, Radiohead y todo el hip
hop que podía meter en sus oídos, mientras estudiaba a Dexter Gordon, Billie
Holiday, Thelonious Monk, Miles Davis y Charlie Parker en la New School for Jazz and Contemporary Music de Nueva
York. «Entré al jazz a través del hip hop: ese estilo está basado en el jazz, en los ritmos que samplea. Además, el jazz en
los años cincuenta tenía mucho más que ver con la comunidad, los artistas estaban
más conectados con las cuestiones sociales. Y esa energía se fue al hip hop».
Esa mezcla de intereses sonoros se manifestaron en 2008 en Dreamer, su debut que lo llevó a
recorrer escenarios de Europa, Estados Unidos, Japón y Brasil, y a colaborar
con artistas tan disímiles como Chico
Hamilton, Nicola Conte, Junior Mance y Basement Jaxx. Le siguieron dos discos, Blackmagic y For All We Know,
y luego firmó contrato con el histórico sello Blue Note, con el que lanzó No Beginning No End (2013) y While You Were Sleeping (2014), trabajos
eclécticos donde se atrevía a mezclar un neo
soul a la Frank Ocean con guitarras psicodélicas
sacadas del arcón de Jimi Hendrix.
Su último trabajo es Yesterday I Had the Blues: The Music of
Billie Holiday, un sentido homenaje a nueve clásicos de la que considera su «madre musical». «No quería hacer, por ejemplo, un álbum electrónico de
Billie Holiday, con beats o neo soul. Para mí, eso no es realmente un tributo,
sino que tiene que ver más con los egos personales o del momento. ¿Entendés? Así
que sabía que tenía que estar con muy buenos jazzistas, como Jason Moran, John Patitucci y Eric
Harland, porque quería capturar la intimidad de la música de Holliday, su
sentimiento», comenta.
En el disco se destaca una sobrecogedora versión de «Strange
Fruit», la canción compuesta por Abel
Meeropol sobre los linchamientos raciales durante los años 30 en Estados
Unidos, que la cantante convirtió en un himno de protesta. «Quería conservar
ese sentimiento triste que tiene, pero no hacerla igual a lo que hizo Nina
Simone con el piano, sino algo que evocara toda una época del país, como si
fuera una canción de trabajo en el campo».
«Strange Fruit» fue versionada y empleada decenas de veces
por diversos artistas, entre ellos Kanye West, que incluyó sampleos del cover de Simone en su reciente y polémica
canción «Blood on the Leaves». «Creo que es fantástico que la haya usado y tan bien.
Kanye es brillante —opina—. El hecho es que “Strange Fruit” sigue siendo una
canción muy importante hoy, porque hay brutalidad, asesinatos y violencia en el
país».
Muchos de los
artistas que citás como influencias, como Billie Holiday, Nina Simone, Marvin
Gaye y Gil Scott-Heron, asumieron un compromiso social y político a través de
su música. ¿Vos también te involucrás o preferís separar tu carrera de eso?
Creo que no hay manera de no involucrarte en la política
como artista. Honestamente, que alguien se gane la vida siendo creativo ya es
una declaración política. Igual, creo que todos tenemos nuestros momentos. Si
escuchás a Gaye, no vas a encontrar manifestaciones en toda su carrera, pero sí
tiene una proclamación muy fuerte y directa en «What’s Going On».
También solés decir
que querés ser un artista contemporáneo. ¿Qué significa eso concretamente?
¿Cuál es el «signo de los tiempos» hoy en la música?
Creo que significa ser receptivo y escuchar varias cosas y
estilos. Hay muchos músicos a los que no les gusta la electrónica y esa onda, y
a mí me interesa. También, significa tener presencia en las redes sociales,
Twitter, Spotify. Se trata de realmente ocupar tu lugar en la música del siglo xxi.
James ya se encuentra trabajando en su próximo álbum («Estoy tratando de incorporar en el R&B cosas funky de los años 60 y 70, como de los Mizell Brothers, y del jazz de Donald Byrd y Eddie Henderson. Es como un popurrí», adelanta), pero antes visitará por primera vez nuestro país, cuando el próximo jueves 22 se presente en el ND Teatro, respaldado por el bajista Solomon Dorsey, Nate Smith en batería y el pianista argentino Leo Genovese. «¡No puedo esperar a estar allá! —se entusiama—. Leo siempre me cuenta sobre lo maravilloso de Buenos Aires, la música, la comida, la noche. Como no toqué nunca, el show va a tener un poco de todo: hip hop, jazz, R&B… Como yo».
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