lunes, 3 de agosto de 2015

Mick Jagger actor, entre Borges y cuernos

Se cumplen 45 años del debut en el cine del líder de los Rolling Stones, con un film que cita la obra del escritor argentino y arruinó su amistad con Keith Richards. Un cuento borgeano de sexo, traiciones y rock and roll.



La mayoría pensará en su protagónico en Ned Kelly; y es lógico. Un rodaje maldito, con incendios, heridas de armas y una novia en coma tras un intento de suicidio son razones más que memorables. Pero la primera incursión en el cine de Mick Jagger pertenece a un film olvidado y menos catastrófico, aunque mucho más extraño y polémico.

Hacia fines de 1967, el vocalista de los Rolling Stones había terminado las sesiones del álbum Their Satanic Majesties Request, y un nuevo horizonte asomaba en su carrera: la actuación. Hasta el momento, Jagger solo había puesto la cara en documentales con su banda. La oportunidad en la ficción llegaría con Performance, un sórdido y violento drama criminal en el que interpreta a un rockstar retirado que da asilo a un gánster (James Fox) en la mansión donde vive con dos mujeres. Entre ambos protagonistas se desarrolla un peligroso juego psicológico de identidades, de ficción y realidad, cargado de sexo, drogas y rock and roll.

La historia fue escrita y codirigida (junto a Nicolas Roeg, famoso luego por El hombre que cayó a la tierra, protagonizada por David Bowie) por Donald Cammell y está muy influenciada por la literatura de Jorge Luis Borges, del que el autor era un gran fanático. En un pasaje del film, Jagger recita un momento cúlmine del famoso cuento «El Sur»: «En ese punto, algo imprevisible ocurrió. Desde un rincón, el viejo gaucho extático (…) le tiró una daga desnuda que vino a caer a sus pies (…)». También hay referencias al relato «Tlön, Uqbar, Orbis Tertius» en un diálogo y hasta una fotografía del escritor argentino se muestra en la cruda escena final.


Performance no se hizo conocida por sus asociaciones literarias, sino por sus controvertidas imágenes y por ser la causa por la cual la relación entre Jagger y Keith Richards nunca volviera a ser la misma. Marianne Faithfull, por entonces pareja del vocalista, iba a interpretar a una de sus compañeras en el film, pero no pudo debido a las complicaciones posteriores a su malogrado embarazo, y su rol quedó a cargo de Anita Pallenberg, novia del guitarrista (y ex de Brian Jones).

Jagger y la modelo italiana hicieron mucho más que «actuar» las fogosas escenas de sexo, en las que también participó Michèle Breton. En sus memorias, tituladas Vida, Richards dijo que ignoró la aventura durante años, pero que «lo olía, en especial en Mick». Quizás esas sospechas fueron las que lo llevaron a no poner su guitarra en «Memo from Turner», la canción que Jagger compuso para la cinta (y su primer single solista, si bien ambos figuran como autores); su lugar fue ocupado por Ry Cooder.

La vendetta no tardaría en llegar. Richards y Faithfull tuvieron luego un affaire, que la autora de «Sister Morphine» calificó como «la mejor noche de su vida».  «Aún hoy se destaca. Creo que fue tan memorable porque fue solo una noche, eso es todo. Y todavía seguimos siendo grandes amigos», dijo en una entrevista el año pasado. En su libro, Richards recuerda haber escapado por la ventana descalzo y con la ropa colgando cuando Jagger volvió a la casa más temprano de lo esperado. «Con Marianne todavía seguimos bromeando sobre eso. Me manda mensajes: “sigo sin encontrar tus medias”».

Performance se rodó en 1968, pero se proyectó recién dos años después, ya que en Warner estaban horrorizados con el carácter alucinógeno, sexual y violento del film. Dicen que la mujer de un ejecutivo vomitó durante una función privada, y el estudio forzó cortes, ediciones y censuras varias antes de estrenarlo (en forma limitada) el 3 de agosto de 1970, primero en Estados Unidos y, tiempo después, en Europa.

La crítica fue despiadada en su momento, más allá de los destacados y convincentes trabajos de Jagger y Fox. Sin embargo, con el tiempo, la cinta adquirió el estatus «de culto». Hoy, resulta imposible no encontrar elementos estilísticos de esta obra en el cine de Quentin Tarantino, de Guy Ritchie y, en especial, de Jonathan Glazer (James Fox hasta hizo un cameo casi evocativo en La bestia salvaje, de 2000). También ha sido objeto de referencias en canciones de Happy Mondays, The Charlatans y Big Audio Dinamite.

Para Jagger, este sería el comienzo de una intermitente carrera actoral que continuó con el estreno, poco después, de la accidentada Ned Kelly y, décadas más tarde, con Freejack, Bent y Gigoló, además de varios cameos en otras producciones. Se volvería a cruzar con Borges, pero fuera del cine. Alguna vez, vio al escritor en el lobby del Hotel Westin Palace de Madrid y se acercó a saludarlo. Se arrodilló, tomó su mano y le dijo: «Maestro, lo admiro». Borges, que no veía, le preguntó quién era. «Soy Mick Jagger», respondió, a lo que contestó: «Ah, uno de los Rolling Stones». La anécdota fue contada en varias oportunidades por su mujer, María Kodama, testigo privilegiada de un encuentro digno de Ficciones.

Para el director Cammell, Performance quedaría como la primera y la más reconocida de sus cinco películas, todas retorcidas, oscuras, desafiantes y de escaso suceso comercial. Su trabajo más popular fue, quizás, el videoclip de «Pride (In the Name of Love)», de U2.

Muchos años después de aquel debut, Cammell y Richards se vieron por casualidad en Los Ángeles. El músico lo odiaba porque lo consideraba el principal responsable del romance entre su amigo y su novia.  «Se deleitó con la idea de estar complicando las cosas entre nosotros. Que Mick y Anita hicieran de pareja era una trampa. Fue el sorete más dañino que conocí, afirmó. En aquel cruce, el Rolling Stone le dijo que nunca le había dado alegría a nadie y le pidió que tuviera la hombría de matarse. Paradójicamente, Cammell se pegó un tiro en la cabeza poco tiempo después, en 1996, agobiado por problemas de salud. Cuenta la leyenda que no falleció al instante, sino que sobrevivió varios minutos y que, en un extraño estado de euforia, le pidió a su esposa que sostuviera un espejo delante de él. Mirándole la cara a la muerte, le preguntó a su mujer, en clara referencia a su obra maestra: «¿Podés ver la imagen de Borges?».

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