Cómo se hizo el disco
que cambió la carrera de los Rolling Stones.
Los Stones son lo
que son hoy gracias a Aftermath, el disco
en el cual dejaron de copiar a sus héroes del blues para comenzar a mirarse a
sí mismos y delinear un sonido que, medio siglo después, los sigue definiendo.
Es en este cuarto trabajo (sexto para el mercado
estadounidense) donde la banda da su gran salto artístico, al ser el primero compuesto
en su totalidad por Mick Jagger y Keith Richards. El incentivo del
productor Andrew Loog Oldham, quien
encerraba a la dupla en la cocina del departamento que solían compartir en
Londres hasta que saliera con un tema propio, les había dado el impulso. Y el
enorme éxito de «(I Can’t Get No) Satisfaction» (1965), ese hit inmortal que Richards soñó un noche y
encontró a la mañana siguiente registrado en su grabadora, les dio la confianza
para abandonar el cancionero de sus ídolos de juventud y empezar a escribir su
propia historia.
Aftermath es el
producto final de ese rush creativo
que el grupo tuvo durante diversas estancias en los estudios RCA de California,
una «etapa mágica», según el propio Richards, en la que junto a Jagger comenzó
a dar forma al dúo autoral más tarde conocido como los Glimmer Twins. «Una época en la que todo (componer, grabar, actuar)
pasó a otro nivel, y también el momento en que Brian empezó a sacar los pies
del plato», dijo en su autobiografía Vida.
La banda llegó por aquellos días a Los Ángeles luego de un tour por Australia y antes de iniciar
una serie de conciertos por los Estados Unidos. A diferencia de otras oportunidades,
en las que el quinteto solo buscaba capturar en sus discos la energía y el
vértigo de sus presentaciones en vivo, ahora tenían tiempo; podían pensar,
ahondar en sentimientos y experiencias, expresarlas y experimentar con sonidos.
En años en los que los Beatles marcaban
tendencia en mostrar todas las sofisticaciones que podían salir al exprimir el estudio,
por primera vez los Stones encontraban el valor de la producción. Una tarea en
la que fue vital la colaboración de Jack
Nitzsche, mano derecha y protegido de Phil
Spector, en ambos lados de la consola.
«Estábamos aprendiendo a hacer que el álbum fuera el centro
de atención, que fuera ese y no el single
el formato de la música —contó Richards sobre aquellas sesiones—. Hacer un LP
solía ser cuestión de reunir dos o tres sencillos de éxito y sus correspondientes lados B y, luego, meter
algo más de relleno. Los singles
siempre eran de dos minutos y veintinueve segundos porque, si no, no te
ponían en la radio. Nosotros lo cambiamos: todas y cada una de las canciones
del disco eran potencialmente un single,
no había relleno y, si lo había, era un experimento. Aprovechábamos que con un
álbum teníamos más tiempo para lo que podría describirse como una declaración
de principios sobre algo. Si los discos no hubieran existido, probablemente los
Beatles y nosotros no habríamos durado más de dos años y medio».
Así, los incipientes Glimmer
Twins se despacharon con 14 temas que profundizaban esa imagen que Oldham les
pergeñó de «chicos malos» con un lírica sobre groupies, hoteles, frustraciones, drogas, depresión y sudoroso machismo.
«Muchas de las canciones de aquellos tiempos tenían unas letras que podrían
calificarse de “antichicas”, y los títulos también: “Stupid Girl”, “Under My
Thumb”, “Out of Time”, “That Girl Belongs to Yesterday”», contó Richards años
más tarde. «Tal vez las estábamos provocando un poco, quizás algunas de esas
canciones les abrieron un poco el corazón y los ojos al hecho de que “¡eh,
somos mujeres, somos fuertes!”. Lo cierto es que los Beatles y (especialmente) los
Stones tal vez las ayudaron a librarse de la actitud “no soy más que una
damita”».
La sociedad que comenzó a consolidar con Jagger fue algo que
terminó de resquebrajar la relación con Brian
Jones, cada vez más alejado y menos involucrado con la banda. «En cierta
manera, supongo que Brian estaba resentido de que Mick y Keith compusieran. Físicamente,
y en los demás aspectos también, Brian no era lo suficientemente fuerte para
tomar el control. Era un músico muy astuto, pero no insistía con algo lo
suficiente como para probar ser un gran músico. Tocaba algo por tres semanas, y
luego nunca más», declaró Charlie Watts.
«Seguramente lo que sacó de quicio a Brian fue que Mick y yo
empezáramos a escribir canciones: primero, perdió el estatus y luego el
interés. Venir al estudio a aprenderse un tema que habíamos escrito Mick y yo
lo deprimía; para Brian era una herida abierta», confesó Richards.
Desplazado y cada vez más sumido en las adicciones, Jones
dejó de lado la guitarra por una atracción hacia el arpa, el dulcimer, las
marimbas y el sitar, que tocó en sus pocas participaciones durante la grabación.
«Cuando estaba, si estaba de verdad, era increíblemente versátil, podía agarrar
cualquier instrumento que hubiera por allí
tirado y sacarle algo bueno: el sitar en “Paint It Black”, la marimba en
“Under My Thumb”... Pero luego no volvías a
ver en cinco días al muy cabrón y seguíamos teniendo que grabar un disco, y
había sesiones confirmadas y... ¿dónde está Brian? No había forma de
encontrarlo, y cuando por fin dábamos con él se hallaba en un estado
lamentable», reveló Richards. Así todo, esas exóticas intervenciones resultaron
determinantes en el sonido y el carácter de un álbum libre, abierto a la
investigación e improvisación, en el que se animaron a romper con la tiranía de
los rock and roll de 150 segundos e incluir, por ejemplo, una jam de más de 11 minutos, con «Goin’
Home».
Aftermath se lanzó
en Gran Bretaña el 15 de abril de 1966 (y el 20 de junio en Estados Unidos, en
una versión con tres canciones menos y con el single número uno «Paint it Black», no incluido en la edición
inglesa). «Cuando fue publicado, resultó imposible no darse cuenta de las
similitudes con Rubber Soul. Los
Beatles acaban de sacar su obra más “madura”, atrevida, literariamente
sofisticada hasta la fecha, y ahora los nuevos Stones competían por ganarse el
favor de la crítica de un modo similar», opina John McMillian, en su libro Los
Beatles vs. Los Rollling Stones.
Si fue así, el quinteto lo consiguió. Aftermath no solo fue un suceso en ventas a ambos lados del
Atlántico, sino que fue considerado un triunfo por la prensa especializada. Y llegó
en tiempos de inspirada competencia artística, en el que los principales
exponentes del rock se influenciaban mutuamente y parecían desafiarse a
superarse. Tan solo un mes más tarde, los Beach
Boys salían con Pet Sounds y Bob Dylan despachaba su Blonde on Blonde, hasta que en agosto, los
Beatles volverían a subir la vara con Revolver.
Para los Stones, fue solo la prueba (para sí mismos y para todos) de que esto
era apenas el comienzo.
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