miércoles, 27 de abril de 2016

El regreso del álbum como obra

En tiempos en que la canción domina la industria, lanzamientos de Beyoncé, Kanye West, Rihanna y David Bowie revalorizan el concepto de disco.



Todavía no llegamos a mayo y ya podemos calificar este año como uno de los más despiadados de la historia reciente, en el que perdimos a íconos como David Bowie, Maurice White, George Martin y Prince (sin olvidar a Lemmy, que partió casi en el albor de 2016).  Pero que las lágrimas por la desaparición de estos innovadores irremplazables no cubran un fenómeno reconfortante: la revitalización que se está viendo estos días del álbum como vehículo artístico.

Desde la irrupción de iTunes y la reconfiguración del mercado hacia la comercialización de canciones “sueltas”, se viene debatiendo la “muerte del disco” como obra, como encarnación expresiva. “Ya nadie escucha álbumes, lo importante son los singles” parecía ser una máxima instalada en la industria y, claro, los números grabaron esa idea en bronce. Con la aparición, a mediados de 2003, de la tienda virtual de Apple (y la expansión del formato digital por sobre el físico), la venta global de álbumes se desplomó año tras año. Entre 2000 y 2014, en los Estados Unidos las cifras pasaron de más de 13.000 millones de dólares a unos 1.850 millones, una caída cercana al 86 por ciento, según la RIAA.  

Solo en Gran Bretaña, en 2003 se vendieron casi 31 millones de singles, contra unos 157 millones de álbumes, en ambos casos con el CD como soporte dominante. Diez años más tarde, los simples superaban los 188 millones de unidades, contra menos de 100 millones de discos, ya con el formato digital como principal medio.

ITunes y el resto de las “disquerías” online que fueron surgiendo dieron vuelta el negocio y desarmaron al disco económica y conceptualmente: la audiencia ahora podía comprar solo los temas que le gustara, disgregando el álbum y atomizándolo en obras (y elecciones) de 0,99 dólares.
Este modelo se mantiene hoy y, muy probablemente, también lo haga en el futuro (después de todo, ¿por qué debería cambiar? ¿Qué tiene de malo?). Sin embargo, las últimas producciones de artistas como David Bowie, Suede, Kanye West, Rihanna y Beyoncé, entre muchos otros, parecen volver a poner el foco en la importancia del álbum como forma y unidad de expresión artística (proceso en el que el revival de las ediciones en vinilo juega también su parte). 

El último acto de David Bowie fue un disco: no un show, ni un libro, ni un single, ni un escándalo mediático. Un testamento de su talento entre sus últimos deseos, obsesiones, miedos y definiciones (¿Cuánto peso histórico tiene ahora ese final con “I Can't Give Everything Away”?).

Ese mismo enero negro, Suede (otros ingleses y, en gran medida, herederos el ex Duque Blanco) editaron Night Toughts, un logrado trabajo que coquetea con una ópera rock audiovisual sobre pérdidas, excesos, penas y sueños rotos y que hasta viene acompañada de su propia película. ¿Qué sentido tiene si solo cargamos en nuestro MP3 el corte “Outsiders”?



Mientras tanto, en los Estados Unidos, Rihanna ponía fin a tres años de expectativas con su demorado ANTI: toda una declaración de que podía ser una artesana de álbumes más que una abastecedora de top tens tan seguros como impersonales. La portada, a cargo del pintor y escultor Roy Nachum, con esa pequeña Robyn Fenty enceguecida por su coronación como Rihanna y un mensaje en braille sobre miedos y liberación, envasa su acto de madurez (con todos los aciertos y errores que implica crecer musicalmente).



El lanzamiento en febrero de The Life of Pablo del inefable Kanye West será, por lejos, uno de los acontecimientos del año: una explosión de ego contenida en una obra en constante metamorfosis (el músico modificó el tracklist varias veces desde su aparición) y rodeada de sus características contradicciones, delirios, conventillos 2.0 y grandilocuencia (“Este no es álbum del año, es el álbum de la vida”, definió el rapero en su siempre desbordante cuenta de Twitter). The Life of Pablo (que tuvo hasta cuatro nombres diferentes) tuvo su premiere en el Madison Square Garden durante un show de moda de West, y poco más tarde estuvo disponible en exclusiva en el servicio musical Tidal. El disco logró 250 millones de streams en los primeros diez días y, se estima, duplicó la base de suscriptores de la plataforma online liderada por Jay-Z. Se convirtió el primer álbum en llegar al número uno en los Estados Unidos por ventas que llegaron en un 70 por ciento por sistemas de streaming, ya que el disco no fue (y, según West, nunca será) editado en CD.

Lo de Kanye reconceptualiza el álbum: lo libera de ataduras físicas, lo deja “abierto” a la “actualización” constante y hasta lo (retro)alimenta con su ecosistema personal (caprichos, peleítas mediáticas, fashion business, acuerdos comerciales y kardashianismos varios).
En el ámbito local, Los Fabulosos Cadillacs acaban de anunciar que su regreso luego de siete años será con un álbum conceptual, La salvación de Solo y Juan (Primer Acto), que llegará el próximo 27 de mayo. Y la primera muestra no fue, como es usual, un corte adelanto, sino cuatro temas presentados al unísono: una acción que pone al single como herramienta contextualizadora de una obra, que convierte “canciones” en verdaderas “pistas” para armar un relato.

Por otro lado, Babasónicos se apresta a lanzar Impuesto de fe, con nuevas versiones de su amplio cancionero. El disco forma parte de un proyecto más abarcativo titulado Desde adentro, un concepto multiplataforma y celebratorio de sus 25 años de carrera que incluye, además de ediciones en DVD, Blu-ray y vinilo, un especial para televisión que será emitido por HBO



La última (y alta) nota la dio el fin de semana pasado Beyoncé, que reveló su Lemonade y volvió a sorprender al mundo con un disco que salió sin previo aviso. Tal como ya lo hizo en 2013 con Beyoncé, la cantante se despachó con un “álbum visual”, en el que cada track tiene su respectivo video. En esta oportunidad, relata la crisis de un matrimonio (en realidad, el suyo con Jay-Z) a partir de una infidelidad. Es un trabajo monumental, sonoramente meticuloso, revelador y líricamente íntimo, y tiene una lista de créditos, colaboraciones y sampleos tan larga como inusitada, que incluye a Jack White, Diplo, Kendrick Lamar, The Weeknd, James Blake, Ezra Koening (Vampire Weekend), Joshua Tillman (Father John Misty), Burt Bacharach y ¡Led Zeppelin

Sí, 2016 puede ser el año más desalmado de la memoria reciente. Pero estos y otros lanzamientos, como el de Iggy Pop o incluso el de PJ Harvey, dan cuenta de que este también puede ser el año en el que los álbumes volvieron a ser relevantes. Qué vende más o qué menos poco importa. Las canciones podrán ser la moneda de esta industria. Pero es bueno no olvidar que el disco es cultura.

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