La nueva serie de HBO
es un retrato salvaje de la industria, donde la música es la verdadera
protagonista. CUIDADO: spoilers al mango.
Vinyl, la nueva
serie de HBO creada por Mick Jagger y Martin Scorsese, comenzó con un error
histórico: los New York Dolls no derrumbaron el Mercer Arts Center, tal como se
muestra. No fue una noche de estruendosas guitarras de Johnny Thunders y toneladas
de maquillaje de David Johansen la que tumbó aquel célebre antro del underground de la Gran Manzana, que se
vino abajo solito
una tarde de agosto de 1973 por el peso de su propia decadencia. Pero hay que
entender algo, puristas del rock: todo buen relato (o, mejor dicho, todo buen
relato de Scorsese) tiene algo de verdad, mucho de fantasía y una
exageración del tamaño del Madison Square Garden.
Como suele hacer, “Marty” amolda a piacere el rigor histórico para dar forma ahora a un retrato orgiástico,
desaforado y frenético de la industria musical de los primeros años 70, en una
Nueva York acelerada en cocaína, brotada por grafitis y con los primeros
síntomas de punk, glam, hip hop y disco a flor de piel. Así, citas verídicas,
guiños de complicidad y caracterizaciones de personalidades reales, como Robert
Plant, Peter Grant, Lou Reed, Andy Warhol, más varios cameos famosos que ya
iremos viendo aparecer, se mezclan con brillantes personajes de la ficción como
Richie Finestra (un bestial Bobby Cannavale), eje de todo este relato salvaje.
Finestra nunca existió, aunque algunos juran que se parece a
Walter Yetnikoff (presidente de CBS Records por aquellos tiempos), mientras que
otros lo equiparan con Marty Thau (famoso empresario y productor que fuera representante
de los Dolls). Es como El Lobo de Wall
Street, pero del musicbiz: un
tipo con “oído de oro, lengua de plata y bolas de acero” que amasó fortuna e
hizo de su sello, el también ¿ficticio? American Century Records, un pequeño
imperio bajo prácticas matonas: cagó a artistas, fraguó contratos, transó con mafiosos
y se esnifó todo rastro de moralidad que pudiera conservar de sus épocas de bartender.
Tiene como socios a dos malandras: un jefe de ventas (J.C.
MacKenzie) capaz de fondear en la bahía las copias de los vinilos que las
disquerías no venden para evitar pagarles reembolsos, y un responsable de
promoción (Ray Romano) que actúa como “director de sobornos”, dedicado a repartir
guita y coca a musicalizadores corruptos para garantizar la difusión de sus
artistas. “¿O acaso creías que las canciones suenan en la radio porque son
buenas?”, remata en off. Ahora, su
empresa se está desangrando en deudas y el capo, junto a sus buenos muchachos, no tiene miramientos
en dibujar el balance y un contrato con Led Zeppelin para tratar de vendérsela
a los desprevenidos alemanes de PolyGram.
Finestra desea salvar la compañía y hasta quiere otra vida,
ser un hombre nuevo y no este Frankenstein de pantalones acampanados en el que
se convirtió. Pero no puede escapar del reventado y demencial hábitat del que
forma parte, que despierta sus peores demonios y en el que todos, todos, desde
los músicos y DJ hasta los representantes de A&R, pasando por la secretaria,
son adictos. Nadie se re(s)cata y, encima, un muerto viene a complicarle la resurrección.
Hasta que una epifanía se le viene, literalmente, a la cabeza.
“Es más sobre Scorsese que sobre el negocio de la música que
conozco y conocí. Es Goodfellas con
música”, define Dan Beck, exdirectivo de Epic Records y uno de los tantos
empresarios que no están felices con cómo el director los dejó pintados, en una nota de Billboard de Estados Unidos. Jerry Greenberg, nombrado presidente
de Atlantic en 1974, lo secunda: “Como alguien que estuvo ahí en aquellos días,
esto fue hecho obviamente para la televisión. No recuerdo ninguna disquera que
fuera así”.
¿Cuánto es realidad y cuánto es invento? ¡Todo es
entretenimiento! Y la verdadera protagonista es la música. El soundtrack de Vinyl (que Warner acaba felizmente de editar en nuestro país) es la
amalgama para este mashup de
desmesura. Originales históricos de Ottis Reading, Edgar Winter y Jimmy Castor se
mezclan con covers clásicos de Dee
Dee Warwick (“Suspicious Minds”) y Foghat (“I Just Want to Make Love to You”),
pero también con nuevas reinterpretaciones y composiciones exclusivas. David
Johansen regrabó algunos de sus temas de los Dolls, mientras que el vocalista de
Vintage Trouble, Ty Taylor, retropropulsa el divertido “Cha Cha Twist”. Y Mick
Jagger hace pareja con su hijo James (que actúa en la serie como líder de los
proto-punks Nasty Bits) para firmar “Rotten Apple”.
La música tiene un rol tan estelar en Vinyl que, los viernes de cada semana, en Estados Unidos se editará
un EP digital con nuevos tracks, a
modo de anticipo de los capítulos que se emiten el domingo. El último incluye a
Julian Casablancas con su
versión de “Run Run Run”, de The Velvet Underground. Y a mediados de abril,
para el final de los diez episodios que componen esta primera temporada, se
lanzará un segundo volumen de la banda sonora.
¿Habra second season? Obvio, eso ya
está arreglado. Martin Scorsese compró a todos desde la primera escena y ahora
nosotros, también, no podemos escapar de esta adicción. Bienvenidos a la
máquina.
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