«Los buenos artistas crean, los grandes roban». De
acuerdo con la famosa frase de Pablo Picasso, para la Justicia de Estados
Unidos, Robin Thicke y Pharrell Williams son
genios con una pena de 7,3 millones de dólares. Un jurado de Los Ángeles
determinó la semana pasada que su hit «Blurred Lines», de 2013, es una copia de
la canción de Marvin Gaye «Got To Give It Up», de 1977,
después de un año de lucha en la Corte, en el último y más mediático episodio
de la larga historia del plagiarismo en la industria musical.
Los tribunales norteamericanos cuentan más de 170
años de conflictos por infracciones al derecho de autor en el ámbito de la
música. Según la Music Copyright Infringement Resource, el primer caso
encontrado data de 1844: «Millett vs. Snowden», por la republicación sin
permiso en una revista de la partitura completa de la canción «The Cot
Beneath the Hill». ¿El fallo? William Snowden tuvo que pagar
entonces 625 dólares.
Ya entrado el siglo XX, y luego de la revolución
del rock, los casos se multiplicaron, e implicaron a muchos artistas famosos
como The Beach Boys, The Beatles y Led Zeppelin,
quienes tuvieron que afrontar decenas de demandas.
La famosa «Surfin’ U.S.A.», el hit de los chicos de
la playa de 1963, estuvo acreditada en un principio a Brian Wilson,
quien escribió la letra, pero sobre la música del tema de 1958 «Sweet Little
Sixteen», de Chuck Berry. Luego de años de presiones, todos los
derechos pasaron a Berry. Y en el álbum 20/20, de 1969, figura
«Never Learn Not to Love» con la autoría de Dennis Wilson, si bien
se trata de un «homenaje» a «Cease to Exist» de Charles
Manson, que nunca inició acción legal pese a no recibir crédito alguno.
En 1967, los Beatles incluyeron un
arreglo de Glenn Miller de «In the Mood» en una parte de «All
You Need is Love», por lo cual el sello EMI debió pagar royalties eternos.
Dos años después, John Lennon también le pidió prestado a
Chuck Berry unas líneas de «You Can’t Catch Me» (1959) para su «Come
Together» (1969), acción que lo metió en un conflicto con el propietario
de los derechos, Morris Levy, y su sello Big Seven Music. En
compensación, el músico accedió a grabar tres covers del
catálogo de la compañía para su álbum solista"Walls and Bridges",
acuerdo que no cumplió (lo hizo recién en 1975, para "Rock and
Roll") y debió pagar casi 6.800 dólares.
Y luego de seis años en los tribunales, George
Harrison perdió una demanda por el obsceno robo a «He's So
Fine», de The Chiffons (1963), en su primer número uno, «My
Sweet Lord» (1970).
Led Zeppelin tiene
un verdadero prontuario. «Dazed and Confuzed» está inspirada en el tema
homónimo deJake Holmes, si bien recién obtuvo el crédito en 2012. «The
Lemon Song» tomó de «Killing Floor», de Howlin Wolf; mientras
que «Bring It On Home» y «Whole Lotta Love» tienen partes de
canciones compuestas por Willie Dixon. Todos fueron reclamos que se
arreglaron extrajudicialmente.
La banda también pagó regalías a Ritchie
Valens, por tomar de su «Ooh! My Head» (que, a su vez, era un birlo a «Ooh!
My Soul» de Little Richards) para escribir «Boogie with Stu»
(1975), y a Anne Bredon, verdadera autora de «Babe I'm
Gonna Leave You». Pero todavía tiene que afrontar su caso más espectacular. En
mayo de 2014, los herederos del guitarrista del grupo Spirit, Randy
California, presentaron una demanda porque la introducción de «Starway to
Heaven» (1972) suena calcada del instrumental «Taurus» (1968). El dato que
ahuyenta la simple coincidencia: a fines de los 60, Led Zeppelin fue soporte de
Spirit. Bloomberg y Forbes hacen
un interesante análisis de este caso que podría involucrar más de 500 millones
de dólares en royalties.
Entre otros pleitos resonantes de los años 70 y 80, Johnny
Cash tuvo que abonar 75.000 dólares en 1971 porque su éxito «Folsom
Prison Blues» (1955) es un plagio de
«Crescent City Blues» (1953), de Gordon Jerkins.
Rod Stewart perdió
una demanda por haber robado la melodía de su éxito «Da Ya Think I'm Sexy?» (1978)
a la canción del brasilero Jorge Ben Jor «Taj Mahal» (1972). Y, en 1983, Bee
Gees afrontó una acusación del compositor Ronald Selle,
quien aseguró que «How Deep Is Your Love» (1977) es copia de un demo que
compuso en 1975 titulado «Let It End».
El jurado le dio la derecha, pero el juez revirtió el veredicto a favor de los
hermanos Gibb.
Dos grandes clásicos ochentosos estuvieron en
disputa cuando Huey Lewis acusó a Ray Parker Jr. por
tomar la melodía de «I Want a New Drug» para el famoso tema del film «Ghostbusters»,
un litigio que duró una década y se resolvió fuera del estrado.
Copiar y pegar(la)
El desarrollo del sampler permitió
un mundo de posibilidades a los artistas para tomar «muestras» de otros
temas y reutilizarlos en nuevas composiciones (ver Las canciones
más sampleadas de la historia), en especial en el género del hip
hop. Pero también trajo nuevas querellas por el uso no autorizado de extractos
sonoros. Por ejemplo, el hit tecno de 1987 «Pump of the Volume», de MARRS,
tuvo que afrontar varias demandas por el empleo de unos ¡30! sampleos (entre
ellas, la del nefasto trío de productores Stock, Aitken & Waterman).
Otros famosos conflictos en el uso «indebido»
del sampling en aquella época fueron el de MC Hammer y
su«U Can't Touch This» (1990), que robó el riff de «Super Freak» (1981) de Rick
James; y el de Vanilla Ice vs.Queen y David
Bowie, por el empleo de la línea de bajo de «Under Pressure» (1981)
para construir el éxito de 1990 «Ice Ice Baby».
Quizás el caso más controvertido en este sentido
fue el de «Bitter Sweet Symphony». El éxito de The Vervede
1997 usa, con licencia, una porción de un cover del tema de
los Rolling Stones «The Last Time», a cargo de la Andrew
Oldham Orchestra, de 1965. Aun sin ser un sampleo de la canción original,
el quinteto británico fue demandado por Allen Klein, quien posee
los derechos de todo el material de los Stones anterior a 1970. Como resultado,
el 100% de las regalías fueron para Klein, mientras que Mick Jagger y Keith
Richards quedaron como compositores, a pesar de la autoría del
vocalista Richard Ashcroft, quien después del veredicto dijo, con
ironía: «Es la mejor canción que Jagger y Richards escribieron en 20
años».
Otros éxitos de los 90 tuvieron que vérselas con
abogados. Radiohead debió compartir la autoría de «Creep»
(1992) por ser un espejo de «The Air That
I Breathe», de The Hollies. Noel Gallagher tuvo que
hacer lo mismo porque su «Whatever» (1994) se parece demasiado a «How Sweet To Be An Idiot», de Neil
Innes. Además,Oasis tuvo que pagar medio millón de dólares tras
probarse que «Shakermaker» toma parte de la melodía de«I'd Like to Teach the World to Sing (In Perfect
Harmony)», de The New Seekers (1971). Mientras que «Step
Out» (1996), el lado B del exitoso single «Don't Look Back in Anger»,
también lleva el crédito de Stevie Wonder por su semejanza con «Uptight (Everything's Alright)», de 1966.
El polémico hit «Justify my Love»,
de Madonna, recibió dos demandas. Primero, por haber dejado de lado
a la poeta mexicana Ingrid Chávez como autora de la letra y,
luego, por haber utilizado sin autorización la base del tema «Security of
the First World», de Public Enemy (que, nobleza obliga, a su
vez era un hurto al drum loop de «Funky Drummer», de James
Brown).
Una de las demandas más curiosas durante los años
90 fue la acusación de «autoplagio» a John Fogertyque le hizo
la discográfica Fantasy (propietaria de los derechos de Creedence
Clearwater Revival) cuando el músico se lanzó como solista a través de
Warner Bros. Para el sello, el vocalista copió su propia canción«Run Through the Jungle» (1970) para «The Old Man Down the Road» (1984).
El mismísimo Fogerty estuvo en el estrado tocando su guitarra para demostrar
que las composiciones eran diferentes. Por el bien de la cordura, el jurado
decidió en su favor.
En los últimos años, uno de los litigios más
destacados fue el de Coldplay y el parecido de «Viva la
Vida» (2008) no con uno, sino con tres temas: «Foreigner Suit», de Cat Stevens; «Song I Didn’t Write», de Creaky
Boards; y «If I Could
Fly», de Joe Satriani, quien decidió demandar a Chris
Martin y compañía, si bien el caso fue desestimado un año más tarde.
En agosto del año pasado, un juez de Estados Unidos
encontró que el single «Loca», de Shakira, (2010)
es un plagio de la canción «Loca con su
Tiguere», del dominicano Ramón Arias Vásquez.
Pero el gran «dedos de oro7 de la última década es,
sin dudas, Will.I.Am, que estuvo involucrado en al menos una decena
de asaltos a mano armada, ya sea como solista, productor o al frente de The
Black Eyed Peas. Aquí hay un repaso de su
historial delictivo, entre los que se encuentran grandes atracos
como este:
Quizás, «Blurred Lines» ponga otro clavo más en el
féretro de la originalidad, pero algunos señalan que el fallo en su contra deja
un peligroso precedente. El argumento está en que el éxito de Thicke no samplea
ni copia la melodía o la letra de la canción de Gaye, sino que imita algunos de
sus elementos: la voz en falsetto, el estilo del bajo y la
percusión, los sonidos de «fiesta» como background. Todos son
componentes que la hacen sonar parecida a «Got To Give It Up», pero que no
están expresados en la partitura, que es lo que está protegido por el derecho
de autor. Es así que la decisión del jurado abre la puerta a que el estilo, la
«vibra» u «onda» de un tema, y no estrictamente su composición, sea sujeto de copyright.
«Cuando decimos que una canción “suena como” cierta
era es porque los artistas de esa época estaban haciendo muchas cosas iguales
(o, sí, copiándose mutuamente). Si el copyright se extendiera
y fuera más allá de cosas como la melodía para cubrir las otras partes que
conforman el “feeling” de una canción, no hay forma de que una era, una ciudad
o un movimiento puedan tener cierto sonido. Sin eso, nos vamos a perder el
próximo disco, el próximo Motown, el próximo conjunto de canciones de protesta»,
dice Parker Higgins, activista y director de Electronic Frontier Foundation, en
su recomendable artículo de
Ratter.
Más allá del revés millonario, los autores de
«Blurred Lines» dicen dormir
tranquilos sabiendo que no copiaron nada. Quizás Pharrell Williams
esté aún más aliviado, al enterarse de que la familia de Gaye no va demandarlo
otra vez, ahora por el notable parecido de su megahit «Happy» con «'Ain't That
Peculiar». Podrá seguir feliz, escuchando cómo los límites de la inspiración en
la música son cada vez más borrosos.
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