Habla el trío vintage del momento.
Uno podría jurar que los hermanos Kitty,
Daisy y Lewis Durham son de otra época, que formaron parte de aquella primera
generación del R&B, que animaban fiestas a puro swing en los años 30 o que
fueron de los primeros en quebrar caderas con el rockabilly de los 50. Pero no:
este trío de Londres nació en plena retromanía actual y su sonido, que abreva
en viejos estilos, instrumentos y técnicas de grabación, es historia bien presente.
Hijos del ingeniero de sonido Graeme Durham y
la baterista de The Raincoats, Ingrid Weiss, crecieron rodeados de
instrumentos. Entre los tres, tocan piano, guitarra, armónica, contrabajo, ukelele,
batería, trombón, acordeón, xilófono y banjo, todo de manera
autodidacta. ¿Y dónde están los sintetizadores y las laptops, tan omnipresentes hoy? “No los necesitamos”, responde
Kitty, desde un hotel en Zúrich, durante un alto de su gira europea para hablar
con Generación B. “No tenemos nada
en contra de la tecnología digital, pero no requerimos de una computadora para
hacer nuestra música”.
Autodidactas
y cultores del sonido artesanal, Kitty,
Daisy y Lewis editaron su primer single
(un cover de “Honolulu Rock-A Roll-A”)
en 2005, cuando apenas promediaban los 15 años. Le siguió en 2008 un disco
debut homónimo, que rápidamente los ubicó como favoritos en la escena oldie en Inglaterra y les hizo ganar un
creciente público con fans muy famosos, entre ellos Amy Winehouse, Chris
Martin, Dustin Hoffman y David Lynch.
Ahora,
acaban de lanzar su tercer trabajo, The
Third, que contó con la producción del ex The Clash Mick Jones y fue grabado
en un viejo restaurante indio que los Durham compraron y transformaron en un
estudio analógico.
¿Cómo
surgió la idea de montar un estudio en un curry
house y cómo fue la experiencia de grabar el álbum allí?
Bueno,
el restaurante estaba en el área donde vivíamos y nos encantaba ese viejo
edificio. Mis padres solían ir a comer ahí. Había estado vacío por alrededor de
15 años. El lugar fue a remate, lo compramos y armamos el estudio ahí. Nos
llevó más de medio año, porque habían dejado todo: platos, heladeras, todas las
instalaciones. Había zorros y palomas viviendo ahí. ¡Una habitación estaba toda
cubierta de caca de pájaros! Fue bastante trabajo, pero finalmente tuvimos el
estudio. Y fue genial.
Mick
Jones, además de su productor, es un gran fan. ¿Cómo se dio el contacto y cómo
fue trabajar con él?
Fue
bárbaro. Ya lo conocíamos de vista de Londres. Hace unos años tocamos en
lugares donde él estaba y nos hicimos amigos. Un día le preguntamos si tenía
ganas de venir a hacer algo con nosotros, quizás producir un par de tracks, y terminó haciendo todo el
disco; le encantó nuestra música. Venía con su guitarra y tocábamos un poco para divertirnos antes de
grabar. Básicamente, él quiso captar lo que hacíamos en los ensayos para
ponerlo en el álbum. Eso ya lo estábamos desarrollando antes de que él se
sumara, pero su presencia y entusiasmo contribuyó muchísimo.
Son
cada vez más los artistas muy jóvenes que están influenciados por géneros y
estilos antiguos y usan instrumentos y técnicas de grabación analógicas. ¿Por
qué crees que pasa?
Nosotros
usamos instrumentos reales para grabar por el tipo de música que hacemos, además
de que mi papá ya tenía muchos equipos viejos. Para cierto tipo de música,
necesitás una computadora para lograr lo que querés. Pero para captar el sonido
real de los instrumentos, necesitás equipos analógicos.
Todas
las décadas tuvieron artistas y movimientos musicales que recuperaban viejos
géneros con un toque contemporáneo, pero hoy lo retro parece ser todo un signo
de los tiempos…
En
verdad, creo que la música en todas las eras se alimenta del pasado. El rock y
el pop modernos se nutrieron del blues. El hip hop de ahora se basó en el de
los 90. Todo toma cosas anteriores para evolucionar a algo nuevo, y me parece
que siempre va a hacer así.
Fueron soporte de Jools Holland,
Mika, Stereophonics, Mark Ronson, Coldplay. ¿Con quiénes la pasaron
mejor y por qué?
Coldplay
se destaca en especial, porque fue la primera gira propiamente dicha en la que
estuvimos. Volamos a Los Ángeles, fueron seis semanas por Estados Unidos y fue
absolutamente maravilloso. Un gran tour, con grandes estadios. Estuvo muy
bueno. Y era muy agradable pasar el rato con los Coldplay: aman la música y nos
trataron muy bien.
¿Hay
alguna chance tenerlos pronto por la Argentina?
¡Ojalá! Sudamérica, y Argentina en
particular, es uno de los lugares que no conozco y siempre quise visitar. Cruzo
los dedos: quizás podamos ir para allá en algún momento. Realmente, me muero de
ganas.
Kitty, Daisy &
Lewis – “Baby Bye Bye”
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