Hace 45 años,
“Suspicious Minds” le daba a Presley su último número uno antes de morir. La
historia de la resurrección antes del final.
«En todo relato de un regreso, la verdadera prueba está en
casa. Y nadie estaba más lejos de casa que Elvis Presley». Son las primeras
palabras del texto que acompaña la última reedición de From Elvis in Memphis, el disco de 1969 que, para muchos, es el mejor
trabajo del cantante. Y son la dura verdad.
Hacia fines de los años 60, el hombre de la pelvis que sacudió una
generación ya no era el «Rey del Rock». Atrás habían quedado el fenómeno, los
récords y la locura alrededor de su figura, y su carrera se había enfocado en
el cine, como protagonista de ordinarias comedias musicales. Durante esa década
filmó 27 películas, algunas exitosas en recaudación (en especial, por sus soundtracks), pero pobrísimas en calidad
y con un declinante reporte en taquilla. Elvis ganaba un millón de dólares por
film, pero al precio de devaluar su reputación con cada estreno.
Su relevancia se estaba desvaneciendo. Alejado de los
escenarios, la escena comenzaba a estar dominada por The Beatles, The Rolling
Stones entre los más jóvenes, y Tom Jones emergía como un candidato a robarle
la corona entre su público. Pero un especial para la televisión de la cadena NBC de diciembre
de 1968 reavivó su mito y lo puso de vuelta en el escenario. Conocido tiempo
después como el ‘68 Comeback Special,
el show presentó un segmento de
música en vivo con un Elvis en esencia: delgado, carismático, desinhibido, vestido
de cuero negro, ofreciendo ante una pequeña audiencia esa mezcla de rockabilly,
soul, country, blues y gospel que lo había consagrado en los años 50. Fue un
suceso en la TV y reconectó al artista con sus raíces. De pronto, volver a la
música sonaba como un regreso al hogar. Y en muchas formas lo fue.
Para ello, Presley decidió no grabar en los estudios de RCA
en Nashville, como lo hacía de forma usual por contrato, y aceptó la sugerencia
de sus amigos de hacerlo en el American Sound Studio de Memphis, la ciudad
donde se crio. El lugar estaba a cargo de Chips Moman, un productor en ascenso
que, entre 1967 y 1971, consiguió la impresionante marca de meter 120 canciones
en los charts de Billboard para
diversos artistas.
Era la combinación que Elvis necesitaba: estar su ciudad, trabajar
con un hitmaker, en un gran estudio
con una destacada banda propia (un dream
team de talentos conocidos como The Memphis Boys) y ejecutar un repertorio contundente.
Pero a Moman no le resultó fácil relacionarse con Felton Jarvis, histórico
productor de Elvis que no quería verse relegado en sus funciones, ni con el séquito
que siempre rodeaba al cantante y que ya le había advertido que se limitara a
ser un simple «sí, señor».
Elvis llegó al American Sound el 13 de enero de 1969. A pesar de su
resfriado, sacó un cigarrillo y los miembros de la usual corte de «amigos» que
lo acompañaba se peleaban por quién se lo encendía. Ni Moman ni los músicos
podían creer la ridícula escena, y el escepticismo resonaba en el estudio. Así
todo, trabajaron hasta las cinco de la mañana y, el día siguiente, la jornada
se extendió hasta las ocho. Grabaron
«Long Black Limousine», «Wearin' That Loved-on Look», «I'm Movin’ On» y «Gentle
on My Mind». Presley estaba ronco, pero inspirado, y seguía las firmes
(aunque respetuosas y pacientes) indicaciones de Moman con ganas y sin
objeciones.
Volvió al estudio casi una semana después para dedicarse a «In
the Ghetto», un tema sobre el que tenía reparos en grabar. Su letra, polémica
para la época, sobre la pobreza en los barrios, la indiferencia social y el
ciclo vida marginal al que los habitantes parecían estar condenados (originalmente,
la canción llevaba el subtítulo «The Vicious Circle»), podía disgustar y alejar
a un sector de su audiencia.
Pero lograron convencerlo y fue la decisión fue acertada: la
grabación de «In the Ghetto» llevó todo un día y significó un punto de
inflexión tanto en el entusiasmo de Elvis como en su relación con los músicos,
todavía algo desconfiados. Wayne Jackson, el trompetista de aquella larga
jornada, lo certifica: «Simplemente, cantó de maravilla. La primera vez que oí
“In the Ghetto” me estremecí».
«In the Ghetto» puede haber encendido la sensibilidad y
pasión en el estudio, pero el camino de regreso al éxito vendría de la mano de
un hit malogrado. «Suspicious Minds»
era un tema de Mark James y había sido editado como sencillo tan solo un año
antes, sin suerte. Moman sentía que Elvis podía aportarle el atrevimiento y
sensualidad que esta balada soul sobre amor e infidelidad necesitaba para convertirse
en un éxito. Y así fue.
Entusiasmado y efusivo en la grabación, incluso haciendo ejercicios
de karate entre las tomas, Presley logró «la misma mezcla extraordinaria de
ternura y equilibrio que había conseguido en “In the Ghetto”, pero con un
importante añadido: una cualidad expresiva que oscila entre el estoicismo (por
la sospecha de infidelidad) y la angustia (por la pérdida inminente). Todos los
presentes en el estudio comprendieron de inmediato que aquella era la canción
que estaban buscando», cuenta Peter Guralnick, autor de la imprescindible
biografía de Elvis, Amores que matan.
El olor a futuro hit
atrajo los problemas. Después de esa grabación, Presley se tomó un breve receso
en Aspen con Priscilla, momento que su entorno aprovechó para presionar a Moman
para que cediera parte de sus derechos de la canción. El productor se negó y
amenazó con suspender las sesiones y devolver los 25.000 dólares que RCA le
había pagado para alquilar el estudio. «Agarren todo lo que hicimos hasta ahora
y lárguense de acá», les gritó. El conflicto y los recelos duraron varios días,
pero el clima logró enfriarse lo suficiente como para continuar el trabajo tras
la vuelta de Elvis, a mediados de febrero.
De esa
segunda tanda, surgieron «True Love Travels on a Gravel Road», «Power of My
Love», «Kentucky Rain», «Only The Strong Survive» y más canciones. Las
sesiones terminaron el 22 de febrero. Luego, Presley se dedicó a cumplir con su
último compromiso fílmico (la película
Cambio de hábito) y rubricó un importante contrato por una serie de shows en el Hotel International de Las
Vegas, que aún no se había terminado de construir.
Doce canciones de aquellas sesiones en American Studio conformaron
el exitoso LP From Elvis in Memphis, entre
ellas el single «In the Ghetto», que
en julio llegó hasta el tercer puesto: su primer top ten y disco de oro desde 1965. El rey acariciaba la cúspide
otra vez, y el salto final se lo daría «Suspicious Minds».
No se incluyó en el disco y se lanzó como sencillo en
agosto, sin la participación de Moman en los créditos y con muchos cambios en su
producción. Entre ellos, se le incorporó su ahora característica coda, ese fade out y luego “regreso” que repetía
los últimos versos, imitando el falso final que Elvis hacía en sus recitales en
el International. Incluso la nueva mezcla incorporó la sección de vientos que
usó en esos espectáculos.
«Nos pareció ridículo el fundido final. Hacer esto en
directo, cuando el público está presente y participa con él, es una cosa, pero
en un disco no tiene nada que ver», fue la reacción de algunos de los
involucrados en la grabación original al escuchar la nueva mezcla, según puede
leerse en Amores que matan. Moman
estaba indignado. «La misma gente que había intentado apropiarse de sus
derechos de autor lo había suprimido de los créditos y ahora trataba de robarle
su sonido», revela Guralnick.
Los enojos poco les importaron a Elvis y sus seguidores. El
1 de noviembre de 1969, «Suspicious Minds» alcanzó el número uno en Estados
Unidos, el primero desde 1962 y el último que consiguió con vida. Presley disfrutaba
de su resurrección musical, sus presentaciones en el International habían
convocado 101.500 personas y recaudado 1,5 millones de dólares: los shows más exitosos en la historia de Las
Vegas. El rey estaba en la cima. Sería la última vez que miraría al mundo desde
lo más alto.
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