viernes, 31 de octubre de 2014

El último éxito de Elvis

Hace 45 años, “Suspicious Minds” le daba a Presley su último número uno antes de morir. La historia de la resurrección antes del final.



«En todo relato de un regreso, la verdadera prueba está en casa. Y nadie estaba más lejos de casa que Elvis Presley». Son las primeras palabras del texto que acompaña la última reedición de From Elvis in Memphis, el disco de 1969 que, para muchos, es el mejor trabajo del cantante. Y son la dura verdad.

Hacia fines de los años 60, el hombre de la pelvis que sacudió una generación ya no era el «Rey del Rock». Atrás habían quedado el fenómeno, los récords y la locura alrededor de su figura, y su carrera se había enfocado en el cine, como protagonista de ordinarias comedias musicales. Durante esa década filmó 27 películas, algunas exitosas en recaudación (en especial, por sus soundtracks), pero pobrísimas en calidad y con un declinante reporte en taquilla. Elvis ganaba un millón de dólares por film, pero al precio de devaluar su reputación con cada estreno.

Su relevancia se estaba desvaneciendo. Alejado de los escenarios, la escena comenzaba a estar dominada por The Beatles, The Rolling Stones entre los más jóvenes, y Tom Jones emergía como un candidato a robarle la corona entre su público. Pero un especial para la televisión de la cadena NBC de diciembre de 1968 reavivó su mito y lo puso de vuelta en el escenario. Conocido tiempo después como el ‘68 Comeback Special, el show presentó un segmento de música en vivo con un Elvis en esencia: delgado, carismático, desinhibido, vestido de cuero negro, ofreciendo ante una pequeña audiencia esa mezcla de rockabilly, soul, country, blues y gospel que lo había consagrado en los años 50. Fue un suceso en la TV y reconectó al artista con sus raíces. De pronto, volver a la música sonaba como un regreso al hogar. Y en muchas formas lo fue.

Para ello, Presley decidió no grabar en los estudios de RCA en Nashville, como lo hacía de forma usual por contrato, y aceptó la sugerencia de sus amigos de hacerlo en el American Sound Studio de Memphis, la ciudad donde se crio. El lugar estaba a cargo de Chips Moman, un productor en ascenso que, entre 1967 y 1971, consiguió la impresionante marca de meter 120 canciones en los charts de Billboard para diversos artistas.

Era la combinación que Elvis necesitaba: estar su ciudad, trabajar con un hitmaker, en un gran estudio con una destacada banda propia (un dream team de talentos conocidos como The Memphis Boys) y ejecutar un repertorio contundente. Pero a Moman no le resultó fácil relacionarse con Felton Jarvis, histórico productor de Elvis que no quería verse relegado en sus funciones, ni con el séquito que siempre rodeaba al cantante y que ya le había advertido que se limitara a ser un simple «sí, señor».

Elvis llegó al American Sound el 13 de enero de 1969. A pesar de su resfriado, sacó un cigarrillo y los miembros de la usual corte de «amigos» que lo acompañaba se peleaban por quién se lo encendía. Ni Moman ni los músicos podían creer la ridícula escena, y el escepticismo resonaba en el estudio. Así todo, trabajaron hasta las cinco de la mañana y, el día siguiente, la jornada se extendió hasta las ocho. Grabaron «Long Black Limousine», «Wearin' That Loved-on Look», «I'm Movin’ On» y «Gentle on My Mind». Presley estaba ronco, pero inspirado, y seguía las firmes (aunque respetuosas y pacientes) indicaciones de Moman con ganas y sin objeciones.

Volvió al estudio casi una semana después para dedicarse a «In the Ghetto», un tema sobre el que tenía reparos en grabar. Su letra, polémica para la época, sobre la pobreza en los barrios, la indiferencia social y el ciclo vida marginal al que los habitantes parecían estar condenados (originalmente, la canción llevaba el subtítulo «The Vicious Circle»), podía disgustar y alejar a un sector de su audiencia.

Pero lograron convencerlo y fue la decisión fue acertada: la grabación de «In the Ghetto» llevó todo un día y significó un punto de inflexión tanto en el entusiasmo de Elvis como en su relación con los músicos, todavía algo desconfiados. Wayne Jackson, el trompetista de aquella larga jornada, lo certifica: «Simplemente, cantó de maravilla. La primera vez que oí “In the Ghetto” me estremecí».

«In the Ghetto» puede haber encendido la sensibilidad y pasión en el estudio, pero el camino de regreso al éxito vendría de la mano de un hit malogrado. «Suspicious Minds» era un tema de Mark James y había sido editado como sencillo tan solo un año antes, sin suerte. Moman sentía que Elvis podía aportarle el atrevimiento y sensualidad que esta balada soul sobre amor e infidelidad necesitaba para convertirse en un éxito. Y así fue.

Entusiasmado y efusivo en la grabación, incluso haciendo ejercicios de karate entre las tomas, Presley logró «la misma mezcla extraordinaria de ternura y equilibrio que había conseguido en “In the Ghetto”, pero con un importante añadido: una cualidad expresiva que oscila entre el estoicismo (por la sospecha de infidelidad) y la angustia (por la pérdida inminente). Todos los presentes en el estudio comprendieron de inmediato que aquella era la canción que estaban buscando», cuenta Peter Guralnick, autor de la imprescindible biografía de Elvis, Amores que matan.

El olor a futuro hit atrajo los problemas. Después de esa grabación, Presley se tomó un breve receso en Aspen con Priscilla, momento que su entorno aprovechó para presionar a Moman para que cediera parte de sus derechos de la canción. El productor se negó y amenazó con suspender las sesiones y devolver los 25.000 dólares que RCA le había pagado para alquilar el estudio. «Agarren todo lo que hicimos hasta ahora y lárguense de acá», les gritó. El conflicto y los recelos duraron varios días, pero el clima logró enfriarse lo suficiente como para continuar el trabajo tras la vuelta de Elvis, a mediados de febrero.

De esa segunda tanda, surgieron «True Love Travels on a Gravel Road», «Power of My Love», «Kentucky Rain», «Only The Strong Survive» y más canciones. Las sesiones terminaron el 22 de febrero. Luego, Presley se dedicó a cumplir con su último compromiso fílmico (la película Cambio de hábito) y rubricó un importante contrato por una serie de shows en el Hotel International de Las Vegas, que aún no se había terminado de construir.

Doce canciones de aquellas sesiones en American Studio conformaron el exitoso LP From Elvis in Memphis, entre ellas el single «In the Ghetto», que en julio llegó hasta el tercer puesto: su primer top ten y disco de oro desde 1965. El rey acariciaba la cúspide otra vez, y el salto final se lo daría «Suspicious Minds».

No se incluyó en el disco y se lanzó como sencillo en agosto, sin la participación de Moman en los créditos y con muchos cambios en su producción. Entre ellos, se le incorporó su ahora característica coda, ese fade out y luego “regreso” que repetía los últimos versos, imitando el falso final que Elvis hacía en sus recitales en el International. Incluso la nueva mezcla incorporó la sección de vientos que usó en esos espectáculos.

«Nos pareció ridículo el fundido final. Hacer esto en directo, cuando el público está presente y participa con él, es una cosa, pero en un disco no tiene nada que ver», fue la reacción de algunos de los involucrados en la grabación original al escuchar la nueva mezcla, según puede leerse en Amores que matan. Moman estaba indignado. «La misma gente que había intentado apropiarse de sus derechos de autor lo había suprimido de los créditos y ahora trataba de robarle su sonido», revela Guralnick.

Los enojos poco les importaron a Elvis y sus seguidores. El 1 de noviembre de 1969, «Suspicious Minds» alcanzó el número uno en Estados Unidos, el primero desde 1962 y el último que consiguió con vida. Presley disfrutaba de su resurrección musical, sus presentaciones en el International habían convocado 101.500 personas y recaudado 1,5 millones de dólares: los shows más exitosos en la historia de Las Vegas. El rey estaba en la cima. Sería la última vez que miraría al mundo desde lo más alto.


 

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