martes, 7 de octubre de 2014

Rock nacional: ¿Por qué vuelven todos?

Miembros de Manal, Viuda e Hijas, Duna y Turf cuentan cómo y por qué se reunieron. Intimidades y futuro de las bandas que pegaron la vuelta este año.



Faltan dos meses para que termine, pero ya podríamos calificar este 2014 como un año de regresos en el rock nacional para todos los gustos y todas las eras. Desde la fundación del género en nuestro país, con la inesperada y fugaz reunión de Manal; pasando por los años ochenta, con las reapariciones de Viuda e Hijas de Roque Enroll y Duna; los primeros noventa, con la reformación de Los Brujos, y hasta los albores de este siglo, con el sorpresivo retorno de Turf.

Sin dudas, la vuelta de Manal, 33 años después de su último concierto en Obras, fue uno de los acontecimientos más destacados de la escena. El legendario trío integrado por Javier Martínez, Claudio Gabis y Alejandro Medina se reunió el miércoles pasado para la inauguración de Red House, un club privado de rock y blues de la productora de Jorge «Corcho» Rodríguez, donde dio un recital sorpresa ante un público de invitados y artistas que no podían creer lo que estaba ocurriendo.

«Fue totalmente secreto. Me sobran los dedos de las manos para contar las personas que lo sabían. Arrancamos con “Informe de un día” con las cortinas cerradas y nadie sabía quién estaba detrás. Las sonrisas eran enormes y lo importante es que lo grabamos y lo filmamos en alta fidelidad, para dejar una referencia de Manal, porque éramos como Gardel: siempre estuvimos en blanco y negro», revela Medina, adelantando así la próxima aparición de un DVD con el registro este histórico show.

Allí sonaron otra vez clásicos como «Avenida Rivadavia”, «Para ser un hombre más», «No pibe», «Necesito un amor» y el cierre con el célebre «Jugo de tomate». «El encuentro fue muy copado, porque los viejos hermanos siempre pueden limar sus diferencias. Algo muy emocionante, incluso ya estar ensayando juntos, cagándonos de la risa», se emociona Medina, y reconoce que «hubo que trabajar, porque Manal parece fácil tocarlo, pero es muy complejo. Fuimos laburando despacito, muchas horas diarias durante una semana, diez días, en los que habremos hecho unos seis ensayos largos. Incluso tuve que volver al bajo normal, porque yo uso otra afinación».

Más allá del tiempo y el esfuerzo invertido en esta sorpresa, Javier Martínez desestimó planes futuros para la banda, como nuevos shows o giras. Su manager, Fabio Scartuchio, declaró en FM Nacional Rock que una reunión de Manal es imposible porque el músico «no quiere juntar al trío ni salir comercial y artísticamente con el viejo Manal».

Sin embargo, consultado al respecto, Medina señaló que no descarta nada en el horizonte. «No quiero decir ni que sí que no. Quiero dejar que las cosas sucedan por peso y motivación propia. No me gusta ser un tipo determinante como lo es Javier. Soy feliz con lo que hicimos, la pasamos muy bien, no había una grieta gigante en el medio que nos impidiera hacerlo. Manal suena a Manal siendo nosotros tres, de otra forma no. Eso se comprendió claramente. Si toca Javier, hará un homenaje a Manal, como yo hago uno a La Pesada y Aeroblus, pero nada más — aclara el bajista—. Por otro lado, no puedo ser tan egocéntrico como para decir que nunca jamás haré algo. No creo en el ego: lo llamo ambición, maldad, hipocresía, falsa autoestima. El ego es una mierda: es yo, yo, yo. Y, para mí, somos nosotros. Yo te explico mi posición, no sé la de los otros. No tengo ni quiero tener expectativas. Estoy abierto y lo repito: no sé qué nota tocaré, ni sé qué nota tocarás, pero la nota lo sabe».

Ataque ochentoso

Este año también marcó la vuelta de Viuda e Hijas de Roque Enroll. El exitoso grupo femenino surgido en 1983 hará su regreso formal sobre el escenario el 26 de noviembre en el Gran Rex, donde presentará su nuevo disco, Perlas y diamantes, que contiene tres canciones nuevas y diez de sus clásicos en nuevas versiones, entre ellos los inolvidables «Lollipop», «Estoy tocando fondo» y «Bikini a lunares amarillo».

«Se alinearon los planetas y una serie de señales nos mostraron que ya no nos podíamos resistir más. Nos entregamos al destino y acá estamos», cuenta Claudia Ruffinatti sobre el reencuentro con sus compañeras Mavi Díaz y Claudia Sinesi. «El año pasado Man Ray volvió a tocar y nos invitaron a hacer los coros en uno de los temas nuevos que, casualmente, se llama “Empezar de nuevo”. Y bueno: nos volvimos a juntar musicalmente después de unos años. En la presentación de ese disco había gente de Sony, se entusiasmaron con la idea de la vuelta y nuestra manager se encargó de picarnos los sesos a cada una. Se dieron toda una serie de cosas. Queríamos volver de esta manera. Nos pareció un excelente momento para salir a celebrar los treinta años que estamos cumpliendo».

La última reunión de las Viudas fue en 2004, en un show en El Dorrego en homenaje a su compañera María Gabriela Epumer, fallecida el año anterior. «Su ausencia fue uno de los temas que hizo replantearnos esta vuelta. Sabemos que su figura es vital e irremplazable. Pero en todo momento sentimos que ella nos apoya y que, estando acá, hubiese hecho todo lo posible para que esto siguiera adelante. Tenemos el apoyo de su familia, la sentimos en nuestro corazón y hemos tenido varias señales cósmicas que nos han confirmado que está totalmente de acuerdo desde el más allá», explica Díaz.

Duna fue otra de las bandas que tuvo su momento de gloria a mediados de los 80, como parte de esa escena de tintes darkies integrada por Fricción, Sobrecarga, Don Cornelio y la Zona y El Corte, entre otros. «Había una oscuridad melancólica medio tanguera, no en cuanto a lo musical ni la poesía, pero sí esa cosa muy porteña que, después, estaba en todo el país. Éramos una cofradía after-punk», rememora el vocalista Alejandro Villanueva.

El cuarteto ganó repercusión en 1987 con el pop elegante del hit «Final Marruecos». «Éramos pibes de barrio con 18, 20 años que, de repente, estábamos tocando en el programa de (Juan Carlos) Badía. Nunca me voy a olvidar de que se me rompió una cuerda antes de salir a escena, en una guitarra en que era muy complicada cambiarlas. Y el tipo estiró el aire antes de presentarnos, para darme tiempo. ¡Un titán!», exclama.

La banda pronto estaba como soporte de The Bolshoi y de gira con Sumo. Villanueva recuerda: «Una vez, vino (Roberto) Petinatto y nos pidió que tocáramos “Window Pane”, uno de los temas más viejos que hacíamos. Y nosotros, que éramos unos nenes apichonados y ellos unos titanes, le dijimos: “no, nos da vergüenza”. Se dio vuelta y empezó a las carcajadas, a decir “Uh, miren: a estos les da vergüenza cantar sus temas”. Nosotros agarramos las guitarritas con los cachetes colorados y, bueno,… imaginate: no era fácil hacerte amigo de Sumo arriba de un micro. La pasamos como nunca y nos llenamos de experiencia».

Después de un segundo álbum, el grupo se disolvió en 1990, en parte impulsado por la aparición del automóvil Fiat Duna. «Fue una coincidencia poco feliz, pero no hubo ningún problema legal —detalla el músico— No nos gustaba que una banda de rock se llamara como un auto que estaba saliendo con toda la maquinaria publicitaria. Es una de las cosas que nos llevaron a pseudosepararnos». El guitarrista Raúl Arbelbide siguió su carrera con Aleman Gup, pero Villanueva y sus compañeros Luciano Del Bene y Marcos Marafiotti se transformaron en Abejorros, que editaron cuatro discos y llegaron a ser soportes de los shows en el país de Paul McCartney y Roxette.

Con Arbelbide, pero sin Del Bene, radicado en Brasil, Duna se reunió el pasado 27 de septiembre en un concierto en La Trastienda. «El reencuentro no se me pasó por la cabeza jamás, apareció la idea por el comentario de un amigo y después terminamos tocando casi a sala llena —cuenta Villanueva—. El objetivo es humano, no es económico. Por eso yo remarco tanto que es un reencuentro y no la vuelta de la banda.
En concreto no hay ningún plan, pero tampoco descartamos nada. La idea es que, después de que haya corrido tanta agua debajo del puente, la pasemos bien. Y es lo que estamos haciendo».

Loco un poco, otra vez

Anunciada, aunque igual de sorpresiva, fue la vuelta a los escenarios de Turf luego de siete años de ausencia. La reunión parecía difícil para un grupo que se disgregó, en gran parte, por el agotamiento de los integrantes hacia las actitudes de ese espíritu indomable llamado Joaquín Levinton.

«Cada uno maduró mucho, en especial en limar todas esas cosas que surgieron como peleas en su momento. Ahora, podés tratarte de una manera más adulta con tus compañeros. Más amable y cordial, sin llegar al choque. Sobre todo yo, que era como Johnny Rotten —revela el vocalista— Era muy peleón, no solo con mis compañeros, sino con todo lo que se me pusiera adelante. Ahora tengo una actitud más amistosa. Quiero entender y manejar las diferencias».

El quinteto volvió a hacer sonar sus pegadizos hits que coparon las radios en la primera mitad de 2000 ante más de 40.000 personas, en el reciente festival en homenaje a Charly García que se organizó en Figueroa Alcorta y Pampa. «Lo que podía pasar, si todo salía mal, era que la magia del grupo no estuviera, porque cada uno tenía la mente y la energía en otro lado. O que volviera, se condensara y explotara con todos cantando, que fue lo que sucedió. El otro día se vio que la gente extrañaba las canciones. Y nosotros también —cuenta Levinton— Me reencontré con mis viejos amigos y volví a sentir lo mismo que la primera vez. Pero hay una diferencia, y es que Turf se está gestando. A Turf le quedó algo pendiente, porque no fue un grupo que cumplió un ciclo y terminó: es una banda que podría estar toda la vida».

¿Significa esto que pronto habrá más música de los creadores de «Loco un poco» y «Pasos al costado»? «Vamos de a poco, porque no queremos que sea algo fugaz, ni que sea el robo de juntarnos para llevarnos la guita y nada más. Queremos ver cómo se desarrolla de manera natural. Además, cada uno tiene sus proyectos particulares», responde el músico, que pronto lanzará su primer disco solista. «No hay nada confirmado, pero en la agenda del 2015 habrá algo, seguro. Igual, la bomba ya explotó».


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