jueves, 12 de noviembre de 2015

Claptone: desenmascaramos al último misterio del dance

Hablamos con la enigmática revelación mundial de las pistas. Baile y música para todos, sin caretas.



“Mi identidad no es ningún secreto: Me llamo Claptone, tengo algunos cientos de años (cuando envejecés, se te hace difícil recordar la edad exacta) y vivo en Berlín”. Así se presenta la última sensación del dance mundial: con algo de enigma, parte de sinceridad y mucha imaginación. Poco se sabe del intrigante productor y DJ de galera negra oculto tras una particular máscara dorada de origen veneciano que “me fue otorgada hace mucho tiempo, me cuesta decir cómo pasó o si lo imaginé. Solo estoy seguro de que existo, pero qué soy exactamente sigue siendo un misterio para mí hasta hoy”, dice.

Sus crípticas y divertidas respuestas son una cara más de este artista que tomó las pistas con un seductor y melancólico deep house que evoca la vida nocturna de Detroit y Chicago de los 80. “Amo el dance y el sonido esas ciudades. Pero mis influencias van mucho más allá. Mi educación empezó con el canto de las aves y el susurro del viento, y desperté a la música el día en que esta nació. Luego, vino el pop, Elvis, los Beatles, los Stones. Inhalé esas revoluciones sonoras y les di la bienvenida a los Doors, Queen, Kraftwerk, Devo, Depeche Mode, Nirvana, Public Enemy, The Wu-Tang Clan, The Strokes y, claro, abracé el dub reggae, el funk de los 80, el house de Chicago y el tecno de Detroit”, repasa.

El éxito de sus singles “Cream” y “Wrong”, más sus celebrados remixes para Gregory Porter, Pet Shop Boys, Klaxons y Metronomy, lo llevaron a recorrer diversos festivales, clubs y escenarios del mundo (en los próximos días, pasará por Chile y Brasil, “esperando obtener los poderes necesarios” para visitar la Argentina, dice). Y este año, finalmente, lanzó su esperado álbum debut, Charmer, con una larga lista de invitados, entre los que se cuenta a Jay-Jay Johanson, Peter, Bjorn and John, Young Galaxy y Clap Your Hands and Say Yeah.

“Cuando comencé a trabajar en el álbum, tenía la idea de colaborar con artistas que me gustaran mucho, con carisma, que fueran diferentes a lo que usualmente se escucha en la radio —revela—. También buscaba voces con personalidad, de las que no se oyen en todos los discos de house. Al mismo tiempo, no quería escribir un puñado de canciones radio-friendly y llamar a eso un álbum, ni producir una compilación de temas bolicheros. Necesitaba que fuera un disco clásico, una colección de trabajos que se relacionaran unos con otros y tuvieran un sentido en su orden, algo que pudieras escuchar todo de una”.

¿Cómo fueron surgiendo esas colaboraciones?

Le escribí a la gente que me inspiró durante estos últimos años y con la que quería estar involucrado. Incluso visité a muchos después de los conciertos. Artistas como Jimi Tenor, con “Take Me Baby”; Nathan Nicholson, con “Watermelon” de su banda The Boxer Rebellion; Jay-Jay con su primer disco, Whiskey; y Clap Your Hands and Say Yeah, con su maravilloso “Satan Said Dance”, me han abierto nuevas puertas en términos musicales. Entonces, requería de su ayuda para escribir un nuevo capítulo de Claptone. Para las letras, no les di ninguna pauta de cómo deberían ser porque confiaba en su calidad. Sabía que iban a encajar perfectamente en mi sonido. Lo que me devolvieron fue una revelación. Sentí al instante que sus palabras se acoplaban con mi música. Ellos añadieron la capa emocional, social y hasta política que se necesitaba. 

¿Con quiénes te gustaría trabajar pronto?
Con Dave Gahan, Adele y Sting, por empezar; pero hay muchos más.

Hiciste remezclas para varios artistas. ¿Cuáles son las claves de un buen remix?
Escucho la oferta, si me inspira o no. Si se da la conexión, ahí empieza la verdadera tarea. Es un proceso muy demandante en lo emocional. Porque querés conservar la personalidad y el alma del original, pero trasladarla al sonido dance de Claptone, y esa es mi misión.

¿Cuál es tu impresión del dance actual? He escuchado y leído a varios DJ y colegas tuyos coincidir en que la escena está sobresaturada…
Eso me da risa. Podemos estar muy felices de que casi todo aquel que viva en los países privilegiados puede crear música, incluso si hay muchas cosas que no nos gusten. Es un gran avance que cada vez más gente pueda comunicarse y expresarse a través de la música. Y eso es mucho más importante que andar diciendo que hay una “sobresaturación de artistas”, lo cual nos reduce a una especie de entidad económica. Claro que estamos todos metidos en un sistema capitalista, pero debemos intentar diferenciar nuestro trabajo del de un empresario.
Yo hago música como una forma de expresión, para comunicarme, encontrar mi lugar en este mundo y, por supuesto, ganarme la vida. No hay nada de malo en que alguien quiera hacer lo mismo. Incluso si seguís esa lógica económica, es absurdo tenerle miedo a la competencia. Un poquito de competencia siempre ayuda a mejorar, ¿o acaso queremos un monopolio de creadores de música? Bueno, yo no. Quiero estar inspirado por nuevas ideas siempre. Lo que no me gusta es el bombo publicitario. Las llamadas “tendencias” tienen un efecto de filtro sobre qué se edita, quién lo hace y cuánta gente produce cierto tipo de música. Habrá más y más producciones comerciales bajo cierto género inflado, lo cual llevará a que los líderes de opinión traten de encontrar una nueva y emocionante música. Al tiempo que el género cruza al pop, al final, la mayoría pierde interés, y el género muere.
El otro lado de esta historia es que hay algunos artistas con calidad y personalidad que se mantienen ante los desafíos del bombo, del género y, en general, de los tiempos. Los Beatles sobrevivieron al beat, Giorgio Moroder al disco, Nirvana al grunge, Fatboy Slim al big beat y la lista puede seguir y seguir. Sentite libre de agregar: Claptone sobrevive al deep house.

Hoy es más fácil crear música y publicarla sin depender de nadie, y es muy positivo. Pero eso ha generado que millones de personas estén haciendo lo mismo, lo cual dificulta darse a conocer, hay miles de propuestas parecidas y el sonido (en especial en la electrónica) parece haberse uniformizado…
A mí me llevó décadas desarrollar mi propio lenguaje musical, pero tenés que aprender a hablar y empezar por algún lado. Algunos productores aprenden rápido, a otros les lleva años y muchos nunca se gradúan. Es como en la escuela: si solo te copiás de tu compañero, eso te va a ayudar en cierto momento, pero no es sustancial. Yo no soy un maestro, pero siempre aliento a la gente a que haga música si es algo que realmente desea. Sin embargo, la meta debería ser disfrutar del proceso, y luego volverte rico y famoso. Porque si solo buscás eso, vas a descubrir que es un error muy común pensar que hacer música es la manera más fácil de conseguirlo.



Leer en GeneraciónB.com >>

No hay comentarios: