Hablamos con la
enigmática revelación mundial de las pistas. Baile y música para todos, sin
caretas.
“Mi
identidad no es ningún secreto: Me llamo Claptone, tengo algunos cientos de
años (cuando envejecés, se te hace difícil recordar la edad exacta) y vivo en
Berlín”. Así se presenta la última sensación del dance mundial: con algo de enigma,
parte de sinceridad y mucha imaginación. Poco se sabe del intrigante productor
y DJ de galera negra oculto tras una particular máscara dorada de origen
veneciano que “me fue otorgada hace mucho tiempo, me cuesta decir cómo pasó o
si lo imaginé. Solo estoy seguro de que existo, pero qué soy exactamente sigue
siendo un misterio para mí hasta hoy”, dice.
Sus
crípticas y divertidas respuestas son una cara más de este artista que tomó las
pistas con un seductor y melancólico deep house que evoca la vida nocturna de
Detroit y Chicago de los 80. “Amo el dance y el sonido esas ciudades. Pero mis
influencias van mucho más allá. Mi educación empezó con el canto de las aves y
el susurro del viento, y desperté a la música el día en que esta nació. Luego,
vino el pop, Elvis, los Beatles, los Stones. Inhalé esas revoluciones sonoras y
les di la bienvenida a los Doors, Queen, Kraftwerk, Devo, Depeche Mode,
Nirvana, Public Enemy, The Wu-Tang Clan, The Strokes y, claro, abracé el dub
reggae, el funk de los 80, el house de Chicago y el tecno de Detroit”, repasa.
El
éxito de sus singles “Cream” y “Wrong”,
más sus celebrados remixes para
Gregory Porter, Pet Shop Boys, Klaxons y Metronomy, lo llevaron a recorrer
diversos festivales, clubs y escenarios del mundo (en los próximos días, pasará
por Chile y Brasil, “esperando obtener los poderes necesarios” para visitar la
Argentina, dice). Y este año, finalmente, lanzó su esperado álbum debut, Charmer, con una larga lista de
invitados, entre los que se cuenta a Jay-Jay Johanson, Peter, Bjorn and John,
Young Galaxy y Clap Your Hands and Say Yeah.
“Cuando
comencé a trabajar en el álbum, tenía la idea de colaborar con artistas que me
gustaran mucho, con carisma, que fueran diferentes a lo que usualmente se
escucha en la radio —revela—. También buscaba voces con personalidad, de las
que no se oyen en todos los discos de house. Al mismo tiempo, no quería
escribir un puñado de canciones radio-friendly
y llamar a eso un álbum, ni producir una compilación de temas bolicheros.
Necesitaba que fuera un disco clásico, una colección de trabajos que se
relacionaran unos con otros y tuvieran un sentido en su orden, algo que pudieras
escuchar todo de una”.
¿Cómo fueron
surgiendo esas colaboraciones?
Le
escribí a la gente que me inspiró durante estos últimos años y con la que
quería estar involucrado. Incluso visité a muchos después de los conciertos.
Artistas como Jimi Tenor, con “Take Me Baby”; Nathan Nicholson, con
“Watermelon” de su banda The Boxer Rebellion; Jay-Jay con su primer disco, Whiskey; y Clap Your Hands and Say Yeah,
con su maravilloso “Satan Said Dance”, me han abierto nuevas puertas en
términos musicales. Entonces, requería de su ayuda para escribir un nuevo
capítulo de Claptone. Para las letras, no les di ninguna pauta de cómo deberían
ser porque confiaba en su calidad. Sabía que iban a encajar perfectamente en mi
sonido. Lo que me devolvieron fue una revelación. Sentí al instante que sus
palabras se acoplaban con mi música. Ellos añadieron la capa emocional, social
y hasta política que se necesitaba.
¿Con quiénes te gustaría trabajar pronto?
Con Dave Gahan,
Adele y Sting, por empezar; pero hay muchos más.
Hiciste remezclas para varios artistas. ¿Cuáles son las
claves de un buen remix?
Escucho la oferta, si
me inspira o no. Si se da la conexión, ahí empieza la verdadera tarea. Es un
proceso muy demandante en lo emocional. Porque querés conservar la personalidad
y el alma del original, pero trasladarla al sonido dance de Claptone, y esa es
mi misión.
¿Cuál es tu
impresión del dance actual? He escuchado y leído a varios DJ y colegas tuyos coincidir
en que la escena está sobresaturada…
Eso me da risa.
Podemos estar muy felices de que casi todo aquel que viva en los países
privilegiados puede crear música, incluso si hay muchas cosas que no nos
gusten. Es un gran avance que cada vez más gente pueda comunicarse y expresarse
a través de la música. Y eso es mucho más importante que andar diciendo que hay
una “sobresaturación de artistas”, lo cual nos reduce a una especie de entidad
económica. Claro que estamos todos metidos en un sistema capitalista, pero
debemos intentar diferenciar nuestro trabajo del de un empresario.
Yo hago música como
una forma de expresión, para comunicarme, encontrar mi lugar en este mundo y,
por supuesto, ganarme la vida. No hay nada de malo en que alguien quiera hacer
lo mismo. Incluso si seguís esa lógica económica, es absurdo tenerle miedo a la
competencia. Un poquito de competencia siempre ayuda a mejorar, ¿o acaso
queremos un monopolio de creadores de música? Bueno, yo no. Quiero estar
inspirado por nuevas ideas siempre. Lo que no me gusta es el bombo publicitario.
Las llamadas “tendencias” tienen un efecto de filtro sobre qué se edita, quién
lo hace y cuánta gente produce cierto tipo de música. Habrá más y más
producciones comerciales bajo cierto género inflado, lo cual llevará a que los líderes
de opinión traten de encontrar una nueva y emocionante música. Al tiempo que el
género cruza al pop, al final, la mayoría pierde interés, y el género muere.
El otro lado de
esta historia es que hay algunos artistas con calidad y personalidad que se
mantienen ante los desafíos del bombo, del género y, en general, de los
tiempos. Los Beatles sobrevivieron al beat, Giorgio Moroder al disco, Nirvana
al grunge, Fatboy Slim al big beat y la lista puede seguir y seguir. Sentite
libre de agregar: Claptone sobrevive al deep house.
Hoy es más fácil
crear música y publicarla sin depender de nadie, y es muy positivo. Pero eso ha
generado que millones de personas estén haciendo lo mismo, lo cual dificulta
darse a conocer, hay miles de propuestas parecidas y el sonido (en especial en
la electrónica) parece haberse uniformizado…
A mí me llevó
décadas desarrollar mi propio lenguaje musical, pero tenés que aprender a
hablar y empezar por algún lado. Algunos productores aprenden rápido, a otros
les lleva años y muchos nunca se gradúan. Es como en la escuela: si solo te
copiás de tu compañero, eso te va a ayudar en cierto momento, pero no es
sustancial. Yo no soy un maestro, pero siempre aliento a la gente a que haga
música si es algo que realmente desea. Sin embargo, la meta debería ser
disfrutar del proceso, y luego volverte rico y famoso. Porque si solo buscás
eso, vas a descubrir que es un error muy común pensar que hacer música es la
manera más fácil de conseguirlo.
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