Reuniones,
vedetismos, cocaína y caridad satelital. Historia, secretos e intimidades del
Woodstock de la aldea global.
Live Aid fue, hace tres décadas, el evento que cambió el entretenimiento
musical con repercusiones culturales, sociales, económicas y políticas como
pocos festivales de rock han conseguido. Pero, en esencia, es la historia del
poder de una canción.
En octubre de 1984, Bob
Geldof, por entones líder de los Boomtown
Rats, estaba en su casa mirando TV y quedó horrorizado por un informe de la
BBC que mostraba la hambruna en Etiopía, originada por una larga sequía y multiplicada
por una guerra civil en la región. Consternado e indignado por las imágenes, habló
días más tarde con Midge Ure,
cantante de Ultravox, y decidieron componer
un single para caridad y reclutar a
la mayor cantidad de artistas para grabarlo.
El 25 de noviembre, toda la galaxia pop de los años 80
estaba reunida en el estudio del productor Trevor
Horn, en Notting Hill, para ponerle voz a «Do They Know It’s Christmas?», el
villancico planetario a cargo Band Aid:
acaso el supergrupo más grande jamás concebido, con integrantes de U2, Duran Duran, Spandau Ballet,
Culture Club, Queen, Genesis y más. En
la grabación, reinó la camaradería, pero no faltaron los egos y celos, además
de las superficialidades y las competencias. «Nunca olvidaré ese día, porque
fue el mejor: tener a todos esos músicos tratando de hacer que todo funcionara
y llevándose bien —recuerda Gary Kemp,
de Spandau Ballet, en el libro The
Eighties: One Day, One Decade—. U2 estaba ahí y nosotros pensábamos “¿por
qué mierda están acá? No existen, son unos aspirantes a punks”. Adam Clayton, su bajista, se acercó a nuestro manager, Steve, y le
preguntó: “¿Qué hacen ustedes con las minitas gritonas? Porque estamos
empezando a tenerlas”. Y él le respondió: “Las amamos”».
El tema se grabó y editó en tiempo récord. Dos días más
tarde, ya estaba en las disquerías y se convirtió el single que más rápido se vendió en el Reino Unido. Geldof esperaba,
con suerte, recaudar algo más de 50.000 libras: terminó consiguiendo más de 8
millones en el mundo, que se invirtieron en adquirir y transportar a África más
de 3.500 toneladas de alimentos.
El éxito pronto puso a la solidaridad sobre el escenario. En
diciembre, Culture Club cerró una
serie de shows en el Wembley Arena
entonando «Do They Know It’s Christmas?» junto a músicos invitados de Band Aid,
y eso disparó la idea de hacer un concierto a beneficio. Ni bien terminó su
gira con los Boomtown Rats, en marzo
de 1985, Geldof puso manos a la obra para organizar, en poco más de cuatro
meses, lo que sería un evento a escala planetaria sin precedentes: dos
recitales en simultáneo, uno en el estadio Wembley de Londres y otro el John F.
Kennedy de Filadelfia, Estados Unidos, transmitidos vía 14 satélites a todo el
mundo. Un acto de compasión transatlántica del que formaron parte más de 70
artistas, entre ellos, gigantes como Elton
John, Madonna, Mick Jagger, David Bowie, Queen, Black Sabbath, Tina Turner, Duran Duran
y Bob Dylan.
El espectáculo empezó en Gran Bretaña, cuando sonó la
primera nota de «Rockin' All Over The World», de Status Quo. «Antes de salir al escenario, ya tenía un gramo de coca
y media botella de tequila encima», declaró años más tarde su vocalista, Francis Rossi. Era el 13 de julio, el
calor en Londres era agobiante, pero en la trastienda de Live Aid nevaba. «Era
1985, por Dios: el backstage era una
mar de cocaína, no te podías mover de la merca que había», reconoció Bernard Doherty, prensa del evento, al
famoso periodista Dylan Jones.
A Status Quo le siguieron Style Council, The Boomtown
Rats, Adam Ant, Ultravox y Spandau Ballet, hasta que Bernard
Watson y, luego, Joan Baez, abrieron
el festival del otro lado del océano. Muchos artistas llegaron a Wembley en
helicópteros, que aterrizaban y despegaban a cada rato en un campo de cricket
cercano donde, ese día, se realizaba una boda. Los padres de la novia, molestos
con lo que Jones calificó como «la operación de trasporte aéreo más importante
desde la guerra de Malvinas», se quejaron, y, para calmar los ánimos, David Bowie fue a la fiesta y se sacó
algunas fotos con los recién casados.
Cada artista tenía 18 minutos para su performance. Al costado del escenario, había un sistema de luces
que, cuando se ponían en amarillo, indicaba que solo quedaba un minuto de show. Así todo, muchos se pasaron. Uno
de ellos fue U2, en una actuación
consagratoria de apenas dos temas: «Sunday Bloody Sunday» y una heróica versión de «Bad» de 12 minutos,
porque Bono bajó del escenario para estar
cerca del público y terminó rescatando a unas mujeres que estaban siendo
aplastadas contra el vallado.
El otro set extenso
y memorable fue el de Queen, que hipnotizó a los más 70.000
espectadores con cinco canciones en 21 minutos y se coronó como la gran
banda en vivo. Freddie Mercury y Bono habían tenido un particular encuentro en
bastidores antes. «Freddie me agarró para un costado y me preguntó: “¿Se dice Bo-No
o Bon-O?” —recuerda el vocalista de U2 en The
Eighties—. Yo estaba contra la pared, pasó su brazo por encima de mi hombro
y me hablaba como si se estuviera chamuyando a una mina. Yo pensé: “Uh, este
tipo sí que es amanerado”. Se lo conté después a alguien y me dijo: “¿Y qué te
sorprende? ¡Se llaman Reina!”. Pero yo estaba asombrado, no había caído».
Mientras, en Estados Unidos, también sucedían otros
encuentros imborrables: las reuniones de Crosby,
Stills, Nash & Young, de Black Sabbath con Ozzy Osbourne y de los miembros de Led Zeppelin tras la muerte de John
Bonham, que fue reemplazado para la ocasión por Tony Thompson (ex Chic) y Phil
Collins, quien voló a Filadefia en el famoso avión Concorde disparado tras
su actuación en Londres y fue el único artista que se presentó en los dos
escenarios de Live Aid. Robert Plant
calificó aquel encuentro como «una atrocidad», mientras que Jimmy Page le contó años más tarde a la
revista Rolling Stone: «Mi principal
recuerdo es de pánico total. John Paul
Jones llegó el mismo día del show,
habremos tenido una hora de ensayo antes, y eso es un poco kamikaze cuando
pensás cuán bien ensayaron todos los demás». Plant estaba mal de la voz, Page adujo
problemas de sonido con la guitarra, pero también cargó contra Collins por no
saberse el repertorio. El ex-Genesis
definió el hecho como un «verdadero desastre». De todas formas, el público no pareció
darse cuenta y los videos que hoy
podemos ver como testimonio no parecen mostrar semejante calamidad.
También hubo grandes instantes, como el sensual dueto de Mick Jagger y Tina Turner
para «State of Shock» y «It’s Only Rock & Roll», y polémicas, como la de Bob Dylan. La leyenda del folk, que
tocó tres canciones junto a Keith
Richards y Ron Wood, pidió que «algo
del dinero recaudado, quizás uno o dos millones, se use para pagar las
hipotecas que los granjeros de aquí deben a los bancos». Un año más tarde, Geldof escribió en su
autobiografía Is That It?: «Mostró
una falta total de comprensión por los temas de los que se trataba Live Aid…
Fue algo insensible, nacionalista y estúpido decir eso».
Live Aid reunió a más de 160.000 personas durante 16 horas y
llegó a más de 1.000 millones de espectadores en cien países a través de una
transmisión satelital sin antecedentes hasta ese momento (y con obvios desperfectos
técnicos, como la caída de la conexión en varios momentos). Recaudó aproximadamente
50 millones de libras entre tickets, merchandising y donaciones telefónicas. «Live
Aid dio lugar a una nueva forma de pop que no dependía de nada salvo de su
habilidad para conectar con grandes audiencias —analiza Dylan Jones en su libro
The Eightes—. Provocó un giro
cuántico en la industria del entretenimiento. El estadio se convirtió en la
marca de facto del suceso (si no
podías llenar uno tres noches seguidas, entonces no eras lo suficientemente
exitoso), mientras que el underground
hizo lo que siempre hizo en situaciones así: se enterró aún más. Desde 1985 en
adelante, la cultura alternativa británica giraría alrededor del dance, los DJ
y el resurgimiento de la música negra como una forma de insurrección».
Aún más importante que un quiebre en la cultura británica,
este «Woodstock de la aldea global» (como Jones lo definió) tuvo un impacto
político, social y económico que dividió opiniones. Para sus defensores, Live
Aid fue el acto de altruismo más grande en medio de los egoístas años 80; un
gesto de conciencia planetaria y humanitarismo en un (primer) mundo
hiperconservador y corporativista liderado por Ronald Reagan y Margaret
Tatcher. Para sus detractores, fue
desde el lanzamiento mundial del «activismo celebrity»
hasta el evento que perpetuó la imagen de un África miserable y dependiente del
asistencialismo (entre acusaciones por desvío y uso dictatorial de los fondos
en Etiopía). Desde entonces, siempre sería un continente donde «nada crece, no
llueve ni fluyen los ríos», como lo inmortalizó la letra del hit que dio lugar al festival.
Leer en GeneracionB.com >>
No hay comentarios:
Publicar un comentario