La banda
angloargentina se separa y dará su último show
en Buenos Aires. Gabriel Boccazzi, su vocalista, repasa éxitos y dificultades tras
diez años buscando lugar en un negocio musical cada vez más reducido.
La separación de un grupo siempre es una triste noticia, en
especial para sus fans, pero la de The
Draytones deja, además, una pequeña muesca en el orgullo argentino. Es el
final para la aventura de un guitarrista criollo que viajó a Inglaterra sin
nada y formó una banda que sería un parche musical en la historia de dos países
cruzados por conflictos políticos y rivalidades futbolísticas.
Gabriel Boccazzi
llegó a Londres “para estudiar composición en la Royal Academy of Music. Fui
sin pensarlo dos veces y me quedé allá trece años. Sin querer queriendo, porque
tenía expectativas”. A fines de 2005, conoció al baterista Luke Richardson y al bajista Chris
Le Good y juntos dieron forma a un trío de frescura Beatle y espíritu mod garajero. Luego de apenas tres
conciertos, ficharon para el incipiente sello 1965 Records, fundado por James Endeacott (ex Rough Trade y
“descubridor” de The Libertines y The Strokes). Allí lanzaron su primer
EP, Forever On, en 2007 y, un año
después, el álbum debut Up In My Head,
con la producción de Stan Kybert (Oasis, Björk, Massive Attack) y
hasta con ediciones en vinilo, mucho antes de la actual fiebre por la pasta negra.
Por entonces, eran revelación para las revistas Mojo y NME y sonaban en programas de BBC
Radio. Tocaron con The Hoosiers,
The View, participaron de
Glastonbury 2007, y Paul Weller los
invitó a ser soportes durante su gira de 2008 por el Reino Unido, con la que
llegaron a escenarios legendarios como el Hammersmith Apollo de Londres.
“Sabíamos que estábamos por buen camino y que las cosas se
iban a dar —cuenta Boccazzi—. Pero en 2008 llegó una crisis que afectó a todo
el mundo y después se hizo muy difícil. Aunque, de todas maneras, tocamos en
las Islas Malvinas, hicimos giras en Francia, en España. No era que se había
terminado todo. Pero es verdad que fue costando cada vez más”.
El grupo, con el agregado de Andy Pickering en teclados, fue noticia
en nuestro país al realizar una serie de conciertos en el archipiélago en 2009,
a partir de un excombatiente que impulsó la visita para colaborar en el proceso
de integración entre los pueblos. “Cuando fuimos a tocar allá, hubo gente que
pensó que lo hacíamos con intenciones políticas. Pero después te conocen y te
calan: saben que lo hacés de todo corazón y se integran. Allá hay soldados que
hacen el servicio, y en uno de los shows uno se puso a tocar la batería con
nosotros. Es un lugar virgen, muy bonito, pero también muy desolador”, recuerda
el cantante, para quien “el conflicto es heredado y afecta más que nada al
argentino, no al inglés. Es un cambio que tiene que hacer el argentino, desde adentro.
Antes de la guerra, nadie se enteró de que existían esas islas. Se tendrá que
resolver diplomáticamente, como corresponde, pero la gente debería mantenerse
al margen”.
Sin embargo, el panorama en la industria musical estaba
cambiando. El momento de los grupos de guitarras retro se esfumaba y, así como
muchas otras discográficas independientes, 1965 Records desapareció. El cuartero
pasó, primero, a la plataforma de crowdfunding
MyMajorCompany y, luego, fundó su propio sello, con el que lanzaron el EP Today’s Memories (2012). Poco después,
los otros dos miembros fundadores abandonaron el grupo y fueron reemplazados por
Pablo Scopinaro (bajo) y Steve Dawson (en batería).
Tras recientes años de difícil autogestión, la banda decidió
darle un doble final a una historia de una década: primero, con un nuevo y último
álbum (See What You Hear) y con un show despedida, que se realizará el próximo martes 22 en
The Roxy Live (Niceto Vega 5542).
- ¿A qué se debe la
separación?
- Es una mezcla de muchos factores. Todo se dio como para
que le demos fin al proyecto. Lanzamos el último disco, no conseguimos entrar
en la industria de la música y editamos todo de forma independiente, lo cual
está muy bueno, pero empieza a ser muy agobiante. Hace diez años que estoy en
la banda, y ya era hora de nuevos proyectos, nueva gente y empezar otra cosa. Decidí
tocar el último concierto en la Argentina y no volver a Londres, sino quedarme
un tiempo acá con familia y amigos. Creo que todo marcaba su final.
- De lo que decís se
desprenden muchas preguntas, en especial en relación a la actualidad de la
industria musical. ¿Cómo vivieron esa crisis? ¿Tuvo algo que ver, sumó su
granito de arena, a la decisión?
- Cuando nos formamos, allá en 2006, ya teníamos un contrato
discográfico. Ocurrió muy rápidamente en una época en que todavía la industria
invertía en bandas que hacían rock y en la cual la gente iba a ver grupos en
vivo. A partir de 2008, todo se fue muriendo. Un montón de sellos, inclusive en
el que estábamos, 1965 Records, quebraron, y así se fue aniquilando la
industria. Ahora está levantando un poco, pero no la entiendo; no sé qué es lo que
quiere. Tuvimos muchas ofertas de discográficas, pero ¿sabés qué pasa? Nosotros
producimos el disco, hacemos la tapa, todo: lo único que necesitamos es un
sello que lo ponga afuera y lo promocione fuertemente. Y las ofertas que
tenemos ni siquiera invierten en eso, entonces básicamente el artista está haciendo
absolutamente todo. Después es muy fácil: lo lanzan como lo hacemos nosotros,
pero todo el mundo saca un disco online.
Si no viene alguien y me dice “OK, vamos a editar 3.000 vinilos”, no se
justifica porque el resto lo hago yo. ¿Para qué querés un sello ahora? Quedó
obsoleto. Entonces todo se hace cuesta arriba, todo es una gran inversión, y
nosotros también vivimos en una ciudad como Londres, que es muy cara. Cada vez
se hace más difícil mantenerse, pagar todo y lanzar un álbum. Nosotros no
grabamos en una computadora en la casa. Vamos a un estudio, con cinta abierta,
lo hacemos en análogo. Todo eso tiene un costo, y llega un momento en que te
preguntás cómo sigue esta historia, porque, si la gente no compra discos, si no
hay un sistema de prensa, nadie se entera. Pero, bueno, eso es solo una parte,
no es el principal motivo por el cual la banda se disuelve. Desde luego, si
hubiéramos tenido todo el rédito comercial, habría sido mucho más improbable
que nos separáramos. Igual, como que después de diez años, yo necesitaba un
cambio grande. Por eso decidí volver a Buenos Aires, estar un tiempo acá y no
sé…
- Te noto
desilusionado. ¿Vas a seguir vinculado a la música?
- La desilusión pasa por el lado comercial. Por el artístico,
creo que Draytones es la mejor banda del planeta. Estoy supersatisfecho, y con
el último disco también. Voy a formar otro grupo, aquí en Buenos Aires, y a
seguir porque tengo un montón de canciones compuestas. Pensaba sacarlas con
Draytones, pero, bueno, será con otra banda. La música sigue, eso no lo puedo
evitar.
- ¿Y esas canciones
continúan con el estilo de Draytones?
- Siguen el mismo estilo, pero tengo la intención de
producirlas más, porque The Draytones tiene un sonido en vivo, más crudo; no
tenemos arreglos orquestales y despliegue en las grabaciones. Pero la canción
seguirá siendo la misma, y, alguna vez en los shows, tocaré temas de The Draytones que son míos.
- ¿La relación con el
resto de los integrantes es buena?
- Sí, es la mejor. Cuando vamos de gira nos matamos de risa,
y me atrevo a decir que la relación era mucho mejor que cuando éramos un trío.
La verdad, en ese sentido, creo que [la separación] es una pena.
- ¿Pudieron en algún
momento vivir de la música?
- Sí, llegamos a eso. Cuando firmamos el contrato con 1965
Records, la industria en ese momento te daba un avance para que vos dejaras tu
trabajo. Yo dejé mi laburo diario, en un café. Y eso era genial. Te decían que
tenías que ir de gira a Escocia, te pagaban e ibas. Los sellos antes hacían eso:
desarrollaban a las bandas artísticamente, y así es como uno progresaba y se
hacía fuerte. Ahora eso ya no existe: ni a palos te dan plata para que dejes tu
trabajo.
- ¿Y pensás que acá,
en Buenos Aires, la situación va a ser diferente?
- La industria es igual en todos lados, y por eso digo que
no es la principal razón por la que The Draytones se separa. Pero lo tengo que
hacer igual, porque no voy a dejar mis canciones guardadas en un cuadernito. No
se lo merecen, porque son buenas y tienen que ver la luz, así tenga que
lanzarlas yo solo. Igual, acá en Buenos Aires todavía hay público de rock; la
gente sigue yendo a ver bandas. En Londres ya no es tan así; lamentablemente
cambió muchísimo la escena under. La
gente está más en la electrónica, no hay tanta música en vivo como antes, que
ibas a cualquier pub y veías a alguien tocando. No sé qué busca la gente, no sé
en qué están invirtiendo, no me lo puedo explicar. Acá ves bandas chicas
tocando en diferentes lados. Debe ser duro, como en cualquier lugar, pero
bueno: hay que hacerlo igual.
- ¿Cómo será el show despedida?
El final será con temas del nuevo disco y con los clásicos. Ja,
ja: decir “clásicos” es gracioso. Digamos los temas de siempre, y un setlist movido para que la gente baile y
se acerque a nosotros. Vamos a ver si, después del concierto, nos ponemos a
hacer una fiesta.
- Tengo el primer
disco de The Draytones, que ahora va a valer mucho más…
- ¿En vinilo o en CD?
- En CD…
- Ni yo lo tengo en vinilo. Si lo tuvieras, tendrías una
fortuna.
Leer en GeneraciónB.com >>
No hay comentarios:
Publicar un comentario