Christofer Drew, el principito emo-folk, aterriza en Buenos Aires y trae histeria teen, fasito, peace and love.
Tomemos un cantante baby-face capaz de desatar tormentas de estrógeno entre las teenagers, digamos un ¿Justin Bieber? OK, ahora agreguemos un porro, el 40 por ciento de los tatuajes de Travis Barker, el peinado de un emo mal dormido, muchas canciones folk sobre paz y amor y, así, podemos llegar a elaborar una idea aproximada de Christofer Drew, voz, cuerpo y alma de Never Shout Never, que el próximo miércoles 31 llegará a Buenos Aires para dar un concierto en El Teatro Colegiales.
Pero detrás de este imaginario collage de estéticas y estilos que intenta esbozar un perfil, también está el retrato de uno de esos tantos artistas que, siendo muy jóvenes, crecen y maduran sobre el escenario, quemando etapas a la vista de todos y a la hipersónica velocidad del musicbusiness 2.0 actual. Un Google Images vale más que mil palabras.
Desde su Missouri natal, Drew comenzó a ganar popularidad siendo apenas un quinceañero mediante MySpace, donde su nerdy look y las tiernas canciones de (des)amor adolescente en criolla y ukelele cosechaban hasta 15.000 plays por día y dejaban corazones con agujeritos. Al poco tiempo, ya tenía tres EP editados, hasta que el sello Warner descubrió la gran sensibilidad melódica y el arrastre entre las teenyboppers de este principito emo-folk y lo fichó para su catálogo. Bajo la multinacional, el año pasado lanzó no uno, sino dos LP con productores de lujo: What Is Love?, con Butch Walker (hacedor de discos para Avril Lavigne, Weezer y Panic! At The Disco, entre otros) y Harmony, junto a Butch Vig (el hombre detrás del Nevermind de Nirvana y de la batería de Garbage). Sus radiables temas de dos minutos con ingenuas letras sobre amor ("Te quiero uno, y dos, y tres, shoo-bee-doo") y paz ("Iniciamos una guerra, ¿para qué? / Peleamos por la paz") le valieron varios "top" en Billboard, rotación en MTV, más de 2,5 millones de "amigos" en Facebook y 157 millones de reproducciones en redes sociales. Y todo en apenas tres años.
Claro que un suceso tan repentino puede traer conflictos y comportamientos polémicos en alguien tan joven. Drew, de ahora 20 años, confesó haber tenido problemas en aceptar el éxito, "mayormente, una falta de confianza; no tenía una verdadera comprensión de mí mismo y de lo que quiero lograr". Además, desde corta edad es cultor del cannabis ("fumo marihuana todos los días") y experimentó en varias oportunidades con LSD. "No quiero responsabilizar a las drogas del flujo creativo, pero debo decir que me abrieron la cabeza hacia una nueva compresión de la música", reconoce.
Quizás fue esta apertura la que lo llevó a adentrarse en la escena rave de California y encontrar que "hay mucho más en la vida que pretender ser Bob Dylan". Lejos del one-man show basado en acústica y armónica, ahora Never Shout Never es un cuarteto liderado con actitud rocker y sonido sintetizado. Su próximo álbum, Time Travel, definido por el cantante como un "renacimiento" musical inspirado en el dance y la música new-age, saldrá el 20 de septiembre. Ciertamente, el primer corte homónimo, que se puede escuchar en su site, está más cerca de Owl City y The Postal Service que de un presunto Salieri de Robert Allen Zimmerman. "The Times They Are a-Changin'", ironizaría Bob.
Drew, que solo conoce nuestro país porque "usaba el equipo argentino en el FIFA 99", se define: "Nunca quise quedarme estancado tocando la misma canción una y otra vez... Y jamás tenés que evaluarte en función de la etiqueta que la gente te pone. Yo sé quién soy".
Never Shout Never – What Is Love?
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