“Soy un filósofo ficcionalizador, no un novelista; empleo mi habilidad para narrar historias como un medio para formular mi percepción”, escribió alguna vez Philip K. Dick en su diario. Y la percepción que Dick tuvo del mundo (o de los mundos) fue muy particular: autoritario, tóxico, hipervigilado, con una difusa frontera entre lo real y lo imaginario. Allí donde la ciencia ficción más "tradicional" de Isaac Asimov y Arthur C. Clarke construyó un futuro iluminado y esperanzador, Dick diseñó distopías, cuestionó autoridades, reescribió el pasado, alteró conciencias, tejió conspiraciones, criticó corporativismos y sumergió cualquier creencia en una adicción a la duda, incluso al borde de una sobredosis de esquizofrenia. Al sci-fi clásico, Dick trajo el rock, abriendo las puertas a una nueva percepción del género y de la realidad.
Como todo genio, tuvo una vida pobre y murió demasiado joven. Fue un bebé prematuro y perdió a su hermana gemela de pequeño. Sufrió la adicción a diversas sustancias y alegaba tener visiones místicas, que llegó a atribuir al contacto con una inteligencia divina. Se casó y se divorció cinco veces, nunca tuvo un mango, cobraba miserias por sus textos y, por eso, trabajó como una máquina: dejó más de 150 obras, entre novelas y cuentos cortos. Tuvo tanta mala leche que su cuerpo dijo basta a los 53 años, tan solo tres meses antes del estreno del primer film basado en uno de sus trabajos (Blade Runner, inspirado en ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?) y de poder disfrutar de la fama y masividad que, luego, ganarían sus relatos.
Más de diez de sus textos se llevaron a la pantalla grande, de mejor o peor manera. Hoy se estrena el ¿thriller romántico? Los agentes del destino (a cargo de George Nolfi, mismo autor de La nueva gran estafa y Bourne: el ultimátum, y basado en el cuento “Adjustment Team”). Y pronto veremos las adaptaciones de sus dos obras más emblemáticas: El hombre en el castillo, en formato miniserie para la BBC con la producción de Ridley Scott; y Ubik, en largometraje con la dirección de Michel Gondry.
A continuación, una selección de las mejores películas inspiradas en su prosa. Pero claro, esto, como todo lo relacionado con Dick, es también una cuestión de percepción.
1. Blade Runner (1982)
La película que más influenció al sci-fi después de 2001: Odisea del Espacio es este policial negro con el que Ridley Scott redefinió la manera de imaginar el futuro: El mundo como un bazar urbano interminable, multiétnico, superpoblado, contaminado y revestido en cuero (sintético), piel y metal, silicio y neón, donde tecnología y decadencia son lo mismo y en el que la idea de ser humano parece tan confusa como la distinción entre hombre y androide. Blade Runner es, quizás, el primer art-film de ciencia ficción de la historia. Incomprendido en su momento por el público, la crítica y hasta el mismo estudio cinematográfico, fue una decepción en la taquilla, en parte por su tono sombrío y psicológico, y porque su estreno fue casi coincidente con otras cintas más “populares” del mismo género, como E.T., Tron y El enigma de otro mundo. Terry Rawlings, supervisor de edición del film, quizás dio la mejor explicación para ese “fracaso”: “Blade Runner fue un estudio sobre el futuro y, en aquel entonces, nadie quería ver un mañana como el que el film predecía”. Veinticinco años más tarde, gracias al VHS primero y el DVD después, podemos volver a ese futuro de culto, maravillarnos con su romántica decrepitud y seguir con la duda existencial: ¿Es Rick Deckard (Harrison Ford) un replicante?
2. Minority Report: Sentencia Previa (2002)
Tom Cruise es el jefe de la unidad PreCrimen de la policía, un equipo especial que, gracias a tres seres con capacidades precognitivas, puede apresar a personas antes de que cometan un crimen. Pero una trampa lo muestra como futuro asesino y se convierte en prófugo de un delito que nunca estuvo por cometer.
Steven Spielberg se tomó muchas licencias al llevar a la pantalla el cuento original y creó un thriller policial con fascinantes componentes estéticos de anticipación, muchos de los cuales hoy son casi realidad (como los avisos publicitarios que interactúan con los transeúntes, o las computadoras que se operan con ademanes). Debajo de tanto chiche, subyace uno de los dilemas favoritos de Dick: la posibilidad del libre albedrío en una realidad que parece predeterminada por otros (tema que también es leitmotiv de Los agentes del destino).
3. El vengador del futuro (1990)
La primera adaptación de Dick al cine fue un decepción comercial, pero la segunda fue un blockbuster dirigido por Paul Verhoeven y protagonizado por Arnold Schwarzenegger como un obrero de la construcción terrestre que resulta ser un luchador por la independencia (y terraformación) marciana. En el medio de todo esto, aparecen la clásicas obsesiones philipdickianas: corporaciones que manipulan mentes, implantes para la vigilancia, dualidad de la personalidad y confusión entre fantasía y realidad. Son parte de esta revolución extraterrestre una ascendente Sharon Stone (que, dos años más tarde, haría la abertura de gambas más famosa de la historia en Bajos Instintos), y ese ENORME actor menor que tiene el sci-fi: Michael Ironside.
4. Una mirada a la oscuridad (2006)
El director Richard Linklater ya había empleado la técnica de rotoscopiado (dibujo sobre la imagen previamente filmada) para la onírica Despertando a la vida, y acá vuelve a utilizarla para sumergirnos en la intoxicada “realidad” de Bob Arctor (Keanu Reeves), un policía de narcóticos encubierto que, por la adicción a la poderosasustancia D, pierde la noción de su personalidad. Una injustamente poco reconocida adaptación del relato A Scanner Darkly, con un imperdible Robert Downey Jr. que hasta cuando está dibujado actúa bien.
5. El pago (2003)
Detesto el cine de John Woo (su supuesta poesía de la violencia me parece de lo más grasa) y menos lo banco Ben Affleck como actor (#listolodije), pero este es uno de los casos donde la historia está por encima de cualquier nombre: un genio que es contratado por grandes corporaciones para realizar ingeniería inversa sobre productos de la competencia y que, luego de cada labor, borra su memoria para proteger los secretos industriales de sus clientes. Hasta que un día, luego de un trabajo que le prometía millones, lo recontragarcan y debe volver a recordar todo para desentrañar el engaño. Una gran idea que no está muy bien aprovechada, pero eso no impide disfrutar de un Dick en su salsa: conspiraciones industriales, manipulación cerebral, paranoias varias y, en medio de eso, un hombre en lucha. Lástima las palomas de Woo que, cuándo no, cagan todo.
Publicado en Rolling Stone >>
Detesto el cine de John Woo (su supuesta poesía de la violencia me parece de lo más grasa) y menos lo banco Ben Affleck como actor (#listolodije), pero este es uno de los casos donde la historia está por encima de cualquier nombre: un genio que es contratado por grandes corporaciones para realizar ingeniería inversa sobre productos de la competencia y que, luego de cada labor, borra su memoria para proteger los secretos industriales de sus clientes. Hasta que un día, luego de un trabajo que le prometía millones, lo recontragarcan y debe volver a recordar todo para desentrañar el engaño. Una gran idea que no está muy bien aprovechada, pero eso no impide disfrutar de un Dick en su salsa: conspiraciones industriales, manipulación cerebral, paranoias varias y, en medio de eso, un hombre en lucha. Lástima las palomas de Woo que, cuándo no, cagan todo.
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