martes, 3 de marzo de 2009

Visita a un spa penitenciario

Estas vacaciones estuve en un lugar inolvidable.




Muchos dicen que el Centro de Documentación de la Policía Federal Argentina, ahí donde se tramitan cédulas y pasaportes, puede ofrecer una experiencia digna de un campo de concentración. Como si Guantánamo ahora atendiera en Azopardo 620. Pero yo, que siempre intento ver el lado positivo de todo, prefiero considerarlo el primer y único spa penitenciario: el lugar donde cualquiera puede disfrutar la aventura de conectarse con la marginalidad, a tan solo 15 minutos de tu casa.


Al llegar, este concurrido (pero muy exclusivo) establecimiento nos ofrece un "procedimiento shock", que tonifica piernas y elimina las impurezas del organismo con solo formarse en una hilera de 200 metros, mientras el vapor de un cemento a 40 grados de térmica exuda las toxinas corporales.


Tras casi dos horas de extenuante ejercicio estático, uno puede ingresar a las modernas instalaciones para el relax: 160 minutos de meditación sentado frente a las pantallas de C5N y Crónica, con el agónico sonido de la maquinita de los turnos como un mantra armonizador capaz de borrar cualquier idea y pensamiento. Teeennngooo eelll nooveeecciiennntooosss sesennntaaa yy cuuaaatroooooommmmmmmm.


Tras abonar una cuota de tan solo $147, uno accede a una sesión que, sin Photoshop mediante (aquí todos los productos son naturales), revela la evolución de nuestra mente y cuerpo. ¡Vaya si estoy diferente a como entré! Según me explicaron, usan un potente flash que actúa como un láser renovador de las células del rostro, devolviéndole el pálido natural a las mejillas y un intenso violáceo al contorno de los ojos.


Luego, la aplicación de una milenaria tinta negra con una técnica conocida como "el pianito", exfoliará de nuestros dedos toda callosidad y aliviará las contracturas. Muy recomendable para bloggers y delincuentes con tendinitis.


Por último, para refrescarnos y eliminar cualquier mancha de nuestras manos (y autoestima), podemos sumergirnos en un bidón de gel jabonoso color verde, fabricado artesanalmente por el personal del spa y bautizado como "moco de Shrek".


Así termina esta increíble vivencia de casi seis horas, tras la que uno vuelve a su hogar con una gratificante sensación de libertad. Pero esto no es todo, no, no. Tan solo 40 días hábiles después, el centro nos envía dos invalorables recuerdos: por un lado, una credencial que, más allá de lo que diga cualquier imagen, certifica que nuestra paciencia goza de muy buena salud. Y por otro, una invitación ineludible: no importa dónde vayas hoy, o dónde viajes mañana; en cinco años, volverás por un nuevo tratamiento.

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1 comentario:

Anónimo dijo...

Já,já,já,já...muy bueno MAXIMILIANO...y ahora que lo pienso...hay una infinidad de SPA públicos...!!!

Saludos.