Los pioneros del EBM
vuelven al país después de 15 años y charlaron con Generación B.
Hacia mediados de los 80, cuatro belgas de impronta
parapolicial tomaban por asalto los escenarios independientes de Europa. Con lentes
negros, borceguíes y overoles militares, parapetados tras sus teclados entre
redes de camuflaje, ametrallaban pies y cabezas con bases y secuencias
taladrantes. Se autoproducían, diseñaban las portadas de sus discos y le ponían
agresividad, vanguardia y sentimiento «no future» a la música tecno emergente,
apelando al uso irónico del sampler («¡No
hay sexo hasta el matrimonio!»”, se escucha en «Welcome to Paradise») y la acidez
social («busco a ese hombre para venderlo a otro hombre a diez veces su precio»,
cantan en «Headhunter», sobre la caza de recursos humanos en las
corporaciones). Crearon su propio estilo, llamado Electro Body Music (EBM), y le
dieron un golpe de Estado a la electrónica. Pero, en esencia, Front 242 eran los últimos punks.
«Lo que es seguro es que somos muy autónomos y estamos lejos
de las tentaciones comerciales. Nos podemos relacionar con el punk de algunas
maneras, pero necesitamos disciplinarnos desde el comienzo porque la tecnología
era muy restrictiva. Tuvimos que trabajar muchísimo para conseguir esas
canciones tan complejas. El punk es mucho más “vago”, pero para mí es el último
movimiento musical y artístico real, dadaísta y explosivo. Lo amo», cuenta al
respecto el tecladista Patrick Codenys,
en diálogo exclusivo con Generación B.
Llegarían los 90, con sus primeros discos para un sello
multinacional (Tyranny For You y el
doblete Up Evil y Off). Después, un cambio de estilo, más
asociado al dance, los trajo por primera vez a Buenos Aires en el año 2000,
dentro de la gira de su disco de remixes Re-Boot,
con un show en Museum que todavía emociona a los technoheads locales. «Recuerdo que conocí a un montón de personas que se convirtieron
directamente en amigos. Jugamos al fútbol contra un equipo armado por el
promotor del concierto y visitamos la ciudad. El recital se hizo en un lugar
que tenía un hermoso diseño art nouveau,
¡y el público estaba en llamas!», recuerda.
Desde entonces, los terroristas del dance floor no editan nueva música y están embarcados en giras en
las que revisitan y remezclan su catálogo en vivo, nuevamente bajo la estética
que los caracterizó décadas atrás. ¿Nostalgia? ¿Retromanía? ¿Falta de
innovación? De todo eso hablamos con Codenys antes de la presentación de Front
242 el próximo miércoles 22, en el Teatro Vorterix, cuando estas leyendas del
electro entreguen su regreso al futuro.
Discos como Tyranny For You y Up Evil tienen más de veinte años y todavía suenan futuristas y
peligrosos. ¿Escuchaste algo equivalente en la electrónica de los últimos años?
Una de las principales fortalezas de Front 242 es que hacemos
un tipo de música muy específico y no he escuchado esa clase de sonido en otro
lado. El EBM hoy está integrado en el paisaje musical, especialmente en
Alemania, y se convirtió en una fórmula, un género con menos creatividad. No se
reinventa. Pero hay mucho interés por el sonido old school de los 80, esa vibra de electrónica analógica, y a Front
242 todavía se lo valora.
Fueron una de las
tantas bandas independientes que, durante los 90, sufrió haber firmado con una multinacional.
¿Cómo fue esa experiencia y cuál es tu opinión de la industria discográfica
actual?
Los 80 fueron tiempos en los que la industria musical
anglosajona no sabía qué hacer con todas las bandas que estaban experimentando
con la electrónica en Europa. El sello Mute
tenía una visión, pero las otras grandes disqueras no sabían cómo manejar todos
esos nidos creativos. Durante los 90, con The
Prodigy, The Chemical Brothers y
Underworld, por ejemplo, entendieron
cómo hacer plata con la música tecno alternativa. Sony incluyó a Front 242 en ese movimiento, pero fue un error para
nosotros: no pertenecíamos a ese mundo. Hoy todo se ha vuelto caótico para la
industria con el tema del streaming,
la música libre, los múltiples formatos. Por el contrario, los artistas todavía
pueden llegar a su audiencia, pero el tema es que hay demasiadas bandas, ja,
ja.
En los últimos años,
volvieron al sonido y a la imagen más característica de Front 242, la de los
80, y a repasar sus hits. ¿No es
contradictorio este presente «retro» para una banda siempre asociada con la
innovación?
Hubo innovación en algunos de nuestros discos. Pero, en
2015, la palabra «álbum»
ya no significa mucho, al menos conceptualmente. El campo de experimentación
cambió para nosotros. Dejamos el trabajo de estudio para desarrollar la
experiencia en vivo, frente a nuestro público, con las canciones originales
como pretexto para renovar secuencias, sampleos, composiciones y el diseño de
sonido. Quizás no es del todo innovador, pero es muy intenso. Vi a Kraftwerk en vivo este año y, para mí,
es el mismo caso.
Pero, con más de dos
décadas de estar en un proceso reinterpretar y remezclar su catálogo, ¿no
corren el riesgo de quedar atrapados en el revisionismo y convertirse en un acto de «nostalgia»?
Puede ser. Pero vos tenés que explicarme por qué el 90 por
ciento de las revistas hacen coberturas de dos y tres páginas sobre remasters, reediciones, libros e
historias de Bob Dylan, The Doors, Rolling Stones, Bob Marley
y Carlos Santana, je, je. Y los
jóvenes siguen esa tendencia. ¿La nostalgia no está en los medios? Hay menos
crédito en ese sentido para la música electrónica que en otros géneros. Front
242 tiene su sonido y forma y se convirtió en un valor más allá de la
innovación perpetua. En cuanto a los integrantes de la banda, todos estamos
involucrados en otras propuestas multidisciplinarias y, probablemente, más
avanzadas. Pero no es un secreto que uno es más «prisionero» de su banda que de
los proyectos paralelos.
Mirar al pasado, ser
autorreferencial, usar instrumentos, técnicas y ropas de otras décadas parece
ser un signo de los tiempos en la escena musical. Pero Front 242 supo ser
vanguardia. ¿Por dónde pasa la innovación hoy?
Podríamos decir que la innovación no está en ningún lado
para los viejos, y en todos lados para los jóvenes. Hemos hecho tanto en la
música popular que, cuando escucho alguna banda de rock nueva, enseguida
reconozco algo del pasado. Incluso en el dubstep, que es una extensión del drum
and bass. El público joven lo descubre y disfruta porque es nuevo para ellos, y
está bien que así sea. Creo que Front 242 sigue siendo vanguardia con un sonido
específico, pero también con integridad en nuestra carrera.
¿Cuándo tendremos, finalmente,
un álbum de Front 242 con nuevas canciones?
La banda sigue unida y todos estamos activos musicalmente,
pero un disco no está en nuestra agenda.
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