domingo, 4 de mayo de 2014

Archivo: entrevista a Rocco Siffredi

El 4 de mayo el famoso actor porno Rocco Siffredi cumplió 50. En febrero de 2006, este símbolo del cine condicionado estuvo en Argentina rodando un comercial de papas fritas Amica Chips en una casona ubicada en el Tigre bonaerense, donde fuimos con el fotógrafo David Sisso para realizar una nota para Rolling Stone.
Lo que sigue es la versión original (sobre todo, más extensa) de la que salió publicada; una suerte de "director's cut".




Su madre quería que fuese cura, pero terminó siendo un icono de la pornografía hardcore. Retirado de la actuación, casado y con hijos, cuestiona el mensaje de sus películas pero defiende un estilo violento que hizo escuela en la industria triple X. Encuentro cercano con Rocco Siffredi, un hombre de... 

Medidas extremas

Estoy rodeado de mujeres, junto a una piscina, entre luces y cámaras, con Rocco Siffredi. No, no es un sueño: estoy compartiendo un set de filmación con la estrella porno masculina más famosa de los últimos diez, quince años. Pero no estoy en una película triple X. En realidad, Siffredi está en bata, con una apretada sunga que no logra ocultar esos 24 centímetros de ego tras los que se oculta, y yo a un costado, mirándolo (más bien mirándoselo) sorprendido, esperando un alto en la grabación del comercial que protagoniza. El máximo exponente del cine condicionado está filmando en una casona del Tigre bonaerense una publicidad de papas fritas para la TV italiana. ¡Corten! Vuelta a la realidad.

No debería extrañarme. Junto con Ron Jeremy, un veterano actor triple X “reivindicado” por el mainstream en videos musicales y películas de Hollywood, Siffredi es uno de los pocos hombres salidos de la industria del sexo que resulta popular para el mercado comercial tradicional. Es un lujo que se ganó a punta de pistola o, menos metafóricamente, gracias a su pene de “24 x 6”, que le sirvió para establecer una nueva barrera entre lo socialmente escabroso que significa ser uno de los precursores del porno hardcore y lo comercialmente atractivo que su anatomía representa para cualquiera que busque algo de marketing con picardía. No es su única dualidad interesante.

En su infancia, en el pequeño pueblo natal de Ortona, Italia, su madre soñaba con que fuese cura.  “Me obligaron a ser monaguillo, pero creo que ser sacerdote es una vocación, como lo es ser actor porno. Ella decía ‘sos muy alto, serías un cura hermoso’ y yo dije ‘entonces, me voy a coger a todas las minas’”, recuerda. Y, en cierta medida, así fue. A los 21 años comenzó a filmar videos condicionados en Francia y, desde entonces, protagonizó más de 1.300 películas y mantuvo sexo con 4.000 mujeres. Una marca en la industria de la exageración.

Pero eso fue antes.  Hoy, 4.000 “minas” después, Siffredi es un hombre de familia. Está casado con Rosa Caracciolo, una ex actriz porno húngara, y tiene dos hijos: Lorenzo, de 10 años, y Leonardo, de 6. Luce algo avejentado, con una calvicie incipiente que desnuda sus 40 años, pero no ha perdido su estampa de icono sexual: la figura apolínea, el estilo de macho italiano entre romántico y libidinoso y cierta mirada sobradora.

Retirado de la actuación, sólo dirige films condicionados (ya lleva 120), está a punto de publicar un libro sobre su vida, organiza campeonatos de motos y, por supuesto, hace comerciales. Tras 20 años de duro y largo oficio, Siffredi supo quedarse con alguna parte de los 20.000 millones de dólares que mueve, estimativamente, la industria de los videos para adultos en el mundo y tener lo suficiente para llevar una pequeña vida de dimensiones porno: dos mansiones, más de 30 motos, una pista de motocross, 40 relojes y su propia empresa de entretenimiento XXX, la Rocco Siffredi Productions, establecida en Budapest, Hungría, la actual meca de ese mercado.

“Como me volví tan famoso en este negocio pude empezar a producirme a mí mismo, porque cuando era actor, aunque ganaba más que los demás, no hacía mucho dinero. Esto no es Hollywood; un porno star gana muy poco, no se puede comparar”, explica.

¿Cuánto es poco?
Entre 500 y 1.000 euros por escena. Antes me pagaban con los derechos de las películas. Por ejemplo, si era una productora norteamericana, yo tenía los derechos para comercializarla en Europa.

¿Cuánto se necesita hoy para hacer una película?
El presupuesto bajó mucho porque el estilo cambió. Ya no se cuentan historias y lo importante es mostrar. En los 80 y 90 hacía películas increíbles de 35 milímetros. Ahora la gente quiere ver cosas diferentes. Como el deporte, el sexo se volvió extremo.

En verdad, lo que en los últimos años se volvió extremo es el sexo que la pornografía exhibe como representación de la sexualidad. Pero en Siffredi, realidad y fantasía, como sexo y pornografía, parecen fundirse y confundirse.

En este sentido, el hecho de que él haya tomado como apellido artístico el del gangster interpretado por Alain Delon en la película Borsalino (Jacques Deray, 1970) hasta podría resultar una irónica alegoría de su persona-personaje. En alguna medida, quien nació como Rocco Tano, y hoy es Rocco Siffredi, hizo carne la fantasía violenta que, cada vez más, caracteriza al porno.

Sus films lo muestran. Pasaron de las típicas producciones donde el delivery boy hace una orgía con las chicas que no pagaron la pizza a videos que empujan cada vez más los límites de la brutalidad en pantalla. Pionero del porno duro, su predilección por abofetear, escupir y someter a algunas de las actrices a brutales escenas de sexo anal le valió el mote de “ass collector” (coleccionista de culos), título que supo utilizar para una de sus tantas sagas de películas. Su “marca registrada” se puede ver en Animal Trainer 15, donde Siffredi le sumerge la cabeza por la fuerza en un inodoro a la actriz Jewel De’Nyle mientras la penetra por el ano.

“Hacemos películas para la fantasía, que son surrealistas, pero que la gente toma de manera distinta”, explica, cuando le pregunto sobre el polémico estilo de sus videos. “Muchos tipos van a Budapest a probar lo que ven en nuestros films, que a las minas les gusta el sexo fuerte, que son sucias. Hace poco me llamaron de una revista y me dijeron ‘Rocco, parece que las chicas de 16 y 17 años llegan a los hospitales con el culo roto porque los novios ven en tus películas y en otras que las minas tienen sexo anal tan fácilmente que van con las novias y se lo rompen’. Nosotros hacemos una preparación, las chicas se ponen cremas, se meten los dedos antes de filmar. Sé que el mensaje no es demasiado claro y la gente sin experiencia lo toma mal, pero pasa lo mismo con la música, con las películas de Hollywood, con todo. Hay tantos mensajes equivocados en el mundo que tenés que ser lo suficientemente inteligente como para entenderlos. De otra manera, si empezás con la censura, tenés que cerrar todo el mundo artístico. No sé por qué, pero el porno se volvió muy, pero muy fuerte. Y yo soy el primero que empezó y el primero en decir que no está bien, porque no hay ninguna intención”.

¿Y dónde está el límite?
No sé. Ése es el problema. Por ejemplo, la otra vez llamé a una actriz, le dije que vamos a hacer un anal y me contestó “no puedo, porque la semana pasada estuve en una producción y me rompieron el culo. Estuve en el hospital y no puedo volver a hacer anal nunca más”. En mis producciones nunca le rompimos el culo a una chica porque yo sé cómo hacerlo y uso a tipos que saben hacerlo. Pero ahora hay muchos directores improvisados, porque comprás una cámara con 3.000 dólares, le pagás a dos chicas y empezás tu propia producción.

Dijiste que, antes de filmar una escena, es importante la preparación psicológica de la mujer. ¿En qué consiste?
¿Sabés por qué conmigo las chicas tienen sexo fuerte? Porque primero les hago el amor. Si llegás primero a su corazón, después llegás a su culo sin problemas. Pero si pensás sólo con el dinero o le decís “soy Rocco Siffredi, hacé esto y hacé aquello”, no funciona.

¿Tus hijos qué piensan de tu trabajo?
Les mostré una película y les dije que lo que hago es trabajo. La madre les enseñó con revistas pedagógicas cómo se hacen los bebés y esas cosas. Lo único es que son muy sexuales, lo llevan en los genes. El segundo es peor que yo. Si estamos en un bar y hay una chica sirviendo, empieza “¿papá, te gusta? A mí sí, y vos lo hacés con ésa y para mamá ese chico, ¿OK?”. Los dos son muy libres. Cuando sean grandes, si quieren hacer este trabajo, les voy a enseñar todos los trucos. Pero si quieren hacerlo sólo porque yo lo hice, vamos a explicarles que no es bueno. Ser un porno star porque te gusta es fácil, pero puede llegar a ser el peor trabajo. Cuando estás desnudo frente a todas esas personas y la chica te mira como si fueras una mierda porque no se te para la pija es lo peor. He visto tipos que se suicidaron por esto como Pavel, un actor checo que, hace dos años, empezó a tener problemas en las películas y una productora empezó a decirle “vos no podés trabajar más, estás terminado, no me llames más”. El día siguiente se pegó un tiró en el baño.

¿Te considerás un sobreviviente?
No, no soy un sobreviviente. Para mí, es la mejor vida. Hay gente que está en esto desde hace 20 o 25 años que saben lo que quieren y les gusta. El secreto es estar psicológica y físicamente equilibrado. No podés joder con tu cabeza en este negocio.

“Rocco tiene que comer”, interrumpe uno de los productores del comercial. No hay más tiempo. Sólo restan unos minutos para hacer algunas fotos. Siffredi se quita la bata y posa gustoso. Sonríe, sabiendo perfectamente que el foco no está precisamente en su rostro. Y sonríe más. Luce tan maquiavélicamente pícaro y desvergonzado que, por un instante, uno tiene la impresión de que ese gangster macro porno intenso es solo un niño jugando con su pistola.






3 comentarios:

Anónimo dijo...
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Héctor Baptista dijo...

gran entrevista

Anónimo dijo...

No creo que en solamente 10 años el porno se haya vuelto tan extremo, brutal y violento porque lo "demande la sociedad" como afirma Rocco. En 10 años no pueden cambiar tanto las convenciones sociales. La responsabilidad de este porno actual la tienen ellos, y creo que la razón es simple: es mucho más fácil hacer esto que realizar una gran producción donde la excitación nazca de la mezcla entre historia contada y sus actos sexuales.