A finales de los setenta, Orchestral Manoeuvres in the Dark
(OMD) era el futuro: parte de la primera generación de artistas criados por
Kraftwerk que asaltaron la escena musical a pura electrónica. Junto a Gary
Numan y The Human League, el cuartero (en los papeles) encabezado por el dúo
(de facto) Andy McCluskey - Paul Humphreys dio forma al synthpop: aquel género
que daría fin a la “decadente” era del rock con frialdad tecnológica y dulces
melodías para ir silbando sobre la Autobahn
de un mundo feliz.
Tuvieron su década de hits (“Enola Gay”, “Souvenir”),
experimentación (Dazzle Ships, de
1983) y cursis éxitos radio friendly
(“Locomotion”, “Secret”) hasta que, en 1989, se separaron. McCluskey continuó con
el nombre OMD y (vaya paradoja) sacó en 1991 uno de los discos más vendidos: Sugar Tax, gracias al suceso de “Pandora`s
Box”. Pero los cambios en la escena musical, con el britpop de un lado del
atlántico y el grunge del otro, terminaron enterrando el resto de los álbumes, primero,
luego el nombre y, por último, todo el pop electrónico.
Llegó el siglo XXI y, con él, la restauración. OMD
comenzó a ser considerado “pionero” e “influencia” por las nuevas viejas bandas
del viejo nuevo milenio. El cuartero original se reunió, lanzaron gira y disco
(History of Modern, de 2010) y el
mundo volvió a escucharlos cuando la ceremonia inaugural de los Juegos
Olímpicos de Londres 2012 hizo sonar “Enola Gay” como símbolo de una época y les
dio la antorcha de la reivindicación.
Ahora acaban de lanzar English
Electric (recién editado en Argentina): un trabajo con un concepto crítico
del presente en retrospectiva hacia aquella tecnoutopía de la que fueron parte,
y con un reclamo que suena a lamento desde sus letras: “el futuro no debía ser
así”.
Horas antes de dar un concierto en Birmingham, Andy
McCluskey habla del sueño perdido de los 80, la separación, las decepciones de
la industria musical y este regreso retropropulsado.
El nuevo álbum hace
una lectura crítica del presente desde cierta nostalgia por un futuro que nunca
ocurrió…
Hay algo de
eso en el álbum. Cuando hacés un disco tras 35 años en una banda que iniciaste
como una visión del futuro, es entendible que te preguntes cómo resultó ser ese
futuro. No es totalmente negativa esa mirada. Pero Paul y yo somos parte de una
generación que creció con esa esperanza utópica de posguerra de que el mundo
sería un lugar maravilloso y de que la ciencia, la medicina y la tecnología
iban a resolver todos nuestros problemas. Eso no pasó. Pero el punto es que, en
realidad, no estamos decepcionados con la tecnología, sino con la manera en que
mucha gente la usa…
¿En qué sentido?
Quizás lo
que mejor lo define es el tema “Our System”, porque no es crítico de la
tecnología en sí misma. Lo que hace es contrastar esa tecnología perfecta que inventamos,
que enviamos más allá de nuestro sistema solar, con nuestro sistema social en
el planeta, que parece tener tantos problemas y deficiencias.
También criticás la
actualidad de la escena y del negocio musical...
Pienso de
la misma manera que siempre. Hay muy buena música, cosas pop geniales y el
resto es esa gente de los realities,
programas de popstar y boy bands que quieren vender discos a
chicas enceguecidas por la imagen de un grupo. Algunas cosas no han cambiado.
Ahora no se hace mucho dinero, solo muy pocos logran vivir de esto. Las
discográficas son muy cautelosas con respecto a en qué gastan, así que no hay
posibilidades de que la gente asuma riesgos. Y lo que tenemos es música muy
conservadora. OMD nunca podría firmar con una gran compañía si ahora nos
percibieran como nos veían en aquel entonces. Nadie se arriesgaría.
Es interesante lo que decís teniendo en cuenta
que, post-OMD, fuiste el creador de dos girl
bands. Atomic Kitten fue una sensación y con Genie Queen te fue mal…
Con Atomic
Kitten, no tenía idea de lo que estaba haciendo, pero hicimos muy buena música
pop. Desafortunadamente, después del primer disco, el manager de la disquera rompió mi contrato y se deshizo de mí, así
que no tuve control de ese triste pastiche de sí mismas en el que se
convirtieron después. El sello las transformó en otro grupo pop manufacturado y
repitieron una fórmula hasta que la gente se cansó y, con tres discos, su
carrera terminó. No tuve control sobre eso.
El problema
con Genie Queen fue que cambió el ambiente; los sellos grandes no querían hacer
más música pop de chicas y deseaban el control de la banda. Estábamos
tratando de darles un grupo armado y eso no encajaba con los egos de los tipos
que ponían la plata. Pero
bueno, todo fue una lección interesante.
En su momento, OMD
era parte de la vanguardia, "lo que venía". ¿Qué es la vanguardia en
la música hoy?
Esa es la
pregunta del millón. Tengo casi 54, así que quizás estás hablando con la
persona equivocada. Paul y yo fuimos parte de una revolución cultural hace tres
décadas, así que ahora deberías preguntarle a alguien de 17, je, je.
Creo que la
música popular ya agotó la tecnología, no hay nada nuevo, técnicamente, que la
vaya a cambiar en lo inmediato. Decime vos: ¿El futuro es Mumford &
Sons? ¿Adele? ¿El rock indie? A la mayoría de la gente ya no le importa avanzar,
ni la idea de que hay una línea de progresión temporal. Visten la ropa de
cualquier era, escuchan cualquier música. Vivimos en esta especie de sociedad
posmoderna en la que todo es autorreferencial.
¿Ese espíritu retro
que caracteriza a esta última década contribuyó a la reformación de OMD?
Bueno, la cuestión se resume a si somos retro o no. Me
parece que lo más importante es que bandas jóvenes nos consideran una
influencia. La verdad es que, si tenés un catálogo de canciones de calidad, dentro
de un estilo particular, que podés tocar y todavía suena fresco, con energía,
entonces tenés credibilidad y podés seguir adelante. Esa es la situación de OMD
ahora.
¿Qué los separó en su
momento y qué los volvió a unir?
Estábamos cansados, no teníamos tiempo para escribir y nos
convertimos en una de esas bandas que nunca deseamos ser. Hacíamos canciones
porque teníamos que sacar discos, porque era nuestro trabajo y no porque fuera
nuestro arte. Y sucumbimos a la presión, porque firmamos un contrato tan malo
que no teníamos dinero. Vendimos millones de discos y no veíamos un mango. No
es que lo gastamos en aviones y yates: lo que entraba se iba en grabar, hacer
giras y filmar videos carísimos para tratar de entrar al mercado
norteamericano. Parece increíble, pero en diez años nuestra plata se fue en
eso. No fue que nos dejamos de llevar bien: simplemente, estábamos exhaustos.
Entonces, paramos. Las cosas cambiaron, la escena musical cambió, la gente
empezó a hablar de nuevo de nosotros, pero positivamente, de la calidad de
nuestra música. En 2007, tanteamos el terreno con una serie de conciertos y
fueron tan bien recibidos que comenzamos a pensar en ser OMD otra vez. Es una
respuesta larga, lo sé. Pero es complicado de explicar, ja, ja.
Hay dos bandas que
aparecen seguido en tus entrevistas: Kraftwerk y Oasis. ¿Por qué valorás tanto
la primera y despreciás tanto a la segunda?
Kraftwerk cambió nuestra vida. Nos inspiraron a cuestionar,
a tratar de evitar lo que considerábamos clichés del rock and roll. Entonces,
en los 90, cuando la música basada en guitarras se puso de moda de nuevo, era
entendible nuestra decepción al ver a los clichés de vuelta en los charts. No digo que Noel Gallagher no
escriba buenas canciones: es un buen compositor, hace melodías, frases
pegadizas. Pero desearía que hubiera elegido una forma más interesante, con una
paleta de sonidos más variada que la misma guitarra, bajo y batería todo el
tiempo. Por eso nosotros usamos sintetizadores, computadoras, “música
concreta”, porque Kraftwerk abrió una puerta a eso. Y pensamos que es mucho más
interesante que andar las repitiendo fórmulas de otros.
¿Cómo te sienta ser
un artista electro-pop a los 53? Pregunto porque la longevidad parece llevarse
mejor con el rock que con el pop. La mayoría ve a los Stones o Aerosmith y dice
“¡Oh, qué vitales!”...
Soy 16 años más joven que Jagger, tengo no sé cuántos menos
que Steven Tyler y hago más sobre el escenario que ellos dos juntos (y eso que
estoy por cumplir 54 el mes próximo). Je, je. No sé: me parece que hay mucha
vitalidad en el pop. Es una lástima que nunca hayamos tocado en la Argentina,
porque en vivo vas a ver un montón de energía.
¿Hay chances de que
vengan pronto?
Lo estamos conversando con nuestro management,
porque hicimos un par de conciertos hace poco en México y no teníamos idea de
que éramos conocidos en Latinoamérica. Nunca nadie nos pidió que fuéramos para
allá. Así que decidimos ir por nuestra cuenta y averiguarlo. En algún momento,
hacia fin de este año o principios del próximo, esperamos poder pasar por
Argentina, Brasil, Chile y Perú. Sabemos que hay mucha gente que nos quiere ver
y solo necesitamos alguien que nos llame y garantice los conciertos. Nos
encantaría. Tenemos dos buenos nuevos discos para mostrar y nos rehusamos a ser
solo un acto de nostalgia. Pero, bueno, ¡también vamos a tocar los viejos hits!
Por Maximiliano Poter
OMD – “Sister Marie Says”
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