1983: Louis Gossett
Jr.
Con su inolvidable sargento Emil Foley (ya un molde cinematográfico
del milico sacado) en Reto al destino,
el actor de Brooklyn hizo historia: fue el tercer afroamericano en la historia en
ganar un Oscar y el primero en obtenerlo en la categoría mejor actor secundario.
Pero, tras el galardón, solo se lo pudo ver en pobres películas como la saga Águilas de acero, Blue Chips, Deceived, Solar Attack y otros títulos que se fueron
directo al video. El los últimos años participó en la serie Stargate SG-1 y prestó su voz para los dibujos
animados de The Batman y el videojuego Half-Life.
1985: F. Murray
Abraham
Después de llevarse la estatuilla como mejor actor por su caracterización
de Antonio Salieri en Amadeus,
Abraham puso sus dotes al servicio de títulos poco rutilantes como Arma cargada, El último gran héroe y Viaje
a las estrellas: Insurrección. En los últimos años, se dedicó al teatro y a
la TV (se lo pudo ver como el misterioso Dar Adal en la exitosa serie Homeland). Sobre la supuesta maldición
profesional que acarrea el ganar un Oscar, el actor dijo: “Es el acontecimiento
más importante de mi carrera. Cené con reyes, compartí cartel con mis ídolos,
di charlas en Harvard y Columbia. Si eso es una maldición, denme dos”.
1987: Marlee Matlin
Es la ganadora más joven (y única sorda) de un estatuilla
como mejor actriz protagónica por Te
amaré en silencio (1986). Nunca pudo repetir un éxito similar, pero al
menos se ha transformado en una figura frecuente en la TV de Estados Unidos, apareciendo
en las series The L Word, The West Wing, Switched at Birth y los realities
Dancing With the Stars y The Celebrity Apprentice. Igual, nosotros
siempre la recordaremos como lalectora de labios de Seinfeld.
1989: Geena Davis
Desde su debut en Tootsie
(1982), Davis tuvo una carrera ascendente que se coronó con un Oscar a mejor
actriz secundaria por Un tropiezo llamado
amor. La maldición del galardón no fue inmediata. La actriz se metió en la
cultura popular (y obtuvo una nueva nominación) con Thelma y Louise y, luego, Un equipo muy especial fue un verdadero home run en taquilla. Pero, en 1995, su nombre quedó asociado al
fiasco económico más grande en la historia del cine: Cuttroad Island, film que generó una pérdida de más de 147 millones
de dólares. En la última década, Davis participó en la saga de Stuart Little y en la serie Commander
in Chief.
1996: Mira Sorvino
Ay, ay, ay, Mira, Mira. Podríamos hacer un Festival de Cine
del Error solo con tu filmografía tras el Oscar por Poderosa Afrodita. Pero no queremos problemas con el “goodfella” de tu viejo.
1997: Cuba Gooding
Jr.
El actor se quedó con el premio al mejor papel secundario
por aquel simpático y ambicioso futbolista americano autor de la última gran
muletilla del cine: “Show me the Money!”. Pero recibió el Oscar como el knock out de un boxeador. Salvo Mejor… imposible y Pearl Harbor, toda su filmografía posterior fue un desastre
comercial y, en los últimos cinco años, su carrera se caracterizó por un raid
de 15 films directos para DVD. Cuba Gooding Jr. es la primera respuesta ante
cualquier duda sobre la maldición del Oscar.
1998: Kim Basinger
Quien fuera la fantasía erótica universal tras Nueve semanas y media se quedó con la
estatuilla a mejor actriz secundaria como la femme fatale de Los Ángeles
al desnudo. Desde entonces, todo fue en picada para la blonda. Problemas
de salud, conflictos legales vinculados a su divorcio de Alec Baldwin, crisis económica
y una seguidilla de protagónicos olvidables (exceptuando su gran rol como “mamá
de Eminem” en 8 Mile: Calle de ilusiones).
1999: Roberto Benigni
Doble maldición (?) para el actor y director italiano que se
llevó dos estatuillas, una a mejor actor y otra a mejor film de lengua
extranjera, por La vida es bella. Desde
entonces, nunca pudo repetir aquel éxito internacional. En 2002 ganó un Razzie
a la peor actuación por Pinocchio. El
año pasado resurgió del olvido tras participar en la discreta A Roma con
amor, de Woody Allen. Pero su premiación en la fiesta de la Academia será,
por siempre, su momento más recordado.
2002: Halle Berry
Tan solo un año después de ser una X-Men, la belleza de Ohio se convirtió en la primera (y por ahora
única) mujer negra en ganar un Oscar en el rubro mejor actriz por Cambio de vida (Monster's Ball). Tras el
premio, las cosas anduvieron bien por un tiempo: Berry se hizo una chica Bond
en Otro día para morir y repitió con
éxito su papel de Storm para X-Men 2.
Pero todavía intenta recuperarse tras desafiar los límites de la vergüenza
ajena con Gatúbela. Igual, la recontrabancamos:
retiró en persona suRazzie por aquella actuación y dio uno de los mejores momentos en la historia de
cualquier premio.
2003: Adrien Brody
Ya pasó más de una década desde su enorme performance en El Pianista y Brody sigue teniendo el
orgullo de ser el artista más joven en ganar un Oscar en la categoría mejor
actor, con “apenas” 29 años. Desde entonces, su carrera fue muy irregular. Tuvo
algunos éxitos como La Aldea y King Kong, y se dio el lujo de trabajar
para Wes Anderson (Viaje a Darjeeling) y
Woody Allen (Medianoche en París). Pero
también puso su nombre en atrocidades como Splice,
la floja remake de la alemana El Experimento y Giallo, film de Dario Argento en el que Brody tuvo que enjuiciar a
sus productores para poder cobrar su salario. Últimamente, ha tenido más suerte
promocionando cerveza
o desfilando para Prada que en la pantalla grande.
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