127 horas
El año pasado el cine nos entregó dos destacados “unipersonales al límite”, esos que muestran la lucha de un protagonista por superar una situación crítica para su vida: la claustrofóbica Enterrado, del español Rodrigo Cortés, y esta nueva cinta del director inglés Danny Boyle (Trainspotting, ¿Quién quiere ser millonario?). Por qué esta es una de las candidatas al Oscar a mejor película, siendo una obra de menor intensidad emocional e interpretativa que la primera, es algo que puede tener respuesta en el caprichoso gusto de los miembros de la academia.
Pero hay un elemento clave en esta elección: 127 horas está basada en un hecho real, la odisea del ciclista y montañista Aron Ralston, que queda atrapado por cinco días en un cañón de Utah al desprenderse una enorme roca que aprisiona su mano. Solo, incomunicado y con los víveres agotados, toma una drástica decisión para salvarse.
El manual básico de estilo para una historia de estas características indicaría, quizás, un film oscuro y con abuso de imágenes fuertes con el objeto de sensibilizar al espectador y transmitir la desesperación de la situación. Pero Boyle se las ingenia para comunicar lo mismo haciendo todo lo contrario: 127 horas es una película luminosa, de colores sobrexpuestos, flashbacks, música pop (un sello de Boyle) y una estética cercana al videoclip, elementos que, es verdad, generan cierta “artificialidad” al relato y a la correcta interpretación de James Franco. Pero son recursos que están en sintonía con la personalidad del protagonista y el mensaje del film. 127 horas no es un drama sobre una tragedia, es una aventura sobre la resiliencia: la capacidad de sobreponerse a la adversidad.
Amigos con derechos
Por esas cosas locas de la agenda de estrenos locales, podemos tener en cartelera a un mismo actor en dos papeles muy diferentes (lo cual, a veces, es tan divertido como terrible). En este caso, podemos ver a Natalie Portman como una bailarina al borde de la locura en el recomendado psycho-trhiller El cisne negro, por un lado, y por el otro como protagonista de esta liviana comedia romántica.
En realidad, la bella actriz es lo único rescatable de este film sobre los dilemas del amor en los tiempos modernos. Ella es una médica descreída del romanticismo que, luego de muchos años, se encuentra con Adam (el insufrible Ashton Kutcher), un amigo de la infancia que ahora es productor de TV. Se acuestan y, al otro día, deciden continuar la relación en los términos de lo que los norteamericanos llaman friends with benefits: solo diversión, nada de enamorarse. Pero ¿hay amistad después del sexo? ¿Y puede haber vínculos así, sin las “ataduras” del amor?
Lo que es seguro es que aquí hay un film tan previsible como olvidable, no porque se trate de un tema trillado o superficial, sino por la sencilla razón de que con una colección de gags y personajes caricaturizados no se hace una comedia. En el cine, como en la vida, puede que haya sexo sin amor, pero no hay buenas películas sin un buen guión.
Biutiful
Alejandro González Iñárritu divide aguas en el público y la crítica. Algunos destacan la cruda poesía con la que aborda los aspectos más bajos de la condición humana, mientras otros denuncian que su cine se regodea en esas miserias, que es solemne o manipula al espectador.
En lo personal, disfruto de las obras del director mexicano, más allá de que a veces peque de pretencioso, moralista y algo morboso en su constante abordaje de las calamidades del mundo. En este sentido, Biutiful es una película 100% Iñárritu, aunque construida de una manera diferente a sus obras anteriores: un único relato lineal y casi cronológico en lugar de ser coral y fragmentado, como los de 21 gramos y Babel.
Aquí, Javier Bardem encarna a Uxbal, tipo relacionado al turbio negocio de la inmigración ilegal y el trabajo esclavo en España, y con el don de poder hablar con los muertos, que un día es diagnosticado de cáncer terminal y decide replantear su vida, en especial la relación con su esposa (en la piel de la argentina Maricel Álvarez), bipolar y alcohólica, y sus dos hijos. Peor, imposible.
A caballo de una enorme actuación de Javier Bardem (el más duro contendiente de Colin Firth, de El discurso del rey, por el Oscar a mejor actor), y filmado en un estilo cercano al documental, Biutiful es una película sobre la vida a la luz de la muerte y la redención. Dura, extenuante, hermosa o despreciable, según el ojo con que se mire.
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