Hoy, 12 de diciembre, uno de mis pintores favoritos, Edvard Munch, soplaría 145 velitas. Para los que no lo conocen, Munch es el autor de "El grito", icono cultural y cuadro emblemático del movimiento expresionista cuya versión original (porque hay varias) cumple este año 115 pirulos de existencia.
Si no estás familiarizado con la historia de este artista, te recomiendo que al menos visites su sitio web y leas algunas de sus entradas en Wikipedia, porque su biografía es tan apasionante como miserable.
Hijo de un padre obsesionado con la religión, desde muy pequeño y a lo largo de toda su carrera, tuvo que lidiar con la muerte de toda su familia. Sufrió de alcoholismo, depresión, colapsos nerviosos, fiebre reumática, ataques de ansiedad; fue tratado con terapias de electroshock; perdió la articulación de un dedo por una herida de bala; estuvo casi ciego por un problema ocular; fue perseguido por los nazis; y se murió, a los 81, totalmente solo. En fin, una vida de mierda, diríamos en mi barrio.
"El grito" también tiene una historia turbulenta, no solo por el origen de su inspiración, sino porque dos de sus cuatro versiones fueron robadas de sus museos.
A manera de homenaje, me tomé la libertad de adecuar su obra maestra a estos irónicos, tecnológicos pero aun angustiantes tiempos que corren.
Disculpame, Edvard, y feliz cumple.
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2 comentarios:
Como amante de las historias miserables, me encanto! Y eso Munch nunca viajo en el Sarmiento!Abrazo grande, Maxi.
Javi: Gracias por el comentario y una alegría tener palabras tuyas. A ver cuándo nos tomamos unos minutos para conversar más seguido. Abrazo
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