jueves, 3 de noviembre de 2016

50 años de rock nacional: habla la nueva guardia (parte VII)

Este mes, Octafonic, Cosmo, Pato Lange y Ron Damon cuentan qué piensan sobre el presente y el futuro de nuestra música.



Seguimos entrevistando a los más destacados artistas emergentes del rock nacional en el año en que celebra sus cinco décadas, en un especial mensual que ya tiene siete ediciones y por el que pasaron más de 30 artistas, como Marilina Bertoldi, Roma, Sambara, Bestia Bebé, Surfistas del Sistema, Indios, Rayos Láser, Científicos del Palo, Barco y Támesis, entre otros.

¿La consigna? Conocer qué opinan, qué sienten y qué ideas tienen de sí mismos y de la escena actual aquellos que componen el futuro inmediato de nuestra música. En esta oportunidad, la palabra la tienen Pablo De Caro (Cosmo), Pato Lange, Nicolás Sorín (Octafonic) y Domingo Tambourindeguy (Ron Damon).

Transcurridos 50 años de rock nacional, ¿qué opinión tienen sobre el estado actual de la escena local?

De Caro: El mundo está cambiando, el mercado de la cultura también y nuestro país, a mi modo de ver, anda como bola sin manija corriendo detrás de los intereses que dicta el mercado internacional, en su mayoría yankee. Dicho esto, pienso que el rol que estamos teniendo ciertos actores de la cultura que no vivimos de hacer cultura es, netamente, de resistencia. Lógicamente, no es un lugar feliz, pero por lo menos uno siente que le aporta al mundo lo que pueda darle de belleza para poder seguir embelesándonos en noches y tardes en donde suceden espacios por fuera de la agenda que puedan marcar los grandes medios de comunicación, asociados a sistemas económicos de lo más intrincados, como para enfrentarlos a cualquier simple mortal como nosotros. Yo soy un apasionado y disfruto de lo que sucede en nuestros espacios, por lo menos en la escena que suelo visitar. Veo momentos geniales, me río, me emociono, me suceden cosas y eso es porque hay energía renovadora. Salieron discos geniales este año y saldrán mejores, superocurrentes, diciendo cosas nunca antes dichas. No sé si se sigue llamando rock lo que estamos haciendo ni me importa. Estamos bien, tenemos hermosas personas haciendo cultura, pero estamos atravesados por una crisis cultural.


Lange: La principal virtud es que Argentina es un país que tiene medio siglo de cultura rock con identidad propia, lo cual conforma un caso único en el mundo hispanoparlante. Y ese patrimonio cultural no deja de florecer y transformarse, aún con sus distintos picos de intensidad y aún sin tener un correlato directo en los medios masivos locales o regionales. Con respecto a los problemas, creo que uno de ellos es el que mainstream (esto incluye a algunas discográficas y medios) muchas veces elige desarrollar y difundir una música de distracción masiva y poco riesgo artístico. No hace falta más que prender las radios más importantes y oír la mayoría de lo que allí suena. Por otro lado, el porcentaje del catálogo nacional que desarrollan es bajo. En la Argentina ya casi ninguna disquera grande tiene un A&R. La figura del cazatalentos prácticamente no existe y eso provoca una desconexión entre lo que ocurre realmente en la escena y lo que piensan que sucede algunos directivos de discográficas o medios, empleados de la industria que generalmente deambulan poco por los pasillos donde bulle lo emergente.

También existe un problema que afecta a la sustentabilidad de los proyectos artísticos y, por ende, a su crecimiento que tiene que ver con el corte de tickets y la paga de cachets. Creo que debemos hacer una toma de conciencia como público y cambiar una actitud bastante habitual por la cual, normalmente, no queremos pagar el precio de una entrada para ver una banda nueva o chica pero sí estamos dispuestos a pagar el mismo valor por una cerveza dentro del local. Esa actitud genera una transferencia de dinero desde el público a una empresa de bebidas y no al artista. Y en esa secuencia perdemos de vista que, pagando un ticket, un porcentaje de ese dinero (en el mejor de los casos un borderó, el 70 por ciento) va al artista y el 30 por ciento restante al local, que también lo necesita para seguir existiendo como espacio. Es clave que el público entienda que su actitud de consumo puede ayudar al financiamiento de los proyectos artísticos. Del lado del productor, los cachet deberían ser, en la medida de lo posible, un poco más equilibrados. Normalmente, en los espacios reducidos y el underground, que son el semillero de grandes artistas, gana más el programador de una fecha que el músico que va a tocar. Y eso se replica también a escalas más grandes.

Veo, además, una cierta sobrevaloración, por parte de productores y público, de las bandas extranjeras. Aquí llegan artistas foráneos que en sus países de origen tocan para veinte personas y se les financian giras como si fueran la gran novedad del rock mundial, mientras que una banda cordobesa normalmente tiene que poner dinero de su bolsillo para financiar una gira a Buenos Aires. ¿Por qué aquí a ese grupo que en Estados Unidos toca en un pub se le paga un cachet que pocas bandas locales pueden conseguir? ¿O por qué estamos dispuestos a pagar la entrada a un artista internacional y nos cuesta hacerlo con uno nacional? ¿Son mejores aquellos, tienen más talento, son más grosos? ¿O simplemente tenemos la cultura un poco comprada?

Creo que, finalmente, no hay que perder de vista que el rock argentino nació como contracultura, en un contexto de dictadura y de una sociedad que miraba a pioneros como Nebbia, Moris, Tanguito, Javier Martínez y Miguel Abuelo como a bichos raros; tipos que fueron criticados tanto desde la derecha como de la izquierda; perseguidos por la policía y el gobierno de facto por su forma de vestir, su pelo largo y sus letras, ninguneados casi siempre por las grandes disqueras tradicionales; pero que, con su ímpetu renovador, crearon un género con identidad propia que tuvo impacto en todo el continente y que fue el puntapié de lo que es hoy el rock latinoamericano. Desde su interior, creo que el rock argentino no debe perder de vista estos orígenes transformadores y, entonces, los músicos deberíamos preguntarnos si estamos intentando cambiar algo haciendo rock (legislación, regulaciones, tipos de espacios culturales, vías de subsidios, métodos de producción, soportes, vehículos de consumo, grabación y creación, modas, etc.) o sólo estamos haciendo una música de entretenimiento cuya dinámica de creación y producción transforma poco a su paso.

Tambourindeguy: Creo que la escena, por un lado, está en un gran momento teniendo en cuenta la variedad de bandas en cuanto a estilos. Hay música para todos los gustos y grandes referentes en cada género. Por otro lado, se hace difícil descubrir bandas nuevas, tal vez sea por tanta información que da internet,  o tal vez porque en gran parte de los medios  destacan siempre a los mismos grupos, entonces el nexo con la gente se hace difícil. Pero de lo que estoy seguro es que hay mucha calidad musical en todo el país, grandes artistas. El tema es que cuesta descubrirlos. Una de las cosas que destaco como positivo es el apoyo que hay entre los artistas,  de diferentes palos. Sabemos que estamos todos en la misma, tratando de crecer, de poder tocar; veo que hay solidaridad y respeto y eso creo que es lo que hace fuerte al movimiento en general.


Sorín: He descubierto en estos últimos tiempos infinidad de bandas argentinas con propuestas tremendas. Me parece que, a veces, son difíciles de encontrar, pero por suerte existen. Me gustaría ver a estos artistas subsistir, ya que tienen mucho que aportar y, a veces, las condiciones para que esto suceda no están dadas en la Argentina. Con respecto al público, creo que paulatinamente se están rompiendo  esas barreras estilísticas y la gente tiene una cabeza muy amplia a la hora de escuchar música. 

¿Se sienten parte de una generación de artistas, de un conjunto de músicos representativo de un momento del país?

De Caro: No sabría decir a ciencia cierta. Sé que estamos en la misma que muchos músicos, que tenemos intereses, preocupaciones y pasiones parecidas. Los Cosmo, específicamente, crecimos entre amigos y, desde ahí, nos podemos hermanar con Pablo Malaurie, Valle de Muñecas y El Hipnotizador Romántico. También con Fede Lamas y Nicolás Gullota que, aunque no se dedican a hacer música, son nuestros amigos.

Lange: Creo en la cultura como un engranaje multidisciplinario donde cada eslabón (artistas, productores, periodistas, medios, público y demás) tienen la posibilidad de interactuar en pos de algo más grande y trascendental que tiene que ver con la transformación concreta de una sociedad a través de su producción cultural. Esta interacción es resultado de una época y, en una misma época, conviven personajes de distintas generaciones. Por eso, nunca pienso en términos generacionales. Un artista joven de 20 años puede no aportar nada a la escena mientras uno de 70 puede estar dándole todo, y viceversa. Por ello, me siento parte de mi época en su conjunto y compañero de todos los que están trabajando en la cultura sin diferenciar a qué generación pertenecen.

Tambourindeguy: Cada momento musical de un país  es difícil sacarlo del contexto político o social que esté viviendo. Calculo que, por eso, es que va cambiando. Por momentos, parece ser que se hace más blando y, por momentos, con más contenido en cuanto a mensaje y demás. Nosotros, en ese aspecto, somos una banda que le cantamos a muchas cosas. Nos gusta en nuestras letras tener momentos para reflexionar,  mostrar nuestro punto de vista de ciertas cosas, momentos más combativos  y otros solo para bailar.
Compartimos ideales con muchas bandas. La que te puedo nombrar como ejemplo es Nonpalidece, con la que también tenemos una relación más allá de lo musical: los conocemos y sabemos que lo que ellos dicen en sus canciones es lo que realmente  son como personas, son auténticos, y eso es clave.

Sorín: Siento que pasa algo muy interesante con respecto a los pares y colegas. Muchas veces nos cruzamos, nos juntamos y pasamos buenos momentos de charla. No obstante, cada uno tiene una personalidad e individualidad que lo hace diferente al resto.  A veces, no es la similitud musical la cual nos acerca, sino justamente las diferencias y lo que uno aprende del otro. 


¿Qué bandas nacionales creen que pueden tener un lugar destacado en la escena en los próximos años y por qué?

De Caro: Te tiro tres: Pablo Malaurie, porque es simplemente genial. Mi Amigo Invencible, porque solo hace falta ponerlos delante de un gran público para que explote todo. Y Guazuncho, porque maneja la sensibilidad del folclore y la lleva desde el río a orillas de cualquier mar.
Sorín: Creo que Eruca Sativa, por su constante trabajo y evolución. Marilina Bertoldi, por la frescura que trae a la escena. Bandas como Huevo, Parte Planeta, Sig Ragga y Experimento Negro, entre otras, tienen propuestas sumamente atractivas. 

Tambourindeguy: Por suerte, veo muchas bandas crecer y por, nombrarte una, siento que 

Científicos del Palo va a ser una que va a pisar muy fuerte. De hecho, ya lo están haciendo. Lo festejo, porque los conozco desde sus comienzos y son una banda que labura mucho, le dan mucha bola a los discos, suenan muy bien en vivo, son grandes músicos y grandes personas.

Lange: Creo que los artistas nacionales que en los próximos años tendrán lo que, a mí criterio, es un rol destacado en la escena serán aquellos que estén convencidos de que el arte y su dinámica productiva puede realmente transformar la estructura toda de un barrio, una provincia, un país, una sociedad y una época. 


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