jueves, 6 de marzo de 2014

Devaluación y restricciones: disquerías en riesgo

Qué impacto tienen las últimas medidas económicas y tributarias para las pequeñas tiendas de discos; secretos, miedos e incertidumbres de un negocio cultural.



Si la venta de discos en la Argentina ya estaba golpeada por el download, la piratería y la inflación, las últimas medidas adoptadas desde el Ministerio de Economía y la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP) ponen un signo de interrogación en el futuro de decenas de disquerías independientes cuya subsistencia depende, en gran medida, de la importación. La devaluación de la moneda disparó los costos, lo que se tradujo en aumento de precios y bajas en las ventas. Al mismo tiempo, el recrudecimiento de los controles aduaneros frenó el flujo de ingreso de mercadería, lo que está provocando una caída en el stock y la variedad de títulos.
"La devaluación afectó muchísimo el catálogo, que hoy es mucho menor al que solemos tener. Estimo que pierdo un 30 por ciento diario de ventas por no poder tener material importado", explica Alfredo Suhring, gerente general de Zivals. "Todo lo que esté relacionado a costos en dólares nos complica, porque las cotizaciones son muy cambiantes y es difícil mantener una coherencia en los precios", agrega.
En efecto, una recorrida por las principales tiendas especializadas de Buenos Aires revela la ausencia de un valor claro de referencia. Hoy, una novedad en CD de origen estadounidense y de similares características puede costar entre 220 y 350 pesos, según el local.
"Entre un 30 y 40 por ciento de lo que tenemos es importado y las últimas medidas nos generaron mucha incertidumbre, porque no sabemos cómo traer mercadería. Antes, comprábamos todas las semanas al mayorista más grande de Estados Unidos y en 72 horas teníamos el material. Ahora, las encomiendas no ingresan y las restricciones son locas e indiscriminadas. ¿Qué sentido tiene hacerle esto al disco si lo que uno trae es lo que no se fabrica acá?", se queja Martín, encargado de una disquería del Soho palermitano, que prefiere conservar el anonimato. No es un caso aislado y son varios los entrevistados que solo hablan en off o, directamente, se censuran. "Es un tema muy delicado y no quiero opinar. Ante la menor cuestión te cae la AFIP y está con la lupa. La cosa está complicada", dicen desde otro comercio referente de Palermo.
La reserva tiene que ver con la característica informal de muchos negocios, que solían funcionar con una mecánica que, en los papeles, no está permitida: la compra en sitios web del exterior de material para su posterior reventa.
"Mucho de lo que se vende es adquirido en Amazon y eso ninguna disquería te lo va reconocer", revela el responsable de un local del microcentro porteño. "Vos podés traer 50 discos para consumo personal, pero si los vendés ya estás haciendo contrabando. Y en mi caso es así: lamento decirlo, queda feo, pero esto tiene que saberse para que bajen los aranceles y hagan un régimen más benévolo para los discos. Yo prefiero que me cobren un canon razonable y traer las cosas por derecha."
Hoy, "traer por derecha" con ese método implica para los disqueros ajustarse a la última resolución de la AFIP, que exige la presentación de una declaración jurada por las compras online antes de cerrar la operación, tener una clave fiscal con nivel de seguridad 2 y pagar un tributo sobre el 50 por ciento del excedente a la franquicia de 25 dólares anuales, incluyendo los gastos de envío. La otra alternativa es inscribirse ante ingresos públicos como importadores. "Si el disco viniera por derecha así, solo el costo sería de 300 pesos", opina otro vendedor.
Desde las disquerías independientes acusan que las normas actuales no se corresponden con la realidad de su actividad, en su mayoría a cargo de microemprendimientos o firmas unipersonales con un bajo volumen de importación y ventas. Además, hay que sumar la exigencia de tener que ir a buscar toda la mercadería a la Aduana, un proceso que insume más gastos y horas de trámites y burocracia.
"Desde diciembre tengo 40 discos en el aire. Ahora me vino el aviso de Aduana para retirar y ya tendría que haber prepagado en el Banco Nación el envío. Pero el papel no aclara qué llegó. Entonces tengo que ir a la Aduana, que abran el paquete para saber qué contiene y cuánto vale para poder ir al banco a pagar el impuesto correspondiente y, recién después, regresar a retirarlo. ¡Es absurdo!", se queja Damián García, dueño de Oíd Mortales, comercio dedicado al indie que depende en un 50 por ciento de los títulos extranjeros.
Gabriel Carbone, dueño de Twilight Records, afirma que su actividad está directamente "en riesgo" por las restricciones aduaneras. Su negocio es tanto una disquería como un sello dedicado a la edición de música gótica y oscura que comercializa material "canjeado" con sellos internacionales. "No hay transacción de dinero. Si un label extranjero me pide 50 unidades de mis bandas, yo le pido lo mismo de sus productos. Este formato está contemplado afuera, pero acá no y me complica muchísimo", explica Carbone y revela: "A mí me mandan títulos de cortesía o muestra para ver si me interesa licenciarlos en Sudamérica. Pero en la Aduana intuyen que tienen fines comerciales y me piden la factura de compra, que no tengo porque es un trueque".
Para Carbone "así no se protege el mercado argentino. Yo edito de tres a cuatro discos exclusivos por mes. Eso representa una inversión de 50.000 pesos que no voy a poder hacer más porque ¿para qué voy a fabricar acá si no puedo recibir nada a cambio? Las normas deberían contemplar estas situaciones".
Para algunas voces del rubro, la solución estaría en sumar la música a la lista de artículos exentos de impuestos, como los libros. "Está fallando el régimen. Si el disco es un bien cultural como se dice, no debería pagar nada. Pero si no queremos ser tan fanáticos, lo lógico sería un arancel más bajo y acorde a cada mercadería: uno para los electrónicos, otro para la ropa, otro para los compactos y, así, tener una política de importación que diferencie qué conviene y corresponde a cada rubro", opina García.
Por su parte, Carbone afirma: "Creo que cualquiera estaría dispuesto a pagar un derecho de Aduana, pero no tener que hacerse importador porque es demasiado complejo para los volúmenes que manejamos. El disco es cultura y debería ser libre al igual que los libros".
Mientras tanto, las perspectivas para 2014 no parecen alentadoras entre los consultados. "En 2013 vendí lo mismo que el año anterior, pero me comí la inflación, y este no va a ser mejor", avizora Guillermo Hernández, dueño del enclave jazzero Minton's. "Viendo el lado positivo, quizás estas medidas puedan traer gente de vuelta a los comercios, porque ahora para sacar algo del correo tienen que hacer un montón de trámites y los discos les terminan saliendo más caros. Pero no sé: en este país nada es fijo por más de tres meses y acá se vive día a día", se resigna.

No hay comentarios: