martes, 27 de marzo de 2012

Diez películas que merecen una remake urgente

Son muy buenas ideas, pero envejecieron mal o, por producción, actuaciones o pobres efectos especiales, quedaron plasmadas en malos films. Acá, una selección de títulos que necesitan otra oportunidad.


Los cañones de Navarone (1961)
Arrancamos con un peliculón original: Gregory Peck, David Niven y Anthony Quinn son parte de un grupo de soldados que no se soportan entre sí, pero deben unirse para reventar una impenetrable fortaleza nazi en una isla del Mar Egeo. Una historia que requiere ya mismo un refresh para recordarnos lo excelentes que eran esos filmes ambientados en la Segunda Guerra Mundial, en los que un comando de renegados se enfrentan a una misión imposible (en la onda Doce del patíbulo, Donde las águilas se atreven o, más cercano en el tiempo, Bastardos sin gloria). Con un nuevo elenco internacional de superestrellas, esto hace volar la taquilla.



Viaje fantástico (1966)
Imaginen lo que la tecnología actual puede hacer con este clásico trip psicodélico de los 60, en el que una tripulación de un submarino es miniaturizada e inyectada en el cuerpo de un científico para salvarle la vida. Este clásico inspiró una novela de Isaac Asimov y una serie de TV. En 1987, Steven Spielberg produjo una floja comedia “homenaje”, Viaje insólito, pero creo que ya es hora de que haga una nueva versión a lo grande. Eso si no le ganan de mano, ya que estaría en desarrollo una remake con la producción de James Cameron (Avatar) bajo la dirección de Shawn Levy (Gigantes de acero).



Solaris (1972 y 2002)
Más allá de ser excelentes películas, ni el abordaje psicológico de Andrei Tarkovsky ni la versión romántica de Steven Soderbergh hicieron justicia a la obra cumbre de Stanislaw Lem, una de las novelas más profundas y fantásticas de la ciencia ficción. La historia, sobre el contacto con un planeta cuyo único habitante es un gigantesco océano inteligente, ofrece múltiples lecturas e interpretaciones sobre los problemas de comunicación y la esencia del ser humano. Su traspaso al cine requiere de alguien que sepa reunir esa complejidad y el increíble imaginario que ofrece el libro en un film popular y, a la vez, reflexivo. ¿Alguien tiene el teléfono de Christopher Nolan?



Infierno en la torre (1974)
OK, nos metemos con uno de esos clásicos intocables, pero esta obra protagonizada por Paul Newman y Steve McQueen sobre un incendio que se apodera del rascacielos más alto de San Francisco, quedó chamuscada por los años. Después de Contagio, Steven Soderbergh pica en punta para una nueva versión que demuestre que el cine catástrofe setentoso volvió para quedarse.



Shivers (1975)
Uno de los primeros trabajos de David Cronenberg (en el que ya revelaba su retorcida psiquis), donde unos parásitos infectan a los habitantes de un edificio y los convierten en maníacos sexuales. Me ganaré el odio eterno de los fanáticos del director canadiense de culto, pero esto es material para una remake en clave comedia de horror a cargo de Ruben Fleischer (Zombieland) o, mejor, Edgar Wright (autor de Muertos de risa y productor de Ataque extraterrestre).



Duna (1984)
La novela de Frank Herbert (1965) es el inicio de una de las sagas épicas más reconocidas de la literatura sci-fi: la lucha de reinos interestelares por el control de una especia que prolonga la vida y sirve para los viajes espaciales, solo hallable en el planeta Arrakis, más conocido como Dune. Su adaptación a la gran pantalla podría haber iniciado una las franquicias más exitosas de la historia. Sin embargo, se transformó en uno de los proyectos más accidentados del séptimo arte que, tras años de atrasos, cambios de guionistas y directores, recayó en un David Lynch que hizo lo que pudo: un film con algunos aciertos (no la actuación de Sting, claro), pero incompresible y soporífero, al punto que el mismo cineasta lo detesta.
Paramount anunció en 2008 la realización de una nueva versión, primero con Peter Berg (Hancock) y luego con Pierre Morel (Búsqueda implacable) tras las cámaras, pero canceló el proyecto el año pasado. Habrá que seguir esperando por la que sería la Guerra de las galaxias inteligente.



The Stuff (1985)
Una misteriosa crema, muy dulce, adictiva y dietética, se transforma en el helado furor de masas en Estados Unidos. Pero la sustancia es un organismo alienígena capaz de consumir a la gente desde el interior. En plena era de los “sundaes” de McDonalds y el “café” de Starbucks, una nueva versión de este film de terror con pizcas de comedia crítica hacia la industria del fast-food podría ser un éxito tamaño jumbo.



Amos del universo (1987)
Si con Transformers Hollywood recuperó del olvido a la línea de juguetes más exitosa de los 80 y la transformó en una multimillonaria saga, ¿por qué no puede hacer lo mismo con He-Man? Eso sí, no se la den a Michael Bay y, por favor, pensemos en algo más presentable que un Dolph Lundgren en mallita untado en Hawaiian Tropic.
La excelente serie Game of Thrones demostró que la fantasía épica puede ser cosa seria en producto y respuesta del público, entonces: ¿qué tal si sus creadores, David Benioff y D. B. Weiss, no se dan una vuelta por Eternia?




Sobreviven (1988)
Un obrero de la construcción encuentra unos lentes de sol que, en lugar de opacar la realidad, la revela: el mundo es un sitio en blanco y negro dominado por extraterrestres infiltrados que mantienen el control de la humanidad por medio de mensajes subliminales de adoctrinamiento escondidos en la publicidad, el dinero, los periódicos y la TV.
Una brillante y corrosiva crítica hacia el mass-media y la sociedad de consumo que, lamentablemente, John Carpenter solo pudo concretar en un film de bajo presupuesto con pobrísimas actuaciones y efectos. Que se haga justicia: la nuevas generaciones necesitan una nueva versión de la que, conceptualmente, quizás sea la mejor obra del autor de otras joyas como Halloween y La niebla.




La hoguera de las vanidades (1990)
La primera novela de Tom Wolfe desnuda con agudeza la doble moral y las contradicciones de la sociedad de Nueva York en los 80, donde coexistía la tensión social con los excesos del individualismo yuppie. Pero en su traspaso al cine salió todo mal: director equivocado (un Brian De Palma muy desdibujado), guión flojo y peor casting (Tom Hanks, Melanie Griffith y Bruce Willis, muy lejos de los personajes originales). Desde aquí nos preguntamos si Aaron Sorkin (guionista de Cuestión de honor y Red Social) tiene un Barnes & Noble cerca de casa.




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