Exhaustivo y sentimental, se estrena el documental definitivo del ícono
del reggae.
Alrededor de siete años atrás, Kevin Macdonald estaba en Kampala,
Uganda, dirigiendo el que sería su film más conocido para el público en general,
El último rey de Escocia (aquel en el
que Forest Whitaker brilló en la piel del temible Idi Amin). Allí, se
sorprendió al ver que los sectores más humildes escuchaban la música de Bob
Marley y celebraban su imagen en remeras y murales. “Lo trataban como una
figura espiritual o filosófica —declaró a la prensa—. Nadie en la música popular ha tenido esa posición, no tiene paralelo, y eso me hizo querer hacer un film sobre él”.
De los márgenes de Zion a la Babilonia de Jamaica, el
director escocés emprendió el desafío de contar la historia de, quizás, la
figura más magnificada de la cultura pop del siglo XX (¿acaso hay otro músico –y
otra música, aparte del reggae– que reúna un entramado global tan profundo de elementos
artísticos, religiosos, morales, sociales y políticos?). Y resuelve el reto eludiendo
repeticiones y clichés, haciendo foco desde el lado más íntimo y humano.
Así, Marley, que se estrena este jueves en nuestro país, se convierte en una obra tan definitiva como personal y superadora de cualquier otro documental acerca de la estrella del reggae, en especial sobre uno de los últimos y más conocidos: Rebel Music – The Story of Bob Marley(Jeremy Marre, 2001), con el que comparte algunas intenciones y material
gráfico histórico.
En gran medida, esto se debe al beneplácito y la disposición
de la familia y los allegados del músico a abrir corazón, memoria y boca para hacer
de esta cinta casi la única biografía autorizada (Ziggy Marley, hijo de Bob, y
Chris Blackwell, fundador de Island Record, están entre los productores
ejecutivos), lo que dio acceso a archivos personales con fotos, audios y videos
inéditos hasta el momento.
Pero el gran acierto está en la experiencia y ductilidad de
Macdonald. Documentalista de sangre con corazón de cineasta, logra apegarse a
la cronología clásica, ser exhaustivo y preciso, pero escapando de la chata
narración periodística en off y dejando
el relato (y la construcción del mito) en la voz de los testimonios de
familiares, colegas, vecinos y músicos (Jimmy Cliff, Lee “Scratch” Perry, Bunny
Wailer, entre otros), lo que le da alma y sentimiento a una obra que acaricia
al fan y comprende a la platea más amplia.
Macdonald obtuvo desde los recuerdos de la maestra de
gramática de Marley en Nine Mile hasta los de la enfermera que lo atendió en
sus últimos días en Bavaria, donde la leyenda luchó contra el cáncer bajo el
tratamiento del polémico Dr. Josef Issels.
Encontró, incluso, a un compañero con
el que vivió en Delaware, Estados Unidos, donde el músico pasó un corto tiempo en
los años 60 trabajando para una automotriz. Y hasta logró que Alan “Skill”
Cole, símbolo del fútbol jamaiquino y amigo cercano de Marley (con el que compartió
varios picaditos en las puertas del 56 Hope Road), rompiese décadas de
silencio.
Marley descubre, también, el anecdotario menos simpático y más espinoso del ídolo. Ofrece una vista (respetuosa) del hombre que tuvo 11 hijos en siete relaciones diferentes (entre ellas, con la hija del dictador de Gabón y con una Miss Universo) mientras estaba casado con Rita, más que una esposa, figura maternal, “ángel de la guarda” y hasta encargada de sacar a las amantes del músico del camarín. Por su parte, Ziggy y Cedella lo recuerdan como un padre distante, duro y competitivo, con el que les hubiera gustado pasar más tiempo.
Además, ahonda en el conflicto del artista por su condición de mestizo y rechazado por su padre, el “coronel” Norval Marley, a quien conoció solo por una (y única) fotografía. Uno de los momentos más trascendentes del documental es cuando los medio hermanos del músico escuchan “Corner Stone” (de Soul Rebels, 1970) y su
letra se resignifica en las lágrimas de sus familiares “blancos”: El Marley paria
es ahora la piedra angular del apellido.
Macdonald no deja episodio biográfico por contar y poner en contexto
social y político: la conversión de Marley al rastafarismo; las giras y el éxito
del reggae en Europa y Estados Unidos; el intento de asesinato que sufrió días
antes de Smile Jamaica (el recital gratuito para apaciguar la escalada de
violencia en su país); su exilio en Inglaterra; los significativos conciertos
en África; su lucha contra el cáncer en Alemania; el triste final y su legado e
influencia universal. Bob Marley en toda su dimensión: músico, rebelde, esposo,
padre, amante, rastafari, futbolista, megaestrella, pacificador, ícono cultural
pero, sobre todo, ser humano.
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