El ex Depeche Mode se presentó ayer en Niceto y sumergió a 750 personas en una función de película.
Alan Wilder lo dijo en una entrevista a Rolling Stone días atrás: "No se parece en nada a Depeche Mode, de verdad" (ver más abajo). Los que todavía no le creían ayer no lo escucharon: lo vivieron. A las 21:30 el telón de Niceto Club se corrió no para dar otro concierto, sino para rodar un recital. "Recoil: A Strange Hour", se leyó en la pantalla, y un solitario Paul Kendall tras su laptop comenzaba a hacerle la película a 750 espectadores parados en las butacas de sus oídos.
Wilder apareció y se vino el estallido. Aviones y bombas comenzaron a caer al ritmo del electro-blues de "Pray", lo que inició el recorrido multimedia a lo largo de ese imaginario de ambient, trip-hop, avant-garde e industrial que es Recoil. Pegado, "Want" encantó con la sensual perversión de las imágenes del ilustrador H. R. Giger solo para hacernos acabar en el cabaret de la lujuriosa "Drifting". La excentricidad al palo, pero ¿qué carajo está pasando?
¿Estamos visualizando un soundtrack o escuchando un film? ¿Son estos los ecos perdidos en los ojos de David Lynch? ¿O acaso somos víctimas de una placentera sesión de brainwashing? Sonido y visión fusionados en una proyección de la imaginación, Recoil es un experimento vivo de inner cinema: el ver representado como última manifestación del escuchar. Abrí los oídos y mirá.
Un micro Vélez apareció cuando Wilder tomó posesión de Depeche Mode. La belicista "The Killing Ground" entró en combate con un mix de "Never Let Me Down" y la audiencia celebró la guerra con la coreografía marca registrada de la canción: brazos arriba agitados de un lado a otro y Niceto transformado en un estadio de maíz al viento. La escalada armamentista explotó cuando apareció en escena un corrosivo "Zephyr Mix" de "In Your Room". ¿El resultado? Sudor y cenizas entre la gente y un Alan Wilder que emerge triunfante como la figura que puede hacer y deshacer a su ex banda.
"Stalker" y "Faith Healer", con las imágenes del vocalista Douglas McCarthy cual maníaco predicador de fondo, empezaban a señalar que el fin estaba cerca. Con "Shunt" llegaron los créditos, pero esta celebración negra aún tenía una escena sorpresa. "Supongo que quieren escuchar algo más de Depeche Mode", dijo Wilder para el bis y, tras la estruendosa hambruna del público, extendió la función con un cierre memorable apropiándose de dos clásicos de sus otrora compañeros. Una ¿trip-hip-hopera? versión de "Walking in my Shoes" mezclada con "Jezebel" y "Personal Jesus" intervenida y reconfigurada con "Edge to Life": un mash up realmente violador.
Fue todo. Oscura, sensual, confusa, la hora (y cuarto) extraña fue, sobre todo, extraordinaria en todos los sentidos.
The end.
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