lunes, 8 de febrero de 2010

¿La música ya no vale nada?

Al igual que artistas que entregan gratis sus canciones, ya hay sellos que abren sus catálogos "for free" como forma de promoción. ¿Hay que regalarse para destacarse?



"Desde el lanzamiento de Napster, vender música es un arte, tanto como crearla". La frase, subtítulo de un informe de Pew Internet sobre el estado de la música online que leí hace un tiempito (y que recomiendo mirar), retumba en la cabeza de cualquiera que hoy se dedique al arte de combinar los sonidos y desemboca en una pregunta: ¿la música ya no tiene valor?

Claro, es una pregunta que parece absurda cuando vamos a una disquería y nos fajan más de ¡42 pesos! por un lanzamiento. A lo que voy es que, hoy, nunca fue tan fácil hacer música pero, irónicamente, nunca fue tan complejo comercializarla, por más contradictorio que esto suene ante la multiplicidad de canales que ofrece Internet. La Red redefinió ideas, conceptos, democratizó reglas exclusivas y ha puesto medios de producción y distribución al alcance de millones (ay, si Marx viviera), pero en un mundo capitalista ya sabemos lo que pasa cuando se genera "sobreoferta": los precios bajan. Y los números pueden descender a cero cuando hay que distinguirse en un escenario donde también hay exceso de estímulos, información y opciones (todas gratuitas).

El costo de destacarse en la nueva economía (no solo la musical) está bajando a 0,00. Es tan atractivo como peligroso, pero no significa necesariamente que no se pueda ganar plata. Es más: "el primero te lo regalo, el segundo te lo vendo" es la mejor y más vieja herramienta de marketing, y hay varios ejemplos.

El último que llegó a mis oídos es el de Tom DeLonge, guitarrista de Blink 182, que regalará el próximo álbum de su banda paralela, Angels & Airwaves, pero con un plan para no quedarse sin recaudar algo.

El disco se podrá bajar gratis desde el sitio de la banda, aunque habrá una versión deluxe digital y física de entre 5 y 10 dólares, y se promocionará entre 55 millones de personas gracias a un acuerdo con las plataformas Live Nation, Fuel TV y Hurley. DeLonge dijo que espera unos 20 millones de descargas y "si solo el 5 por ciento retorna e interactúa con nuestra web, los ingresos superarían por mucho a lo que hemos ganado con uno de los grandes sellos. Creo que la música será como una tarjeta de negocios personal que entregás a la gente y, si le gusta, va a regresar y comprar algo de tu banda".

Ahora bien: ¿quién tiene la espalda de un Blink 182 o un Trent Reznor (ícono en lo que a estas técnicas de distribución online se refiere) para bancarse un modelo de negocios así? Y una pregunta aun más válida que pueden hacerse los millones de pequeños músicos que intentan sobresalir (y sobrevivir) en la era 2.0: ¿Hemos llegado al punto de que mis canciones son ahora solo una business card para dedicarme a la venta de camisetas de mi grupo? ¿Cuántos pintores conocemos capaces de regalar sus cuadros a cambio de ser más vistos para poder vender merchandising o vivir de giras? Entonces, ¿por qué la música es el bien artístico más "commoditizado"?

La cuestión parece hacerse más compleja con la llegada del "free download" a los pequeños sellos. Por ejemplo, durante todo febrero, Exit Stencils regalará todo su catálogo, sin límites de descargas ni ninguna trampa, como acción para publicitarse y promocionar a sus diez artistas (entre ellos, algunos actos interesantes como Like Bells, Spanish Prisoners y Blake Miller).

Nadie discute la libertad de acción que tiene el artista de hacer lo que quiera con su obra, menos la de ponerle el valor. La cuestión pasa por reflexionar si cero no termina siendo un costo muy alto para hacerse escuchar.

Mientras pensamos, los invito a pasar por el site de Loudream y bajar nuestra nueva canción. Es gratis, pero porque nuestra música no tiene precio. Eso sí: las remeras van a ser carísimas.

Leer en Rolling Stone >>

1 comentario:

Yo Extranjero dijo...

Hola!
Felicidades por el blog y por lo de "La Voz", Gracias! ;-)