lunes, 14 de diciembre de 2009

Scrubs: veo gente muerta

Una de las mejores sitcoms de la década revivió algo cambiada en una innecesaria novena temporada. Y la "nueva" serie es un fantasma de lo que fue.



Era de esperar que un programa sobre medicina quedara enredado en uno de los más complejos dilemas éticos y morales de la profesión: el derecho a una muerte digna.

Scrubs la tuvo. El final de la octava temporada fue (debió ser) la despedida de una serie a la que amagaron matar en muchas ocasiones, que sobrevivió huelgas de guionistas y cambios de canal y que siempre salió fortalecida gracias a su infalible remedio: excelentes personajes y un humor delirante para tratar los temas más difíciles (a veces con mucha más sapiencia que varios medical-dramas "serios"). Fue (o debió ser) el cierre de una de las mejores sitcoms de la década y, quizás, uno de los capítulos finales más lindos que la TV nos dio en los últimos tiempos.

Pero su creador, Bill Lawrence, no desenchufó la máquina y decidió continuar el show con un enfoque diferente, en gran parte presionado por la cadena ABC, que compró la serie la temporada pasada como relleno de grilla y le fue mejor de lo esperado. "El programa seguirá tratando decisiones de vida o muerte, pero si fuese otra vez en un hospital con la voz en off de otra persona, sería un desastre y la gente se enojaría", dijo Lawrence y, a juzgar por los primeros tres episodios que se emitieron, su explicación suena más a vaticinio.

La "nueva" Scrubs no es ni la vieja ni un spin-off: hoy está camino hacia una "next generation" que continúe con el branding. De los personajes originales, solo quedaron Turk y Cox, ahora maestros en un Sacred Heart reconstruido como hospital escuela y escenario del renovado elenco sobre el que gira la temporada.

Zach Braff solo estará los primeros episodios (junto a otros cameos) para completar la transición y pasarle el estetoscopio principal a Kerry Bishé, quien interpreta a Lucy, la nueva "JD" de la serie, aunque en un rol más tierno y naif que gracioso.

Más allá del cambio de nombres y locaciones, la Scrubs "Med School" (subtítulo que aparece tímidamente en la presentación, como pidiendo permiso y perdón) no ofrece mucho de nuevo, y funciona mejor cuando recurre a sus usuales recursos: las hilarantes ensoñaciones que adornan la trama o los clásicos gags que son muletilla de algunos viejos personajes. Es ahí cuando, paradójicamente, esta nueva generación hace reír: más por nostalgia o, como me dijo el médico, por acto reflejo.

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