viernes, 28 de noviembre de 2014

El último concierto de John Lennon

Se cumplen 40 años de la última aparición en vivo del ex Beatle. La historia de una apuesta que valió una reconciliación.   


Hace cuatro décadas, John Lennon subió al escenario del Madison Square Garden para saldar una deuda. Pero cuando bajó, encontró el camino a casa. La noche en que se lo vería por última vez en vivo fue, también, la noche en que comenzaría a dejar atrás el fin de semana más largo y descontrolado de su vida. Porque, en gran parte, aquel 28 de noviembre de 1974 empezó, en realidad, en septiembre de 1973.

Lennon y Yoko Ono estaban en crisis, se habían separado y el guitarrista se fue a Los Ángeles acompañado por May Pang, la asistente del matrimonio devenida en amante autorizada por Yoko, para comenzar lo que más tarde denominó su «lost weekend»: un período de 18 meses de drogas, violencia y, también, mucha música.

Allí se reunió con Phil Spector para comenzar el proyecto «Oldies But Mouldies», un disco de covers de los 50 y 60 que ayudaría al músico a resolver una demanda de plagio por la canción «Come Together». Pero las sesiones fueron un caos combustionado por el alcohol, los excesos y un desquiciado y paranoico Spector, que conducía las grabaciones borracho, vestido con bata de médico y armado con un revólver que una vez llegó a disparar al techo. El productor luego secuestró los tapes y los devolvió meses después a cambió de 90.000 dólares. Parte de ese material, en su mayoría regrabado por Lennon, se convertiría en el álbum Rock 'n' Roll, que sería editado recién en febrero de 1975.

En California, el ex Beatle estaba «viviendo su deriva», según el escritor David Foenkinos en Lennon, la original biografía novelada que lo imagina en sesiones de diván. Yoko le había «devuelto su libertad», algo que también significaba el «poder de abandonarlo a su soledad». Sería una independencia atada a un sentimiento que el músico llenó con sexo, drogas y algunas amistades tóxicas.

Sus principales compañeros de juerga por Los Ángeles eran Keith Moon y, en especial, Harry Nilsson (a quien acabaría produciendo el disco Pussy Cats). Juntos protagonizaron varios escándalos públicos, un raid de anécdotas etílicas que incluyen desde la expulsión del club The Troubador hasta Moon y Nilsson orinando la consola del A&M Studio (aunque durante años acusaron a Spector como el culpable de arruinarla por derramarle whisky).

Ringo Starr y Mick Jagger eran sus otros grandes camaradas de copas. Por ese tiempo, Lennon colaboró en los discos Ringo y Goodnight Vienna del baterista, y produjo la canción «Too Many Cooks» al vocalista de los Stones, mientras se bebían toda la costa Oeste.

Pero el momento cumbre de aquel «fin de semana perdido» ocurrió a finales de marzo de 1974, cuando Paul y Linda McCartney se aparecieron en el estudio donde Lennon trabajaba para el álbum de Nilsson. Armaron un confuso jam de media hora alimentado por alcohol y cocaína, de la que participaron colaboradores y músicos como Stevie Wonder. «¿Querés un saque, Steve?», le preguntó Lennon al tecladista, mientras circulaba el polvo blanco, frase que inspiró el título de A Toot and a Snore in '74, el bootleg que registró aquel encuentro: la primera y única vez que la célebre dupla tocó junta desde la separación de los Beatles.

Lennon terminó el disco de Nilsson a medidos de 1974 en Nueva York, donde se instaló con Pang en un pequeño departamento de la 52nd Street que sería escenario frecuentes visitas ilustres, como David Bowie, Jagger y, nuevamente, el matrimonio McCartney. John y Paul recomponían su relación o, al menos, «caminaban sobre las cenizas sin quemarse», parafraseando a Foenkinos.

Allí compuso varias de las canciones de Walls and Brigdes, que comenzó a grabar de inmediato en los estudios Record Plant. Se fue alejando de bebida, adoptó un par de gatos y, con la iniciativa de Pang meses antes, retomó la relación con su hijo, Julian. Con solo 11 años, se lo puede escuchar tocar la batería en «Ya-Ya», la canción que cierra aquel disco.

Elton John pasó por las sesiones de Walls and Bridges y sumó coros y teclas en «Surprise, Surprise (Sweet Bird of Paradox)» y «Whatever Gets You Thru the Night», una canción que surgió a partir de una frase del Reverendo Ike que Lennon escuchó en sus frecuentes noches de zapping ante la TV. En el estudio, John le apostó que el tema llegaría al tope del ranking y que, de cumplirse, Lennon debería aparecer como invitado en uno de sus conciertos.

Fue el primer single del álbum y, el 16 de noviembre, se convirtió en el único número uno que logró en Estados Unidos como solista en su vida. El ex Beatle estaba en deuda y la saldó en el espectáculo que Elton John dio el Día de Acción de Gracias en el Madison Square Garden.

Habían ensayado durantes tres días, pero Lennon estaba muy nervioso porque hacía tiempo que no se presentaba en vivo. Algunos dicen que hasta vomitó antes de sorprender a 20.000 personas que enloquecieron cuando apareció en escena, vestido de negro, con su Fender Telecaster al hombro. Con John en el piano, interpretaron «Whatever Gets You thru the Night», «Lucy in the Sky With Diamonds» y, para el final, anunció «una canción de un viejo y alejado novio mío llamado Paul», «I Saw Her Standing There».

«Elton quería que tocara “Imagine”, pero yo no quería ser como Dean Martin haciendo mis clásicos. Quería divertirme y tocar un poco de rock and roll y no hacer más de tres temas porque era el show de Elton, en definitiva —comentó tiempo después en una entrevista— Él sugirió “I Saw Her Standing There” y me pareció genial, porque nunca había cantado la original. Paul la cantaba y yo hacía la armonía. Cuando me bajé del escenario, les dije a los periodistas que esperaban “Fue divertido, pero no me gustaría vivir de eso”. No estoy en contra de las presentaciones en vivo, pero no tengo una banda ni un show armado. No estoy muy entusiasmado con eso en este momento, pero tal vez cambie de idea».

Sería su último concierto, más allá de apariciones posteriores en televisión. Muchos interpretarían un doble mensaje en aquel histórico cierre, una reconciliación con su pasado, tanto para con McCartney pero, en especial, con Yoko Ono, que estuvo entre la audiencia esa noche y se encontró con Lennon en el backstage. Las versiones difieren sobre si sabía o no que ella estaba allí. El músico lo negó, pero fue quien consiguió los tickets para su mujer, y ella le envió orquídeas a él y a John, que ambos lucieron en escena.

Lo cierto es que, después de esa noche, el regreso al Dakota estaba a solo unos pasos, que Lennon dio en febrero de 1975. Tiempo después, a la espera de un nuevo hijo, dijo: «Nuestra separación fue un fracaso».



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miércoles, 12 de noviembre de 2014

Freddy Krueger cumple treinta años


Historia, secretos y curiosidades del villano favorito de tus sueños, a tres décadas del estreno de Pesadilla en lo profundo de la noche.



Origen. El director Wes Craven se inspiró en una serie de artículos publicados por el diario L.A. Times sobre un grupo de refugiados de Camboya en Estados Unidos que sufrían tan espantosas pesadillas que se negaban a dormir, y varios murieron misteriosamente durante el sueño.
Craven también tomó elementos de su infancia. Fred Krueger era el nombre de un estudiante que lo acosaba en la escuela, y parte del aspecto del personaje viene de un viejo vagabundo que, de chico, encontró afuera de su casa una noche, observándolo a través la ventana. Originalmente, el famoso sweater rayado de Freddy iba a ser rojo y amarillo, por el traje del superhéroe Plastic Man. Pero el director leyó una nota en Scientific American que decía que el rojo y verde era la combinación más contrastante y molesta para los ojos, y eso lo hizo cambiar de idea.

Casting. Al principio, Freddy iba a ser un hombre mayor y siniestro y Craven ya tenía a alguien para el papel: el británico David Warner (La profecía, Tron). Pero el actor tenía conflictos de agenda para filmar y así entró Robert Englund, que se encontraba en un parate entre las grabaciones de la serie V: Invasión extraterrestre (donde caracterizó al querible lagarto “Willie”). Englund impresionó al director con una interpretación inspirada en el Nosferatu de Klaus Kinski y se quedó con el sombrero y el guante de cuchillas.
Pesadilla también es recordada por ser el debut en el cine de Johnny Depp, pero para su papel de Glen también audicionaron Charlie Sheen y Jackie Earle Haley (quien tuvo su revancha décadas más tarde, al interpretar al mismísimo Freddy en la remake de 2010). Para el rol de Nancy, pasaron Demi Moore, Courteney Cox, Tracey Gold y varias actrices más antes de elegir a Heather Langenkamp

Cara de queso. El Freddy que Craven había imaginado en un comienzo tenía un rostro más repugnante y descompuesto, con partes del cráneo y dientes asomando entre la carne. Eso representaba todo un desafío (y más gasto) en el maquillaje, y podía complicar la interpretación actoral. La solución llegó mientras David Miller, a cargo del makeup, cenaba una pizza y se puso a jugar con el queso y la salsa, lo cual derivó en el look revuelto y chamuscado del personaje.

Efectos. Pesadilla fue un film con un presupuesto de solo 1,8 millones de dólares, aunque con un ingenio ilimitado para realizar algunas de las escenas más famosas del cine de terror. Por ejemplo, en el ataque enla bañera , tuvieron que ahuecar una tina y ponerla en un set construido sobre una piscina. Para la muerte de Glen (Johnny Depp), armaron una pieza cabeza abajo e inyectaron 300 litros de agua coloreada con pintura roja para simular la fuente de sangre. Pero lo más complejo fue crear la habitación rotatoria para la toma de Tina (Amanda Wyss). Así se hizo:



Popstar. Freddy salió de los sueños y de la pantalla grande para insertarse en la cultura pop. Además de la saga de nueve películas, ha tenido una serie de TV de historias de terror (al estilo Tales from the Crypt) llamada Freddy’s Nightmares; miles de productos en merchandising; apareció en capítulos de Los Simpson y South Park y en videojuegos (¡hasta es un personaje que podés descargar para sumarlo al Mortal Kombat de 2011!).
Pero, sin dudas, lo más bizarro fue su inesperada incursión en la música. En 1987, The Elm Street Group grabó el álbum Freddy’s Greatest Hits: nueve canciones de burbujeante pop ochentoso, entre ellas el ¿hit? “Do the Freddy”. Una verdadera pesadilla.




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lunes, 10 de noviembre de 2014

A 25 años de la caída del muro, 10 canciones sobre Berlín


Una selección de temas inspirados por la ciudad , en un nuevo aniversario del comienzo de la reunificación alemana.





Toni Fisher – “West of the Wall” (1962)

Wayne Shanklin escribió esta canción sobre una pareja que queda separada por el muro de Berlín. Fue grabada y convertida en hit por su esposa, Toni Fisher, quien canta con esperanza: “A pesar de que estemos lejos por un tiempo, mi corazón esperará hasta que ambos podamos sonreír”.  



Lou Reed – “Berlin” (1973)

Tras el éxito de Transformer (1972), Reed se aleja del glam y se concentra en su trabajo más ambicioso hasta el momento: el desesperado y trágico relato de Caroline y Jim y su espiral de violencia, drogas, prostitución y autodestrucción situado en la ciudad germana. Incomprendido en su momento por la crítica, sería por mucho tiempo el “disco maldito” del artista, hasta que fue revalorado con el tiempo y es considerado hoy como una de sus obras máximas.



Udo Lindenberg – “Mädchen aus Ostberlin” (1973)

Uno de los clásicos de esta institución viva del rock alemán es esta historia de un amor dividido, el deseo de poder estar junto a la “chica de Berlín Este”, sin estar pendientes de horarios o permisos, y soñar con “un festival de rock en Alexanderplatz, con los Rolling Stones y alguna banda de Moscú”.



Rational Youth – “Dancing on the Berlin Wall” (1982)

La oda synth-pop a la ciudad amurallada que Kraftwerk nunca nos dio (quizás por su fidelidad a Düsseldorf) la escribió este grupo canadiense. “Hay una fiesta en Alexanderplatz / Se requieren anteojos onda Harry Palmer”, dicen con un frío humor digno de un robot germano.



Elton John – “Nikita” (1985)

Sin bien no hay mención directa a la ciudad, su famoso videoclip (dirigido por el cineasta Ken Russell, de Tommy y Estados alterados) dejó este hit asociado para siempre con Berlín y los intentos del cantante de cruzar la frontera para reunirse con una blonda guardia del este. El problema no era el pasaporte, Elton: Es que no te dejaban entrar con esas pilchas.




U2 – “Zoo Station” (1991)

Todo Achtung Baby está impregnado con el clima de reunificación de Alemania, pero la cita berlinesa puntual se encuentra en la estación Zoologischer Garten, por entonces la más importante del lado oriental de la ciudad. “El tiempo es un tren, que hace del futuro el pasado / Te deja parado en la estación, con la cara pegada contra el vidrio”, canta Bono en el comienzo del disco que cambiaría la historia de la banda irlandesa.




Pink Floyd – “A Great Day for Freedom” (1994)

Incluida en The Division Bell, David Gilmour la escribió en relación a la decepción y el pesimismo que siguieron a la ilusión tras la caída del muro, al ver que la situación de Alemania y el mundo no había cambiado todo lo esperado. Pero muchos aún leen entre líneas una indirecta hacia el exbajista y líder, Roger Waters. El guitarrista lo desmintió, pero la polémica siempre está presente.



Ramones – “Born to Die in Berlin” (1995)

La última canción del último disco de estudio de Ramones fue, en realidad, compuesta por Dee Dee Ramone para el segundo trabajo de su banda I.C.L.C, que nunca llegó a editarse. El bajista, que fue hijo de una germana y vivió parte de su infancia en Berlín, canta el tercer verso en alemán, en medio de un relato de agonía y adicciones.



Rufus Wainwright – “Tiergarten” (2007)

El artista canadiense quería que su quinto álbum, Release the Stars, fuera despojado, a pura voz y piano. Pero tuvo la afortunada idea de visitar Berlín y allí su deseo se (re)cargó de ambición y barroquismo teutón. Este sería el tercer single del disco, una canción sobre su por entonces novio alemán (y actual esposo) Jörn Weisbrodt, y sus paseos por el famoso parque en el centro de la capital.



David Bowie – “Where Are We Now?” (2013)

Cuando todos nos preguntábamos dónde estaba, el ex Duque Blanco reapareció en la escena musical tras una década de ausencia con este nostálgico recorrido por su amada Berlín, el lugar que albergó acaso su período artístico más destacado. La letra (y su videoclip) nos lleva a puntos emblemáticos como Potsdamer Platz, el puente Bösebrücke, la disco Dschungel y las tiendas KaDeWe.



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martes, 4 de noviembre de 2014

Entrevista a Frédéric Martel: “La única cultura global es la de Estados Unidos”

El autor del libro Cultura Mainstream habló con Rolling Stone sobre los fenómenos populares y su influencia mundial. Shakira, Gangnam Style, internet, copyright y lo que hace falta para gustar a todos en todas partes.



Va casi una hora de charla y Frédéric Martel luce muy animado. Con tres cafés encima, se revuelve en su silla, gesticula, se peina un jopo que no tiene. Por momentos, le pone pirotecnia a su verborragia y, en otros, como un maestro del suspense, hace pausas de 20 segundos antes de responder. Era de esperar que alguien que recorrió el mundo para investigar el poder del entretenimiento sepa cómo ser un entertainer ante el grabador.
Este periodista y sociólogo francés es autor de Cultura Mainstream. Cómo nacen los fenómenos de masas, un libro (editado este año en nuestro país) tan imprescindible como polémico sobre la nueva geopolítica de la cultura y los medios de comunicación. Durante cinco años, Martel recorrió 30 países y entrevistó a más de 1.200 personas (desde capos de Hollywood, Bollywood, universidades y sellos multinacionales, hasta autoridades de China, empleados de Al Yazira y dueños de editoriales) para saber cómo surgen los best sellers, las películas blockbusters y los discos que son hits mundiales.
¿Y qué encontró? Una lucha entre los países por el dominio de los contenidos globales (con una amplia hegemonía de los Estados Unidos) a través del soft power: la seducción que ejerce una cultura e ideología, en lugar del poder militar y económico (hard power), para influir en los asuntos internacionales. Una batalla mundial que puede tener a Avatar, MTV, Oprah, HBO, Shakira, como a Disney, Steven Spielberg, Sony, Globo TV, Spider-Man o la University of Southern California como armas.

¿Hay una fórmula para ser mainstream, para gustar a todos en todo el mundo?
Si la hubiera encontrado, sería muy rico y famoso, ja, ja. Hay muchos elementos que forman parte de la respuesta. El trabajo y la creatividad son claves. También necesitás mucho dinero, el soporte de una gran corporación, pero al mismo tiempo preservar la libertad artística. Tener buenos equipos, storytellers, un instinto para lo que es cool, canchero. ¿Por qué Los Ángeles, San Francisco o Nueva York son centros culturales? Porque en estos lugares hay diversidad, libertad de expresión y sexual. La respuesta, entonces, no es sencilla.

En Cultura Mainstream, contás cómo Shakira logra su éxito mundial a partir de cantar en inglés y teñirse de rubio. ¿Es necesario uniformizarse para tener un suceso global?
Es una pregunta clave. Por lo menos, se requiere de cierta uniformización para poder hablarle a todo el mundo. Pero eso no significa estandarización, porque la especificidad de las industrias creativas es que cada producto es único. Entonces, quizás tenés éxito con un algo en particular, pero no es como la Coca-Cola: no funciona replicarla una y otra vez. Para tener un nuevo éxito, se requiere innovar, experimentar, investigar y, para ello, necesitás al tipo que piensa diferente, el independiente, el que toma riesgos.
En términos económicos, te diría que la cultura mainstream no es keynesiana. No por el hecho de poner más dinero vas a crear más bienes que funcionen. Más bien es schumpeteriana, funciona por destrucción creativa. Cuando surge un suceso, tenés que destruirlo para idear el nuevo. Por eso, esta industria es terrible: tenés que ser muy pesimista y, al mismo tiempo, optimista porque necesitás gente que desafíe el mainstream.

Decís que no hay una cultura mainstream europea, que en gran parte se explica por la diversidad de países, intereses e idiomas. Pero Latinoamérica es una enorme región con una lengua y hasta con ciertos valores en común y, aun así, no hay una cultura latina colectiva. Si es que eso existe, parece una construcción hecha desde la concepción estadounidense sobre esta región…
Sí y no. Por ejemplo, las telenovelas son cultura popular en Argentina, Brasil, México, Colombia. En Europa, somos muy buenos en los formatos televisivos, en música (especialmente en Gran Bretaña), en libros y otros sectores. Hay un mainstream europeo y otro latino, pero estas culturas son extremadamente nacionalistas, con un éxito local que no puede cruzar la frontera y es difícil lograr que tenga suceso global.
Por otra parte, en México, siempre están mirando a Estados Unidos. En Venezuela y en Cuba, están en contra de todo el mundo. Y en Argentina se piensan que son europeos y no hablan con sus vecinos. No quiero simplificar o caricaturizar esto, claro. A mí me encantan películas como Y tu mamá también, Diarios de motocicleta y otros productos latinos, pero son excepciones.
Fijate, por ejemplo, el fenómeno de PSY con el “Gangnam Style”. Todo el mundo lo vio, es global, pero es uno en un millón. ¿Acaso por eso escuchás todo el tiempo música surcoreana? El problema grande no es la uniformización, porque la cultura es diversa en todos lados, sino que la única cultura global sea la estadounidense.

Y la cultura estadounidense aprovecha y crece a expensas de las divisiones, los recelos y las competencias que hay entre países europeos, latinoamericanos y africanos. ¿Cómo podemos resistir o limitar ese proceso?
No creo en la resistencia porque la cultura no es una guerra. No soy antinorteamericano. Creo en la calidad, la creatividad y si los estadounidenses son mejores, buenísimo para ellos. Uno tiene que poner la vara más alta y tratar de superarlos. No creo en restricciones, cuotas, límites. Los chinos piensan que van a luchar contra los Estados Unidos usando una increíble censura y cupos para contenidos. No funciona. Permiten solo 20 películas norteamericanas por año y, así todo, representan el 50 por ciento de la taquilla total.
No se puede ganar pensando de una manera kirchnerista, que Argentina es el centro del mundo, cerrar las fronteras y vivir en un sistema de cupos. La cultura es abierta y uno tiene que ser más inteligente que los estadounidenses.
¿Por qué los argentinos, colombianos, brasileros, para ser grandes jugadores en la industria del cine, no pueden crear una película en conjunto que pueda ser exitosa en toda la región? ¿Por qué Shakira y Juanes tienen que pasar por Miami para ser populares en América Latina? Un artista puede ser muy exitoso en su propio país, pero para ser famoso en el resto del mundo tiene que ir a Estados Unidos. Es una pregunta que se tiene que hacer el pueblo latinoamericano.
Hay un chiste muy conocido sobre George Bush cuando llegó por primera vez a America Latina. Dijo: “Estoy muy contento de estar acá, pero discúlpenme porque no hablo latino”. En cierta forma, hay que aprender a hablar “latino” en el sentido de emplear un lenguaje común a todas las culturas de la región.
El mundo no es como pensamos que era. Esa idea del Che Guevara o Hugo Chávez de la “patria latinoamericana unida contra el imperialismo” es mentira. Cada país es diferente, todos tiene estrategias hacia Estados Unidos y con el mundo, y el imperialismo es un concepto de los 70, está desactualizado. La liberación y la creatividad cultural, al final de cuentas (y quizás te diría desafortunadamente), vino más de los Estados Unidos que de Cuba.

¿Cómo actúan internet y las redes sociales? Se puede decir que “democratizan” la palabra, permiten dar a conocer la opinión y el arte de cualquier persona con acceso a esos medios. Pero también son un vehículo de propagación de culturas hegemónicas.
Pienso lo mismo que vos: tengo un sentimiento doble. Por un lado, creo que internet es grandiosa, nos da un montón de libertad, acceso ilimitado. Y, por otra parte, tengo miedo de Google, Facebook, Amazon, Twitter y Apple, que son jugadores tan grandes que pueden uniformizar la cultura.
Internet no es una conversación global, sino fragmentada. Todo el mundo vive en su cultura, con su lengua y cuestiones territoriales. No es verdad que alguien de Buenos Aires comparte la misma cultura que otro de Seúl. Por ejemplo, a mí sorprende el suceso del cantante Mohammed Assaf en el mundo árabe. Millones de personas lo aman, pero nadie lo conoce en la Argentina.
Internet, probablemente, nos va a dar más libertad en los contenidos y diversidad, pero uno necesita regular, no la red, que debe ser libre y neutral, sino a los big players. Hay que regular a Google, Apple, Facebook y Amazon, trabajar sobre el tema de la privacidad y evitar prácticas como las de Google, que reúne y usa los datos de sus usuarios de todos sus servicios, como Gmail, Plus, Search y otros.
Yo creo en la libertad y la economía de mercado, pero para protegerla tenés que evitar la dominación de los que tienen una posición de poder. Y eso no es estar en contra de los Estados Unidos, ni una idea estúpida marxista o francesa, sino que es un concepto que está en el centro mismo de la cultura capitalista.

¿Y cómo juega el copyright en esto?
Siempre es una cuestión de equilibrios. Primero, creo en los derechos de autor, el copyright es y ha sido un progreso para los artistas. Siglos atrás, los artistas se vendían o prostituían a una persona rica que les daba plata para que pintaran, necesitaban el apoyo del rey para poder crear.
Los artistas no tienen que estar financiados por la señora de Kirchner. En la Unión Soviética se pagaba a los artistas, y hemos visto el resultado de eso. Tienen que ser libres, por lo tanto, necesitan del copyright.
Al mismo tiempo, la lucha de la industria contra la piratería ha sido excesiva. Hay que adaptarse a que los chicos intercambien archivos por internet o usen servicios peer-to-peer, siempre y cuando no sea algo masivo y comercial.
También creo en Creative Commons. Si alguien quiere regalar o dar una parte de su trabajo de forma gratuita, tiene todo su derecho. La idea del copyright es ayudar al artista a crear, eso es todo. Pero que haya períodos tan largos de derechos de autor al estilo Disney, donde una familia sigue queriendo proteger el uso cien años después de la muerte del artista, no es correcto.
Uno tiene que creer en el derecho de autor, pero debe aprender a evolucionar y adaptarse. Fijate lo que sucede con el mash-up. Cuando hay 20 artistas juntos mezclados, ¿cómo determinás el copyright de eso?

¿Cuáles serían las tres claves para que un país sea exportador de cultura masiva?
La primera es tener una gran producción local. Si no le podés hablar a tu propio país, no le podés hablar al mundo.
La segunda es la diversidad. Polos culturales como Nueva York, Hong Kong, Río de Janeiro, Miami, Los Ángeles, Taiwán son lugares donde uno la encuentra.
Y el tercer factor es la creatividad. Para tener una nueva manera de pensar, nueva música y nuevos productos, tenés que tomar riesgos, necesitás investigación y desarrollo.
Los denominados marxistas, la Escuela de Frankfurt, apuntaban a controlar las industrias. Pero cuando se habla de industrias creativas, la palabra más importante es la creatividad, no la industria. Se está equivocado si se piensa que solo con dinero se va a tener grandes empresas y buen contenido. Hay que subrayar la parte creativa.
Creo que Estados Unidos seguirá siendo fuerte y poderoso durante un largo tiempo. El declive de su “imperio” no sucederá pronto. Pero lo bueno es que no estamos solos. Está Brasil, China, Corea del Sur, India, el mundo árabe, también Colombia, México, Chile, Indonesia, Sudáfrica. Hay unos 20 países que están emergiendo no solo por su economía o demografía, que son parámetros viejos, sino por su cultura y valores.
Y para Argentina, que no es un país emergente y actualmente tiene dificultades, hay esperanza. Por ejemplo, fueron los primeros en establecer el matrimonio igualitario, y han sido tomados como tendencia antes que Francia, Estados Unidos y Gran Bretaña.
Significa que Argentina puede estar a la vanguardia. Si son audaces y toman riesgos, todo puede ser posible.

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