sábado, 2 de abril de 2011

30 Seconds to Mars en Buenos Aires: Rebelde Way

La banda liderada por Jared Leto se presentó por segunda vez en nuestro país y desató la histeria colectiva con una guerra relámpago de emociones adolescentes.

Foto: Tomás Correa Arce

Como actor que es, Jared Leto sabe seleccionar sus papeles y se prepara muy bien. Para el de rockstar, este que viene desempeñando desde hace una década como frontman de 30 Seconds to Mars, estudió a fondo cuanto guión cayó en sus manos: cómo correr, saltar y arengar al público; cuándo tocar a los espectadores y hacer chistes; qué pose y mirada es mejor para la cámara; o en qué momento hay que pelar el gorro, bandera y vincha con nacionalidad de ocasión. Pero, sobre todo, saber seducir a la audiencia. Este baby face que ya araña los cuarenta conoce a la perfección cómo manipular y explotar la energía adolescente, esa letal mezcla de agresividad y sexualidad, y hacerla su combustible para conquistar el mundo. Si hay que ir a la guerra, como proclama desde su último disco, que la banda presentó ayer en Buenos Aires, Jared Leto es el más populista de los generales que puede tener cualquier ejército de fanáticos.
De uniforme, luciendo galones y anteojos negros, la estrella de Hollywood (junto a su hermano Shannon en batería y Tomo Milicevic en guitarra, secundados por teclado y bajo) iluminó un Luna Park teñido en Koleston negro y la turba rugió en celo. Sonó "Escape" como disparo inicial y luego "Night of the Hunter", "A Beautiful Lie" y "Attack", pero la voz estuvo siempre abajo del escenario. Enmudecido por el estruendoso y constante canto de un público que derrochaba estrógeno y cuerdas vocales, Jared apenas entonaba algunas estrofas por canción y se dedicaba a dirigir a las masas ("¡Griten! ¡Levanten las manos! ¡Salten! ¡Ahora!", demandaba con puño de hierro). Las luces, en constante parpadeo, multiplicaban la urgencia y la histeria colectiva. En este bombardeo de estímulos, no hay lugar para pensar: gritá, alzá los puños, saltá, ahora. Seguí al líder o quedate atrás, como esos papás que fueron de custodios acompañantes.
Llegarían "Search and Destroy" y "This is War", para demostrar que la banda tiene entre sus dientes varios afilados hits con épica de (micro)estadio, canciones para reunir a la tropa en un coro de onomatopeyas y celebrar la victoria en el campo con cotillón de globos rosados.
"100 Suns" dio paso a un momento de reposo que de ninguna forma calmó las hormonas: más bien veríamos la demagogia al palo de (el ya comandante) Jared. Foco de mano para iluminar rostros en "Vox Populi", musculosa argentina para una versión unplugged de "From Yesterday" y un pequeño popurrí acústico en el que interpretó canciones "a pedido" de la gente. Pero un buen libreto de héroe del rock exige un mártir y una escena de orgullo nacional. Y Leto es un actor de método: se entregó a los brazos del público en la trágica "The Kill" (nunca más dramático y acertado el coro con "Come, break me down. Bury me, bury me!") y agitó la celestre y blanca en "Closer To The Edge", con la que plantó bandera para el primer final.
"Estoy algo enfermo, pero no me quería perder esta noche por nada del mundo", dijo al volver a las tablas para entonar "Hurricane", lo que quizás explique la pobre y desafinada performance vocal de ayer. Por suerte, todo lo que a Jared le falta como cantante lo tiene su hermano Shannon en potencia detrás de la batería, una pirotécnica arma de precisión marcial.
A esta altura, el combat rock del principio del show devino en una acalorada fiesta estudiantil. La banda celebró el cumpleaños de un miembro del staff sobre las tablas, haciéndolo bailar con "The Power of Love", de Huey Lewis and the News, de fondo. Se sacó fotos para subirlas al Twitter oficial e invitó a fans al escenario para preparar el gran cierre. "30 Seconds to Mars te lleva de viaje de egresados al Luna" sería el eslogan de este segmento del espectáculo, con Jared en el papel de coordinador docente ordenando qué debían hacer los chicos y cuidando que no se descontrolen al inundarse el campo tras la habilitación del acceso desde las populares laterales. Así todo, no faltó el momento de desconcierto juvenil, cuando hubo algunas corridas debido, en apariencia, a que alguien habría arrojado gas pimienta entre los asistentes.
Los músicos se despidieron con "Kings and Queens", una granada de espíritu adolescente. Antes, sonó el típico deseo de que esto no se corte: "Volveremos a la Argentina por el resto de nuestras vidas", prometió Jared.
Apenas una hora y cuarto duró esta blitzkrieg de emociones que dejó confusión, lágrimas, cientos de gargantas lisiadas y varios corazones rotos. Pero tranquilos, papis y mamis: no hay víctimas fatales y están todos fuera de peligro. Esta guerra, como otras más reales, sirvió solo de distracción.