viernes, 30 de enero de 2009

Worst Week: peor, imposible

Sony trae una sitcom en donde la tarea de agradarles a los padres de tu novia puede ser un chiste muy pesado.


En el mundillo ejecutivo de Hollywood, productoras y canales de TV es común utilizar algo llamado high concept. Básicamente, se trata de emplear una idea o frase que defina, en pocas palabras, la película o programa a ofrecer a gerentes de programación y "popes" de los medios. Algo así como el slogan con el vendés tu producto. Por ejemplo, el film Días de Trueno podría resumirse como "Es Top Gun, pero sobre ruedas".
Esto también parece ser una costumbre local. Alguna vez un directivo de Telefé me dijo que Claudio Villarruel "compró" Los Simuladores cuando simplemente le dijeron el high concept: "Imaginate Nueve Reinas, todas las semanas". En fin...
No conozco a los creadores de Worst Week, la nueva sitcom que Sony Entertainment pondrá en pantalla desde el 4 de febrero, a las 22, pero podría apostar que el argumento para vendérsela a CBS el año pasado fue: "Es como Meet the Parents, pero en serie". Y, la verdad, esa es una idea que cualquiera compraría, porque hay pocas situaciones tan buenas para desarrollar una comedia como la que ofrece la ardua tarea, para un hombre, de conocer y agradarles a los padres de la novia.
Seguro vos, que me estás leyendo, tendrás tu historia al respecto, probablemente entre risueña, trágica y vergonzosa. La mía estuvo marcada por un proceso que, en cuestión de semanas, pasó del usual nerviosismo e incomodidad en la interacción con mi nueva familia política a lisa y llanamente las trompadas versus un padre ultraceloso (y no saben lo cómico que es ser atacado por un calabrés enfurecido contra el "poligrillo" que le tocó a la nena).
Está claro que Worst Week no tiene por qué parecerse a la vida (y menos a la mía, por Dios), pero una de sus principales fallas es, justamente, su falta de "realismo".
El programa, que es la versión estadounidense de la serie inglesa Worst Week Of My Life, narra las desventuras de Sam Briggs (Kyle Bornheimer, de Jericho y The Unit) por complacer a su prometida, Melanie, (Erin Hayes, de Kitchen Confidential) y simpatizar con sus futuros suegros, más porque deben comunicarles la noticia de un sorpresivo embarazo e inminente casamiento. Sin dudas, el escenario ideal para una comedia de enredos y sucesos desafortunados.
Pero en un show de este tipo, los gags deberían estar al servicio de una historia y ser el resultado de ella, no transformarse en el guión en sí mismo. Worst Week parece basarse simplemente en una concatenación de situaciones que, muchas veces, no tienen justificación ni credibilidad, parecen "forzadas" para figurar porque, aparentemente, resultarían graciosas para el espectador, y solo pueden atribuirse a la mala suerte e imbecilidad de Sam en sus desesperados intentos por congeniar, en particular, con el padre de la novia (encarnado por Kurtwood Smith, otra vez en un rol de papá intimidante y conservador, tal como lo hiciera en That 70´s Show).
El resultado son pavos orinados, floreros vomitados, mascotas muertas y canarios que parecen erecciones. Todo un surrealismo delirante y divertido, sí; aunque sin metáfora y, por momentos, hasta predecible y chabacano. Quizás sea porque en el concepto de Worst Week lo high pase más por lo "volado" que por la altura.

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jueves, 29 de enero de 2009

viernes, 23 de enero de 2009

Apple y Mac: 25 años pensando diferente


Mi primer contacto con una Macintosh fue hace 12, 13 años. Trabajaba como redactor y columnista de PC Magazine y solía usar una cada vez que necesitaba escanear fotos, diapositivas o corregir algunos artes. Irónicamente, la revista emblema del universo Windows se hacía, en parte, con un producto de Apple.

Por aquel entonces, la diferencia entre estos dos mundos era mucho más lejana que los tres o cuatro escritorios que separaban mi redacción del departamento de diseño. Mac no era un producto "popular", más bien era especializado, y sus creadores estaban en pleno "operativo retorno" de Steve Jobs para ver si el fundador podía recuperar a una manzana que se estaba echando perder (Pablo te cuenta en este post por qué no conviene mezclar fruta con gaseosa). Mientras, Microsoft dominaba los escritorios y amenazaba con hacer lo mismo en Internet sofocando a su más grande competidor en esos días: Netscape.

Hoy, Apple fabrica teléfonos y es el principal distribuidor de música online; las Mac pueden correr Windows; Microsoft sigue perdido en la web, confundido por un algoritmo matemático (Google); Netscape desapareció; PC Magazine dejó de publicarse en papel (al menos en Estados Unidos) y yo sigo escribiendo sobre tecnología... pero para Rolling Stone. Todo es muy diferente...
Tanto como lo fue cuando la Macintosh apareció en el mercado, el 24 de enero de 1984: la primera computadora masiva que utilizaba una interfaz gráfica y un "mouse" en lugar de instrucciones por línea de comandos. La información estaba representada como formas, objetos y figuras que podían "tocarse" y moverse, en lugar de tener que ejecutar largas y complicadas órdenes mediante el teclado. Era una revolución, tal como se proponía desde el célebre comercial de presentación, filmado por Ridley Scott: la inventiva derrocaba a una tiranía de uniformidad y conformismo, oculta tras una pantalla negra. La imaginación, al menos en el gobierno de la informática, llegaba al poder.

Pero todo sería una expresión de deseo. La mentalidad de la época, el altísimo precio de la Mac y una seguidilla de pésimas decisiones ejecutivas (entre ellas, el despido del mismísimo Jobs de Apple) hicieron que la compañía tambaleara y que su producto estrella quedara relegado, con los años, a una herramienta para diseñadores gráficos y editores de audio y video, por el potencial que brindaba en esas áreas.

Valía poco que la Macintosh fuera mejor que la competencia. La computación personal estaba tomando otro rumbo, donde la astucia comercial estaba por encima de la superioridad técnica. Los piratas de Silicon Valley (1999), un modesto pero excelente film para TV sobre los primeros años de la era PC, resumió esa época en una escena brillante. Noah Wyle, bajo la piel de un joven Jobs, le dice a Bill Gates, encarnado por Anthony Michael Hall:

- Somos mejores que vos, tenemos productos mejores...
- ¿Aún no lo entendés, Steve? Eso no importa.

Y no importó, al menos hasta hace poco más de una década...

Hacia 1997, Jobs volvió al frente de Apple para concretar su revolución trunca. Y durante ese exilio forzado pareció haber aprendido una lección: efectivamente, ser mejor no era lo (único) que importaba en este negocio. Un sistema operativo más "estable" que la competencia no lo era todo. Había que ofrecer algo más. Y así lo hizo.

La iMac, el equipo que marcó la era del renacimiento en Apple, fue el primer invento tecnológico en tener "alma". Fue diseñado por un artista (Jonathan Paul Ive) e iluminado por lo más brillante del marketing: vender la idea de que, gracias a un producto, vos podías pensar diferente y, por ende, ser distinto a los demás.

No importaba si estabas comprando un ordenador sin disquetera (¡eso hasta era cool!) o si seguías vinculado a una plataforma propietaria, donde hardware y software dependían de una sola empresa. Lo importante era que, con una Mac, vos podías ser Einstein, Lennon o Picasso.

"Transformá la informática en arte, revestila de significado y obtendrás un ícono cultural". Esa pareció ser la fórmula mágica para que Apple hiciera de la Mac (y de cada una de sus creaciones siguientes), un emblema y un objeto aspiracional. Ya sea desde las finas curvas de una notebook sin CD-ROM, o con dos simples auriculares blancos, Apple nos tiene atados al deseo.

Pero estos también son tiempos diferentes para la empresa, que deberá enfrentar nuevos desafíos. ¿Un sistema operativo robusto seguirá siendo un diferenciador clave en un mundo donde la computación reside en la red? ¿Podrá Apple seguir a la vanguardia en un mercado donde el cuidado por el diseño y la estética ya es patrimonio común de casi todas las firmas de IT? ¿Cuál será el futuro de una compañía tan dependiente del carisma de un líder que, hoy, atraviesa un frágil estado de salud y hace preocupar no solo a sus accionistas, sino a toda una industria?

Son preguntas que, seguramente, Apple resolverá con lo que siempre le sobró: la imaginación.





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jueves, 22 de enero de 2009

Autobombo


Muchas gracias a la gente del diario La Voz del Interior, que puso a mi humilde espacio web como uno de los blogs recomendados. Lástima que me rebautizaron como Maximiliano "Porter", pero al menos fueron originales y no me pusieron "Potter" (quizás porque Harry jamás podría tener un blog "interesante").
De nuevo, muchas gracias.




viernes, 16 de enero de 2009

¿Cuáles son los mejores discos de esta década?

Como soy un adelantado, propongo elegir los mejores álbumes de estos diez años.


Sí, podrá ser algo apresurado, porque todavía (¿o solo?) faltan 714 días para que termine esta década. Aunque, enfrentémoslo: es muy difícil (aunque no imposible) que en ese tiempo salga un álbum "definitorio" de estos diez años.

De todas formas, el 2009 empezó muy prometedor, con muy buenos discos de Animal Collective, Antony and the Johnsons y Franz Ferdinand. También escuché un debut muy interesante: White Lies, banda inglesa que suena a unos The Killers más "oscuritos". Y pronto se viene lo nuevo de Morrissey, Depeche Mode, Bruce Springsteen, Peter Gabriel y U2, artistas siempre cumplidores.

Pero lo más probable es que, al momento de pensar cuáles son los mejores discos de esta década, nos tengamos que arreglar con lo que tenemos hasta ahora. Entonces ¿podemos ir eligiendo candidatos?

Tiro un rápido top 20 de "fijas" que deberíamos considerar:

1.Radiohead - Kid A (sí, es de esta década, y suena como el siglo XXIII)

2.Radiohead - In Rainbows (por lo que su lanzamiento significó en términos culturales y económicos y porque es lo mejor que hicieron desde Kid A)

3. U2 - All That You Can´t Leave Behind (los irlandeses fórmula 2000, no tan excitante como la de los 90, pero sí la más exitosa)

4. Coldplay - A Rush Of Blood To The Head (personalmente, me quedaría con Viva la vida, pero este es "el" disco de Chris Martin & Co.)

5. Björk - Vespertine (no importa lo que digan: este es el mejor disco de la islandesa y uno de los mejores de esta década)

6. The Killers - Hot Fuss

7. The White Stripes - Elephant

8. Gorillaz - Gorillaz (las nuevas fantasías animadas de ayer y hoy)

9. The Strokes - Is This It (los pibes que volvieron a poner a New York como capital de la música moderna)

10. Franz Ferdinand - Franz Ferdinand (porque el rock, por sobre todas las cosas, debe vestir bien)

11. Norah Jones - Come Away With Me (porque, para bien o para mal, hay gente que empezó a olfatear nuevamente al jazz gracias a este disco)

12. Morrissey - You Are The Quarry

13. The Flaming Lips - Yoshimi Battles The Pink Robots

14. Amy Winehouse - Back to Black

15. Portishead - Third (¿el regreso de la década?)

16. Sigur Rós - ( ) (¿acaso tengo que justificar esta elección?)

17. Keane - Hopes and Fears (¿qué otra banda de esta década tiene un debut donde todos sus temas son potenciales pop hits de calidad?)

18. LCD Soundsystem - Sound of Silver (en una gran medida, una fotografía de cómo fue la electrónica en estos diez años)

19. Beck - Sea Change (porque, aun en estos tiempos, los corazones rotos dan los mejores discos)

20. Babasónicos - Jessico (la verdad que mucho no me los banco, pero hay que reconocer que este es un disco de la hostia)

Me quedaron 800 más afuera, y muchas elecciones recontra caprichosas y personales (como The Mantle, discazo de Agalloch, por poner solo un ejemplo). Pero bueno, ahora te quiero escuchar a vos:

¿Cuáles son tus discos de esta década?

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viernes, 9 de enero de 2009

Un disco gratuito de NIN es el más vendido de 2008 en Amazon

Ghosts I-IV, que aún se puede bajar libremente en Internet, fue el álbum en MP3 más exitoso en la tienda online. ¿Y ahora qué va a decir la RIAA?



Ni bien salió, en marzo del año pasado, mencionamos en este blog que Ghosts I-IV sería otro buen caso de estudio "à la Radiohead" en materia distribución de música online. Pero creo que el resultado final sorprendió a todos, y para bien. El álbum de Nine Inch Nails (NIN), editado bajo licencia Creative Commons (CC), sin DRM y que todavía se puede conseguir libremente en la web, resultó ser el disco en MP3 más vendido durante 2008 en Amazon. Sí: una obra gratuita vendió más que Viva la vida, de Coldplay, y dejó muy atrás a lo último de Beck, Keane, Metallica y Portishead.

No solo eso: el disco generó 1,6 millones de dólares directos para Trent Reznor en la primera semana, llegó al número 1 del Electronic Chart de Billboard y fue el cuarto disco más escuchado en Last.fm.

¿Qué reflexiones podemos sacar rápidamente de todo esto?

- Que el argumento de que las obras editadas bajo Creative Commons canibalizan las ventas digitales es una falacia.

- Que el DRM es el invento más estúpido de la industria y está muerto. Los grandes sellos están abandonado el sistema de gestión de derechos digitales y iTunes ya le dijo adiós a la venta de canciones con candado. Incluso eso puede traer más ganancias para las empresas: fíjense que la tienda online ahora vende los lanzamientos más caros y las canciones "viejas" más baratas, tal como lo marca la ley de la oferta y la demanda.

- Que compartir no es necesariamente piratear: es promocionar. Señores, Internet es el mejor canal de marketing que existe hoy y los internautas pueden ser el vehículo publicitario ideal. Aprovéchenlo, no lo limiten.

- Que lo que hizo Reznor de ninguna manera es la fórmula mágica para "salvar" la industria. Pero artistas como él, "de culto", con una fuerte base de die-hard fans, son los que más potencial tienen para llevar adelante estrategias como esta con éxito. El tipo puede darse el lujo de regalarte discos, incluso hasta dejar que cualquiera baje libremente videos en alta calidad de sus últimos tres conciertos, porque sabe que tiene seguidores muy sólidos y, por ende, clientes muy fieles.

- Y, principalmente, que "el caso NIN" es la muestra de que, como dije en el post anterior, en la nueva industria musical ya no hay un único modelo de negocio y cada artista debe crear el suyo propio. Reznor lo hizo: uso con imaginación los recursos del mercado actual y le ganó a cualquier fantasma que nos quieren vender.

Notas relacionadas:

NIN: fantasmas en la máquina

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miércoles, 7 de enero de 2009

Salven la industria: en 2009, maten el CD

Un estudio señala que, para fin de año, la industria musical debe abandonar el CD porque su existencia no le deja abrazar el negocio online. ¡¡Me quiero volver conservacionista!!


Cuando miro las estanterías de mis CD, edificios de una ciudad que crece pujante robándose ya todo horizonte en el estudio de mi casa, sé que estoy construyendo un museo. Pero siempre me consideré el arquitecto de un ecléctico hábitat sonoro y no como el viejo coleccionista de huesos que este estudio de Gartner me quiere hacer creer soy.

La cuestión es que, según esta consultora, 2009 debe ser el año en que la industria musical abandone el CD como principal generador de ganancias porque su existencia le impide abrazar las oportunidades del negocio online.

El informe, que se sustenta en el disparado ascenso de las ventas digitales y en la marcada caída de los soportes físicos desde 2005 en Estados Unidos, señala que los sellos deberían priorizar el canal online para publicar sus títulos y pasar la producción de discos a un esquema "bajo demanda".

"El confort de la industria con las viejas prácticas de marketing centradas en lanzamientos de CD es difícil de abandonar, pero la realidad es que los nativos e inmigrantes digitales están más interesados en la conveniencia y en la elección", dice Mike McGuire, vicepresidente de investigaciones de Gartner. "Esto no quiere decir que el disco físico desaparecerá. Por el contrario, podría pasar a ser una herramienta de promoción que se vende o regala en conciertos, por ejemplo".

Acá es cuando me sale la defensa conservacionista de la especie (y, también, cierto ataque conservador, producto de la edad, claro). Aunque la visión de Gartner es, en alguna medida, cierta y anticipatoria, pretender que las grandes empresas musicales abandonen en un año el formato que hoy, crisis financiera, BitTorrent y iTunes de por medio, representa el 77% de su revenue anual es, por lo pronto, ridículo.

Pero el gran inconveniente es analizar el problema de la industria musical (con todos sus involucrados: artistas, productos, sellos y público) en términos de blancos y negros: CD o MP3, disquerías o tiendas online, sellos o autogestión, piratear o compartir. Y esto no es solo por el "confort" que cita McGuire, sino por simple reduccionismo (o miopía).

El nuevo esquema del mercado musical no pasa por extinguir y reemplazar formatos, sino justamente lo contrario: diversificarlos, darles más opciones a los consumidores. Y ya no hay que defender un viejo y único modelo de negocio, sino crear uno nuevo por cada artista (algo que quienes conforman entidades como la RIAA están muy lejos de entender entre juicios a usuarios y lobbies a proveedores de Internet para que filtren contenido y desconecten a clientes que intercambian archivos).

La nueva fisonomía del negocio "discográfico" no debería implicar la muerte del CD, ni la abolición de los sellos, ni la deificación (o demonización) del download. Debería ser un festival de formatos y, por ende, de alternativas: discos compactos, LP, tarjetas microSD, celulares con música precargada, Blu-ray, DVD, ringtones, pen-drives, ediciones digitales y decenas de etcéteras; todo esto, a su vez, en diversas opciones, combos, presentaciones, packs o versiones (básicas, limitadas, deluxe, gratuitas y las que puedas imaginar según el artista y el público al que se quiere llegar).

Entonces, quizás la pregunta que deberíamos hacernos es cómo queremos disfrutar la música de ahora en más, y pensar en la libertad de decidir cuándo, dónde y, principalmente, bajo qué forma quiero tanto adquirir (como consumidor) como distribuir (como productor) las obras.

Yo quiero seguir construyendo mi museo de CD, admirar sus estilos y redescubrir artistas olvidados por los años y las tendencias. Agarrar el último de Richard Ashcroft, escucharlo cantar "Music is Power" y pensar que, por sobre todas las cosas, es poder de elección.

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